CANTOR DEL AMOR HERIDO, DE LA VIDA Y DE LA MUERTE
Hoy se cumplen 105 años del nacimiento del poeta y dramaturgo español Miguel Henández. Adscrito a la Generación del 27, destacó por la hondura y autenticidad
de sus versos, reflejo de su compromiso social y político. En su obra, la calidad estilística de sus poemas, resultado de su
apasionada lectura de los clásicos españoles del Siglo de Oro, va unida a
una estremecedora fuerza expresiva. La voz vehemente y desgarrada del
poeta convierte el amor, la vida y la muerte en una experiencia poética
marcada por una vitalidad trágica. Víctima a lo largo de su vida de tantas injusticias, su última producción, en gran parte escrita en las cárceles donde el régimen franquista le recluyó en penosas circunstancias, lo convierte en uno de los más altos poetas españoles de todos los tiempos. Su obra abrió caminos a la poesía española de posguerra y se proyectó hacia los jóvenes salidos de la contienda, sin duda desorientados y confusos y algunos hasta casi sin voz.
Nacido en el seno de una familia humilde y criado en el
ambiente campesino de Orihuela, de niño fue pastor de cabras y no tuvo
acceso más que a estudios muy elementales, por lo que su formación fue
autodidacta.
Su interés por la literatura lo llevó a profundizar en la obra de algunos clásicos, como Garcilaso de la Vega o Luis de Góngora,
que posteriormente tuvieron una marcada influencia en sus versos,
especialmente en los de su etapa juvenil. También conoció la producción
de autores como Rubén Darío o Antonio Machado.
Participó en las tertulias literarias locales organizadas por su amigo
Ramón Sijé, encuentros en los que se relacionó con la que luego fue su
esposa e inspiradora de muchos de sus poemas, Josefina Manresa.
Con veinticuatro años viajó a Madrid y conoció a Vicente Aleixandre y a Pablo Neruda; con este último fundó la revista Caballo Verde para la Poesía.
Las ideas marxistas del poeta chileno tuvieron una gran influencia
sobre el joven Miguel, que se alejó del catolicismo e inició la
evolución ideológica que lo condujo a tomar posiciones de compromiso
beligerante durante la Guerra Civil.
Tras el triunfo del Frente Popular colaboró con
otros intelectuales en las Misiones Pedagógicas, movimiento de carácter
social y cultural. En 1936 se alistó como voluntario en el ejército
republicano. Durante la contienda contrajo matrimonio con Josefina
Manresa, publicó diversos poemas en las revistas El Mono Azul, Hora de España y Nueva Cultura,
y dio numerosos recitales en el frente. El fallecimiento de su primer
hijo (1938) y el nacimiento del segundo (1939) se añadieron como motivo
inspirador de su obra poética.
Terminada la guerra regresó a Orihuela, donde fue
detenido. Condenado a muerte, luego se le conmutó la pena por la de
cadena perpetua. Después de pasar por varias prisiones, murió a los 31 años en el
penal de Alicante víctima de un proceso tuberculoso: de esta forma se
truncó una de las trayectorias más prometedoras de las letras españolas
del siglo XX.
La poesía de Miguel Hernández
Aunque cronológicamente el autor debería
pertenecer a la llamada promoción del 35, de la que formaron parte
poetas como Luis Rosales o Leopoldo María Panero, el estilo de su obra y su relación
con los representantes de la Generación del 27 hacen que se le
considere el miembro más joven de esta última, el "genial epígono del
grupo" en palabras de Dámaso Alonso. Su trayectoria como escritor dio
comienzo con algunas colaboraciones en la revista de tendencia católica El Gallo Crisis, dirigida por Ramón Sijé.
Su primer volumen de versos, Perito en lunas
(1933), está formado por 42 octavas reales en las que los objetos
cotidianos y humildes son descritos con un hermetismo formal en el que
trasluce claramente el magisterio gongorino. Sin embargo, en otros
poemas de la misma época se intuye una mayor soltura verbal y el inicio
de su compromiso con la causa de los desheredados.
En 1934, después de dar a conocer en la revista Cruz y Raya el auto sacramental Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras, de carácter calderoniano, comenzó la que a la postre fue considerada su obra maestra y de madurez, El rayo que no cesa (1936).
La vida, la muerte y el amor (éste como hilo conductor del poemario)
son los ejes centrales de un libro compuesto mayoritariamente por
sonetos y deslumbrante en su conjunto, aunque destaca alguna elegía como
la dedicada a la muerte de Ramón Sijé, escrita en tercetos encadenados y
considerada una de las más importantes de la lírica española de todos
los tiempos.
Durante la Guerra Civil cultivó la llamada poesía de guerra: su fe republicana se plasmó en una serie de poemas reunidos en Viento del pueblo
(1937), que incluyó la "Canción del esposo soldado", dirigida a su
mujer, y otras creaciones famosas, como "El niño yuntero". También en
este período concibe El hombre acecha (1939), que manifiesta su
visión trágica de la contienda fratricida, y diversos textos dramáticos
que se publicaron con el título Teatro en la guerra (1937).
Mientras se hallaba en la cárcel escribió Cancionero y romancero de ausencias
(1938-1941), donde hizo uso de formas tradicionales de la poesía
popular castellana para expresar en un estilo conciso y sencillo su
hondo pesar por la separación de su mujer y sus hijos y la angustia que
le producían los efectos devastadores de la guerra.
(Texto procedente de la página Biografías y Vidas)
Nanas de la cebolla
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.
Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.
Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma al oírte,
bata el espacio.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.
La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!
Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.
Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!
Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.
Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.
Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.
(Miguel Hernández, 1939, Cancionero y romancero de ausencias)
Este homenaje a Miguel Hernández es de una belleza y de un valor excepcional! Indudablemente el tino de Javi al escoger “Las Nanas de la ceboll” es de exquisita sensibilidad.
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