LA TRAMA INEXTRICABLE
Se cumplen hoy 110 años del nacimiento del excelso escritor, poeta y ensayista español Juan de Mata Gil Simón, que adoptó el nombre de Juan Gil-Albert. Hombre de extrema sensibilidad epicúrea hacia la belleza, exquisita cultura clásica y homosexual influido por Oscar Wilde, lo que supuso una losa para la difusión de su obra. Como tantos otros grandes talentos de su época fue víctima de la Guerra Civil española, cuyo fin le llevó a parar a un campo de refugiados en Francia y de ahí a un exilio en México y Argentina, del que retornó ocho años después, viviendo un solitario exilio interior en Valencia, ignorado por los vencedores y mal visto por los vencidos. Su obra establece un nexo entre la generación del 27 y la del 36. El reconocimiento oficial en su país natal fue muy tardío y no le llegó hasta 1982.
Evoquemos su memoria con esta semblanza de su figura en la página Biografías y vidas:
« Poeta minoritario y de expresión depurada, su obra es una suma de intelectualismo clasicista y paganismo mediterráneo. Se dio a conocer a los veintiún años con dos libros en prosa, "La fascinación de lo irreal" y "Vibración de estío", ambos publicados en 1927. Estos textos primerizos, situados en la estela del modernismo, revelan su admiración por Ramón del Valle-Inclán y Gabriel Miró, a quienes consideraba sus maestros.
A partir de aquí evolucionó hacia una estética vanguardista, como lo demuestran las nuevas prosas de "Cómo pudieron ser" (1929), sobre algunos de los más célebres retratos del Museo del Prado, y "Crónicas para servir al estudio de nuestro tiempo" (1932), de expresión atrevida, fresca e imaginativa. Sin embargo, el volumen de versos que inaugura su trayectoria poética, "Misteriosa presencia" (1936), está compuesto por 36 sonetos gongorinos de contenido erótico escritos según un canon absolutamente clasicista.
Al mismo
tiempo apareció "Candente horror" (1936), en el que el autor exploraba
otros cauces formales, en este caso surrealistas, para abordar temas
inspirados por una actitud política comprometida con el antifascismo. En
estos años conoció a Luis Cernuda y Federico García Lorca y colaboró en
la fundación de la revista Hora de España, que entre 1936 y 1938 fue el
órgano de los escritores republicanos.
Resultado de su toma de conciencia social fue el volumen de poemas "Son nombres ignorados" (1938), donde la contemplación de la naturaleza contrasta con la experiencia de la guerra y da lugar a un testimonio lúcido y dramático del conflicto. Exiliado en México, participó en diversas empresas editoriales de los emigrados y publicó "Las ilusiones" (1945), que supone una vuelta al clasicismo. Este libro, escrito en endecasílabos, posee una tonalidad elegíaca que entronca con el espíritu y la forma de los himnos grecolatinos: el poeta desengañado busca renovarse a través de la evocación de la Antigüedad, sus cultos y sus mitos paganos.
De regreso a España (1947), Gil-Albert se dispuso a proseguir su labor literaria en soledad cultivando un culteranismo intimista en el que conviven en fértil reunión los elementos líricos, estéticos y moralizantes. A este período corresponden los sonetos de "Concertar es amor" (1951), que recorren el universo interior con alusiones a la familia, el amor y la religión, sin que falten las referencias simplemente anecdóticas. Su obra alcanzó un tardío pero definitivo reconocimiento con la publicación de la antología "Fuentes de la constancia" (1972), libro al que siguieron "La metafísica" (1974), "Homenajes e in promptus" (1976) y "Variaciones sobre un tema inextinguible" (1981).
A su labor como memorialista corresponden algunos de sus mejores títulos: "Los días están contados" (1974), "Crónica general" (1974) y "Memorabilia" (1975). La evocación a menudo se remansa en reflexiones o se vuelve imperceptiblemente fábula, de forma que en su caso es impreciso el límite de los géneros. Dentro del ensayo destacaremos "Heraclés" (1975), exposición en cierto modo afín al "Corydon" de Gide sobre la homosexualidad, "Drama patrio" (1977) y un extenso dietario bajo el título de "Breviarium vitae" (1979).
