ZORBA
Hace 100 años, tal día como hoy, nació el gran actor mexicano nacionalizado estadounidense Antonio Rodolfo Quinn Oaxaca, conocido como Anthony Quinn. Con una longeva carrera y una extensísima filmografía que supera los 130 títulos, encarnó personajes inolvidables como Zorba el griego o el Zampanò de La strada. Fue dos veces premiado con el Oscar al mejor actor secundario y otras dos candidato al mejor actor protagonista.
La reseña que sigue procede (con retoques y añadidos) de la página Biografías y Vidas:
De padre de origen irlandés y madre mexicana, desde muy pequeño vivió en varios lugares de California. Tuvo que empezar a trabajar pronto, al tiempo que asistía a clase en el colegio Belvedere Junior Hight. La necesidad le llevó a aprender todo tipo de oficios, que desempeñó a lo largo de varios años (vendedor de periódicos, camarero, camionero, boxeador).
El teatro le interesó desde
joven: asistió a la escuela de Katherine Hamil y con veintiún años
debutó en el Hollytown Theatre de Los Angeles. No obstante,
circunstancias diversas le obligaron a mirar hacia el cine, medio en el
que comenzó a aparecer en labores de extra en películas como La vía láctea de Leo McCarey y Los buitres del presidio de Louis Friedlander, ambas de 1936. Sus
condiciones y rasgos físicos le condicionaron para interpretar papeles
muy característicos (bucanero, sex-symbol, gángster o soldado y, con el
tiempo, representante de todo tipo de pueblos: indio, mestizo, esquimal,
árabe y ruso) que le permitieron, no obstante, alcanzar la seguridad
que todo actor necesita.
Sus primeras intervenciones
le abrieron lentamente la puerta (siempre con pequeños papeles) en
películas de renombre dirigidas Cecil B. de Mille: Buffalo Bill (1936), Corsarios de Florida (1938) y Unión Pacífico (1939), en las que supo demostrar que podía interpretar papeles con más
texto. En esta época, en la que trabajó especialmente para la Paramount,
se casó con la hija de De Mille, Katherine, con quien tuvo cinco hijos.
En los primeros años cuarenta se trasladó a la Warner,
estudio que le proporcionó papeles más interesantes, y comenzó a
labrarse una relación con actores y actrices de renombre. Ciudad de conquista (1940) de Anatole Litvak, con James Cagney y Ann Sheridan, Sangre y arena (1941) de Rouben Mamoulian, con Tyrone Power, Linda Darnell Y Rita Hayworth y Murieron con las botas puestas
(1941) de Raoul Walsh, con Errol flynn y Olivia de Havilland, fueron algunos de sus títulos. Se paseó por
otros estudios como Paramount, 20th Century-Fox y RKO, en todo tipo de
comedias, aventuras, musicales, westerns. y destacó especialmente su participación en películas como El cisne negro (1942) de Henry King, con Tyrone Power y Maureen O'Hara, Incidente en Ox-Bow (1943) de William A. Wellman, con Henry Fonda y Dana Andrews, California (1946) de John Farrow, con Barbara Stanwyck, Ray Milland y Barry Fitzgerald, Simbad el marino (1947) de Richard Wallace, con Douglas Fairbanks Jr., Maureen O´Hara y Walter Slezak
Al tiempo que obtuvo la nacionalidad estadounidense en 1947, regresó al teatro para interpretar en Broadway "The gentleman from Athens" y, sobre todo, "Un tranvía llamado deseo",
en el papel de Stanley Kowalski, en sustitución de Marlon Brando. Al
éxito teatral se unió rápidamente el cinematográfico, pues ya le
ofrecieron papeles más interesantes como el de Eufemio Zapata, hermano
del líder campesino que interpretó Marlon Brando, en ¡Viva Zapata! (1952) de Elia Kazan, por el que recibió su primer Oscar de la Academia, o en El mundo en sus manos (1952) de Raoul Walsh, con Gregory Peck y Ann Blyth, y Una vida por otra (1953) de John Farrow, con Robert Taylor y Ava Gardner.
