HOMENAJE A BERNARD HERRMANN Y SU OBRA MAESTRA
Hoy se cumplen cuarenta años del fallecimiento del compositor estadounidense Bernard Herrmann. Autor de gran número de bandas sonoras para el cine, se le reverencia principalmente por sus colaboraciones en siete películas de Alfred Hitchcock y, de modo muy especial, por la bellísima partitura de "Vertigo". Con tal motivo, añadido a un video resumen de ese film, reproducimos aquí íntegro el interesante y documentado artículo sobre autor y obra publicado por Pedro Grimalt en su blog Los susurros del noctámbulo.
Bernard Herrmann y la banda sonora de Vértigo
Si bien en el momento de su estreno fue recibida generalmente con una
gran frialdad, hoy por hoy la mayoría de críticos e historiadores
cinematográficos se refieren a Vértigo (id, Alfred
Hitchcock, 1958) como a una de las grandes obras del séptimo arte. Sin
duda una de las películas más personales de Hitchcock, Vértigo
es la fascinante, onírica y bellísima historia de un amor que va más
allá de los límites impuestos por la muerte. El empeño del detective
Scottie Ferguson (James Stewart) por transformar físicamente a Judy (Kim
Novak) con el fin de que se parezca lo máximo posible a la fallecida
Madeleine (de nuevo Novak), en un desesperado intento de revivir el gran
amor de su vida, sirve a Hitchcock para llevar a cabo un impresionante
poema visual sobre el deseo, el amor y la muerte. Y es que Vértigo es ante todo la historia del deseo de un hombre hacia una mujer muerta o, incluso, hacia una mujer que nunca existió.
Si Vértigo es para muchos la más hermosa película filmada por
Hitchcock su banda sonora suele ser considerada también como la más
perfecta colaboración entre su director y el compositor de Psicosis (Psycho, Alfred Hitchcock, 1960). Y es que sin lugar a dudas la partitura musical compuesta por Bernard Herrmann
contribuye notablemente a crear la irrepetible atmósfera de esta obra
maestra del cine; tal y como escribió Eugenio Trías en su excelente y
muy recomendable libro Vértigo y pasión. Un ensayo sobre la película “Vértigo” de Alfred Hitchcock
(Taurus, Madrid, 1998, pág. 42), “sorprende en este film la partitura
musical de Bernard Herrmann, hasta el punto de que no se sabe muy bien
si la película es una evocación de esa prodigiosa banda musical o ésta
constituye el entramado fílmico y melódico que concede al film su
verdadero armazón”. Si Trías nombra como referentes de Vértigo a
los mitos de Tristán e Isolda, Orfeo y Eurídice o Pigmalión y Galatea,
la banda sonora se suma a esta lista de citas rindiendo tributo a la
música wagneriana y a la de otros compositores como Georges Bizet o Jean
Sibelius.
La película se inicia con unos justamente famosos títulos de crédito
diseñados por Saul Bass: éstos se inician con imágenes del rostro de una
mujer hasta que la cámara parece adentrarse en su ojo; a partir de aquí
una serie de imágenes en espiral sugieren tanto el vértigo que padecerá
el protagonista como el carácter circular de la historia. El Preludio
compuesto por Herrmann para ilustrar esta secuencia introductoria
también sugiere esa espiral gracias a la música envolvente y de
estructura circular; se trata de una melodía misteriosa que sugiere la
idea de cambio o transformación, algo que refuta el hecho de que solo
vuelva a aparecer, muy brevemente, en otro momento de la película: el
encadenado de imágenes que muestra la transformación física de Judy en
Madeleine. Tras los créditos se desarrolla una persecución nocturna en
los tejados de San Francisco durante la cual Scottie descubrirá su
vértigo; aparece aquí un motivo musical rápido, intenso y agobiante que
reaparecerá durante otra persecución de trágico desenlace: la secuencia
en la que el detective trata de evitar el suicidio de Madeleine en el
campanario.
Sin embargo es en relación al misterioso y seductor personaje de
Madeleine donde Herrmann da rienda suelta a todo su romanticismo. La
inolvidable presentación de la dama se produce cuando Scottie la ve por
primera vez en el restaurante Ernie’s: un magnífico travelling de
acercamiento nos la presenta de espaldas, vestida con un elegante
vestido rojo. La música está aquí en perfecta comunión con las imágenes:
Herrmann empieza a desarrollar lentamente el motivo para cuerda
asociado a Madeleine, sonando en toda su plenitud justo en el momento en
el que las miradas de la mujer y de Scottie están a punto de
entrecruzarse. Este tema ha sido comparado frecuentemente con las
melodías más líricas compuestas por Richard Wagner para Tristán e Isolda;
sin embargo hay que recordar que la temática de Tristán es una de las
referencias culturales adoptadas por la película, por lo que la
referencia musical no es gratuita sino coherente con las imágenes a las
que acompaña. El tema de Madeleine, que siempre aparece asociado a la
mirada amorosa de Scottie sobre esta mujer, reaparece con un ritmo
lento, acompañada de arpas y trombas, durante las largas y silenciosas
escenas en las que el protagonista sigue a la mujer por las calles de
San Francisco.
