MONTY, TALENTO Y TORMENTO
Hoy se cumplen 94 años del nacimiento del extraordinario actor estadounidense Montgomery Clift, prematuramente fallecido a los 45 años de edad. Con una filmografía de sólo diecisiete títulos, dejó atrás una de las carreras más brillantes que ha dado la historia del cine. Este hombre introvertido, solitario, rebelde, orgulloso, hipersensible y distante, adorado por millones de personas y respetado por sus compañeros de profesión, fue, no obstante, un enigma para todo el mundo. De aspecto enjuto y frágil, casi desvalido, su principal baza fue la belleza de su rostro, con enormes ojos claros de pupilas dilatadas, que le conferían una mirada cautivadora y subyugante. En cuanto a su arte interpretativo, Monty fue hijo natural de John Garfield, hermano mayor de Brando, Dean o Newman y padre de Al Pacino o De Niro. En todos estos actores, con su sugestiva y casi muda presencia, influiría en gran medida por su modo de actuar, que mostraba una actitud serena pero vulnerable, de ostensible magnitud emocional. En sus interpretaciones fue siempre parco en palabras o silencioso, pero la intensidad de su mirada, entre implorante y arrebatadora, delataba lo que el actor callaba. Su triunfal carrera -nominado al Oscar al mejor actor de 1948, 1951 y 1953- se vió interrumpida en 1956 a causa de un terrible accidente automovilístico que casi le cuesta la vida. Su rostro quedó desfigurado y hubo de ser reconstruído en el quirófano, lo que le marcó decisivamente durante los diez años que le restaron de existencia. Su naturaleza atormentada, debida en parte a su frágil salud y a su homosexualidad nunca confesada, le llevaron a una espiral autodestructiva en la que el abuso de alcohol, fármacos y drogas acabaron prematuramente con su vida. A pesar de su palmaria inadaptación a los patrones estelares de su época y a su desquiciada y torturada existencia, la autoexigencia obsesiva que se impuso en su trabajo como actor rigurosamente comprometido con una idea elevada de la cultura, que se negaba a responder a las expectativas populares, hace que Montgomery Clift permanezca como una de las grandes leyendas de la interpretación cinematográfica.
Hijo de un banquero que se arruinaría en la Gran Depresión americana, Edward Montgomery Clift tuvo un hermano mayor y una hermana gemela. Su dominante madre gastó considerables sumas de la fortuna familiar esforzándose en criar a sus vástagos como aristócratas. A la vez que recibió una esmerada educación, Montgomery comenzó en el teatro a los trece años, donde, poco a poco, su talento se labró una reputación en Broadway que le llevó a un debut protagónico en el cine de Hollywood. Su primer film estrenado, Los ángeles perdidos (1948) de Fred Zinnemann, drama sobre un soldado americano que ayuda a un niño checo superviviente de Auschwitz a buscar a su madre, conmocionó a público y crítica y supuso la primera de sus cuatro candidaturas al Oscar, premio que nunca consiguiría. Dos años antes había rodado Río Rojo (1948) de Howard Hawks, excelente western donde compartió créditos con John Wayne y cuyo estreno se había retrasado por problemas de producción. Su tercer film, La heredera (1949) de William Wyler, adaptación de la novela "Washington Square" de Henry James, con Olivia de Havilland, Ralph Richardson y Miriam Hopkins, consagró al actor como uno de los más admirados de su generación.
Los años 50 se iniciaron para Clift interpretando a un militar en Sitiados (1950) de George Seaton, drama con Paul Douglas cuya acción se desarrolla en la posguerra berlinesa. Extraordinaria aclamación recibió su interpretación en Un lugar en el sol (1951) de George Stevens, estremecedor drama basado en la novela "Una tragedia americana" de Theodore Dreiser, con Elizabeth Taylor y Shelley Winters, exitoso film que obtuvo nueve candidaturas al Oscar, una de ellas para Clift como mejor actor. A partir de su rodaje, Montgomery y Elizabeth trabaron una íntima amistad de por vida. En Yo confieso (1953) de Alfred Hitchcock, drama de intriga con Anne Baxter, Karl Malden y Brian Aherne, fue un sacerdote con problemas de conciencia y en Estación Termini (1953) de Vittorio De Sica interpretó al amante italiano de una ama de casa americana casada y madre, encarnada por Jennifer Jones. Un díscolo y acosado soldado ex-boxeador en el Hawaii de los días del ataque japonés a Pearl Harbor fue su papel en De aquí a la eternidad (1953) de Fred Zinnemann, drama de historias cruzadas que adaptaba la novela homónima de James Jones, con Burt Lancaster, Deborah Kerr, Frank Sinatra y Donna Reed, film candidato al Oscar en trece categorías (Clift lo fue por tercera vez como mejor actor protagonista) y ganador en ocho, que logró un éxito masivo. La dificultad que le suponía conciliar un estrellato que no le complacía con su vida personal, que a toda costa quería ocultar, le empujó a iniciar una cuesta descendente. Tras rechazar diversas ofertas de películas, Clift decidió en 1954 volver al teatro en Broadway y actuar por un breve periodo en "La gaviota" de Chejov.
