MUCHO MÁS QUE UN GANGSTER CON ESTILO
Hace hoy 121 años vino al mundo el prestigioso actor estadounidense de origen rumano Edward G. Robinson. Especializado en sus comienzos en roles de gangster, a pesar de su corta estatura y su físico alejado de los cánones de las estrellas de Hollywood, su impecable y elegante buen hacer le granjeó un sólido y duradero puesto entre los grandes. Con una extensa filmografía que supera los 90 títulos, trabajó con muchos de los mejores directores: Howard Hawks, John Ford, Raoul Walsh, Billy Wilder, Fritz Lang, Orson Welles, John Huston, Joseph L. Mankiewicz, Frank Capra o Vincente Minnelli. Muy pocos actores consolidaron una carrera tan brillante como la suya, en la que fue estrella de principio a fin. En 1949 ganó el premio al mejor actor en Cannes. Sistemáticamente olvidado por la Academia, postumamente se entregó a su viuda un Oscar honorifico "Por sus fabulosas interpretaciones en el cine, su gusto por las artes y
por ser un ciudadano norteamericano modelo... En suma, un Hombre del
Renacimiento. De sus amigos en la industria que le aman" (irónicamente, los mismos que, durante más de cuatro décadas, no le otorgaron ni siquiera una sola nominación al Oscar como mejor actor).
Semblanza biográfica a partir de la página El Criticón:
A la edad de 10 años Edward G. Robinson (de nombre real Emmanuel Goldenberg) se trasladó a Nueva York con su familia. Desde muy joven se interesó por el mundo de la interpretación (aunque
sus primeras intenciones eran convertirse en abogado o en rabino). Ganó una beca para estudiar en la American Academy of Dramatic Arts y
logró debutar en Broadway en 1915. En esa época cambió su nombre por el
de Edward G. Robinson. La G. procedía de la inicial de su verdadero
apellido. Su comienzo en el cine se produjo en el período mudo al aparecer en la
película The bright shawl (1923), un film que dirigió John S.
Robertson. Esta fue su única participación en la etapa muda, pues en breve
regresó al mundo del teatro, en donde su trabajo resultó muy prolífico. Esta proliferación interpretativa también se traspasaría a la pantalla
grande, a la que regresó seis años después para intervenir en The hole in the wall (1929), una película dirigida por Robert Florey u otras como La mujer que amamos (1930) de Victor Sjöström o Fuera de la ley (1930) de Tod Browning. El papel que le llevó a la fama fue el del gángster Rico Bandello en Hampa dorada (1930), film policial de Mervyn LeRoy, que se considera uno de los primeros antecedentes del cine negro de los años 40. Su magnífica personificación y su aspecto físico le tipificaron en este tipo de papeles, especialmente en la década de los 30.
En 1927 Robinson se había casado con la actriz Gladys Lloyd, con quien
compartió créditos en cinco películas a partir de Hampa dorada. La pareja se rompería en el año 1956.
Las películas más destacadas de Robinson en el decenio citado son Sed de escándalo
(1931), de nuevo dirigido por Mervyn LeRoy, El hacha justiciera (1932) de William Wellman, Pasto de tiburones (1932) de Howard Hawks,
El pequeño gigante (1933) de Roy Del Ruth, El hombre de las dos caras (1934) de Archie L. Mayo, Pasaporte a la fama (1935) de John Ford, La ciudad sin ley (1935) de Howard Hawks, Balas o votos (1936)
de William Keighley, Kid Galahad (1937) de Michael Curtiz, la comedia A slight case of murder (1938) dirigida por Lloyd Bacon, The amazing Dr. Clitterhouse (1938) de Anatole Litvak, Yo soy la ley (1938) de Alexander Hall o Confesiones de un espía nazi (1939) de Anatole Litvak.
En los años 40 Robinson diversificó más sus personajes y se convirtió en uno de los más importantes actores de la época. Los títulos más sobresalientes de este fenomenal período, el mejor de su carrera, son La bala mágica (1940) de William Dieterle, El hermano Orquídea (1940) de Lloyd Bacon, El lobo de mar (1941) de Michael Curtiz, Alta tensión (1941) de Raoul Walsh, Seis destinos (1942) de Julien Duvivier, Al margen de la vida (1943), también dirigida por Duvivier, Perdición (1944) de Billy Wilder, La mujer del cuadro (1944) y Perversidad (1945), ambas de Fritz Lang, El extraño (1946) de Orson Welles, La casa roja (1947) de Delmer Daves, Todos eran mis hijos (1948) de Irving Reis, Cayo Largo (1948) de John
Huston, Mil ojos tiene la noche (1948) de John Farrow, y Odio entre hermanos (1949) de Joseph L. Mankiewicz.
Los años 50 fueron problemáticos para Robinson. Primero tuvo que testificar ante el Comité de Actividades Antiamericanas, aunque resultó limpio de toda acusación. También el divorcio con su mujer le provocó la pérdida de muchas y
preciadas obras de arte que se vió obligado a vender (era un excelente conocedor del arte pictórico y
un contumaz coleccionista de cuadros). Su hijo, el futuro actor Edward G. Robinson Jr. (llamado Manny
familiarmente) padeció problemas psicológicos e intentó suicidarse en
varias ocasiones. A pesar de ello, este enorme actor superó las dificultades y brilló en películas importantes como Ensayo dramático (1953) de Jack Arnold, Martes negro (1954) de Hugo Fregonese, Hombres violentos (1955) de Rudolph Maté, En un aprieto (1955) de Phil
Karlson, Los Diez Mandamientos (1956) de Cecil B. De Mille o Millonario de ilusiones (1959) de Frank Capra. También regresó al teatro y apareció como invitado en diversas series de televisión.
Posteriormente continuó, aunque con menos prolijidad, actuando durante los años 60 e incluso comienzos de los 70. Sus películas más recomendables de este último período son Dos semanas en otra ciudad (1962) de Vincente Minnelli, El premio (1962) de Mark Robson, Huída hacia el sur (1963) de Alexander Mackendrick, Préstame tu marido (1964) de
David Swift, El gran combate (1964) de John Ford, Cuatro confesiones (1964) de Martin Ritt, El rey del juego (1965) de Norman Jewison o Raquel y sus
bribones (1968) con Raquel Welch y dirigido por Ken Annakin.
Aunque parezca mentira, este fenomenal intérprete nunca fue nominado al
premio Oscar, pero la Academia le concedería una estatuilla honorífica
en 1973, año en el que falleció a causa de un cáncer tras protagonizar junto a Charlton Heston Cuando el destino nos alcance (1973) de Richard Fleischer. Edward G. Robinson
tenía 79 años y dejaba viuda a su segunda esposa, Jane Adler, con quien
se había casado en 1958. Ella fue quien recogió de manera póstuma el premio que Robinson no tuvo tiempo de recibir. Su único hijo murió al año siguiente.
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