En
respuesta a la insolencia de su criada, el ama, mujer de mucho temperamento,
entona su propio Tango, con el que Pepa Rosado, competente actriz de
carácter, hace las delicias del público.
Tango de Doña Virtudes
Pobres
amas las que tienen que sufrir a esas truchas de criadas de
servir; porque si una no tiene por las mañanas mucho de
acá, crea usted, caballero, que la dividen por la mitad. El
domingo pasao a un pendón que es de al lao de Bilbao, el permiso
la di para ir al teatro a Madrid; y la dije en la escalera cuando ya
se iba a marchar: "Cuidadito que te vengas así que se
acabe, por si hay que fregar, por si hay que fregar, por si hay que fregar".
Usted se figura que vino a las
ocho, que vino a las nueve, que vino a las diez, pues vino a las doce
con un artillero que dijo el grosero en tono altanero:
"Señora Virtudes ... dispénsela usted".
Tuve
otra que era de Valladolid, y tenía unos bigotes
así. Y mi señor marido, que es peluquero ... por
afición, me dijo: "A ésta la pago con la navaja y con el
jabón". Pero al mes no cabal me faltó un cucharón
de metal y una falda de tul que la hallé registrando el
baúl. Me faltaron dos pendientes de azabache superior y al fínal de tantas faltas faltóme mi esposo, que fue lo peor, que fue lo peor, que fue lo peor.
Después tuve una que casi me pega; después tuve otra
que sí me pegó, y al fín tengo una tan buena
persona, que friega, que barre, que cose, que plancha que guisa y que lava pero esa soy yo.