EL MAESTRO DE LA OSCURIDAD
Hace hoy 124 años vino al mundo el gran director austríaco Fritz Lang, uno de los mayores creadores clásicos de la historia del cine. "Cada película define su propio estilo según su tema", era una frase que
Fritz Lang repetía con frecuencia y encerraba de modo rotundo su
concepción del cine. Si bien es cierto que el "estilo" de Lang era adaptarse a las historias, también es cierto que
esas historias trataban un único y gran tema: la indefensión del
hombre ante fuerzas poderosas e incontrolables. Ya sea retratando el destino inexorable, la maldad en estado puro, las clases sociales depredadoras o los individuos enfrentándose a sus miedos más profundos, Lang elevó a categoría de arte superior sus reflexiones en torno a la
fatalidad del hombre ante estas fuerzas que pueden destruir la
existencia. Pesimista irredento, de pensamiento lúcido e indomable, fue proscrito por la Alemania donde había desarrollado su carrera hasta 1933, pero tampoco encontró fácil acomodo en Hollywood, que siempre limitó su creatividad, particularmente durante el maccartismo, por su inclaudicable visión crítica sobre las injusticias sociales, la corrupción policial y la opresión institucional sobre los individuos. A su manera, fue un crítico testigo que no dejó de cuestionar el sueño americano, poniendo en tela de juicio la idoneidad de la justicia y los valores de una sociedad que se juzga a sí misma virtuosa e íntegra.
Hijo de un católico y una judía convertida al catolicismo, durante su juventud comenzó estudios de arquitectura complaciendo así la
voluntad paterna; pero más tarde se inclinó hacia la pintura, vocación
que lo llevó a matricularse en la Escuela de Artes Gráficas de Viena, pasando luego por las de Nuremberg y Munich. Tras abandonar el hogar familiar antes de los 20 años, dejó los estudios y emprendió una serie de
largos viajes por Europa, Africa, Asia y el Pacífico. Pasado algún tiempo se instaló para estudiar pintura en París, de donde tuvo que marchar en 1914 a causa del estallido de la I Guerra Mundial. Regresó a Austria, se enroló en el ejército, combatió en Rusia y Rumanía y cayó herido en el frente. Fue en el
hospital militar donde conoció al director de cine Joe May, al que
mostró sus dibujos y algunos de sus relatos, no dudando éste en contratarle
como guionista. En sus primeros guiones ya se destacaba la presencia sistemática de mujeres fatales, que conducían a los hombres a su perdición. El primero que se llevó a la pantalla fue Die hochzelt im exzentrik klub,
obra dirigida por May en 1917 y actualmente desaparecida; el resultado
desilusionó notablemente al joven guionista y, contratado por el célebre productor Erich Pommer, decidió dirigir él mismo
sus propias películas, algo que no se había planteado antes. La primera de ellas que se conserva es Las arañas
(1919), en la que se percibe ya su desarrollado sentido volumétrico
para la composición de imágenes y su sensible talento dramático para el
relato. Desde ese momento, Lang pasó a engrosar y enriquecer las filas
del expresionismo alemán, en plena ebullición en aquel momento. Se casó en 1919 con Lisa Rosenthal, quien se suicidó dos años después por causas nunca explicadas. En 1920 conoció a la actriz y escritora Thea von Harbou, que se convertiría en su segunda esposa a partir de 1922 y que colaboró en los guiones de todas las películas de Lang entre 1921 y 1933.
Durante su etapa en Alemania rodó obras fundamentales del expresionismo, de gran repercusión dentro y fuera de Alemania, como Las tres luces (1921), historia fantástica de amor y muerte, las dos partes de El doctor Mabuse (Dr. Mabuse, el jugador, 1922; Los espías, 1928), que describen las siniestras aventuras de un criminal, las dos partes de Los Nibelungos (Sigfrido, 1922 y La venganza de Crimilda, 1924), estilizadas recreaciones de las legendarias sagas nórdicas, Metrópolis (1927), espectacular distopía urbana futurista que se convirtió en su obra más célebre, La mujer en la luna (1929), uno de los primeros clásicos de la ciencia-ficción, M, el vampiro de Düsseldorf (1931), su primer film sonoro, excelente policiaco sobre un infanticida, y El testamento del doctor Mabuse
(1932), alegato anti-nazi disfrazado de historia policiaca, cuyo estreno fue prohibido en Alemania. En estas películas se repiten los motivos referentes al mundo
subterráneo (cuevas, sótanos, galerías), las imágenes desdobladas en
espejos y otras visiones ilusorias. Quienes trabajaron con él en esta época lo recordaban ya como un
director autoritario y obsesivo, dedicado en cuerpo y alma e interviniendo en cada
aspecto de la realización, rasgo que se haría más palpable con el tortuoso
rodaje de Metrópolis, con sus 310 días de filmación,
sus 37.000 extras y su perfeccionismo ilimitado que hizo subir el
presupuesto del film de 1,5 a 6 millones de marcos. El fracaso económico de Metrópolis hizo que su posición
privilegiada dentro de la UFA comenzara a tambalearse. El propio
Lang no había quedado muy conforme con el resultado. En especial, le
desagradaba el final de la película, con las clases antagónicas
conminadas a olvidar sus diferencias y trabajar en conjunto, a través de
la 'buena voluntad' de sus líderes, detalle presumiblemente ideado por
Von Harbou. Es por ello que para la realización de Los espías 1928), Lang fundó su propia productora, la Fritz Lang
Gesellschaft, que contaba con distribución UFA y entera libertad
creativa. Aunque la búsqueda de autonomía sólo le duró para este film y
el siguiente, Una mujer en la luna (1929).
