UNA FIGURA TRÁGICA
Hoy es aniversario natal del actor inglés de teatro, cine y televisión Robert Stephens. Ante todo fue un aclamado intérprete sobre la escena que pasó de sus triunfos iniciales a una oscura etapa de declive y un tardío resurgimiento como gran protagonista de obras de Shakespeare. Por el camino dejó atrás tres matrimonios fallidos (el tercero, de siete años, con la actriz Maggie Smith, con quien actuó sobre las tablas y en dos películas) y cuatro hijos. Alto, muy expresivo y con abundantes registros, se veía a sí mismo como una figura trágica. Nihilista, mujeriego y alcohólico, su apariencia despreocupada, amigable y efusiva ocultaba un carácter desconfiado y temeroso que encontraba una única salida actuando. Se le daban bien los personajes inconvencionales, canallescos, elegantes y excéntricos, en los que encajaba a la perfección su bagaje vital. El cine nunca captó del todo su magnética personalidad y en las películas fue casi siempre secundario, aunque encarnó un papel protagónico a su medida en la infravalorada La vida privada de Sherlock Holmes (1970) de Billy Wilder y participó en el reparto de varios títulos clásicos. Al final de su vida, por sus servicios al teatro, fue nombrado Caballero de la Orden del Imperio Británico con el título de Sir.
Hoy es aniversario natal del actor inglés de teatro, cine y televisión Robert Stephens. Ante todo fue un aclamado intérprete sobre la escena que pasó de sus triunfos iniciales a una oscura etapa de declive y un tardío resurgimiento como gran protagonista de obras de Shakespeare. Por el camino dejó atrás tres matrimonios fallidos (el tercero, de siete años, con la actriz Maggie Smith, con quien actuó sobre las tablas y en dos películas) y cuatro hijos. Alto, muy expresivo y con abundantes registros, se veía a sí mismo como una figura trágica. Nihilista, mujeriego y alcohólico, su apariencia despreocupada, amigable y efusiva ocultaba un carácter desconfiado y temeroso que encontraba una única salida actuando. Se le daban bien los personajes inconvencionales, canallescos, elegantes y excéntricos, en los que encajaba a la perfección su bagaje vital. El cine nunca captó del todo su magnética personalidad y en las películas fue casi siempre secundario, aunque encarnó un papel protagónico a su medida en la infravalorada La vida privada de Sherlock Holmes (1970) de Billy Wilder y participó en el reparto de varios títulos clásicos. Al final de su vida, por sus servicios al teatro, fue nombrado Caballero de la Orden del Imperio Británico con el título de Sir.
Nacido en el seno de una humilde familia de clase trabajadora, Robert Graham Stephens fue el mayor de tres hermanos (después que él nacieron un niño y una niña). Su padre era un agrimensor que pasaba la mayor parte del tiempo ausente. Su infancia fue desoladora por la pobreza, la carencia de vida familiar y el desarraigo. Cuando en 1939 comenzó la II Guerra Mundial él tenía ocho años y tuvo que hacer de padre para sus hermanos (particularmente cuidando a su hermana, a la sazón un bebé), pues su progenitor se mantuvo alejado construyendo campos de concentración para prisioneros y su madre también trabajaba fuera de casa. A veces los Stephens tuvieron que ser evacuados y Robert no tuvo una educación adecuada. A los quince años, terminada la contienda, abandonó su casa y desde entonces apenas tuvo contacto con los suyos. A los dieciocho fue admitido en una escuela teatral en Bradford, Yorkshire. Allí conoció a Nora Simmons, una estudiante con la que se casó en 1951. La pareja tuvo un hijo, Michael, y se divorció en 1952.
Stephens comenzó su carrera de actor haciendo giras en teatro de repertorio. En una representación fue descubierto por el entonces joven director teatral Tony Richardson, quien le propuso incorporarse en 1956 a la compañía del Royal Court Theatre en Londres, donde lograría resonantes éxitos. Ese año volvió a casarse, esta vez con Tarn Bassett. Ambos tuvieron una hija, Lucy, y se divorciarían en 1967. El actor llegó a triunfar en Broadway en dos versiones de "Epitafio para George Dillon" de John Osborne y Anthony Creighton, obteniendo una nominación al premio Tony. En la década de los 60 fue considerado como el heredero del trono del gran Laurence Olivier.
