HENRI CARTIER-BRESSON (Chanteloup-en-Brie, France, 22-8-1908 / Céreste, France, 3-8-2004): IN MEMORIAM
Hoy se cumplen veinte años del fallecimiento a los 95 del fotógrafo humanista francés Henri Cartier-Bresson, considerado maestro de la fotografía de calle y que fue llamado 'el ojo del siglo XX' por su capacidad para inmortalizar la historia con su objetivo. Siguiendo el principio de 'captar el momento', con su cámara Leica viajó por todo el mundo y se centró en un género conocido como fotografía cándida o espontánea, caracterizada por la naturalidad de los sujetos y los temas sencillos de la vida cotidiana. Su técnica ha influido en la fotografía documental y en el fotoperiodismo.
Tal día como hoy, el 12 de abril de 1966, el fotógrafo francés Jean-Marie Périer tomó esta foto en París para la revista Salut les copains agrupando a los artistas de la música yeyé con mayor renombre en la época. La imagen se publicó en junio del mismo año como poster central del número mensual especial (47), para celebrar el cuarto aniversario de la citada publicación.
Los artistas presentes en la foto, de arriba abajo y de izquierda a derecha son:
40 Dave (des Surfs), 41 Rocky (des Surfs), 42 Coco (des Surfs), 43 Pat (des Surfs), 44 le Petit Prince avec peluche de Chouchou (la mascotte de Salut les copains), 45 Richard Anthony, 46 Christophe.
Ausencias más notables: Petula Clark, Jacques Dutronc, Frank Alamo, Lucky Blondo, Nino Ferrer, Michel Delpech.
EL SURREALISTA QUE CONVIRTIÓ LA FOTOGRAFÍA EN ARTE
Hoy es aniversario natal del polifacético artista visual estadounidense Man Ray. Aunque se consideraba a sí mismo un pintor, alcanzó celebridad mundial como fotógrafo, actividad en la que abrió caminos como artista conceptual. Contribuyó a la fundación del dadaismo en su país y fue el primer americano en participar en el movimiento surrealista parisino. También hizo esculturas, películas de vanguardia, fotografías de moda y multitud de retratos y, asímismo, destacó por su insólito trabajo con fotogramas, a los que llamó "rayogramas" en referencia a sí mismo, e inventó el método conocido como solarización, técnica donde la luz entra en el negativo durante el proceso del
revelado, provocando fuertes contrastes en los contornos y mostrando las
figuras como siluetas. Man Ray liberó a la fotografía de sus funciones netamente documentales, y la elevó a la categoría de arte.
Reseña biográfica fundamentalmente basada en la página xatacafoto:
Si hoy podemos disfrutar cada vez más de la fotografía en los espacios
de arte, en parte se lo debemos a uno de esos genios que aplicó el dadaísmo y el surrealismo como vanguardias también en la disciplina fotográfica. Emmanuel Radnitzky, o Man Ray como se le conoce mundialmente, jugó un papel importantísimo en el arte fotográfico: primero porque descubrió que no hace falta una cámara como herramienta para crear fotografías, y segundo porque, gracias a la psicología del retrato y a las connotaciones más allá de la imagen propias del surrealismo, estatuyó que detrás de una estampa puede existir algo más que un bello encuadre.
Primogénito de una pareja de inmigrantes judíos rusos, Emmanuel Radnitzky tenía un hermano y dos hermanas. La familia se estableció en 1897 en Brooklyn, Nueva York, donde el padre ejerció como sastre y en 1912 cambió su apellido a Ray como reacción al antisemitismo imperante en la época. Emmanuel, a quien llamaban Manny, adoptó poco después, el nombre de Man Ray y, mientras estudiaba, aprendió diseño artístico. Tras graduarse decidió, pese a la desaprobación de sus padres, dedicarse a la pintura y ganó dinero como artista e ilustrador comercial mientras esporádicamente recibía clases en la National Academy of Design, comenzando también a frecuentar la galería de Alfred Stieglitz y a asistir a tertulias artísticas de la vanguardia neoyorquina.
