En el 135 aniversario del nacimiento del poeta español Juan Ramón Jiménez lo recordamos con este poema suyo.
ESTOY TRISTE Y MIS OJOS NO LLORAN...
Estoy triste, y mis ojos no lloran
y no quiero los besos de nadie;
mi mirada serena se pierde
en el fondo callado del parque.
¿Para qué he de soñar en amores
si está oscura y lluviosa la tarde
y no vienen suspiros ni aromas
en las rondas tranquilas del aire?
Han sonado las horas dormidas;
está solo el inmenso paisaje;
ya se han ido los lentos rebaños;
flota el humo en los pobres hogares.
Al cerrar mi ventana a la sombra,
una estrella brilló en los cristales;
estoy triste, mis ojos no lloran,
¡ya no quiero los besos de nadie!
Soñaré con mi infancia: es la hora
de los niños dormidos; mi madre
me mecía en su tibio regazo,
al amor de sus ojos radiantes;
y al vibrar la amorosa campana
de la ermita perdida en el valle,
se entreabrían mis ojos rendidos
al misterio sin luz de la tarde...
Es la esquila; ha sonado. La esquila
ha sonado en la paz de los aires;
sus cadencias dan llanto a estos ojos
que no quieren los besos de nadie.
¡Que mis lágrimas corran! Ya hay flores,
ya hay fragancias y cantos; si alguien
ha soñado en mis besos, que venga
de su plácido ensueño a besarme.
Y mis lágrimas corren... No vienen...
¿Quién irá por el triste paisaje?
Sólo suena en el largo silencio
la campana que tocan los ángeles.
Juan Ramón Jiménez, La frente pensativa (1911-1912)
Museo LoPiù

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viernes, 23 de diciembre de 2016
miércoles, 23 de diciembre de 2015
Juan Ramón Jiménez (Moguer, Huelva, España, 23-12-1881 / San Juan, Puerto Rico, 29-5-1958): In memoriam
LA POESÍA PURA
Hoy es aniversario natal del poeta español Juan Ramón Jiménez Mantecón, premio Nobel de Literatura. Su lírica evolucionó desde las últimas derivaciones del modernismo hacia
una poesía a la vez emotiva e intelectualista. Gran parte de su fama universal la debe al libro Platero y yo, donde funde fantasía y realismo en las relaciones de un hombre y su asno, siendo el mismo el texto literario en español traducido a más lenguas del mundo junto con "Don Quijote" de Miguel de Cervantes.
Reseña procedente de la página Biografías y Vidas:
Tras cursar el
bachillerato en el colegio de los jesuitas de Puerto de Santa María
(Cádiz), ingresó en la Universidad de Sevilla para estudiar Derecho,
carrera que abandonó para seguir su vocación artística. Aunque inicialmente quiso ser pintor, pronto se orientó hacia la poesía, animado por la lectura de Rubén Darío y de los escritores románticos. Sus primeras colaboraciones en la revista madrileña Vida Nueva
fueron acogidas con entusiasmo por los modernistas, por lo que decidió
trasladarse a Madrid en 1900 y publicar ese mismo año sus dos primeros
volúmenes de versos, Ninfeas y Almas de violeta, títulos que le fueron sugeridos por Ramón del Valle-Inclán y Rubén Darío.
De carácter melancólico y depresivo, la repentina muerte
de su padre le causó fuertes crisis nerviosas que lo obligaron a pasar
largas temporadas en sanatorios de Burdeos y Madrid. A esta época
corresponden los libros Rimas (1902), Arias tristes (1903) y Jardines lejanos
(1904), que configuraron una poética impregnada de musicalidad,
nostalgia y amor por la naturaleza, con metros sencillos en los que
predomina el octosílabo y un ritmo fluido de inspiración modernista.
Entre 1905 y 1912 el autor vivió en su pueblo
natal, entregado a la lectura y admirando la vida campesina andaluza.
