EL HOMBRE AL QUE A USTED LE GUSTARÍA ODIAR
Aniversario natal del director y actor austriaco nacionalizado estadounidense Erich Von Stroheim. Cuando en 1909 llegó a Nueva York, se hacía llamar Conde Erich Oswald Hans Carl Maria Von Stroheim und Nordenwall. Al tiempo que finalmente logró sobresalir en Hollywood, el propio cineasta se encargó de ocultar sus verdadera extracción social de clase media y alimentar la leyenda de su origen aristocrático. Luego se supo que estudió en la Academia Militar de su país y que permaneció en el
ejército durante casi una década, hasta que se trasladó a
Estados Unidos, según se dice, tras haber desertado.
Su aprendizaje con D. W. Griffith y Raoul Walsh le sirvieron para demostrar que también sabía dominar el espacio y la acción en marcos inigualables y sorprendentes para la época. Erich Von Stroheim es uno de los directores fundamentales de la historia
del cine, no sólo por sus atrevidas puestas en escena, sino por haber
sabido imprimir al cine de la época el empuje creativo que necesitaba
para consolidar una estructura narrativa novedosa a la vez que hábil y sólida. En
las memorias de Billy Wilder se recoge este pasaje clarificador de lo
que Von Stroheim consideraba sobre su aportación personal a la industria
cinematográfica.
- “Con sus películas, usted se adelantó en diez años a su tiempo”
“Sroheim me miró brevemente y después me corrigió”
- “¡En veinte años¡”
A
pesar de la grandilocuencia propia de Von Stroheim, que en ocasiones
gustaba referirse a sí mismo en tercera persona, probablemente tenía
razón, y un posterior visionado de sus obras nos puede dar a entender
que el maltrato que la industria hizo de él, además de tener un
componente económico, era producto de no saber cómo manejar a un genio
adelantado a su tiempo.
Reseña biográfica tomada (con algunas modificaciones) de la página decine21:
Enigmática nobleza
por José María Aresté
Es un cineasta genial, en el que se confunden sus personajes
con su auténtica persona. A ello condujo Hollywood y la complicidad del
propio Erich von Stroheim, grandísimo director, que compuso además
personajes memorables como actor.
Erich Oswald Stroheim, más conocido como Erich von Stroheim, nació
en Viena, en pleno imperio austrohúngaro, el 22 de septiembre de
1885. Su pasado antes de triunfar en Hollywood fue siempre una
incógnita, pues como era usual en la época, y encajaba perfectamente con
la personalidad del cineasta, le rodeó una falsa leyenda de origen
noble y casi principesco, según la cual habría sido hijo de un oficial
del ejército de alta cuna. Ello encajaba bien con sus papeles de noble
militar que le caracterizaron, pero era rematadamente espurio; en
realidad sus orígenes eran humildes, nació en una familia judía y su
padre era sombrerero.
En 1909 emigró a Estados Unidos, y según comentaba Jean Renoir,
su alemán no era demasiado bueno. Conoció en una taberna a su primera
mujer, Margaret Knox, en 1912, y parece que ella le ayudó con el idioma,
y le guió en la publicación de su primera novela, “In the morning”,
donde aparecían los temas favoritos que también abordaría en sus
películas, la añoranza de una nobleza decadente, la frivolidad de las
mujeres y la depravación de los hombres, auténticos depredadores. El
matrimonio con Knox duraría poco más de un año, Stroheim tenía un
carácter muy difícil por su humor cambiante. Aún se casaría otras dos
veces, con Mae Jones, que le dio un hijo, y con la actriz Valerie
Germonprez, que le dio otro; finalmente estaría con la actriz Denise
Vernac, que le acompañaría hasta la muerte.
Desde luego, Stroheim fue un hombre hecho a sí mismo, y al llegar a
Hollywood empezó desde abajo, realizando las tareas más humildes, como
consultor en temas germánicos, ayudante de dirección y figurante. La
primera película en que apareció, naturalmente, sin acreditar, fue The country boy, de 1915. Tuvo la suerte de ver trabajar a David W. Griffith en Intolerancia,
y de hecho muchos rasgos de los rasgos de este director formarían
parte de su personalidad futura como cineasta, como el gusto por el
melodrama, y la desmesura en decorados y metraje.
A partir de 1918 empieza a destacar como actor con papeles de noble depravado, en títulos como Corazones del mundo, The hun within y Sobre las ruinas del mundo.
