LA CALMA Y EL SILENCIO
Aniversario natal del cineasta francés Robert Bresson, que caracterizó su carrera por su muy depurado estilo visual, ausente de toda retórica. Tras experimentar con la pintura y la fotografía, dió sus primeros pasos en el cine y recién empezada la Segunda Guerra Mundial fue apresado por más de un año en un campo de concentración alemán. Consiguió notoriedad con Las damas del Bosque de Bolonia (1944), película filmada durante la ocupación nazi, a partir de un guión propio y diálogos de Jean Cocteau, protagonizada por Maria Casares y actores profesionales, algo que poco tendría que ver con el resto de su posterior filmografía. A partir de la siguiente década configuró y desarrolló su personalísima obra sin concesiones, despojando sus films de todo elemento accesorio y presentando todos ellos en los festivales de Venecia, Cannes y Berlín, donde fue muy premiado y reconocido por la crítica. El autor de Al azar de Baltasar (1966) o Cuatro noches de un soñador (1971) está considerado el director francés más importante tras Jean Renoir. Aupado por los críticos de la nouvelle vague, de él dijo Jean-Luc Godard: "Robert Bresson es el cine francés como Dostoievski es la novela rusa y Mozart la música alemana". Murió a los 98 años, dejando una enorme influencia en cineastas posteriores.
Perfil biográfico procedente de la página decine21:
Filósofo y asceta
por José María Caparrós Lera
Filósofo del Séptimo Arte contemporáneo, es uno de los grandes clásicos del cine francés.
Robert Bresson fue un autor riguroso, coherente y profundo como
pocos, de enorme austeridad expresiva, honda espiritualidad y gran
humanidad, que poseía la virtud de no parecerse a nadie y de ser
difícilmente imitable. Pintor y autor de un cortometraje (Les affaires publiques, 1934), trabajó como ayudante del maestro René Clair.
La personalidad artístico-creadora de Robert Bresson se iría
confirmando película tras película, bastante espaciadas por su bajo
presupuesto y poca comercialidad, además de su cuidada elaboración, con
un alarde de lirismo y minuciosidad temática poco frecuentes. En su
sencilla y emotiva obra –plena de miradas y objetos– se evidenció una
trascendencia que casi se podía tocar. Desde su debut con Los ángeles del pecado (1943), el tema de la redención resultó el hilo conductor de su cine, como pudo apreciarse en Diario de un cura rural (1951), Un condenado a muerte se ha escapado (1956), Pickpocket (1959), El proceso de Juana de Arco (1962) o Mouchette (1967).
Cristiano de tendencia jansenista, creía que la gracia redime de sus
faltas sólo a seres excepcionales en el momento de la muerte, sea ésta
buscada o aceptada como liberación. Su obra cinematográfica, por tanto,
estuvo fuera de las modas, debido también a su sufriente peregrinar en
busca de lo absoluto y de la gracia sobrenatural, que llegaba en
ocasiones a irritar al público, especialmente a los detractores que se
había ganado este singular creador.
En los filmes de Bresson, lo bello es reemplazado por lo justo: “La
pintura me ha enseñado que no se debían hacer bellas imágenes, sino
imágenes necesarias”. De ahí que destruya las reglas establecidas, y que
el ritmo del montaje, la dirección de actores, la música y el tono de
los diálogos estén menos destinados a expresar una idea particular que a
asegurar, junto a los demás elementos de la puesta en imágenes, la
trama poética de la obra. Al tiempo que su escritura cinematográfica se
simplifica, como en Lancelot du Lac
(1974), recurre cada vez más al montaje, revalorizando su importancia
dentro del cine moderno. “Sólo en el momento en que las imágenes y
sonidos entran en contacto, en que se coloca cada cosa en su sitio, el
film nace. Y es el film que, al nacer, da vida a los personajes y no los
personajes los que dan vida al film”, afirmaría el maestro galo.
Se distinguió como un artista solitario y nada prolífico, ya que sólo
realizó 13 largometrajes. Expuso sus principios estético-filosóficos en
unas “Notes sur le cinématographe” (1975), donde definía dos tipos de
películas: “Aquellas que emplean medios teatrales (actores, puesta en
escena, etc.) y se sirven de las cámaras para reproducir, y aquellas que
emplean los medios del cinematógrafo y se sirven de las cámaras para
crear”. Por eso, habitualmente, utilizaba actores no profesionales,
elegidos entre sus amigos o en la misma calle por su fisonomía, a fin de
reflejar sin artificio la vida interior de los personajes que encarnan.
Obviamente, la estética de Robert Bresson –influida por el maestro Carl Theodor Dreyer– parecía basada en una ascética, aunque a veces resultaba algo amoral, como sucedió en Una mujer dulce (1968) o El diablo, probablemente
(1977). También en su obra se apreció una clara tendencia a la
abstracción y a universalizar los temas que toca, basado en novelas de
Bernanos, Dostoiewski y Tolstoi, entre otros autores. Estuvo retirado
del plató desde cuando realizó El dinero (1983).
Contundente publicación! Con todo lo nrcesario para conocer, entender y apreciar a Bresson, un gran artista del cine!
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