EL REALISMO DE LO INDECIBLE
Aniversario natal del director F. W. Murnau, el mayor y más influente cineasta alemán de la era silente y prominente figura del movimiento expresionista durante los años 20. Poseedor de una gran cultura pictórica, las innovaciones aportadas al séptimo arte en sus películas fueron cuantiosas: supo crear atmósferas misteriosas o fantasmagóricas con el empleo de iluminación y decorados o los claroscuros fotográficos jugando con luces y sombras, picados y contrapicados, e introdujo la cámara de punto de vista subjetivo, entre otras muchas manifestaciones de su personal inventiva. Desarrolló su trabajo con rigor y simplicidad, descartando todo lo que no consideraba cinematográfico. En su filmografía abordó temáticas de carácter neo-romántico que exploran los límites del ser humano: la soledad, la angustia, la fatalidad, la imposibilidad de amar o de consumar el amor, la exaltación de la naturaleza, la obsesión por la muerte, la maldición divina. Su temprana muerte le sorprendió cuando ya había alcanzado la cima de su madurez artística. Muchos de sus hallazgos influirían en el cine negro norteamericano de los años 40.
De nombre real Friedrich Wilhelm Plumpe nació el seno de una familia acomodada de ascendencia sueca. Estudió Literatura e Historia del Arte en la Universidad de Heidelberg
antes de instruirse en teatro y cinematografía junto a Max Reinhardt. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, Murnau se unió al combate
luchando como piloto aéreo de las fuerzas aéreas alemanas. En el conflicto sobrevivió a varios accidentes
aéreos sin heridas graves. Finalizada la contienda le ofrecen dirigir el Pequeño Teatro de Berlín.
Con Der knabe in blau (1919) debutó como director, a la que siguió Satanás (1920), films perdidos de los que sólo sobreviven algunos fragmentos. Algunos de sus títulos siguientes también se perdieron o mutilaron. Entre los que se conservan figuran La cabeza de Jano (1920), Luz que mata (1921), El castillo de Vogelöd (1921), La tierra en llamas (1922) o Nosferatu
(1922), personalísima adaptación de “Dracula” de Bram Stoker, con la que el autor germano
alcanzó prestigio como cineasta en todo el mundo, reafirmando su
autoridad como uno de los directores más influyentes de todos los
tiempos gracias a otros títulos como El nuevo
Fantomas (1922), Las finanzas del Gran Duque (1924) y, sobre todo, El último
(1924), con Emil Jannings, una de sus obras capitales, minuciosa descripción visual (sin intertítulos) del drama del portero de un gran hotel berlinés degradado a trabajar en los lavabos, así como otras grandes películas tambien protagonizadas por Jannings: Tartufo o el hipócrita (1925) y Fausto (1926), respectivas adaptaciones de Molière y Goethe. Pieza clave del expresionismo alemán de los años 20, Murnau era un
maestro en la puesta en escena, en el empleo de los escenarios y la
naturaleza como expresión emocional y lírica, y en el manejo psicológico
de unos personajes significados, por lo general, por el fatalismo y la
búsqueda en un contexto infausto. En muchas de sus películas consiguió extraer poesía del horror.
Su período alemán finaliza tras una oferta de la Fox para trabajar en Hollywood. Amanecer (1927), otra
de sus películas clave y última gran obra maestra del cine silente, fue su primer título en tierras americanas.
Estaba basado en la obra “El viaje a Tilsit” de Hermann Sudermann y sus protagonistas fueron la pareja formada por
George O'Brien y Janet Gaynor. La película ganó tres Oscars en la primera edición de dichos premios. Hoy día está considerada por muchos críticos como la más importante película silente y una de las mejores de la historia del cine (la quinta según el British Film Institute).
Lamentablemente, no se conserva ninguna copia de su siguiente film Los cuatro diablos (1928), del que se sabe que hubo dos versiones, una muda y otra sonora. El pan nuestro de cada día (1930) fue el primer film sonoro de Murnau (y último de ficción). En su rodaje surgieron divergencias con William Fox, jefe del estudio, y Murnau decidió asociarse con el documentalista Robert J. Flaherty, para rodar Tabú (1931) sin ningún tipo de imposición de los estudios. Rodada en Tahití y Bora-Bora, retrata con naturalista estilo documental las costumbres y modo de vida de la gente del Pacífico Sur. Discrepancias entre ambos cineastas provocaron que finalmente Flaherty renunciase a la coautoría.
Poco después, antes de ver estrenado su último film, F. W. Murnau falleció a causa de un accidente automovilístico a la edad de 42 años.
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