CHRISTOPHER REEVE, EL MEJOR SUPERMAN
Hoy hace diez años que falleció a los 52 el actor Christopher Reeve, el más célebre de cuantos han interpretado al personaje de Superman en la pantalla.
Actor estadounidense que adquirió fama mundial tras encarnar al mítico
superhéroe Superman en 1978. Tras el divorcio de sus padres en 1956, él y
su hermano, Benjamin (1953), crecieron en Princeton, Nueva Jersey, a
cargo de su madre, que se volvió a casar unos años después y le dio
otros dos hermanos, Jeff y Kevin.
Reeve estudió en la Princeton
Day School, donde ejercía de ayudante del director de la orquesta del
instituto, además de cantar en un coro local, en el que templó su buena
voz de barítono, y de trabajar, regularmente desde la adolescencia, como
actor (debutó con quince años en el Williamstown Theatre Festival).
Prosiguió su formación artística en la Universidad de Cornell, en la
que antes de graduarse, en 1974, fue uno de los dos actores
seleccionados (el otro era su amigo Robin Williams) para estudiar arte
dramático en la Juilliard School de Nueva York con el renombrado John
Houseman. Mientras tanto, trabajó en una serie de televisión (Love of
life, 1974-1976), intervino en una obra protagonizada por Katharine
Hepburn (A matter of gravity, 1976) y consiguió un breve papel en la
película de David Greene Alerta roja: Neptuno hundido (1977).
Superman, el héroe
Deportista nato, excelente nadador, aficionado al hockey sobre hielo y
la equitación y piloto licenciado, su apostura física, con 1,93 metros
de estatura, y una apariencia de chico lozano y bonachón cuyos rasgos se
parecían asombrosamente al héroe del cómic, le valieron el papel de
Clark Kent en Superman (1978), de Richard Donner, una costosa
superproducción que contó con un reparto tan brillante (Marlon Brando,
Susannah York, Glenn Ford, Terence Stamp, Trevor Howard) como opaca fue
su calidad, hecho que no incidió en absoluto en detrimento del filme, a
juzgar por su impresionante éxito comercial.
Reeve, que cobró
250.000 dólares por ese primer trabajo protagonista (nada comparados con
los 14 millones que percibió Brando por su breve papel secundario, pero
una fortuna para él), los empleó en una nueva casa que ocupó con su
flamante esposa, la agente de modelos británica Gae Exton, madre de sus
dos primeros hijos, Matthew (1979) y Alexandra (1982).
Una de las
herencias de la era Reagan que gozan de mejor salud son las sagas
cinematográficas. Fue durante su gobierno cuando las pantallas de todo
el mundo empezaron a poblarse de superhéroes por entregas (Rocky, Mad
Max, Rambo...), y Superman no iba a ser una excepción. Ni siquiera dio
tiempo a Reeve a proyectar su futuro como actor cuando ya estaba inmerso
en Superman II (1980), cuya repercusión multiplicó la de la anterior, y
esto generó Superman III (1983), ambas de Richard Lester. Y el actor,
que había aparecido en otras películas -En algún lugar del tiempo
(1980), de Jeannot Szwarc; La trampa de la muerte (1982), de Sidney
Lumet; Monseñor (1983), de Frank Perry- asumiendo roles muy distintos,
veía cómo, pese a ello, todo el mundo lo identificaba con el héroe del
cómic.
La estela de Clark Kent
Se comentaba ya entonces
que Reeve no se podía quitar de encima el personaje. Que aquel éxito lo
enterró en vida, igual que les había ocurrido a Johnny Weismuller con
Tarzán o a Bela Lugosi con Drácula. Que se afanaba en demostrar una y
otra vez su talento sin conseguirlo. De hecho, se ha llegado a afirmar
que se «consoló» de ese supuesto disgusto en la televisión, medio en el
que, en efecto, desarrolló una ingente actividad hasta el final de su
vida.
