EL TALENTO OSCURO
Hoy se ha cumplido un año de la muerte del actor estadounidense de cine, teatro y televisión Philip Seymour Hoffman, ganador de un Oscar al mejor actor principal (y candidato en otras tres ocasiones como secundario), además de un Globo de Oro y un BAFTA, entre otros muchos premios. Intérprete muy entregado a su profesión, con tendencia a encarnar personajes oscuros y conflictivos, dejó constancia de su versatilidad en 55 películas.
Informe extraído (con modificacines) de la página Biografías y Vidas:
Philip Seymour Hoffman fue el tercero de los cuatro hijos de un
ejecutivo de la multinacional Xerox y de una profesora de escuela primaria que llegó a ser abogado y, eventualmente, juez de tribunales de familia. Su progenitora adquirió una
marcada conciencia feminista cuando, a raíz de la ruptura de su
matrimonio en 1976, se vio obligada a sacar adelante a sus cuatro hijos sola. Ya
desde el colegio, su competitiva madre le alentó a
que hiciese realidad su vocación de actor. A los veintidós años, según propia confesión, comenzó “a temer
seriamente” por su vida y decidió poner fin a sus andanzas nocturnas y a
su adicción al alcohol. Hasta ese momento había sido un joven como los
demás, que alternaba su participación en producciones modestas con su
trabajo de camarero (que siempre odió) y con una curiosa afición por la
lucha libre (que abandonó por una lesión). Después de licenciarse en teatro en 1989 por la Tisch School of Drama de
Nueva York, Philip Hoffman agregó a su nombre el de su abuelo, Seymour,
y comenzó a frecuentar los escenarios y a aparecer en papeles
secundarios tanto en televisión y en películas independientes como en producciones de
Hollywood. La teleserie Ley y orden (1991) supuso su bautismo ante las cámaras y, cuando participó en la primera película de renombre, Esencia de mujer (1992),
junto a Al Pacino, era la quinta vez que entraba en un estudio cinematográfico. Aunque su papel distaba de ser relevante, él siempre
aseguraba que su experiencia en este film determinó el resto de su
carrera profesional. Lo cierto es que Hoffman siempre escogió
cuidadosamente a sus personajes, relegando a un segundo plano el
beneficio económico que pudieran reportarle. Luego de aparecer en títulos como La huída (1994) de Roger Donaldson, Cuando un hombre ama a una mujer (1994) de Luis Mandoki o Ni un pelo de tonto (1994) de Robert Benton, en 1995 montó la compañía de teatro independiente LAByrinth
Theater, que se mantendría profesionalmente activa durante mucho tiempo,
estrenando al menos una obra al año. También por aquellas fechas
comenzó a impartir clases en la Escuela de Artes de la Universidad de
Columbia.
Tras participar en Sidney (1996) de Paul Thomas Anderson, director con el que colaboraría en cinco películas, y Twister (1996) de Jan de Bont, acapara atención dando vida a un operador de cine porno en el film coral Boogie nights (1997) de Paul Thomas Anderson, con Mark Wahlberg, Julianne Moore, Burt Reynolds, Don Cheadle, John C. Reilly, William H. Macy y Heather Graham. El actor se reveló inmediatamente como un profesional de gran carácter, sumamente sacrificado y comprometido con su trabajo. Con esa mentalidad, no es extraño que en un corto espacio de tiempo su presencia brillara de modo tan fugaz como intenso en películas como El gran Lebowski (1998) de los hermanos Coen, Happiness (1998) de Todd Solondz o Magnolia (1999), de Paul Thomas Anderson. Los roles, dispares pero siempre extremos: en Magnolia daba vida a un abnegado enfermero que trataba de dar con el hijo del moribundo a quien tenía bajo su cuidado; en Happiness, a un solitario degenerado que acosa a su vecina con llamadas obscenas; en El gran Lebowski, al despistado mediador de un millonario cuya hija ha sido secuestrada. Su aparición en El talento de Mr. Ripley (1999) de Anthony Minghella,
robó protagonismo a su trío estelar: Matt Damon, Jude Law y Gwyneth
Paltrow. Poco a poco, Hoffman ganaba experiencia como actor
multidisciplinar y camaleónico, conocedor profundo de todos los géneros,
desde el drama más crudo hasta la comedia más ácida, sin contar con el
teatro.