Durante los casi dos años siguientes, Clift, que no estaba ligado contractualmente con ningún estudio, continuó negándose a aceptar ninguno de los muchos papeles que le ofrecían en Hollywood. Su creciente tormento interno le llevó a consumir cada vez mayores cantidades de alcohol y drogas que iban minando su salud física y mental. Cuando se encontró sin dinero, influido por su gran amiga Elizabeth Taylor, decidió finalmente ceder a la oferta de M.G.M. para protagonizar una superproducción (la más cara hasta entonces en la historia del estudio) que llevaría a la pantalla la novela "Raintree County", ambientada en la Guerra de Secesión americana. Edward Dmytryk sería el director y Elizabeth Taylor y Eva Marie Saint le seguirían en los créditos. Cuando se había rodado casi la mitad de la película, un brumoso amanecer de mayo de 1956 en que volvía de una cena en casa de Liz Taylor y su entonces marido Michael Wilding, el Chevrolet que Clift conducía se estrelló contra un poste de telégrafos. El actor resultó muy malherido: sufrió conmoción cerebral, se rompió la nariz, que quedó aplastada, se partió el labio superior, se fracturó la mandíbula superior izquierda hasta la oreja y perdió varias piezas dentales. Su amigo Kevin McCarthy, que le antecedía en su propio automóvil, presenció el accidente por el retrovisor; al acercarse a aquel amasijo de hierros, encontró a Clift bañado en sangre y volvió para avisar de lo ocurrido a Wilding, Taylor y Rock Hudson (también presente en la velada), quienes corrieron a socorrerlo. Cuando llegó un médico, Taylor (que había entrado al coche por el maletero y reptó desde alli hasta los asientos delanteros), sostenía la cabeza de un Clift semi-inconsciente en su regazo. Cuentan que le había salvado la vida, arrancando con su propia mano las piezas dentales incrustadas en la garganta de Monty. Mientras llegaba una ambulancia, al doctor y a Hudson les llevó casi media hora sacarlo del maltrecho vehículo. Clift fue hospitalizado y pasó por un suplicio de intervenciones quirúrgicas los siguientes meses. Con todo, su rostro quedó hinchado y desfigurado (el lado izquierdo, paralizado). A medida que se fue recuperando, los ejecutivos de M.G.M. presionaron para que el actor se reincorporase al rodaje, que finalmente concluiría en otoño. Su dolor físico y anímico hizo que Clift reincidiese en el alcoholismo y multiplicase la ingesta de fármacos y drogas.
Después del estreno de El árbol de la vida (1957), película bien recibida por el público pero que no gustó a la crítica y en la que visiblemente se alternan escenas rodadas antes y después del accidente de Clift, el actor apareció en El baile de los malditos (1958), también de Edward Dmytryk, drama bélico con Marlon Brando y Dean Martin donde realizó la interpretación que más le satisfizo de toda su carrera, un soldado americano judío, Corazones solitarios (1958) de Vincent J. Donehue, drama con Robert Ryan, Myrna Loy, Dolores Hart y Maureen Stapleton, y De repente, el último verano (1959) de Joseph L. Mankiewicz, absorbente y angustiosa adaptación de una obra de Tennessee Williams, con Elizabeth Taylor y Katharine Hepburn.
