EL REY DEL MUSICAL
El cineasta y coreógrafo Stanley Donen ha cumplido hoy 91 años. Se ganó a pulso el apodo de rey del musical, a base de números que renovaron el género por completo, desatándolo de su origen teatral. En sus películas, los números musicales se integran perfectamente en la narración y entran con naturalidad al servicio de una historia que posee por sí misma tanto interés como los bailes. Pero Stanley Donen también ha dejado para el recuerdo notables comedias, cintas de suspense e incluso algún drama. Nunca lo bastante reconocido cuando estaba en activo, en 1998 recibió un Oscar honorífico por el conjunto de su carrera y en 2004 el León de Oro en Venecia.
Nacido en el
seno de una familia de comerciantes judíos, a Stanley Donen lo que le
fascinaba realmente era el baile. Durante su adolescencia tomó clases de
danza y, animado por su madre, se marchó a Nueva York decidido a triunfar en el
teatro. A los 16 años debutaba como bailarín de coro en los escenarios de Broadway con el musical "Pal Joey" (1940), dirigido por George Abbott y protagonizado por Gene Kelly,
que se convirtiría en su amigo a pesar de ser doce años mayor y le pidió ser su ayudante. MGM contrató primero a Kelly y después a Donen, que debutó en el cine como ayudante del
coreógrafo Charles Walters en el musical Best foot forward (1943) de Edward Buzzell, donde también participaba como bailarín en un número ejecutado por unos jóvenes cadetes.
Como Gene Kelly no acababa de despuntar en el cine, MGM decidió cederle a Columbia para protagonizar Las modelos (1944), con Rita Hayworth.
En Columbia dieron vía libre a Kelly para crear sus propios números
musicales, así que el bailarín decidió pedir ayuda a Donen, y entre los
dos montaron tres números sin ninguna intervención de Charles Vidor,
el director del film, concentrado únicamente en las secuencias
dramáticas. Ciertamente, ambos se lucieron, sobre todo por el famoso
número ‘Alter ego’, en el que Kelly baila consigo mismo. El film está
considerado una de las cumbres del género musical, pues supuso un punto
de inflexión debido a la excelente integración de los números musicales
en la trama, que avanzaba con fluidez. Y consagró a Gene Kelly como gran
estrella del cine. Donen firmó por un año con Columbia para seguir ejerciendo de coreógrafo en varios títulos, pero al año siguiente volvió a MGM cuando Gene Kelly reclamó su colaboración para Levando anclas (1944) de George Sidney, con Kelly y Sinatra. La Segunda Guerra Mundial interrumpió sus actividades conjuntas: Kelly fue movilizado entre 1944 y 1946, mientras Donen fue exento del servicio. A la vuelta del primero, coreografiaron las secuencias de danza de Vivir a lo grande (1947) de Gregory La Cava, protagonizada por Kelly. En Llévame a ver el partido (1949) de Busby Berkeley, el productor Arthur Freed sólo les confió los números de Kelly, por lo que ambos decidieron debutar conjuntamente como directores.
La opera prima de Kelly y Donen iba a ser una gran obra maestra, Un día en Nueva York (1949), adaptación de un musical de Betty Comden y Adolph Green, que contratados para hacer el guión, introdujeron muchísimos cambios, aunque mantuvieron la premisa inicial: Gene Kelly, Frank Sinatra y Jules Munshin
eran marineros que disfrutan de 24 horas de permiso en la Gran Manzana,
totalmente desconocida para ellos, donde se enamorarán de Vera-Ellen, Betty Garrett y Ann Miller respectivamente. Los diálogos dan pie con enorme naturalidad a
deslumbrantes números musicales, que pueden empezar en el Empire State y
terminar en plena calle, cuando lo normal hasta entonces era rodar los
musicales en decorados. Fue tal el éxito de la película que el productor Arthur Freed encargó a Donen su primer film como director en solitario, Boda Real (1950), donde dirigió a la estrella por excelencia de los musicales, el legendario Fred Astaire.
Nuevamente Donen dejó anonadado al público con uno de los números
musicales más impactantes de su filmografía, ‘You’re all the world to me’, en el que Astaire baila por las paredes y acaba en el techo.
Aunque Donen triunfaba como director, nunca le fue demasiado bien a
nivel sentimental. En 1948 contrajo matrimonio con Jeanne Coyne,
prestigiosa bailarina y asistente de Gene Kelly. Pero en 1951 se
divorciaron y ella acabaría casándose con Kelly en 1960, al que acompañó hasta
su muerte, y con el que tuvo dos hijos. Donen estuvo casado
posteriormente con la actriz Marion Marshall (1952-1959), con la que tuvo dos hijos, con Adelle Beatty (1960-1971), con la que tuvo otro hijo, con la también actriz Yvette Mimieux (1972-1985), y con Pamela Braden (1990-1994). Su pareja desde 1999 es la actriz y directora Elaine May.
El mejor musical de Donen, de Kelly y de MGM es Cantando bajo la lluvia (1952).
Era común en el género que el argumento fuera secundario, una mera
excusa para enlazar esas canciones, pero Freed tuvo el acierto de
encomendar el guión a dos personas muy imaginativas, Adolph Green y Betty Comden
(los autores de Un día en Nueva York) y ellos aprovecharon que las canciones
eran de la época de la llegada del cine mudo para escribir una crónica
satírica y divertida de la época, con diálogos realmente brillantes.