Su carrera cinematográfica arranca con El espía (1960) de Jack Lee, drama bélico con Bradford Dillman, Suzy Parker y Harry Andrews y continúa con títulos como Un sabor a miel (1961) de Tony Richardson, adaptación del drama homónimo de Shelagh Delaney, con Rita Tushingham, Dora Bryan, Murray Melvin y Paul Danquah, Piratas de Isla Tortuga (1961) de Robert D. Webb, film de aventuras con Ken Scott, Leticia Roman, Dave King, John Richardson y Rafer Johnson, La guardia de la reina (1961) de Michael Powell, drama militar con Raymond Massey, Ursula Jeans, Daniel Massey y Frank Lawton, El inspector (1962) de Philip Dunne, drama con Stephen Boyd y Dolores Hart, Cleopatra (1963) de Joseph L. Mankiewicz, drama épico-histórico con Elizabeth Taylor, Richard Burton y Rex Harrison donde interpretó el rol de Germánico, o Morgan, un caso clínico (1966) de Karel Reisz, comedia dramática con David Warner y Vanessa Redgrave.
Desde 1965 había coincidido sobre la escena con Maggie Smith, a la sazón prometedora actriz, con la que se casó en 1967. Este matrimonio produciría dos hijos, los futuros actores Chris Larkin (1967) y Toby Stephens (1969) y finalizaría en divorcio en 1974 por las continuas infidelidades de Stephens, empedernido mujeriego.
En Romeo y Julieta (1968) de Franco Zeffirelli, adaptación de la tragedia de Shakespeare, con Leonard Whiting y Olivia Hussey, interpretó al Príncipe de Verona, y en Los mejores años de Miss Brodie (1969) de Ronald Neame, drama por el que Maggie Smith ganó el BAFTA y el Oscar a la mejor actriz, a un profesor de arte en una escuela femenina en Edimburgo. Finalmente consiguió un papel protagonista en La vida privada de Sherlock Holmes (1970) de Billy Wilder, comedia de intriga basada en el personaje de Conan Doyle, con Colin Blakely como el doctor Watson, pero el film, hábil mezcla de humor, pathos, romance y misterio, no obtuvo la acogida que merecía. Luego de protagonizar Asfixia (1972) de Peter Newbrook, film de terror con Robert Powell, volvió a ser secundario en Viajes con mi tía (1972) de George Cukor, adaptación de la novela homónima de Graham Greene, con Maggie Smith, Alec McCowen y Louis Gossett Jr., Lutero (1974) de Guy Green, drama religioso con Stacy Keach, Los duelistas (1977) de Ridley Scott, drama de época que adaptaba una novela de Joseph Conrad, con Keith Carradine y Harvey Keitel, o El grito (1978) de Jerzy Skolimowski, drama de terror con Alan Bates, Susannah York y John Hurt.
Hacia el fin de la década su carrera colapsó y Stephens desapareció en medio de una niebla de oscuridad, alcoholismo y promiscuidad. El electrizante y carismático actor que había sido reverenciado como el heredero de Laurence Olivier, el mismo que en la temporada 1970 había ofrecido brillantes interpretaciones de roles protagónicos en el National Theatre, aquel cuyo matrimonio con la triunfante Maggie Smith se había convertido en materia de leyenda haciendo de ellos la primera pareja del teatro británico... experimentaba un inexorable declive personal y profesional semejante en cierta medida al argumento de la película "Ha nacido una estrella". La carrera de su esposa había despegado de forma fulgurante y ella era ahora la más celebrada. El matrimonio se rompió cuando Stephens se vio obligado a confesar a Smith, una puritana escocesa, sus repetidos adulterios. Durante un año encontró refugio en brazos de Lady Antonia Fraser, también crecientemente después en el alcohol. El siempre enamoradizo Stephens era incapaz de mantenerse fiel a una mujer y así había sucedido en todos y cada uno de sus matrimonios. La gallardía y el coqueteo habían sido sus armas de seducción y se le había descrito como irresistible para la mujeres. Ahora, solo e inmerso en un camino de autodestrucción, sus adiciones comenzaban a pasarle factura y su salud se resintió de forma creciente. Intentó rehabilitarse asistiendo a un par de reuniones con Alcohólicos Anonimos, pero aquello le pareció aburrido.
