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martes, 25 de agosto de 2020

Georg Wilhelm Pabst (Raudnitz, Bohemia, Austro-Hungarian Empire, now Czech Republic, 25-8-1885 / Vienna, Austria, 29-5-1967): In memoriam

ÚLTIMO MAESTRO DEL EXPRESIONISMO ALEMÁN

Hoy es aniversario natal del director, guionista y productor cinematográfico austriaco Georg Wilhelm Pabst, también conocido como G. W. Pabst. Entre 1923 y 1933, años de la República de Weimar que finalizó abruptamente con el ascenso nazi, fue uno de los cineastas más relevantes del cine alemán (hasta 1929 con películas silentes de controlado estilo expresionista (1) y después con varios títulos clásicos del primer cine sonoro). Hombre de gran cultura y profundo humanista, situado políticamente a la izquierda, entre el germanismo y el espíritu europeo, fue un apasionado creador dividido entre la razón y el romanticismo, la lucidez y la fascinación. En lo mejor de la producción de este gran autor prevalece el propósito de golpear las conciencias de una sociedad corrupta e hipócrita, destacando los vínculos de clase que relacionan sexo y explotación. Sentó un importante precedente para el cine psicológico y erótico con obras maestras como Bajo la máscara del placer (1925), el film europeo más destacado de Greta Garbo antes de marchar a Hollywood, y dos míticos melodramas iluminados por la personalidad mágica de Louise Brooks: La caja de Pandora (1929) y Tres páginas de un diario (1929), que convirtieron en leyenda intemporal a la estrella americana. En todo caso, durante décadas, el conjunto de su obra no ha sido suficientemente revisado, estudiado y valorado. Pabst dejó asímismo la contundente impronta de su poderosa creatividad en films sonoros menos conocidos hoy como Cuatro de infantería (1930), La comedia de la vida (1931), Carbón (1931) o Don Quijote (1933).
Hijo de un oficial de  una compañía ferroviaria que soñaba con verle ingeniero, Georg Wilhelm Pabst creció en Viena, donde estudió dos años en la Academia de Artes Decorativas, eligiendo el teatro. Debutó como actor en Zurich (Suiza) en 1905 y luego continuó su carrera en Austria y Alemania. En 1910 viajó a los Estados Unidos e ingresó en la Compañía del Teatro Popular Alemán de Nueva York, donde alternó sus trabajos como actor con la ayudantía de dirección escénica. El elevado número de residentes de la colonia alemana en Nueva York hizo posible que esta compañía representara sus obras en alemán, y allí Pabst comenzó a labrarse una considerable reputación como director de escena. En 1914 fue enviado a Alemania para contratar nuevos actores dispuestos a incorporarse a la compañía pero, de paso por París, le sorprendió el estallido de la Primera Guerra Mundial. Siendo de origen austriaco, fue conducido como prisionero de guerra a un campo de concentración en Brest, donde pasó los cuatro años de la contienda. Quizá por ello salvó su vida, pero allí hubo de soportar difíciles situaciones personales que dejaron una huella profunda en su vida posterior y en su obra cinematográfica.
Una vez liberado se estableció en Viena, donde dirigió el vanguardista Neuer Wiener Theater, especializado en el innovador género kammerspiel, que, originado por Max Reinhardt, revolucionó el teatro buscando una proximidad mayor con un público reducido y que los espectadores pudieran captar hasta los gestos más sutiles de los actores. La falta de medios económicos es suplida con imaginación, y esta labor relanza la interrumpida carrera de Pabst. Sus montajes intimistas y la profundización en la psicología de los personajes le convierten en sujeto apetecible para las empresas cinematográficas, en un momento en el que se está evolucionando hacia películas más densas y elaboradas. Es por ello que en 1921 Pabst funda en Berlín con su amigo Carl Froelich una productora que llevó el nombre de este director alemán ya establecido. Trabajando como ayudante de dirección para Froelich, incluso efectuó una única intervención en la pantalla como actor. Finalmente debutó como director cinematográfico con El tesoro (1923), drama expresionista con Albert Steinrück y Lucie Mannheim donde muestra sus inquietudes por escudriñar en la psique de los personajes. Este título prefigura algunos rasgos que posteriormente desarrolló a lo largo de su carrera: el odio entre personas como consecuencia de la falta de dinero, el naturalismo en la descripción de los sentimientos o la imparable fuerza del erotismo y el amor.