En un principio adquirió una cámara fotográfica para reproducir sus obras plásticas,
pero su inquietud le conduciría por derroteros que derivaron en que hoy en día tenga su especial hueco en la historia de
la fotografía. Con Duchamp y Picabia creó el Dadá neoyorquino, realizando
obras experimentales que coqueteaban con todo tipo de soportes para la
creación de obra artística. Así es como, tras su instalación en París en 1921, al
ver que su obra no encontraba mercado, empezó a crear sus famosos
"rayogramas". Son estos creaciones fotográficas realizadas sin la intervención de una cámara.
Paradójico el hecho de que adquiriese una cámara para documentar sus
otras obras y terminase siendo valorado por una serie de fotografías
fruto de esas composiciones abstractas (muy estudiadas, eso sí), donde
situaba objetos por contacto en papel sensible a la luz que después era
revelado.
En un mundo donde la técnica fotográfica es muy relevante a la hora de
valorar a un fotógrafo, que con un simple papel se pueda jugar y crear
composiciones que después se han paseado por las galerías y museos más
importantes del globo, hace ver la importancia de la idea, del concepto, de la
transmisión artística visceral, creativa, imperfecta, despreocupada tal
vez como el propio Man Ray, aunque siempre realizada con un sentido.
Ese reconocimiento como artista fotográfico le dio oportunidad de
realizar retratos a los personajes más relevantes de la cultura de su
época. Al mismo tiempo sigue con sus naturalezas muertas y sus pinturas y
esculturas surrealistas cuando el Dadá se fractura y comienza su
andadura por el maravilloso mundo del Surrealismo: "La búsqueda de la libertad y el placer; eso ocupa todo mi arte".
Las mujeres fatales y sus desnudos son recurrentes en su obra. De hecho
gracias a la inspiración de su modelo y amante Alice Prin (conocida como Kiki de Montparnasse),
nació una de sus obras más emblemáticas, "Le Violon d'Ingres" (1924), que refleja en una sola imagen todo lo que este creador es para el arte.
Porque se respira pintura por esa pose que nos traslada inmediatamente
al pintor Ingres, tan admirado por Man Ray, pero a su vez nos mete de
lleno en ese juego de dobles lecturas, convirtiendo el cuerpo de la
mujer en un gran violonchelo por medio de esas dos ranuras añadidas -a semejanza de los oídos o repiraderos del intrumento musical- porteriomente en edición. Idea, inspiración, creación, diseño,
fotografía, pintura.
Fundamentalmente su aportación nos lleva de forma directa a pensar que tras
una imagen hay una idea detrás. Man Ray no fue un documentalista, fue un
creador, y como tal, su legado nos hace reflexionar en torno a lo que debemos ver más allá de una imagen.
"Le Violon d'Ingres" podría haberse quedado en un simple y bonito
retrato de desnudo si no llega a jugar con el concepto de elevarlo a otro
nivel.
Esa es la gran aportación de Man Ray, amén de sus solarizaciones y rayogramas: la figura del fotógrafo como
creador de composiciones inventadas. Elocuencia, humor, sensibilidad, estos son sus personales ingredientes en la práctica de ese tipo de imágenes, en las que, dando vueltas a la inspiración, el artista creó estampas surgidas de sí mismo.
Man Ray se casó en 1913 por primera vez con la poetisa belga Adon Lacroix, de quien se separó en 1919, si bien el divorcio no se formalizó hasta 1937. Después de sus amores con Alice Prin durante casi toda la década de los años 20, en 1929 inició un relación sentimental con la fotógrafa Lee Miller, que le dejó en 1932. A causa de la II Guerra Mundial vivió de 1940 a 1951 en Los Angeles, California, donde conoció a la profesora de danza Juliet Browner, su segunda esposa desde 1946 hasta que él falleció a los 86 años a consecuencia de una infección pulmonar. Ambos residieron en París los veinticinco últimos años de vida del artista. En su tumba en el Cementerio de Montparnasse puede leerse el epitafio "Despreocupado, pero no indiferente".