En los primeros años de la década siguiente participó en cuatro importantes películas: Río salvaje (1960) de Elia Kazan, drama rural sureño con Lee Remick y Jo van Fleet, Vidas rebeldes (1960) de John Huston, conmovedor drama donde compartió créditos con Clark Gable y Marilyn Monroe en la que sería última película de los ambos, ¿Vencedores o vencidos? (1961) de Stanley Kramer, drama judicial sobre los procesos de Nuremberg, con Spencer Tracy, Burt Lancaster, Richard Widmark, Marlene Dietrich, Maximilian Schell y Judy Garland, film donde durante sólo doce minutos interpretó de forma estremecedora a un discapacitado mental judío esterilizado por los nazis, papel por el que fue candidato al Oscar al mejor actor de reparto, y Freud, pasión secreta (1962) de John Huston, drama biográfico sobre el creador del psicoanálisis, con Susannah York, Larry Parks y Susan Kohner. En esta época Clift ya mostraba problemas de memoria, a los que se añadían dificultades en su visión (padecía de cataratas prematuras). Su último rodaje había supuesto constantes desencuentros con John Huston, que derivaron en el descrédito profesional de Clift: Ninguna productora en Hollywood quería contratarlo. Contaba con 42 años y una carrera arruinada.
El actor pasó los últimos años de su vida en Nueva York. Aun sufriendo un progresivo deterioro en su salud y padecer constantes dolores en la espalda y agarrotamiento de piernas, de noche solía salir a buscar plan en la calle 42 y muchas veces fue víctima de extorsiones y tuvo sórdidos problemas con los hombres que llevó a casa. Desde 1958 había establecido una secreta relación con un muchacho francés llamado Giles, de vida depravada, a quien dejó instalarse en su casa y que en un principio fue su compañero de cama y recadero. En público lo presentaba como su secretario, en privado le permitía organizar en su residencia fiestas gays con desconocidos. Ambos compartían drogas, borracheras y peleas. La relación se fue enrareciendo y en 1963 Giles tuvo dos intentos de suicidio. Después Monty rompió con él definitivamente. Su sustituto fue un joven negro llamado Lorenzo James, quien resultó ser un responsable y eficiente cuidador (se dice que también amante) y que vivió con Monty hasta su muerte.
En 1964 Liz Taylor convenció a Clift para que aceptase el papel protagonista junto a ella en "Reflejos en un ojo dorado", que dirigiría John Huston. El proyecto se fue demorando más y más y cuando la película empezó a rodarse Clift ya habia muerto, siendo sustituido por Marlon Brando. Para demostrar a su amiga que aún podía trabajar Clift se avino a actuar en una coproducción franco-alemana, El desertor (1966), un thriller rodado en Munich que produjo y dirigió el belga Raoul Lévy, donde compartió créditos con Hardy Krüger y Macha Méril y en el que también interpretó un papel su amigo Roddy MacDowall. El rodaje, que le supuso un gran esfuerzo, concluyó en abril y cuando Clift regresó a Nueva York, pasó la mayor parte del tiempo encerrado en su habitación, consciente de que estaba destrozado física y anímicamente. La repetidas dosis de Demerol, analgésico que se inyectaba para sus agónicos dolores, llegaron a producirle paranoia y alucinaciones. La mañana del 23 de julio de 1966, Lorenzo encontró su cadáver desnudo en su cama. La autopsia dictaminó una oclusión de la arteria coronaria como causa de la defunción.
Hijo de un banquero que se arruinaría en la Gran Depresión americana, Edward Montgomery Clift tuvo un hermano mayor y una hermana gemela. Su dominante madre gastó considerables sumas de la fortuna familiar esforzándose en criar a sus vástagos como aristócratas. A la vez que recibió una esmerada educación, Montgomery comenzó en el teatro a los trece años, donde, poco a poco, su talento se labró una reputación en Broadway que le llevó a un debut protagónico en el cine de Hollywood. Su primer film estrenado, Los ángeles perdidos (1948) de Fred Zinnemann, drama sobre un soldado americano que ayuda a un niño checo superviviente de Auschwitz a buscar a su madre, conmocionó a público y crítica y supuso la primera de sus cuatro candidaturas al Oscar, premio que nunca consiguiría. Dos años antes había rodado Río Rojo (1948) de Howard Hawks, excelente western donde compartió créditos con John Wayne y cuyo estreno se había retrasado por problemas de producción. Su tercer film, La heredera (1949) de William Wyler, adaptación de la novela "Washington Square" de Henry James, con Olivia de Havilland, Ralph Richardson y Miriam Hopkins, consagró al actor como uno de los más admirados de su generación.
