LA PRIMERA DIVINA
Tal día como hoy hace 170 años vino al mundo la mítica actriz francesa Sarah Bernhardt, la más famosa que el mundo conoció en su tiempo. Era hija natural de una cortesana de lujo, de quien, gracias a su voluntad, dedicación, perseverancia e inmenso talento para el arte dramático, no siguió los pasos profesionalmente, algo a lo que en principio parecía predestinada (por contra, sus hermanas fueron obligadas por su madre a ejercer la prostitución desde adolescentes), aunque sí fue madre soltera como ella y tuvo muchos amantes, algunos tan célebres como Gustave Doré, Victor Hugo, Gabriele D´Annunzio o Edward, Príncipe de Gales.
De pequeña cayó por una ventana y se rompió la rodilla derecha, lo que le dejó secuelas de por vida, hasta que en 1915 una muy dolorosa inflamación de esa rodilla obligó a que le amputasen la pierna, lo que no impidió que Bernhardt continuase su profesión contando ya 70 años. De joven era una belleza de cabello rubio oscuro y ojos azul cobalto que posó desnuda muchas veces para el fotógrafo Félix Nadar y más tarde, ya famosa, lo hizo también para el hijo de aquel, que heredó la profesión del padre. Actuó en 125 obras de teatro y fue la primera actriz en representar (en diferentes ocasiones) tanto el papel de Hamlet como el de Ofelia. Además de este personaje masculino de Shakespeare, Sarah interpretó otros del sexo opuesto como el trovador Zanetto, el Aguilucho o Lorenzaccio. También fue la primera actriz-empresaria del mundo del espectáculo y en 1899 arrendó por 25 años el enorme Theâtre des Nations, único teatro donde actuaría en Francia durante los últimos 24 años de su vida. Diva caprichosa y excéntrica, solía viajar acompañada de varios perros, gatos, pájaros, tortugas, monos e incluso leopardos, leones y caimanes. Vivió obsesionada por la muerte y era una asidua del depósito de
cadáveres de París; guardaba las cartas de sus admiradores en un ataúd,
dormía en él de vez en cuando y se hizo retratar en su interior fingiéndose cadáver.
Mark Twain dijo que había cinco clases de actrices: "las buenas, las malas, las regulares, las grandes actrices y... Sarah Bernhardt"; Oscar Wilde escribió "Salomé" para que ella la interpretara y Sigmund Freud, después de verla actuar en "Théodora" de Sardou sucumbió ante sus encantos y durante años, una fotografía de la actriz era la que recibía a los pacientes en su consultorio. Cuando falleció a los 78 años, una multitud de 150.000 personas se agolpó en kilómetros de calles para despedir el féretro de la gran diva.
Sarah Bernhardt fue la primera intérprete en ser conocida como 'La Divina', mucho antes que Greta Garbo o Maria Callas. Curiosamente las tres representaron con gran éxito en diferentes obras a la protagonista de "La dama de las camelias" de Alejandro Dumas hijo.
Semblanza biográfica procedente (y modificada) de la página Biografías y Vidas:
Henriette Rosine Bernard, famosa como Sarah Bernhardt, fue una actriz de teatro francesa, considerada a menudo la mejor actriz de todos los
tiempos. Era hija de una familia judía de origen holandés, aunque fue
bautizada y educada en la religión católica por disposición de su padre
en el testamento. Se formó en el monasterio de Grands Champs, en
Versalles, en cuyo pequeño teatro comenzó a actuar en funciones
colegiales. Estudió interpretación en el Conservatorio de París desde
1858, por consejo del duque de Morny (de quien se rumoreaba ser su padre no reconocido), y fue discípula de Prevost y
Samson. Allí obtuvo el segundo premio de comedia y tragedia al acabar
sus estudios. Interpretó en alguna ocasión, aunque con poco éxito,
obras cómicas, y triunfó en la tragedia y el melodrama.