Son tales su porte y distinción que nadie duda de la historia oficial
sobre sus orígenes cuasi principescos. Ha terminado la Primera Guerra
Mundial y con ello la Viena de su infancia, pero al año siguiente
Stroheim está listo para debutar como director, adaptando sus propias
historias y novelas. Está bien situado en Universal y empieza con Corazón olvidado/Maridos ciegos (1919), y luego siguen La ganzúa del diablo (1920) y Esposas frívolas
(1922). Su gusto por ambientes e historias decadentes y su sensibilidad en la concepción de las escenas y en el perfil
psicológico de sus personajes resultan innegables, pero a quien era
descrito como actor como “el hombre que usted ama odiar”, también parecía
encajarle esa misma descripción como director.
Llaman la atención su perfeccionismo, su megalomanía, los costosos decorados que se
empeña en construir y que disparan presupuestos –es asombroso el
Montecarlo de Esposas frívolas–,
sus cambios de humor y los muchos metros de película que gasta y que
luego no se emplean. Él querría montar filmes de siete horas, pero esto
no es posible. Carl Laemmle, el director de Universal, está preocupado y el recién
llegado Irving Tahlberg amenaza con el despido en Esposas frívolas.
El director se siente seguro, pues es el protagonista y no pueden
prescindir de él, pero esto ya no le servirá en su siguiente film, El carrusel de la vida/Los amores de un príncipe (1923), donde acabará siendo sustituido por Rupert Julian.
Stroheim diría de Tahlberg que “no tenía en la cabeza más cosa que un
sombrero”. Estos dos filmes llaman la atención por cómo se pinta a la
nobleza, con bajezas que humanizan aunque no favorezcan, y las cuitas
amorosas. Y al realismo de la reconstrucción en estudio de Montecarlo,
siguió la no menos perfecta recreación de Viena. En su dibujo de la
realeza, y comparándose con Ernst Lubitsch,
dijo el cineasta: “Él te muestra al rey en el trono y luego en el
dormitorio. Yo lo muestro primero en el dormitorio; así cuando lo ves en
el trono no te haces ilusiones.”
Para su siguiente film Stroheim recala en MGM, y entrega la que para muchos es su obra maestra, Avaricia (1924), adaptación de la novela "McTeague" de Frank Norris,
rodada en el Valle de la Muerte, y verdaderamente sobrecogedora. Como
es habitual, sufre vicisitudes en el montaje y debe ser recortada su
duración ostensiblemente. Vendrán más tarde dos de los títulos más
populares de Stroheim, también protagonizados por él, La viuda alegre (1925) y La marcha nupcial (1928). La película Honeymoon, de 1928, desgraciadamente se ha perdido. Nuevos problemas para rodar afectan al cineasta con La reina Kelly (1929), película inacabada donde él no actuaba y que producía para United Artists su protagonista Gloria Swanson.
Se trata de una joya de la que uno sólo puede lamentarse que falte
la mitad de la historia. A estas alturas la carrera de director de
Stroheim estaba condenada al fracaso, nadie estaba dispuesto a
apoyarle, aunque aún dirigiría, de modo bastante accidentado, su único
film sonoro, ¡Hola, hermanita! (1933).
Seguiría escribiendo novelas y, como le pasó a Orson Welles, siempre le quedaría actuar, tarea que alternaría en Francia y Estados Unidos. Destacan sus composiciones en The lost squadron (1932) de George Archainbaud, donde se remeda a sí mismo como director de cine, Como tu me deseas (1932) de George Fitzmaurice, donde era el tercero en un reparto encabezado por Greta Garbo y Melvin Douglas, La gran ilusión
(1937) de Jean Renoir, de nuevo genial en su papel recurrente de oficial con honor, Cinco tumbas al Cairo (1943) y El crepúsculo de los dioses (1950), ambas de Billy Wilder (en la última, que le reunió con Gloria Swanson, sugirió a Wilder la idea de que su personaje de mayordomo escribiera falsas cartas de fans a su ama, antigua diva), Estrella del norte (1943) de Lewis Milestone y El gran Flamarion (1945) de Antony Mann. Uno de us últimos trabajos fue en Napoleón (1955) de Sacha Guitry, aunque no era el emperador su personaje, sino el compositor Beethoven. Por El crepúsculo de los dioses fue candidato al Oscar al mejor actor secundario. En la película se usaron algunos fragmentos de La Reina Kelly.
A la postre, pudo ejercitar su gusto por la ‘grandeur’ en la ceremonia cuando se le concedió la Legión de Honor francesa estando ya enfermo. René Clair
describió que el acto tuvo lugar en su lecho dispuesto en un elegante
catafalco con terciopelos rojos, y él en pijama de seda negra. De todos
modos, y aunque le gustaba el lujo y gastó tanto como director, murió
más bien pobre y con escasos recursos en Maurepas, Seine-et-Oise, en
Francia, el 12 de mayo de 1957.
Interesantísima le reseña!! Anécdotas, hechos y datos reveladores y no tan frecuentemente publicados. Yo lo recuerdo en sus películas en la época de mi niñez.
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