Iniciado el nuevo milenio, los cinéfilos fueron acostumbrándose a verle
en producciones del más variado espectro, siempre como eterno y eficaz
secundario: State and main (2000) de David Mamet, comedia satírica sobre el mundo del cine, Casi famosos (2000) de Cameron Crowe, comedia dramática ambientada en los años 70, Embriagado de amor (2002), comedia romántica de nuevo bajo las órdenes de Paul T. Anderson, El Dragón Rojo (2002) de Brett Ratner, tercera entrega de la saga de Hannibal Lecter, La última noche (2002), drama de Spike Lee, o Cold Mountain
(2003), drama épico ambientado en la Guerra de Secesión Americana dirigido por Anthony Minghella, entre otras muchas. Pero
parecía difícil imaginarlo en un papel principal hasta que un buen día
su agente le comunicó un encargo radicalmente distinto (en lo que a
protagonismo se refiere) de todo lo que había aceptado hasta entonces. Fueron dos de sus amigos de la adolescencia, Bennett Miller y Dan
Futterman, quienes proporcionaron a Hoffman su primer papel protagonista
de importancia, al proponerle interpretar nada menos que al escritor
Truman Capote. El trabajo de inmersión de Hoffman en la personalidad de Capote fue de una gran profesionalidad. El film Capote (2005) de Bennett Miller abarcaba los seis años durante los cuales el extravagante novelista escribió su obra maestra, A sangre fría,
publicada en 1966, época en la que hurgaba en la psicología de dos
condenados a pena de muerte por el asesinato de una familia. El corpulento actor se vio obligado a adelgazar 18 kilos para parecerse a su personaje y a estudiar con detenimiento sus gestos. El resultado de tan exhaustivo trabajo fue una verdadera lluvia de premios que culminó con el Oscar al mejor actor principal. Era el reconocimiento a una carrera soberbia en la que los personajes secundarios fueron siempre la tónica. En el momento de recibir su Oscar, Philip tuvo emocionadas palabras de
recuerdo para su madre, de quien heredó ese espíritu luchador que,
finalmente, obtuvo recompensa.
Tras el Oscar, las cosas cambiaron para Hoffman, que se convirtió en un
actor cotizado al que le llovían proposiciones millonarias de las
grandes productoras. Terminada su participación como villano junto a Tom Cruise en Misión Imposible III (2006) de J.J. Abrams, sus nuevos proyectos incluían actuar como hermano de Ethan Hawke en Antes que el diablo sepa que has muerto (2007), thriller de virtuosa intensidad que resultó ser el último título dirigido por Sidney Lumet y la mejor película de Hoffman, compartir protagonismo con Laura Linney en La familia Savage (2007) drama familiar independiente escrito y dirigido por Tamara Jenkins, o trabajar junto a Tom Hanks y Julia Roberts en La guerra de Charlie Wilson
(2007) de Mike Nichols, en un papel de asesor de un congresista que le
valdría una nominación al Oscar al mejor actor secundario. Un año después confirmó su condición de perfecto secundario con la segunda nominación al Oscar en tal categoría por La duda
(2008) de John Patrick Shanley, al lado de Meryl Streep y Amy Adams, en la que encarnó magistralmente a un sacerdote acusado de
pedofilia. Su carrera proseguía a buen ritmo, con un promedio de dos rodajes al
año, su debut en la dirección con Una cita para el verano (2010) y actuaciones en títulos destacados: Moneyball: Rompiendo las reglas (2011) de Bennett Miller, con Brad Pitt, Los idus de marzo (2011) de George Clooney, con Ryan Gosling y el propio Clooney o The Master (2012) de Paul Thomas Anderson, con Joaquin Phoenix y Amy Adams, por la que recibió la Copa Volpi al mejor actor en la Mostra de Venecia y su tercera nominación al Oscar como secundario. En 2012 volvió al teatro en Broadway con Muerte de un viajante de Arthur Miller, para encarnar a Willy Loman por 16 semanas, papel que le reportó su tercera candidatura al premio Tony (anteriormente fue nominado por True West de Sam Shepard, 2000, y Long day's journey into night de Eugene O'Neill, 2003) y también un gran desgaste emocional.
Desde 1999 estuvo unido sentimentalmente durante catorce años a la diseñadora Mimi O'Donnell, con quien tuvo un hijo en 2003 y dos hijas nacidas en 2006 y 2008, separándose la pareja en otoño de 2013, lo que le causo una profunda depresión. Representar, además, una y otra vez al antihéroe en la función de Miller despertó en Hoffman los fantasmas que había dejado atrás en su juventud: Después de veinticuatro años sobrio, volvió a su antigua adicción
al alcohol y otras drogas, y en mayo de 2013 se sometió a una cura de
desintoxicación. Ocho meses más tarde fue hallado muerto en su
apartamento con una aguja clavada en el brazo, víctima de una sobredosis letal de una mezcla de drogas que incluía heroína, cocaína, benzodiacepinas y anfetaminas. Tenía 46 años. Hoffman legó su patrimonio de 35 millones de dólares a la madre de sus tres hijos.
Inolvidable en su encarnación de Truman Capote!! Indiscutible con ese Oscar!!
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