Su primera actuación en la Comédie Française fue
como Iphigénie, en Iphigénie de Racine (1862), sin mucho éxito,
como tampoco lo obtuvo en el Gymnase en 1863. Su espíritu independiente
hizo que, al día siguiente del estreno de Un mari qui lance sa femme
de Deslandes (1864), en el Gymnase, en la que desempeñaba uno de los
papeles protagonistas, saliera de París dejando una nota con las
palabras "Perdonad a esta pobre loca...". Viajó por
España y, al regresar a París, no encontró teatro alguno que le
permitiese trabajar. Finalmente pudo interpretar el papel de Pricesa
Désirée en La biche aux bois de Coignard. Entró en el Odéon gracias a la protección de Camilo Doucet y de Duquesnel y debutó como Silvia en Le jeu de l'amour et du hasard de Marivaux (1866) y en Les femmes savantes (1967) de Molière. Quizá las obras con que consiguió mayor éxito aquí fueron Athalie de Racine, Ruy Blas de Victor Hugo, King Lear de Shakespeare y Le passant de Copée.
Conquistó al público por su dicción perfecta y su voz armoniosa, así
como por su distinción y el sentimiento que imprimía a sus
caracterizaciones.
En este Théâtre de l'Odéon
organizó en 1870 un hospital para los heridos en el cerco de París,
durante la guerra franco-alemana, y abandonó temporalmente el teatro;
pero volvió a la Comédie Française en 1872, contratada por Perrin en
condiciones muy ventajosas, y llegó a ser sociétaire en 1875. La primera obra que hizo en esta nueva etapa en la Comédie fue Mademoiselle de Belle-Isle de Alexandre Dumas (padre), el 6 de noviembre de 1872, con la que no tuvo tanto éxito como con Britannicus de Racine.
A partir de entonces, todas sus interpretaciones recibieron una acogida excepcional en el público y en la crítica. En 1874 hizo Phèdre
de Racine, que el público había visto representar a la famosa actriz
Rachel; no obstante, el triunfo de Bernhardt fue completo. Su intuición
en captar la psicología de los personajes se complementaba con el
talento que mostraba en sus arranques de pasión intensa y en sus
exhibiciones de sentimiento y de patetismo, y su voz se hizo famosa como
la voix d'or. El público llenaba los teatros y la idolatraba.
Debutó en Londres en 1879 con la compañía de la Comédie Française y
también obtuvo un éxito sin precedentes. De regreso a París, tuvo una
salida controvertida de la Comédie en 1880; cansada del trabajo metódico
de la compañía, al día siguiente del estreno de L'aventurière de Augier (17 de abril de 1880), presentó su renuncia a su puesto de sociétaire
con la excusa de una mala crítica en prensa. Se retiró a una casa que
tenía cerca de El Havre, y Perrin, gerente de la Comédie, la demandó ante
los tribunales para exigirle una indemnización de 300.000 francos. Los
jueces condenaron a la actriz a pagar 100.000 y las costas.
Sarah Bernhardt
abandonó la Comédie Française cuando sólo tenía treinta y cinco años,
un momento temprano de su carrera, por las coacciones que recibía debido
al estilo tradicional de actuación que la Comédie imponía a sus
miembros. Entre los triunfos conseguidos allí destacan sus
interpretaciones de Cordelia en King Lear y La Reina en Ruy Blas,
la obra en que, según ella misma dijo, presentó "el arco iris completo
de sentimientos distintos" en un papel que siempre había estado
oscurecido por el resto de los personajes. Otro papel importante fue
Athalie en la obra del mismo título, al que no interpretó como un tirano
violento y temperamental (tal y como se hacía tradicionalmente), sino
con una dulzura susurrante que destilaba todo el veneno del texto de
Racine.