Pero fue con el advenimiento del sonoro (al que dotó de visionarios
recursos sonoros como el énfasis dramático de la música o el uso
intencionado del fuera de cuadro sonoro) que Lang cerraría de forma
contundente los rasgos esbozados en El doctor Mabuse: la presencia de un poder
totalitario y maligno que ya empezaba a tomar forma bajo los ropajes
del nacionalsocialismo. No por nada, en ambos títulos la sombra de la
censura comenzaría a acechar al cineasta. Si en M, Lang
logró que su film fuera estrenado (no sin dificultades, como una serie
de amenazas y la inquietud nazi por el subtítulo "Un asesino entre
nosotros"), en El testamento del Dr. Mabuse lo
enfrentó directamente a la cúpula del poder hitleriano, razón por la que
Lang huyó precipitadamente a Francia luego de una casi legendaria
reunión en que Joseph Goebbels le ofreció la dirección del naciente cine
nazi. Cosa curiosa, ya que Lang aseguró que varios monólogos de Mabuse
fueron tomados estrictamente de los discursos de Adolf Hitler. Aunque sus películas del primer período en Alemania suelen ser tomadas
como ejemplos del expresionismo alemán, él nunca aceptó esa filiación y
se identificaba más bien con Bertholt Brecht. Pero sí reconocía que
inevitablemente iba a tomar elementos de la tendencia que marcó el
espíritu de su tiempo. Por lo demás, su biógrafa oficial Lotte H. Eisner lo recordó diciendo a
menudo que "toda película tiene que nacer de su época para ser eficaz". Y
la suya fue una época convulsa, oscura, triste.
Tras su apresurada huída nocturna de la Alemania de Hitler en 1934, buscó refugio en París. Atrás dejó casi todas sus posesiones y a su ex-esposa y co-guionista de años atrás, Thea von Harbou, que se había adscrito activamente al movimiento nazi y de quien se había divorciado en 1933. Una vez en la
capital francesa, Lang rodó Liliom (1934), una adaptación de la obra teatral de Ferenc
Molnar, sin cosechar demasiado éxito. Ese mismo año consiguió trasladarse a Estados Unidos, donde firmó su primer
contrato con Metro Goldwyn Mayer, aunque su estancia en Hollywood no resulta fácil, no se aceptan sus primeros proyectos y tarda dos años en rodar su primera película Furia (1936), historia de un linchamiento protagonizada por Spencer Tracy. Mientras estuvo inactivo profesionalmente, Lang estudió a fondo la idiosincrasia de su país de acogida, recorriéndolo de costa y
costa y devorando la realidad circundante a través de los periódicos. De entre los 22 títulos que rodó en Hollywood pasando de un estudio a otro, sólo tres (Furia, El hombe atrapado y Los verdugos también mueren) fueron autenticamente personales. En los restantes debió acomodarse a las estructuras de los diferentes géneros, trabajar sobre guiones ajenos y renunciar al montaje final. No obstante, su talento emergió en películas como el excelente drama criminal Sólo se vive una vez (1937), con Sylvia Sydney y Henry Fonda, rodado para Walter Wanger. Con sus dos primeros títulos Lang elaboró algunas de las premisas fundacionales de lo que unos años más tarde se
llamaría cine negro: el verismo objetivo y social (a menudo
documentalista), el fatalismo que rodea a sus falsos culpables y la
ambigüedad de sus mujeres. Y por supuesto, la herencia expresionista que
se haría palpable con sus elaboradas composiciones abstractas y sus
violentos juegos de luz y sombra.
En 1939 adoptaría la nacionalidad estadounidense. A diferencia de otros europeos célebres trasplantados a Hollywood, como
Ernst Lubistch, Billy Wilder o Alfred Hitchcock, el vienés Fritz Lang
siempre transitó en la historia del cine americano con un perfil
menor e incluso decididamente de clase B. Las razones no están muy
claras, pero el carácter insobornable de su filmografía puede explicar
su resistencia a trabajar bajo los códigos éticos y estéticos de
Hollywood. Y eso sin duda tuvo un costo. Lang siempre tuvo una relación tensa con los diferentes estudios para los que trabajó.