El siguiente documental breve da cuenta de la trayectoria artística de Man Ray.
"Crear es divino, reproducir es humano" (Man Ray)
Seguidilla, 1919, airbrushed gouache
Kiki de Montparnasse (1920)
Untitled rayograph, 1922
Indestructible object (1923-1933)
Le violon d'Ingres (Kiki de Montparnasse), 1924
Place de la Concorde, Paris, 1926
Noir et blanche (Kiki de Montparnasse), 1926
Femme aux cheveux longs, 1929
Lee Miller (Solarized, 1930)
Le baiser (Lee Miller and Belbourne), 1930
Sleeping woman (Solarization, 1930)
La robe noire, 1930
Legs and garters, 1931
Composition avec l'oeuf, 1931
Man Ray solarized self-portrait with surreal object, 1932
Larmes de verre, 1932
A l'heure de l'observatoire, les amoureux (1936)
Two models for Harper's Bazaar, 1937. Dresses by Chanel
ROBERT DOISNEAU (Gentilly, Paris, France, 14-4-1912 / Montrouge, Paris, France, 1-4-1994): IN MEMORIAM
Hoy es aniversario natal del fotógrafo francés Robert Doisneau, uno de los pilares fundamentales
de la fotografía del siglo XX. Logró pertenecer, por derecho propio, a
un selecto grupo de artistas que hoy se consideran los grandes mitos de
la fotografía universal. Fue un gran retratista que hizo de la gente corriente algo extraordinario, esmerándose en captar con su cámara la belleza de lo cotidiano. Vivió toda su vida enamorado de París y tal vez por eso, Doisneau sea uno de los fotógrafos que más ha contribuido a la imagen romántica de la capital francesa. Su célebre foto El beso del Hôtel de Ville está considerada una de las más reproducidas de la historia y su obra, icónica de la vida parisina, se ha expuesto en ciudades de todo el mundo. Entre la distinciones que recibió en vida figura su nombramiento en 1984 como Caballero de la Legión de Honor francesa.
Nacido el mismo día que se hundió el Titanic, Robert Doisneau era hijo de un fontanero que enviudó cuando el pequeño Robert contaba
siete años. Su padre se volvió a casar y la madrastra le hizo la vida muy
desagradable al pequeño, que era tímido y reservado. Después de formarse como litógrafo, aprendió fotografía de manera autodidacta; conseguía las instrucciones de las botellas
de líquidos de revelado y de las cajas de película. Cuando él empezó, eran poquísimas las publicaciones que difundían la
obra de los fotógrafos. Aprender sin maestros no era fácil, pero
Doisneau supo absorber todo lo que le podía enseñar un pintor, escultor y
cineasta francés llamado André Vigneau. El artista surrealista le
contrató en su estudio de diseño desde comienzos de los años 30 y allí curtió su
mirada el joven Robert. Empezó como fotógrafo industrial, pero duró poco, pues prefería las calles. Le gustaba agazaparse en una esquina hasta que ante sus ojos se formaba
la escena perfecta. Normalmente, ya vencida la timidez, pedía permiso a
los protagonistas de la imagen para retratarlos.
