LA PSIQUE HUMANA COMO ESPECTÁCULO
El cineasta italiano Bernardo Bertolucci cumple hoy 74 años. Romántico y sensual, su obra se caracteriza
por una expresiva puesta en escena, ritmo, movimiento fluido de cámara y
una compleja narrativa resaltada por la música. La política, el sexo, las primeras atracciones amorosas, los personajes con un gran acontecimiento histórico como telón de fondo, o figuras de
especial grandeza conforman sus temáticas preferidas, comunmente formuladas bajo lecturas psicoanalíticas. Sus trabajos más celebrados destacan por la espectacularidad visual con dimensiones operísticas. Alcanzó la cumbre de su éxito popular con El último emperador (1987), cinta que ganó 9 premios Oscar y 9 David di Donatello, además del Globo de Oro, el BAFTA y el César a la mejor película, entre otros muchos, incluyendo sendos Oscars y Globos de Oro a Bertolucci como director y guionista. Probablemente Bertolucci sea el realizador italiano más discutido, pero
sus deseos de innovación, su ambición y su estética le han hecho querido
de minorías y mayorías, que siempre esperaron con interés su próxima
película. Brillante, culto y arriesgado, se atrevió por igual con la
pequeña filigrana que con las imágenes monumentales.
Semblanza a partir de la página Biografías y Vidas:
Su ambiente familiar estuvo marcado por la presencia de su padre,
Attilio Bertolucci, uno de los poetas y críticos que pretendió
desarrollar una estética desde concepciones marxistas. Ya desde pequeño,
Bertolucci gustaba de hacer composiciones literarias y de jugar con una
pequeña cámara con la que reflejar "el entorno que la vida le
enseñaba". Estudió en la Universidad de Roma y, hacia los veinte años, un amigo del padre causararía una profunda
huella en el alma del joven Bernardo: se trataba de Pier Paolo
Pasolini, más conocido en un primer momento por su capacidad literaria
que por la cinematográfica, que había de concederle notoriedad
universal. No es de extrañar que Bertolucci se sintiese desde
muy pronto influido por el ideario marxista, que iba a reflejarse en
buena parte de su obra posterior. Con el paso del tiempo el propio Bertolucci llegó a considerar sus filmes como "desesperados",
en cuanto que denunciaban una situación crispada e injusta. Sin
embargo, una visión de su filmografía parece indicar que los comentarios
del propio director eran fruto de las ansias juveniles de cambiar el
mundo a través del cine, corriente muy extendida entre gran parte de la
juventud europea occidental de los años sesenta.
El primer y deslumbrante contacto con el cine lo tuvo de la mano de Pasolini, en Accatone (1961), en la que participó como ayudante. En el rodaje conoció a la actriz Adriana Asti, su compañera durante varios años. Poco después vino su primera película, La commare secca (1962),
en la que, con su carga marxista, describía la vida en los suburbios de
Roma. No tuvo una buena acogida y, curiosamente, publicado por entonces
su primer libro de poemas, Bertolucci iba a ser mejor acogido como
escritor que como cineasta. Tiempo después se lanzó al rodaje de Prima della rivoluzione (1964),
película en la que narra la historia de un personaje desengañado de su
vida burguesa. El éxito, en esta ocasión, fue fulgurante. La crítica
italiana batió palmas y se dijo que había aparecido un director de
auténtica categoría. Lanzado a la vorágine de un cine militante, que
transformase las estructuras sociales, Bertolucci comenzó a experimentar
con las técnicas que en Francia había puesto de moda la Nouvelle Vague,
con Jean-Luc Godard a la cabeza. Es así como llegó Partner (1968), película basada en una obra de Dostoievski, un trabajo bastante literario y efectista. El reconocimiento fue más efectivo con el estreno consecutivo de dos películas suyas: El conformista (1970), basada en una novela de Alberto Moravia, y La estrategia de la araña (1970), inspirada en un cuento de Jorge Luis Borges. Sobre todo, con la primera de ellas, que, con fotografía de Vittorio Storaro, excelente puesta en escena e inteligente utilización de la música, ya
indicaba que el realizador había sobrepasado la fase de aprendizaje y
comenzaba a desarrollar su propia personalidad. Para muchos El conformista es una auténtica obra maestra, apoyada en las excelentes interpretaciones de Jean Louis Trintignant -como un hombre que en 1938 se une al fascismo italiano para conjurar su identidad sexual- Stefania Sandrelli y Dominique Sanda.