Más allá del tema de Madeleine, el compositor parte de él para crear un
tema de amor que expresa la pasión que surge entre los protagonistas.
Aparece con un ritmo rápido cuando se produce el primer beso entre
Scottie y Madeleine en las proximidades de una playa, y de manera
entrecortada, presagiando la tragedia, cuando ambos vuelven a besarse
justo antes de que ella se quite la vida. Pero en donde el tema alcanza
toda su plenitud es en la secuencia crucial de la película, una de las
más memorables de toda la obra de Hitchcock: el momento en el que
Scottie ve a Judy por fin transformada completamente en la difunta
Madeleine. Se trata de una secuencia extraordinaria que Hitchcock remata
con un plano circular que rodea a los dos amantes fundiéndose en un
apasionado beso, momento durante el cual Scottie siente que al fin ha
recuperado a su amada y se ha redimido de su pasado. De forma muy
coherente es aquí cuando Herrmann desarrolla el tema romántico en todo
su esplendor, si bien la coda musical de dicho tema solo aparecerá, de
forma rotunda y elegíaca, en la última imagen de la película, cuando el
destino haya sellado para siempre esta inquietante historia de amor.
Herrmann también compone un motivo asociado a Carlotta Valdés, mujer
fallecida muchos años atrás pero cuya presencia se manifiesta
constantemente en la vida de Madeleine. Dicho tema musical consiste en
una habanera en ocasiones comparada con la que compuso Georges Bizet
para la ópera Carmen y con el Vals triste de Jean
Sibelius. La elección de la habanera está justificada por el origen
hispano de Carlotta, pero además Herrmann juega con ella con diferentes
ritmos según las diferentes escenas a las que acompaña: la visita a un
museo en donde se encuentra el retrato de Carlotta, las secuencias
desarrolladas en la misión en donde residió y el cementerio en donde
está enterrada, así como las diversas referencias verbales de Madeleine
hacia esta mujer. Sin embargo será durante la secuencia de la pesadilla
de Scottie cuando la habanera aparecerá de forma más intensa y con el
acompañamiento de unas castañuelas. Apuntar también el uso del órgano en
varias escenas siempre para subrayar el carácter mortuorio del recuerdo
de Carlotta y el trágico destino al que éste conlleva, destacando en
ese sentido su aparición en el desenlace de la película.
También
hay que destacar la inteligencia de Hitchcock y Herrmann a la hora de
escoger la música diegética del film. Ésta aparece asociada siempre al
personaje de Midge (Barbara Bel Geddes), antigua novia de Scottie y que
representa para él un mundo domesticado y convencional contrapuesto al
ensoñador y fascinante mundo que representa Madeleine. Así, la música de
Mozart y Bach que escucha Midge es la contraposición del acompañamiento
musical, romántico y wagneriano, que Herrmann asocia a Madeleine. En
palabras de Eugenio Trías “el contraste entre lo diurno y lo nocturno
atraviesa todo el film. Scottie, a medida que va adentrándose en el
laberinto de su deseo, parece encontrarse consigo en paseos noctámbulos
por una ciudad jalonada de semáforos. Su novia Midge representa la
quintaesencia de la vida diurna: también la música de Mozart. La
consagración de la noche tiene lugar, por primera vez, bajo la
advocación intimidante de la música procedente de la cantera de Tristán,
en el restaurante Ernie’s” (Vértigo y pasión…, pág. 52).
El lirismo de la banda sonora y la relación que se establece entre la música y las imágenes a las que acompaña hacen de Vértigo
un clásico indiscutible de la música cinematográfica, siendo en mi
opinión no solo la mejor colaboración entre Hitchcock y Herrmann sino
también la más inolvidable creación de su extraordinario compositor.
Bibliografía consultada:
- Alberich, Enrique: Alfred Hitchcock. El poder de la imagen. Dirigido Por SA, Barcelona, 1987.
- Cueto, Roberto: Cien bandas sonoras en la Historia del Cine. Editorial Nuer, Madrid, 1996.
- Navarro, Heriberto y Navarro, Sergio: Música de cine: historia y coleccionismo de bandas sonoras. Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid, 2003.
- Trías, Eugenio: Vértigo y pasión. Un ensayo sobre la película “Vértigo” de Alfred Hitchcock. Taurus, Madrid, 1998.
- Truffaut, François: El cine según Hitchcock. Alianza, Madrid, 1990.
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