Gene Kelly aportó bastantes ideas
cambiando el guión para incluir como secundario a Donald O’Connor. Pocas
veces una película ha transmitido tan bien la sensación de alegría, como
cuando Kelly está tan contento por haber acompañado a casa a Debbie Reynolds,
de la que se está enamorando, que no duda en ponerse a bailar al ritmo
de la canción ‘Singin in the Rain’, aunque llueva y haya charcos en el
suelo. El film tenía una canción nueva, ‘Make ‘em laugh’, compuesta
expresamente para la película, que interpreta O’Connor en un número divertidísimo. Se dice que la canción es muy similar –casi un plagio
descarado– de ‘Be a clown’, de Cole Porter, pero éste decidió no interponer demanda judicial, porque según declaró le había entusiasmado la película.
A lo largo de la década de los 50 Donen mantuvo un nivel altísimo en sus musicales, pues dirigió entre otros Siete novias para siete hermanos (1954), Siempre hace buen tiempo (1955), de nuevo a medias con Gene Kelly, y la inolvidable Una cara con ángel (1957) con Fred Astaire y con la insuperable Audrey Hepburn, en el papel de tímida bibliotecaria que sueña con conocer París, y
acaba viajando allí para posar como modelo para la revista en la que
trabaja un divertido fotógrafo. Donen volvió a lucirse con las coreografías,
especialmente con aquella en la que Hepburn, en el Louvre, emula a la
Victoria Alada de Samotracia, en la escalinata donde se exhibe la famosa
estatua. A continuación codirigió con George Abbott el musical Juego de pijamas (1957), protagonizado por Doris Day, John Raitt y Carol Haney, y en solitario la comedia Bésalas por mí (1957) con Cary Grant, Jayne Mansfield y Suzy Parker, su primer film no musical. Al año siguiente Donen dirigió Indiscreta (1958), elegante comedia romántica que reunía a los maduros Cary Grant e Ingrid Bergman, doce años después de la legendaria Encadenados.
El éxito de esta cinta sobre el romance entre un diplomático casado y una veterana
actriz teatral supone un punto de inflexión en la carrera de Donen, que en los 60 abandonará el musical, un género entrado en crisis. Malditos yanquis (1958), co-dirigida con George Abbott, con Tab Hunter y Gwen Verdon encabezando el reparto, fue su último musical de los años 50, su década más gloriosa.
Comienza el siguiente decenio dirigiendo las comedias Volverás a mí (1960), con Yul Brynner y Kay Kendall, Una rubia para un gángster (1960), con Yul Brynner y Mitzi Gaynor, y Página en blanco (1960), con Cary Grant, Deborah Kerr, Robert Mitchum y Jean Simmons. Después se
decanta paradójicamente por el suspense, imitando el estilo de
Hitchcock en la magistral Charada (1963),
protagonizada por dos viejos conocidos suyos: Cary Grant y Audrey
Hepburn. Donen
intentó repetir la jugada con Arabesco (1966), con Gregory Peck y Sophia Loren, un ameno pasatiempo que, sin embargo, –a diferencia de Charada– ha quedado desfasada a nivel estético. El máximo exponente de la evolución de Donen hacia nuevos caminos en los 60 es Dos en la carretera (1967), drama nostálgico sobre los efectos del paso del tiempo en un matrimonio, escrito por Frederic Raphael, que usó una imaginativa estructura. Al principio del film el matrimonio protagonista (Audrey Hepburn y Albert Finney)
inicia un viaje por carretera durante el que rememorarán a base de
flash-backs todas las fases que ha atravesado su relación, desde que
nació el amor hasta que el matrimonio se descompone. Esta película, ganadora de la Concha de Oro en San Sebastián, fue la última gran obra de Donen, que rodó a continuación cintas menores: Al diablo con el diablo (1967), comedia con Raquel Welch y La escalera (1969), comedia dramática con Rex Harrison y Richard Burton representando a una madura pareja homosexual.
En la última etapa de su carrera regresó al musical con El pequeño príncipe (1974), correcta adaptación del libro de Antoine de Saint-Exupéry y dirigió la comedia de aventuras Los aventureros del Lucky Lady (1975), con Liza Minnelli, Gene Hackman y Burt Reynolds. Tras el fracaso en taquilla de Movie movie (1978), su último musical, Donen llegó a probar fortuna en el terreno de la ciencia ficción, con Saturno 3 (1979), que intentaba rentabilizar el éxito de La guerra de las galaxias,
estrenada dos años antes, con la historia de dos científicos que se
enfrentan en una estación espacial a un psicópata que ha traído con él a
un monstruoso robot. Pero a pesar de que contaba con grandes actores (Kirk Douglas, Harvey Keitel y la atractiva Farrah Fawcett), se nota que Donen no estaba a gusto en este género, y el film es bastante irregular. La comedia Lío en Río (1984), con Michael Caine y Joseph Bologna, significó el fin de su carrera al poner de manifiesto que Donen se había quedado desfasado en una
industria cinematográfica que apenas tenía nada que ver con la que él
había conocido en sus inicios. Abandonó por completo el cine, y sólo
dirigirá ocasionalmente Cartas de amor (1999), un telefilm en el que se nota la mano del maestro, un número musical para un episodio de la serie Luz de luna, y el videoclip ‘Dancing on the ceiling’, de Lionel Ritchie.
POSDATA
Un fallo cardiaco acabó con la vida de Stanley Donen el 21 de febrero de 2019 en la ciudad de Nueva York. Contaba 94 años de edad.
Aquí Javi se luce extraordinariamente y no es para menos. Reseñar vida y obra de Stanley Donen hay que tener dominio total de su obra y una capacidad de resumir y escribir con claridad y lenguage ameno fuera de serie. Muy valiosa publicación ésta.
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