De su incursión en Italia surgió otro sonado éxito por el complejo papel de Zampanò en La strada
(1954) de Federico Fellini, que alcanzó más notoriedad tras el Oscar
que recibió la película, así como las cintas de aventuras Atila: Hombre o demonio (1954) de Pietro Francisci, con Sophia Loren, o Ulises (1954) de Mario Camerini, con Kirk Douglas y Silvana Mangano. De nuevo en Hollywood, su papel de Gauguin, el
amigo de Van Gogh (Kirk Douglas) en la película El loco del pelo rojo (1956) de Vincente Minnelli, le sirvió en bandeja su segundo Oscar al mejor actor secundario. Después de interpretar a Quasimodo en Nôtre Dame de Paris (1956) del francés Jean Delannoy, junto a Gina Lollobrigida, con Viento salvaje (1957) de George Cukor, drama con Anna Magnani y Anthony Franciosa, compitió en los premios de la Academia ya en la categoría de actor principal. Siguieron títulos como Orquídea negra (1958) de Martin Ritt, con Sophia Loren, El último tren de Gun Hill (1959) de John Sturges, con Kirk Douglas, El pistolero de Cheyenne (1960) de George Cukor, con Sophia Loren, Los dientes del diablo (1960) de Nicholas Ray, con Yoko Tani, o Retrato en negro (1960) de Michael Gordon con Lana Turner.
Se
mantuvo artísticamente entre Estados Unidos y Europa, con una prolífica
trayectoria. Estuvo siempre entre los repartos más interesantes
de los años sesenta y alcanzó una excelente notoriedad por sus
intervenciones en Los cañones de Navarone (1961) de J. Lee Thompson, con Gregory Peck y David Niven, Barrabás (1961) de Richard Fleischer, con Silvana Mangano y Vittorio Gassman, Lawrence de Arabia (1962) de David Lean, con Peter O'Toole y Alec Guinness, La visita del rencor (1964) de Bernhard Wicki, con Ingrid Bergman, Y llegó el día de la venganza (1964) de Fred Zinneman, con Gregory Peck y Omar Sharif, y especialmente, Zorba el griego
(1964) de Michael Cacoyannis, con Alan Bates e Irene Papas, por la que obtuvo una nueva nominación
al Oscar. En estos años se casó con Iolanda Addolori, a la que había
conocido en el rodaje de Barrabás. El matrimonio duró treinta y un años y de él nacieron tres hijos. En ese tiempo, Quinn fue padre de otros dos hijos, fruto de su relación con Friedel Dunbar.
Su estrella continuó brillando en las décadas siguientes para confirmar
la grandeza de un actor capaz de adoptar mil y una caracterizaciones y
estar siempre a la altura de las exigencias del guión. Su popularidad
estuvo siempre por encima de la rentabilidad de muchas de sus películas,
como Viento en las velas (1965) de Alexander Mackendrick, Las sandalias del pescador (1968) de Michael Anderson, El secreto de Santa Vittoria (1969) de Stanley Kramer, Secretos de una esposa (1970) de Guy Green, El Don ha muerto (1973) de Richard Fleischer, Contrato en Marsella (1974) de Robert Parrish, La herencia Ferramonti (1976) de Mauro Bolognini, Mahoma, el mensajero de Dios (1976) y El león del desierto (1981), ambas de Moustapha Akkad, Valentina (1982), de Antonio J. Betancor, Venganza (1990) de Tony Scott, Fiebre salvaje (1991), de Spike Lee y así, hasta sus últimas apariciones en la gran pantalla.
Dirigió sólo una película: Los bucaneros
(1958), de escaso éxito. Cultivó la pintura y escultura en sus últimos
años de vida, en los que permaneció unido a la que fue su secretaria
particular, Kathy Benvy, que le dió otros dos hijos, de un total de doce con cuatro mujeres.
Anthony Quinn falleció a los 86 años como consecuencia de una grave neumonía contraída después de haber sido sometido a quimioterapia debido a un cáncer de esófago.
Anthony Quinn, imprescindible!
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