La ultima etapa de su carrera en la pantalla viene marcada por trabajos televisivos y papeles secundarios en títulos como Camaradas (1986) de Bill Douglas, drama de época con un extenso reparto que incluía a James Fox y Vanessa Redgrave, Temporada alta (1987) de Clare Peploe, comedia con Jacqueline Bisset, James Fox e Irene Papas, El imperio del sol (1987) de Steven Spielberg, drama bélico con John Malkovich, Miranda Richardson, Nigel Havers y Christian Bale, Ruleta americana (1988) de Maurice Hatton, thriller con Andy García, Ada en la jungla (1988) de Gérard Zingg, comedia francesa de aventuras con Richard Bohringer, Victoria Abril, Isaach de Bankole, Philippe Léotard y Bernard Blier, Testimonio (1988) de Tony Palmer, drama sobre la vida del músico Dmitri Shostakovich, encarnado por Ben Kingsley, Enrique V (1989) de Kenneth Branagh, adaptación del drama histórico homónimo de Shakespeare, con Kenneth Branagh, Paul Scofield, Derek Jacobi, Ian Holm, Emma Thompson, Alec McCowen, Judi Dench y Christian Bale, La hoguera de las vanidades (1990) de Brian De Palma, drama adaptador de una novela de Tom Wolfe, con Tom Hanks, Bruce Willis y Melanie Griffith, Solo en la oscuridad (1991) de Mark Peploe, drama de terror con James Fox, Fanny Ardant y Paul McGann, Chaplin (1992) de Richard Attenborough, drama biográfico sobre el famoso cómico, encarnado por Robert Downey Jr., En busca de Bobby Fischer (1993) de Steven Zaillian, drama con Max Pomeranc, Joan Allen, Laurence Fishburne, Ben Kingsley, Laura Linney, William H. Macy y Joe Mantegna, Century (1993) de Stephen Poliakoff, drama con Charles Dance, Clive Owen y Miranda Richardson, o England, my England (1995) de Tony Palmer, biopic sobre el compositor inglés Henry Purcell, con Michael Ball y Simon Callow.
En sus úiltimos años de vida recuperó sobre la escena el prestigio perdido cuando la Royal Shakespeare Company le ofreció interpretar a Falstaff en "Enrique IV" (1991), y sucesivos roles titulares en "Julio César" (1991) y "El Rey Lear" (1993).
Su unión sentimental de casi dos décadas con la actriz Patricia Quinn acabó en boda a comienzos de 1995, casi coincidiendo con su nombramiento como Caballero de la Orden del Imperio Británico. Sin embargo, la salud de Stephens estaba ya muy dañada, era diabético, tenía que inyectarse insulina a diario, se fracturó una cadera y hubo de someterse a cirugía, lo que le dejó una pierna más corta que la otra y una permanente cojera; incluso había pasado por situaciones próximas a la muerte. Esta se produjo a finales de ese año por complicaciones derivadas de una operación quirúrgica a causa de una perforación intestinal. Stephens contaba con 64 años de edad.