Recién casado en 1924 con Gertrude Hennings, con la que tendría dos hijos, estrenó La Condesa Donelli (1924), drama con Paul Hansen, Henny Porten y Ferdinand von Alten, film de encargo (hoy perdido) para el que se pedía poco más que oficio y cierta elegancia narrativa. A continuación realizó Bajo la máscara del placer (1925), también conocida como La calle sin alegría,  una de las  primeras películas del movimiento conocido cono 'nueva objetividad', drama social con Asta Nielsen, Greta Garbo (en su segundo rol protagónico y último en el cine europeo) y Werner Krauss, acerca del horror y la miseria que dejó la Primera Guerra Mundial en Viena. Con esta cinta, que circuló con cortes de censura por varios países y fue prohibida en Gran Bretaña, obtuvo un enorme éxito de crítica y público, y comenzó la etapa más relevante del director austriaco, que sumaría varias obras maestras. En Misterios de un alma (1926), sugestivo drama psicológico con Werner Krauss y Ruth Weyher, inspirado en las teorías psicoanalíticas de Sigmund Freud, entonces en pleno apogeo, participaron como asesores de rodaje varios discípulos directos de Freud, película nuevamente censurada que planteaba un argumento audaz para la época: la influencia de los celos en la impotencia sexual masculina. El espejo de la dicha (1926), drama con Werner Krauss y Lili Damita, film hoy perdido, se basó en la obra "Con el amor no se juega" de Alfred de Musset. Posteriormente, en El amor de Jeanne Ney (1927), vigoroso drama basado en una novela de Ilja Ehrenburg, con Édith Jéhanne, Uno Henning y Fritz Rasp, supera lo que podría ser un melodrama romántico al uso y ofrece un sólido reflejo de la sórdida y terrible realidad de una posguerra que en la década de los 20 llevaría a Europa a la desintegración.
Después abordó lo que se conoce como su atrevida y mundialmente famosa 'trilogía erótica', que le afianzaría como uno de los cineastas de universo más atormentado y escéptico. Su negativa visión de la sociedad y su ideología izquierdista se unen en ella para crear unos largometrajes donde los ricos salen malparados y la pobreza es vista como algo que conduce de manera inexorable a la prostitución carnal o moral. La liberación sexual de las mujeres es uno de los escasos elementos positivos que aparecen en el horizonte, aun siendo un arma de doble filo que puede conducir a la aniquilación femenina. Se inicia con Crisis (1928),  también conocida como Por el mal camino, drama con Gustav Diessl y Brigitte Helm centrado en un matrimonio burgués en el que la esposa se siente frustrada sexualmente hasta que encuentra posibles amantes en el Berlín nocturno. La segunda entrega es La caja de Pandora (1929), obra cumbre del expresionismo alemán basada en las obras "El espíritu de la tierra" y "La caja de Pandora" de Frank Wedekind, con Louise Brooks (convertida en deslumbrante estrella internacional con esta película), Fritz Kortner y Francis Lederer. En una intrincada trama melodramática, muestra el funesto devenir de Lulu, una hermosa, seductora, amoral y promiscua femme fatal cuyos encantos llevan a la perdición de cuantos la desean y a su propia destrucción. Asímismo escandalosa fue considerada en su día Tres páginas de un diario (1929), melodrama con Louise Brooks, Josef Rovenský y Fritz Rasp, en el que una joven inocente se convierte en madre soltera tras una violación y es repudiada por su familia, que la interna en un inhumano reformatorio, del que escapa para ejercer la prostitución en un burdel de clase alta. Estas últimas películas silentes coincidieron con la eclosión del cine sonoro y no tuvieron el éxito que merecían, además de desencadenar un alud de críticas por su supuesta 'obscenidad' y una dificultosa distribución que no excluyó alteraciones en el montaje de las mismas en diversos países. Hubo que esperar a los años 50 para que la crítica francesa e internacional, encabezada por Henri Langlois, redescubriese a la bellísima y enigmática Louise Brooks como icono erótico paradigmático del cine silente y con ello a Pabst como gran artífice del mito.