Este acercamiento al mundo rural se tradujo en un nuevo sentimentalismo
que, sin abandonar la languidez inicial, se enriqueció con impulsos
apasionados y juveniles. En los escenarios crepusculares de pálidos
jardines, decadentes ensueños y estancias silenciosas, aparecieron por
primera vez colores brillantes e imágenes de mujeres desnudas que
tiñeron los versos de erotismo.
En este período escribió varios volúmenes: Elegías (1908-1910), Olvidanzas (1909), La soledad sonora (1911), Poemas mágicos y dolientes (1911), Melancolía (1912) y Laberinto (1913), así como el libro en prosa Platero y yo
(1914), tierna elegía a un borriquillo que se convirtió en uno de sus
textos más célebres. De regreso a Madrid conoció a Zenobia Camprubí,
española educada en Estados Unidos, con la que se casó en Nueva York en
1916. La vitalidad y las constantes atenciones de Zenobia influyeron
decisivamente en el nuevo rumbo que adoptó su trayectoria poética.
Tanto en Estío (1916) como en los Sonetos espirituales (1917) se anunciaba un cambio formal que culminó en el Diario de un poeta recién casado
(1917), escrito casi en su totalidad durante la travesía del Atlántico.
Según declaró el autor, el constante movimiento de las olas le
transmitió la obsesión por el ritmo y lo llevó a abandonar las
estructuras estróficas tradicionales, y a cultivar el verso libre. Al
mismo tiempo, la ornamentación modernista desapareció en favor de un
lenguaje sobrio y desnudo, que huyó de la vaguedad y aspiró a la
precisión absoluta.
Muestra de ello son las composiciones de Eternidades (1918), Piedra y cielo (1919), Poesía (1923) y Belleza
(1923), donde eliminó todo aquello que no tendiese a la esencia poética
y a la plenitud espiritual y estética. El autor intentó llevar al
ámbito de la prosa las conquistas obtenidas en sus versos y escribió la
serie de retratos líricos que integraron el libro Españoles de tres mundos (1942), aparecido en su mayor parte en la revista Índice.
Paralelamente, incitado por un afán de depuración
máxima, sometió su obra a una permanente revisión. Fruto de esta
inquietud son las colecciones de textos Unidad (1925), Obra en marcha (1928), Sucesión (1932), Presente (1933) y Hojas sueltas (1935), que incluyeron páginas susceptibles de ser reelaboradas con posterioridad.
Tras la publicación de Cántico
(1935), el estallido de la Guerra Civil interrumpió la labor creadora
del poeta, que fue nombrado agregado cultural en Washington. Después de
vivir en Estados Unidos y Cuba se instaló en Puerto Rico, donde enseñó
en la universidad y se dedicó a retocar gran parte de su obra. A esta
última época pertenecen los libros La estación total (1946), Romances de Coral Gables (1948) y Animal de fondo
(1949), en los que la búsqueda de la belleza total se plasmó a través
de una visión intelectualista y metafísica, en función de la cual su
poesía se transformó en un "dios deseante y deseado", con conciencia de
la divinidad y con manifestación inefable de lo eterno. Juan Ramón
Jiménez fue galardonado con el premio Nobel de Literatura en 1956, dos años antes de fallecer a los 76.
Yo me moriré
Yo me moriré, y la noche
triste, serena y callada,
dormirá el mundo a los rayos
de su luna solitaria.
Mi cuerpo estará amarillo,
y por la abierta ventana
entrará una brisa fresca
preguntando por mi alma.
No sé si habrá quien solloce
cerca de mi negra caja,
o quien me dé un largo beso
entre caricias y lágrimas.
Pero habrá estrellas y flores
y suspiros y fragancias,
y amor en las avenidas
a la sombra de las ramas.
Y sonará ese piano
como en esta noche plácida,
y no tendrá quien lo escuche
sollozando en la ventana.
(Arias tristes, 1903)
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