Comenzó la década de los 40 rodando dos westerns en color para Fox, La venganza de Frank James (1940) y Espíritu de conquista (1941). En el thriller El hombe atrapado (1941), con Walter Pidgeon, Joan Bennett y George Sanders, que trataba de un atentado frustrado contra el Führer y en el drama bélico Los verdugos también mueren (1943) mostró sus preocupaciones personales por la situación en Europa. Completó su trilogía anti-nazi con El ministerio del miedo (1944), protagonizada por Ray Milland. En varias de sus siguientes producciones se especializó en el género del cine negro, al que dió memorables títulos: La mujer del cuadro (1944), con Edward G. Robinson y Joan Bennett, o Perversidad (1945), en la que repitió con la misma pareja protagonista. Retomando una raíz onírica que estaba presente en sus primeros trabajos
alemanes, Lang dotó de manifiesta ambigüedad moral estos relatos,
apuntando sus dardos al relativismo de la justicia y donde el destino
fatalista de los protagonistas se enfrenta explícitamente a un entorno
inmisericorde, a menudo con la muerte como gran telón de fondo. Tras el drama de espionaje Clandestino y caballero (1946), con Gary Cooper y Lilli Palmer y el thriller Secreto tras la puerta (1948), con Joan Bennett y Michael Redgrave, vuelve al noir con El fantasma del río (1950). En un paréntesis rueda en color el drama bélico Guerrilleros en Filipinas (1950), con Tyrone Power y el western Encubridora (1952), con Marlene Dietrich, además de la adaptación de un drama de Clifford Odets, Encuentro en la noche (1952), con Barbara Stanwyck. La gardenia azul (1953) resulta un noir menor, pero Los sobornados (1953) y Deseos humanos (1954), ambas con el protagonismo de Glenn Ford y Gloria Grahame, resitúan a Lang como uno de los grandes cineastas imprescindibles del género negro. Asímismo destaca el film de aventuras Los contrabandistas de Moonfleet (1955), con Stewart Granger, en la línea de sus mejores obras alemanas. Dos nuevos títulos de cine negro cerraron su ciclo en Hollywood: Mientras Nueva York duerme (1956), con Dana Andrews, Rhonda Fleming y George Sanders y Más allá de la duda (1956), con Dana Andrews y Joan Fontaine. Los criterios comerciales impuestos a Lang durante el rodaje de estas
dos últimas películas incitaron al artista a abandonar los Estados
Unidos en busca de mayor libertad creativa. Una compañía alemana le produjo dos filmes de aventuras en la India: El tigre de Esnapur (1959) y La tumba india (1959). Su última película fue Los crímenes del doctor Mabuse (1960), en la que retomó a su antiguo personaje de tres décadas antes. La pérdida de la vista le impidió seguir trabajando. Su ingente obra abarcó todos los géneros cinematográficos, excepto la comedia. Admirado por el grupo de Cahiers en Francia, el propio Godard le había entrevistado y dado un papel relevante en unos de sus filmes, El desprecio (1963). Fritz Lang falleció retirado en Los Angeles a los 85 años. Pocos cineastas como él supieron retratar el desamparo del individuo contemporáneo.
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Fritz Lang |
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"Las arañas", [1] (1919) |
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"Las tres luces" (1921) |
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"El doctor Mabuse" (1922) |
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"Los nibelungos: La muerte de Sigfrido" (1924) |
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"Los nibelungos: La venganza de Krimilda" (1924) |
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"Metrópolis" (1927) |
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"Los espías" (1928) |
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"La mujer en la luna" (1929) |
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"M, el vampiro de Düsseldorf" (1931) |
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"El testamento del Dr. Mabuse" (1933) |
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"Liliom" (1934) |
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"Furia" (1936) |
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"Sólo se vive una vez" (1937) |
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"La venganza de Frank James" (1940) |
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"El hombre atrapado" (1941) |
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"Los verdugos también mueren" (1943) |
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"El ministerio del miedo" (1944) |
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"La mujer del cuadro" (1944) |
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"Perversidad" (1945) |
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"Clandestino y caballero" (1946) |
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"Secreto tras la puerta" (1948) |
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"Encubridora" (1952) |
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"Encuentro en la noche" (1952) |
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"Los sobornados" (1953) |
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"Deseos humanos" (1954) |
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"Los contrabandistas de Moonfleet" (1955) |
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"Mientras Nueva York duerme" (1956) |
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"Más allá de la duda" (1956) |
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"El tigre de Esnapur" (1959) |
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"La tumba india" (1959) |
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"Los crímenes el Dr. Mabuse" (1960) |
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