Los años 50 se iniciaron para Clift interpretando a un militar en Sitiados (1950) de George Seaton, drama con Paul Douglas cuya acción se desarrolla en la posguerra berlinesa. Extraordinaria aclamación recibió su interpretación en Un lugar en el sol (1951) de George Stevens, estremecedor drama basado en la novela "Una tragedia americana" de Theodore Dreiser, con Elizabeth Taylor y Shelley Winters, exitoso film que obtuvo nueve candidaturas al Oscar, una de ellas para Clift como mejor actor. A partir de su rodaje, Montgomery y Elizabeth trabaron una íntima amistad de por vida. En Yo confieso (1953) de Alfred Hitchcock, drama de intriga con Anne Baxter, Karl Malden y Brian Aherne, fue un sacerdote con problemas de conciencia y en Estación Termini (1953) de Vittorio De Sica interpretó al amante italiano de una ama de casa americana casada y madre, encarnada por Jennifer Jones. Un díscolo y acosado soldado ex-boxeador en el Hawaii de los días del ataque japonés a Pearl Harbor fue su papel en De aquí a la eternidad (1953) de Fred Zinnemann, drama de historias cruzadas que adaptaba la novela homónima de James Jones, con Burt Lancaster, Deborah Kerr, Frank Sinatra y Donna Reed, film candidato al Oscar en trece categorías (Clift lo fue por tercera vez como mejor actor protagonista) y ganador en ocho, que logró un éxito masivo. La dificultad que le suponía conciliar un estrellato que no le complacía con su vida personal, que a toda costa quería ocultar, le empujó a iniciar una cuesta descendente. Tras rechazar diversas ofertas de películas, Clift decidió en 1954 volver al teatro en Broadway y actuar por un breve periodo en "La gaviota" de Chejov.
Durante los casi dos años siguientes, Clift, que no estaba ligado contractualmente con ningún estudio, continuó negándose a aceptar ninguno de los muchos papeles que le ofrecían en Hollywood. Su creciente tormento interno le llevó a consumir cada vez mayores cantidades de alcohol y drogas que iban minando su salud física y mental. Cuando se encontró sin dinero, influido por su gran amiga Elizabeth Taylor, decidió finalmente ceder a la oferta de M.G.M. para protagonizar una superproducción (la más cara hasta entonces en la historia del estudio) que llevaría a la pantalla la novela "Raintree County", ambientada en la Guerra de Secesión americana. Edward Dmytryk sería el director y Elizabeth Taylor y Eva Marie Saint le seguirían en los créditos. Cuando se había rodado casi la mitad de la película, un brumoso amanecer de mayo de 1956 en que volvía de una cena en casa de Liz Taylor y su entonces marido Michael Wilding, el Chevrolet que Clift conducía se estrelló contra un poste de telégrafos. El actor resultó muy malherido: sufrió conmoción cerebral, se rompió la nariz, que quedó aplastada, se partió el labio superior, se fracturó la mandíbula superior izquierda hasta la oreja y perdió varias piezas dentales. Su amigo Kevin McCarthy, que le antecedía en su propio automóvil, presenció el accidente por el retrovisor; al acercarse a aquel amasijo de hierros, encontró a Clift bañado en sangre y volvió para avisar de lo ocurrido a Wilding, Taylor y Rock Hudson (también presente en la velada), quienes corrieron a socorrerlo. Cuando llegó un médico, Taylor (que había entrado al coche por el maletero y reptó desde alli hasta los asientos delanteros), sostenía la cabeza de un Clift semi-inconsciente en su regazo. Cuentan que le había salvado la vida, arrancando con su propia mano las piezas dentales incrustadas en la garganta de Monty. Mientras llegaba una ambulancia, al doctor y a Hudson les llevó casi media hora sacarlo del maltrecho vehículo. Clift fue hospitalizado y pasó por un suplicio de intervenciones quirúrgicas los siguientes meses. Con todo, su rostro quedó hinchado y desfigurado (el lado izquierdo, paralizado). A medida que se fue recuperando, los ejecutivos de M.G.M. presionaron para que el actor se reincorporase al rodaje, que finalmente concluiría en otoño. Su dolor físico y anímico hizo que Clift reincidiese en el alcoholismo y multiplicase la ingesta de fármacos y drogas.