Hacia el fin de la década su carrera colapsó y Stephens desapareció en medio de una niebla de oscuridad, alcoholismo y promiscuidad. El electrizante y carismático actor que había sido reverenciado como el heredero de Laurence Olivier, el mismo que en la temporada 1970 había ofrecido brillantes interpretaciones de roles protagónicos en el National Theatre, aquel cuyo matrimonio con la triunfante Maggie Smith se había convertido en materia de leyenda haciendo de ellos la primera pareja del teatro británico... experimentaba un inexorable declive personal y profesional semejante en cierta medida al argumento de la película "Ha nacido una estrella". La carrera de su esposa había despegado de forma fulgurante y ella era ahora la más celebrada. El matrimonio se rompió cuando Stephens se vio obligado a confesar a Smith, una puritana escocesa, sus repetidos adulterios. Durante un año encontró refugio en brazos de Lady Antonia Fraser, también crecientemente después en el alcohol. El siempre enamoradizo Stephens era incapaz de mantenerse fiel a una mujer y así había sucedido en todos y cada uno de sus matrimonios. La gallardía y el coqueteo habían sido sus armas de seducción y se le había descrito como irresistible para la mujeres. Ahora, solo e inmerso en un camino de autodestrucción, sus adiciones comenzaban a pasarle factura y su salud se resintió de forma creciente. Intentó rehabilitarse asistiendo a un par de reuniones con Alcohólicos Anonimos, pero aquello le pareció aburrido.
La ultima etapa de su carrera en la pantalla viene marcada por trabajos televisivos y papeles secundarios en títulos como Camaradas (1986) de Bill Douglas, drama de época con un extenso reparto que incluía a James Fox y Vanessa Redgrave, Temporada alta (1987) de Clare Peploe, comedia con Jacqueline Bisset, James Fox e Irene Papas, El imperio del sol (1987) de Steven Spielberg, drama bélico con John Malkovich, Miranda Richardson, Nigel Havers y Christian Bale, Ruleta americana (1988) de Maurice Hatton, thriller con Andy García, Ada en la jungla (1988) de Gérard Zingg, comedia francesa de aventuras con Richard Bohringer, Victoria Abril, Isaach de Bankole, Philippe Léotard y Bernard Blier, Testimonio (1988) de Tony Palmer, drama sobre la vida del músico Dmitri Shostakovich, encarnado por Ben Kingsley, Enrique V (1989) de Kenneth Branagh, adaptación del drama histórico homónimo de Shakespeare, con Kenneth Branagh, Paul Scofield, Derek Jacobi, Ian Holm, Emma Thompson, Alec McCowen, Judi Dench y Christian Bale, La hoguera de las vanidades (1990) de Brian De Palma, drama adaptador de una novela de Tom Wolfe, con Tom Hanks, Bruce Willis y Melanie Griffith, Solo en la oscuridad (1991) de Mark Peploe, drama de terror con James Fox, Fanny Ardant y Paul McGann, Chaplin (1992) de Richard Attenborough, drama biográfico sobre el famoso cómico, encarnado por Robert Downey Jr., En busca de Bobby Fischer (1993) de Steven Zaillian, drama con Max Pomeranc, Joan Allen, Laurence Fishburne, Ben Kingsley, Laura Linney, William H. Macy y Joe Mantegna, Century (1993) de Stephen Poliakoff, drama con Charles Dance, Clive Owen y Miranda Richardson, o England, my England (1995) de Tony Palmer, biopic sobre el compositor inglés Henry Purcell, con Michael Ball y Simon Callow.
En sus úiltimos años de vida recuperó sobre la escena el prestigio perdido cuando la Royal Shakespeare Company le ofreció interpretar a Falstaff en "Enrique IV" (1991), y sucesivos roles titulares en "Julio César" (1991) y "El Rey Lear" (1993).
Su unión sentimental de casi dos décadas con la actriz Patricia Quinn acabó en boda a comienzos de 1995, casi coincidiendo con su nombramiento como Caballero de la Orden del Imperio Británico. Sin embargo, la salud de Stephens estaba ya muy dañada, era diabético, tenía que inyectarse insulina a diario, se fracturó una cadera y hubo de someterse a cirugía, lo que le dejó una pierna más corta que la otra y una permanente cojera; incluso había pasado por situaciones próximas a la muerte. Esta se produjo a finales de ese año por complicaciones derivadas de una operación quirúrgica a causa de una perforación intestinal. Stephens contaba con 64 años de edad.
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