Su último film silente fue Prisioneros de la montaña (1929), drama de alpinismo que codirigió junto a Arnold Franck, con Leni Riefenstahl, Gustav Diessl y Ernst Udet, e inmediatamente después se adaptó brillantemente al sonoro con Cuatro de infantería (1930), impactante y desolador drama bélico ambientado al final de la I Guerra Mundial, con Fritz Kampers, Gustav Diessl, Hans-Joachim Möbis y Claus Clausen, donde poniendo en práctica su concepto de 'nueva objetividad', muestra descarnadamente las funestas consecuencias de la dolorosa y terrible realidad, tanto en las trincheras como en la retaguardia, de lo que no era sino una feroz contienda económica entre potencias imperialistas mundiales para repartirse el mundo y en la que los soldados, muertos por millones, fueron mera carne de cañón, ajenos al motivo por el que lucharon. Impactante alegato antibelicista, sentó precedente en el cine de su género y obtuvo aclamación crítica. Apenas tres años después de su estreno, Hitler accedió al poder y Joseph Goebbels, ministro de propaganda del Tercer Reich, la incluyó entre las películas prohibidas por el gobierno nacionalsocialista, acusando a Pabst de 'derrotismo cobarde' y de ofrecer una visión sesgada del conflicto. Su filmografía prosigue con Escándalo en torno a Eva (1930), comedia con Henny Porten,  y La comedia de la vida (1931), adaptación de la exitosa obra musical "La ópera de cuatro cuartos" de Bertolt Brecht (quien renunció a participar en el proyecto) y Kurt Weill, de la que Pabst rodó dos versiones: una en alemán y otra en francés (el protagonista Mackie Messer fue encarnado por Rudolf Foster en la primera y por Albert Préjean en la segunda). Sátira incisiva e implacable de un orden social corrupto en todas sus instituciones, que utilizando un humor corrosivo contra el capitalismo y la moral hipócrita de su tiempo, suscitó una polémica de considerable alcance en Europa. Los nazis también la prohibirían. En cambio, Carbón (1931), también conocida como Camaradería, drama con Alexander Granach, Fritz Kampers, Daniel Mendaille y Ernst Busch, apenas tuvo fortuna en las taquillas, aunque Pabst firmaba con ella una de sus obras más perfectas, a medio camino entre el expresionismo y la 'nueva objetividad'. Formulada como un alegato contra la guerra y por la amistad entre los pueblos, reconstruye un desastre minero ocurrido en 1906 en la frontera entre Francia y Alemania que se cobró más de mil vidas: Trasladando la acción a 1919, un grupo de mineros alemanes acude al rescate de sus compañeros franceses, atrapados bajo tierra.
Pero el público empezaba a cansarse de las películas de agitación política, y acaso temiendo haber llegado demasiado lejos en su compromiso, 'Pabst el rojo', como le llamaban entonces, retrocede a un cine más escapista y se propone llegar a un mercado más amplio con La Atlántida (1932), fantasía de aventuras basada en la novela de Pierre Benoît, de la que rodó tres versiones; en alemán, en francés y en inglés, todas ellas con Brigitte Helm como protagonista femenina, respectivamente acompañada en cada una por Heinz Klingenberg, Pierre Blanchar y John Stuart. En Francia, poco antes del ascenso nazi al poder, rueda Don Quijote (1933), adaptación musical de la famosa novela de Cervantes, en tres versiones, francesa, inglesa y alemana, todas protagonizadas por Feodor Chaliapin. El film perdió dinero pero es considerado la última obra importante de Pabst. Le siguieron De arriba a abajo (1933), comedia con Jean Gabin y, su única película en Hollywood, El secreto de una noche (1934), drama producido por Warner Bros., con Richard Barthelmess y Jean Muir. Sin más oportunidades de trabajo, Pabst consume su tiempo en América y, desilusionado, retorna a Europa. De nuevo en Francia, dirige Salónica, nido de espías (1937), thriller ambientado en la I Guerra Mundial, con Pierre Blanchar, Dita Parlo, Pierre Fresnay, Viviane Romance y Roger Karl, El drama de Shanghai (1938), drama de espionaje con Christl Mardayn, Louis Jouvet y Raymond Rouleau, y La ley sagrada (1939), drama en un internado femenino, con Micheline Presle y Marcelle Chantal
Desde 1938 planeaba emigrar de nuevo a los Estados Unidos, intentando evitar las presiones de Goebbels para que regresase a Alemania, donde no rodaba desde 1931. La fatalidad se lo impidió: En 1939 volvió a Berlín para asistir al entierro de su suegro y después a Viena para el de su padre. Ya tenía  pasaje para cruzar el Atlántico, pero a causa de las circunstancias tuvo que aplazar el viaje. Se ocultó en casa de su madre y apenas salía a la calle para que nadie lo reconociera. Compró nuevos pasajes para viajar con su familia a los Estados Unidos, pero ese mismo día Alemania invadía Polonia e inmediatamente Francia e Inglaterra declararon la guerra al Tercer Reich. Como quiera que Italia era aún neutral, Pabst decidió fugarse vía Roma, pero cuando iba a salir de Viena sufrió una caída por culpa del equipaje tan pesado que llevaba