Después del estreno de El árbol de la vida (1957), película bien recibida por el público pero que no gustó a la crítica y en la que visiblemente se alternan escenas rodadas antes y después del accidente de Clift, el actor apareció en El baile de los malditos (1958), también de Edward Dmytryk, drama bélico con Marlon Brando y Dean Martin donde realizó la interpretación que más le satisfizo de toda su carrera, un soldado americano judío, Corazones solitarios (1958) de Vincent J. Donehue, drama con Robert Ryan, Myrna Loy, Dolores Hart y Maureen Stapleton, y De repente, el último verano (1959) de Joseph L. Mankiewicz, absorbente y angustiosa adaptación de una obra de Tennessee Williams, con Elizabeth Taylor y Katharine Hepburn.
En los primeros años de la década siguiente participó en cuatro importantes películas: Río salvaje (1960) de Elia Kazan, drama rural sureño con Lee Remick y Jo van Fleet, Vidas rebeldes (1960) de John Huston, conmovedor drama donde compartió créditos con Clark Gable y Marilyn Monroe en la que sería última película de los ambos, ¿Vencedores o vencidos? (1961) de Stanley Kramer, drama judicial sobre los procesos de Nuremberg, con Spencer Tracy, Burt Lancaster, Richard Widmark, Marlene Dietrich, Maximilian Schell y Judy Garland, film donde durante sólo doce minutos interpretó de forma estremecedora a un discapacitado mental judío esterilizado por los nazis, papel por el que fue candidato al Oscar al mejor actor de reparto, y Freud, pasión secreta (1962) de John Huston, drama biográfico sobre el creador del psicoanálisis, con Susannah York, Larry Parks y Susan Kohner. En esta época Clift ya mostraba problemas de memoria, a los que se añadían dificultades en su visión (padecía de cataratas prematuras). Su último rodaje había supuesto constantes desencuentros con John Huston, que derivaron en el descrédito profesional de Clift: Ninguna productora en Hollywood quería contratarlo. Contaba con 42 años y una carrera arruinada.
El actor pasó los últimos años de su vida en Nueva York. Aun sufriendo un progresivo deterioro en su salud y padecer constantes dolores en la espalda y agarrotamiento de piernas, de noche solía salir a buscar plan en la calle 42 y muchas veces fue víctima de extorsiones y tuvo sórdidos problemas con los hombres que llevó a casa. Desde 1958 había establecido una secreta relación con un muchacho francés llamado Giles, de vida depravada, a quien dejó instalarse en su casa y que en un principio fue su compañero de cama y recadero. En público lo presentaba como su secretario, en privado le permitía organizar en su residencia fiestas gays con desconocidos. Ambos compartían drogas, borracheras y peleas. La relación se fue enrareciendo y en 1963 Giles tuvo dos intentos de suicidio. Después Monty rompió con él definitivamente. Su sustituto fue un joven negro llamado Lorenzo James, quien resultó ser un responsable y eficiente cuidador (se dice que también amante) y que vivió con Monty hasta su muerte.
En 1964 Liz Taylor convenció a Clift para que aceptase el papel protagonista junto a ella en "Reflejos en un ojo dorado", que dirigiría John Huston. El proyecto se fue demorando más y más y cuando la película empezó a rodarse Clift ya habia muerto, siendo sustituido por Marlon Brando. Para demostrar a su amiga que aún podía trabajar Clift se avino a actuar en una coproducción franco-alemana, El desertor (1966), un thriller rodado en Munich que produjo y dirigió el belga Raoul Lévy, donde compartió créditos con Hardy Krüger y Macha Méril y en el que también interpretó un papel su amigo Roddy MacDowall. El rodaje, que le supuso un gran esfuerzo, concluyó en abril y cuando Clift regresó a Nueva York, pasó la mayor parte del tiempo encerrado en su habitación, consciente de que estaba destrozado física y anímicamente. La repetidas dosis de Demerol, analgésico que se inyectaba para sus agónicos dolores, llegaron a producirle paranoia y alucinaciones. La mañana del 23 de julio de 1966, Lorenzo encontró su cadáver desnudo en su cama. La autopsia dictaminó una oclusión de la arteria coronaria como causa de la defunción.
Montgomery Clift by Stanley Kubrick |
Montgomery Clift by Stanley Kubrick |
Montgomery Clift by Stanley Kubrick |
Montgomery Clift with Kevin McCarthy's family by Stanley Kubrick |
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