Dos años más tarde el director llevará a la pantalla uno de sus trabajos más impactantes, comprometidos y populares, El último tango en París (1972), con Marlon Brando, Maria Schneider y Jean-Pierre Léaud. Se trata de un filme desgarrador, triste, en el que los seres humanos convergen y divergen en sus itinerarios vitales sin haber sido capaces de encontrar el sentido a su existencia. Apoyada en la fotografía de Storaro y la música de Gato Barbieri, la película se sumerge en un París oscuro, apagado y sombrío, donde un hombre americano busca el suicidio por
su reciente viudedad y sólo encuentra a una muchacha francesa que no entiende su
situación, mientras surge una fuerte atracción sexual entre ambos. La película contiene pasajes de alto voltaje erótico, inhabituales en el cine comercial de la época y fue considerada escandalosa (en Italia un tribunal de casación incluso dictaminó la destrucción de todas las copias existentes, lo que obviamente no se llegó a llevar a efecto por completo, y no fue rehabilitada por la censura hasta 1987) si bien Brando y Bertolucci fueron por ella candidatos al Oscar como mejor actor y director en 1973.
No obstante, el prestigio y la popularidad recogidos le permitieron afrontar su siguiente título, Novecento (1976).
Un largo filme en dos partes que pretendía trazar un fresco grandioso a
la manera de alguna obras rusas de la época de la Revolución. Sin
embargo, la desconfianza de los productores americanos al ver el cariz
que tomaba el argumento perjudicó su carrera. La distribución fue
boicoteada, lo que impidió que el gran público llegase a ella con la
facilidad que se había previsto. El espléndido elenco de actores, que incluía a Robert De Niro, Gérard Depardieu, Dominique Sanda, Stefania Sandrelli y Burt Lancaster, pasando por un patético Donald Sutherland en el papel del fascista, no
permitieron que las dos partes en que se concibió el filme remontasen el
vuelo. La fuerza épica y la belleza pictórica del mismo son innegables,
pero no ofreció el resultado que se esperaba. Algo escarmentado, el director se enfrentó a un trabajo en principio más intimista, La luna (1979),
sobre los avatares de una diva de ópera, papel que encarnó la
norteamericana Jill Clayburgh. Sin embargo, la trama fue derivando
hacia lo grandioso y espectacular, en un tono operístico muy del gusto
del director, donde la relación madre-hijo queda algo subsumida en la
peculiar escenografía que rodea el film. Es cierto que hay brillantez
en algunas secuencias, pero hasta el atisbo de incesto queda un poco
desvaído.
Mientras se preveía el inicio de una etapa decadente con La historia de un hombre ridículo (1981),
fallido producto de un Bertolucci en crisis que contaba con Ugo Tognazzi y Anouk Aimée en el reparto, llegó la llamada de Hollywood. El marxista que había peleado por un
cine de denuncia que sirviese de revulsivo de una sociedad sintió que
las posibilidades casi infinitas de los grandes magnates se abrían a sus
pies. Los norteamericanos reconocían sus grandes dotes y estaban
dispuestos a apoyarle. Acompañado de su fiel compañera Claire People,
decidió hacer las Américas. Acompañado del productor independiente Jeremy Thomas viajó a Pekín para realizar un gran proyecto, El último emperador (1987),
impresionante fresco histórico que narra la vida de Pu Yi, el último emperador de China, siendo la primera película occidental que se permitió rodar en la Ciudad Prohibida, con un gran despliegue de medios que incluía alrededor de veinte mil extras. Galardonado con nueve Oscars, entre ellos, el de mejor película y el de
mejor director, el film restituyó el prestigio del cineasta.
Sus siguientes trabajos, El cielo protector (1990) o Pequeño Buda (1993), distan mucho de la maestría mostrada por Bertolucci con anterioridad. Con Belleza robada (1996), Bertolucci parece volver a los orígenes, por
lo menos a los estéticos: es una película casi intimista de un muchacha
que busca a su padre. Rodada en Italia en parajes familiares, se aleja del colosalismo de trabajos anteriores para volver a
indagar sobre clásicos fantasmas: la familia, el amor, el incesto, el
arte. La película supuso el descubrimiento de una joven actriz: Liv
Tyler, que sabe mezclar como pocas la inocencia con la malicia, algo muy
presente en la obra de este director. En linea semejante, la producción inglesa Asediada (1998) pasó casi desapercibida. Más repercusión obtuvo Soñadores (2003), sentida evocación del mayo del 68, con tres adolescentes como protagonistas. Su última película estrenada es Tu y yo (2012), una obra interesante pero menor. En 2007 Bertolucci recibió un León de Oro en Venecia y en 2012 la Palma de Oro en Cannes, ambos galardones honoríficos por el conjunto de su carrera.
Entre 1967 y 1972 estuvo casado con Maria Paola Maino y desde 1978 lo está con la guionista y directora Clare Peploe.
POSDATA
Bernardo Bertolucci falleció de cáncer pulmonar en Roma el 26 de noviembre de 2018 a los 77 años de edad.
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