A poco de sondear en su trayectoria, sin embargo, no todo
parece tan claro. Es cierto que ha persistido esa identificación, pero
también lo es que el actor declinó protagonizar muchas películas de
éxito como "American Gigolo" (1980), "Fuego en el cuerpo" (1981), "Motín a
bordo" (1984), "Perseguido" (1987) o "Desafío total" (1990), que tal vez le
habrían deparado una trayectoria distinta, y en cambio no sólo no
rechazó, sino que incluso escribió el guión e intervino en la producción
Superman IV (1987), de Sidney Furie, la cuarta secuela de la saga.
De todos modos, si bien esa renovada elección, amén de hacerlo
riquísimo en poco tiempo, pudo influir en su carrera, no afectó a su
valía como actor, de la que dejó constancia en títulos como El reportero
de la calle 42 (1987), de Jerry Schatzberg, Interferencias (1988), de
Ted Kotcheff; ¡Qué ruina de función! (1992), de Peter Bogdanovich, Las
bostonianas (1984) y Lo que queda del día (1993), de James Ivory, Sin
palabras (1994), de Ron Underwoo, El pueblo de los malditos (1995), de
John Carpenter, o Libre de sospecha (1995), de Steven Schachter. Y, en
los escenarios, en montajes como "Fifth of July" (1980-1982) o "Las bodas
de Fígaro" (1985).
Entretanto, Reeve se divorció de su primera
esposa en 1987 y cinco años más tarde, en 1992, se volvió a casar con la
actriz Dana Morosini, madre de su hijo Will (1992) y su fiel compañera
hasta el final.
Marcado por la tragedia
El 27 de mayo de
1995 marcó la vida futura de Christopher Reeve. Participaba en un
concurso hípico en Charlottesville, Virginia, cuando una caída de su
caballo le provocó la fractura de dos vértebras cervicales y le seccionó
la médula espinal. Desde entonces permaneció en una silla de ruedas,
con respiración asistida. Fue quizás el fuerte contraste entre el
personaje de ficción que lo lanzó al estrellato, y las consecuencias
físicas del accidente sufrido lo que añadía más pena a la tragedia.
Pero el actor, lejos de ocultarse en lo que habría sido una
comprensible ausencia de los medios, con una insólita fuerza de
voluntad, convirtió su imagen de superhombre mermado en referente de la
lucha de los que padecen una lesión similar, y el héroe de celuloide
perdió grandeza frente al aliento vital y la actitud ejemplar del hombre
inmenso que había en Christopher Reeve.
En marzo de 1996 fue
aclamado por la gente del cine en la ceremonia de entrega de los Oscars,
en la que pidió a la industria cinematográfica que dedicara sus
esfuerzos a prestar más atención a los problemas sociales. Para sorpresa
de muchos, unos meses más tarde debutó como director en un filme
destinado a la televisión, "In the gloaming" (1997), que abordaba con
valentía el tema del sida. Más tarde repitió experiencia con "The Brooke
Ellison story" (2004).
También escribió la biografía "Still me",
cuya transcripción a disco le valió el Grammy al mejor álbum hablado de
1999, y el libro "Nothing is impossible. Reflections of a new life"
(2002), publicado en España en 2003 con el título "Todo es posible", en el
que expuso asimismo sus experiencias. Aunque lo más sorprendente fue su
reaparición como actor en "La ventana de enfrente" (1998), de Jeff
Bleckner, una nueva versión del thriller de Alfred Hitchcock "La ventana
indiscreta".
Todo ello reflejaba su extraordinario afán de
superación, plasmado en su cotidianidad en un documental realizado por
su hijo Matthew, "Volveré a andar". El 10 de octubre de 2004 fallecía a
consecuencia de un ataque cardíaco en un hospital de Nueva York, a los
cincuenta y dos años de edad. Tres días después de su muerte, la Warner
Bros. anunciaba la elección de Brandon Routh como el nuevo Superman.
(Texto íntegro copiado de la página Biografías y Vidas)
(Texto íntegro copiado de la página Biografías y Vidas)
Tristísima la historia!!! La semblanza impecable!!!
ResponderEliminar