Bernhardt trabajó en una tradición teatral en
la que el público iba a contemplar a la actriz más que a la obra. Su
fama como uno de los grandes monstres sacrés le permitió
interpretar a Racine con enorme éxito en Londres. En 1880 obtuvo uno de
sus mayores éxitos en Londres y Nueva York en el papel de la actriz
francesa del siglo XVIII Adrienne Lecouvreur, en la obra de Scribe. El
hecho de que la Lecouvreur hubiera rechazado ser enterrada en suelo
sagrado sirvió para remarcar sus sufrimientos y el cambio de categoría
que la profesión de actor había conseguido en la sociedad de Bernhardt.
La actriz montó su propia compañía en
1880, con la que hizo la primera de sus muchas giras por los Estados
Unidos de América en 1881 y ganó cientos de miles de francos. Fue
durante este viaje cuando se casó por única vez en su vida. Con un hijo nacido en 1864 de
una pareja anterior (Charles-Joseph Lamoral, príncipe de Ligne, con
quien tuvo una apasionada relación hasta que él la abandonó presionado por su familia tras dejarla
embarazada) contrajo matrimonio en 1882 con Jacques Damala, un
acaudalado oficial griego adicto a la morfina al que ella trató sin
éxito de convertir en actor,
separándose de él un año después, con sucesivas reconciliaciones y
distanciamientos hasta que él murió en 1889 a los 42 años a consecuencia
de su adicción.
De regreso a París, dirigió una compañía en el Théâtre Ambigu en
1881 con su hijo Maurice; montó otra compañía en el Théâtre du Porte
Saint-Martin entre 1883 y 1886; estrenó Fédora de Sardou en el Vaudeville (1882); Nana Sahib de Richepin (1883) en el Théâtre du Porte Saint-Martin; y Macbeth
de Shakespeare (1884) en el mismo teatro. En la escena del
sonambulismo de Lady Macbeth obtuvo uno de los mayores éxitos de su
carrera.
Se declaró en bancarrota en 1883, pero con
los inicios de la década de los noventa se embarcó en una gira mundial
entre 1891 y 1893; partió hacia Nueva York el 23 de enero de 1891 y
llegó allí el 5 de febrero, con un contrato que le daba una parte
considerable de los ingresos de taquilla. Allí publicó un artículo
titulado "El idealismo y el realismo en el arte". En Australia tuvo
conflictos con el público; luego pasó a Egipto y, finalmente, a Europa
en mayo de 1892, después de dar 303 funciones de Tosca y 46 de Cleopatra, obras ambas de Sardou. Desde entonces sólo actuó por cuenta propia.
De vuelta a París se asoció con Coquelin para representar L'Amphitryon de Molière, y Magda de Sudermann. Fue por aquel entonces cuando una de las actrices de la compañía con la que había viajado a América escribió "Les voyages de Sarah Bernhardt en América" y una segunda parte, "Mémoires de Sarah Barnum",
en las que criticaba a la Bernhardt, que había llegado a darle un
latigazo en la cara y a batirse en duelo a florete con ella. Sarah
Bernhardt, ajena a la polémica, dirigió entonces el Théâtre de la
Renaissance (1893-1899) y alquiló el Théâtre des Nations, que tomó el
nombre de Théâtre Sarah Bernhardt (1899-1923), donde representó el papel
de Hamlet de Shakespeare y, entre otras obras, L'Aiglon de Rostand (1900). Entre 1900 y 1923 también fue actriz cinematográfica, protagonizando una decena de películas.
Recibió la Légion d'Honneur en 1914 y reunió
fondos para los heridos de la Primera Guerra Mundial. Tras una herida al lanzarse en la última escena de Tosca sufrió la
amputación de la pierna derecha en 1915. A poco de su recuperación decidió hacer una gira tras las trincheras francesas haciendo actuaciones para animar a las tropas. Organizó varias giras con su compañía y recorrió toda Francia.