Su mejor novela es sin duda "Valentín (Homenaje a Shakespeare)" (1974), confesión amorosa en la cárcel de Richard tras haber estrangulado en escena, durante una representación de Otelo, a Valentín. Otros títulos narrativos son "Razonamiento inagotable" (1979), "Los arcángeles" (1981) y "Retrato oval" (1977). En sus últimos años procuró mantenerse alejado de los ambientes políticos a causa de su avanzada edad, pero también debido a cierta decepción por la situación española; aún así, en 1986 fue nombrado presidente del Consejo de Cultura de la Generalitat Valenciana. Su último libro, "Tobeyo o el amor" (1989), es un homenaje al país donde se exilió al terminar la guerra civil española: México. Póstumamente, en 1996, apareció la recopilación "Primera obra poética 1936-1938".»
Resultado de su toma de conciencia social fue el volumen de poemas "Son nombres ignorados" (1938), donde la contemplación de la naturaleza contrasta con la experiencia de la guerra y da lugar a un testimonio lúcido y dramático del conflicto. Exiliado en México, participó en diversas empresas editoriales de los emigrados y publicó "Las ilusiones" (1945), que supone una vuelta al clasicismo. Este libro, escrito en endecasílabos, posee una tonalidad elegíaca que entronca con el espíritu y la forma de los himnos grecolatinos: el poeta desengañado busca renovarse a través de la evocación de la Antigüedad, sus cultos y sus mitos paganos.
De regreso a España (1947), Gil-Albert se dispuso a proseguir su labor literaria en soledad cultivando un culteranismo intimista en el que conviven en fértil reunión los elementos líricos, estéticos y moralizantes. A este período corresponden los sonetos de "Concertar es amor" (1951), que recorren el universo interior con alusiones a la familia, el amor y la religión, sin que falten las referencias simplemente anecdóticas. Su obra alcanzó un tardío pero definitivo reconocimiento con la publicación de la antología "Fuentes de la constancia" (1972), libro al que siguieron "La metafísica" (1974), "Homenajes e in promptus" (1976) y "Variaciones sobre un tema inextinguible" (1981).
A su labor como memorialista corresponden algunos de sus mejores títulos: "Los días están contados" (1974), "Crónica general" (1974) y "Memorabilia" (1975). La evocación a menudo se remansa en reflexiones o se vuelve imperceptiblemente fábula, de forma que en su caso es impreciso el límite de los géneros. Dentro del ensayo destacaremos "Heraclés" (1975), exposición en cierto modo afín al "Corydon" de Gide sobre la homosexualidad, "Drama patrio" (1977) y un extenso dietario bajo el título de "Breviarium vitae" (1979).
Su mejor novela es sin duda "Valentín (Homenaje a Shakespeare)" (1974), confesión amorosa en la cárcel de Richard tras haber estrangulado en escena, durante una representación de Otelo, a Valentín. Otros títulos narrativos son "Razonamiento inagotable" (1979), "Los arcángeles" (1981) y "Retrato oval" (1977). En sus últimos años procuró mantenerse alejado de los ambientes políticos a causa de su avanzada edad, pero también debido a cierta decepción por la situación española; aún así, en 1986 fue nombrado presidente del Consejo de Cultura de la Generalitat Valenciana. Su último libro, "Tobeyo o el amor" (1989), es un homenaje al país donde se exilió al terminar la guerra civil española: México. Póstumamente, en 1996, apareció la recopilación "Primera obra poética 1936-1938".»
Retrato de Juan Gil-Albert, óleo del pintor valenciano Enrique Climent |
Retrato de Juan Gil-Albert, oleo del pintor extremeño Obdulio Fuertes, 1984 |
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