encima y se tuvo que quedar en Austria a recuperarse. Convencido por su esposa alemana, volvió a Berlín, donde en principio se resistió a colaborar activamente con la propaganda nazi, al contrario que otros colegas. Más tarde se da cuenta de que debe moderar sus planteamientos para evitarse problemas y, ya bajo los auspicios de Goebbels, filma dos películas de temática histórica que en parte incomodan al régimen de Hitler, pero que por otro lado son instrumentalizadas como símbolo de las presuntas libertades de las que gozan los creadores en Alemania: Los comediantes (1941), drama sobre el teatro germano en el siglo XVIII, con Käthe Dorsch, Hilde Krahl y Henny Porten, y Paracelsus (1943), drama biográfico con Werner Krauss interpretando al famoso médico, alquimista y astrólogo suizo.  Este segundo largometraje fue empleado hábilmente por el régimen nazi para difundir un mensaje en defensa de sus ideas. Pabst, por comodidad o por cobardía, accedió a la mascarada y se convirtió en un ejemplo de artista 'independiente' dentro del nazismo. Le utilizaron y él dejó que lo hicieran. El caso Molander (1945), drama con Paul Wegener, Irene von Meyendorff y Werner Hinz, fue rodado en Praga y, justo al terminarlo, fue secuestrado por los invasores soviéticos.
Una vez restablecida la paz se establece en Viena e, intentando rehabilitarse de las pasadas claudicaciones, dirige dos producciones austriacas: El proceso (1948), drama ambientado en el siglo XIX que denuncia el antisemitismo, con Ewald Balser, Maria Eis y Ernst Deutsch, film por el que fue premiado como mejor director en el Festival de Venecia, y Profundidades misteriosas (1949), drama con Paul Hubschmid, Ilse Werner y Stefan Skodler. Sus siguientes títulos son producciones italianas o alemanas: La conciencia acusa (1953), drama religioso con Aldo Fabrizi, Jean Marais, Daniel Gélin, Franck Villard y Cosetta Greco, Cosas de locos (1954), comedia con Aldo Fabrizi y Carla Del Poggio, La confesión de Ina Kahr (1954), drama criminal con Curd Jürgens y Elisabeth Müller, El último acto (1955), dramatización, basada en relatos de testigos oculares, de los últimos diez días de Hitler, su amante Eva Braun y sus secuaces militares en un búnker subterráneo (2), con Albin Skoda, Oskar Werner, Lotte Tobisch y Willy Krause, Sucedió el 20 de julio (1955), thriller con Bernhard Wicki que reconstruye minuciosamente el fallido complot urdido por algunos oficiales del ejército alemán para asesinar a Hitler en 1944 (3). Mucho menor interes despiertan sus dos últimas películas: Rosas para Bettina (1956), drama musical con Willy Birgel, Elisabeth Müller e Ivan Desny, y Los bosques de mis sueños (1956), comedia de época con Eva Bartok y Karl Schönböck.
Pabst también dirigió cuatro óperas en Italia en 1953: "La forza del destino" de Verdi en Florencia, con  Renata Tebaldi y Mario del Monaco; una espectacular "Aida" de Verdi en Verona, con Maria Callas y Mario del Monaco; "Il trovatore" de Verdi y, de nuevo, "La forza del destino".
Sus últimas alegrías le llegaron desde España. En el último año de su vida, el Festival de Valladolid primero y la Filmoteca Nacional después, en Madrid y Barcelona, le rindieron homenaje. Ya llevaba más de una decada retirado cuando falleció, practicamente en el olvido, a la edad de 81 años.
En décadas recientes, críticos e historiadores han revisado la obra de Georg Wilhelm Pabst para colocarla en el lugar que merece dentro de la historia del cine.


(1)  Entre las principales figuras del expresionismo alemán en el cine silente figuran directores como Paul Wegener, Robert Wiene, Friedrich Wilhelm Murnau, Fritz Lang o Paul Leni. Su influencia procedía de la pintura expresionista y, más adelante, del teatro de cámara (kammerspiel) de Max Reinhardt. El más realista y moderado expresionismo de Pabst transforma estos antecedentes con la 'nueva objetividad', concepto también utilizado en el teatro de Bertolt Brecht y en la pintura alemana de los años 20.
 
(2)  "El último acto" (1955) constituye un buen ejemplo de la influencia de Pabst en el cine posterior. Su planteamiento fue imitado por Oliver Hirschbiegel en "El hundimiento" (2004) medio siglo después.

(3)  "Sucedió el 20 de julio" (1955) narra los mismos acontecimientos que llevó a la pantalla Bryan Singer en "Valkyria" (2008) con Tom Cruise interpretando al fallido magnicida Claus von Stauffenberg. Diversas secuencias de ésta son calcadas de la primera.

 

 

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