En 1939, Doisneau se alistó en el Ejército francés y colaboró con la
Resistencia, documentando la ocupación nazi y la liberación de la ciudad
de la que estaba enamorado. Retratar París fue justo lo que le pidió la revista
Vogue cuando lo contrató una década después; nadie como él se había
labrado la fama de retratar por igual a la alta sociedad parisina como a
los suburbios y la vida más allá del Sena. La forma de trabajar de Doisneau era sencilla: Salía temprano a la
calle, buscaba un lugar sugerente y pasaba horas allí, atento a lo que
pasaba para captar los gestos de la gente. Siempre quiso contar historias pero hacerlo en un instante. No pretendía
ampliar los límites del lenguaje: primaban las emociones antes que la
composición. Lo esencial residía en captar la magia de los momentos
minúsculos y cotidianos, dando vida a una ficción directamente sacada de
lo real. Humor y nostalgia, ironía y ternura impregnan gran parte de sus imágenes de los barrios parisinos y sus habitantes.
Entre las fotos realizadas en los años 50 destaca la famosísima El beso del Hôtel de Ville (1950), que muestra a una joven pareja de enamorados besándose entre los viandantes de la calle, cerca del ayuntamiento de París. Fue este el trabajo que más gloria y disgustos le acarreó. Pertenecía a una serie hecha por encargo de la revista Life
para mostrar al mundo cómo, después de la guerra, París volvía a ser la
capital del amor. El objetivo se consiguió con creces, hasta llegar a considerarse esa imagen como patrimonio sentimental de la humanidad. El
reverso del éxito llegó décadas después, en 1988, cuando una revista
francesa volvió a sacar la foto en portada preguntándose qué sería de
aquellos jóvenes que, cuando se tomó la instantánea, tenían 23 años él y 20 ella. Doisneau contaba ahora 76 años y estaba casi retirado. Fueron
muchos los que pretendieron hacerse pasar por los protagonistas, pero en realidad esta pareja eran
dos actores a los que encontró besándose en un café y que se habían prestado a posar, repitiendo su gesto ante la cámara. En 1993 ella, intentando conseguir un porcentaje de las cuantiosas ganancias generadas por la imagen, demandó al fotógrafo en un larguísimo juicio que acabó perdiendo
porque su compañero de la fotografía declaró, a favor del artista, que habían cobrado por su trabajo. El beso se subastó en 2007 por 184.960 euros y lo
adquirió un coleccionista suizo cuya identidad se ha mantenido siempre
en el más absoluto misterio.
Bohemio y amigo de artistas, era frecuente que Doisneau pidiera ayuda a estos cuando tenía algún encargo. Fue un pionero en fotografiar a grandes personajes en sus lugares cotidianos; así hizo con Sartre, Cocteau, Giacometti, Camus, Picasso… Famoso es también el retrato de este último con jersey de rayas (Los panecillos de Picasso, 1952).
El fotógrafo de París dejó alrededor de 450.000 negativos. La
inmensa mayoría de sus fotos son en blanco y negro. Aunque experimentó
con el espectro cromático, no publicó ninguna foto en color hasta los
años 60. Fue su serie en Palm Springs, en Estados Unidos, una
sorprendente e irónica producción sobre un universo un tanto irreal y
muy alejado del París en el que él siempre vivió. En esta década su figura se eclipsó para no renacer hasta el redescubrimiento internacional de su obra en los años 80.
Robert Doisneau se casó en 1936 con Pierrette Chaumaison, con quien tuvo dos hijas, Annette (en 1942) y Francine (en 1947). Desde 1979 hasta su muerte, Annette fue su ayudante. Su esposa falleció en 1993 de las enfermedades de Alzheimer y Parkinson, y Doisneau, que tenía implantado un triple bypass, la siguió seis meses después cuando una pancreatitis aguda acabó con su vida a los 81 años. Su hija Annette reveló que, aunque su padre había ganado el jucio por El beso poco antes, en realidad murió de tristeza. Doisneau fue un hombre humilde y sencillo, entregado a su trabajo aún en la cúspide de su fama, que no se consideró a sí mismo más que un "fotógrafo artesano".
El video siguiente constituye una pequeña muestra representativa de la ingente obra del fotógrafo de París, con fondo musical de acordeón a cargo de Alan Dunn.