Aun con la pierna amputada, Sarah Bernhardt siguió actuando. Recitaba
monólogos, poemas o representaba actos famosos de su repertorio de obras
en las que no debía estar de pie. Siguió también participando en
películas tras la guerra. Su última gira por los Estados
Unidos de América fue en 1916-1918 y su última temporada en Londres en
1921. Su muerte, subsiguiente a un gravísimo ataque de uremia la sorprendió en el
rodaje de La voyante, cuando había convertido su
habitación en un improvisado estudio para evitar los
traslados y las molestias. El 15 de marzo de 1923, tras rodar una escena, quedó totalmente agotada
hasta que se desmayó. Nunca se recuperó. Días más tarde, el 23 de marzo, fallecía en brazos de su hijo Maurice. Su entierro fue multitudinario: unos 150.000 franceses acudieron a
despedirla. Fue inhumada en el cementerio parisino de Père-Lachaise.
La carrera de Sarah Bernhardt fue larga y dilatada.
Interpretó papeles muy alejados de sí misma, tanto en sexo como en edad;
así, por ejemplo, en La gloire de Rostand, o en Athalie de Racine. Una de sus creaciones más famosas fue en L'Aiglon
de Rostand, sobre el único hijo de Napoleón, muerto a los veintiún
años, que Sarah Bernhardt representó cuando tenía cincuenta y seis. Aun
en sus últimos años, su voz mantuvo el timbre cristalino y puro que
llevó a Marcel Proust, después de verla representar Phèdre, a inmortalizarla como la gran actriz trágica La Berma, en la novela "A la recherche du temps perdu" (En busca del tiempo perdido).
El repertorio romántico francés le dio los papeles de
mayor éxito de su carrera; entre ellos destaca el de la cortesana
desgraciada que protagonizaba la adaptación de la novela de Alejandro
Dumas, hijo, La Dame aux camélias (1884). Cuando interpretó
este papel en Viena en 1889, la escena de la muerte fue tan
impresionante que varias de las señoras del público se desmayaron, y en
París, donde solían acabarse las representaciones cantando la Marsellesa, ella dirigió el canto, que se repitió hasta cuatro veces, con el público deshecho en lágrimas.
Las
grabaciones de su voz son tan antiguas que es difícil percibir en ellas
su timbre característico, y la película sobre Hamlet en la que actuó
cuando tenía cincuenta años tampoco hace justicia a sus cualidades.
Bernhardt revolucionó el modo en que solía interpretarse este papel para
los públicos inglés y francés; ella recitaba el "Ser o no ser" en un
tono meditativo, un susurro a media voz, en vez de hacer uso de la
declamación retórica puesta de moda por los actores de principios del
siglo XIX, o aparecía de repente detrás del rey mientras los cómicos
representaban la obra de Hamlet para espantarle y hacerle caer en el
paralelismo con su propio crimen. Su interpretación intentaba acercarse a
las innovaciones del siglo XX y las traducciones en prosa de las obras
de Shakespeare sirvieron para que el público descubriera a ese autor. No
respetaba totalmente los textos. Su triunfo con Hamlet en 1899 fue
precedido de las opiniones de los críticos franceses sobre su
interpretación de Lorenzo en Lorenzaccio, de Musset. Su
adaptación de la obra la redujo a una versión que quedó fija hasta la
reposición de Gérard Philipe en los años cincuenta del siglo XX.
Sus
inquitudes artísticas llegaron incluso a las artes plásticas y a la
literatura; publicó obras de teatro, relatos y otros textos. Se la llamó
"Reina de la postura y princesa del ademán". Entre sus excentricidades
se cuentan sus viajes en globo, algunas pantomimas que representó o el
hecho de que se mandó construir un lujoso ataúd, forrado de terciopelo
violeta, que siempre iba con ella y en el que se acostaba con
frecuencia. Alta y delgada, con ojos oscuros y una inmensa presencia
escénica, independiente y culta, dominó la escena francesa durante cincuenta años.
Genial, como la propia Sarah
ResponderEliminarGenial, como la propia Sarah
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