UN BALLET SUBLIME
El
insigne compositor romántico ruso Piotr Ilich Thaikovsky nació tal día
como hoy en 1840. Posiblemente su obra más popular es el ballet en cuatro
actos y veintinueve escenas El lago de los cisnes, estrenado en el Teatro Imperial
Bolshói de Moscú en 1877. No bien recibido entonces (a los críticos su
música les pareció 'demasiado ruidosa, sinfónica y wagneriana'), se
siguió representando en Rusia con escaso éxito hasta que en un nuevo
estreno en 1895 en San Petersburgo, ya fallecido su autor, recibió
aclamación crítica. Su puesta en escena, de Marius Petipa y Lev Ivanov,
sirvió de modelo a producciones sucesivas. Así, la de Sergei Diaghilev
con la célebre compañía itinerante de los Ballets Rusos, estrenada en
Londres en 1911 y muchas otras que sucedieron después (como las de Rudolf Nureyev y Margot Fonteyn en 1963 en París y 1964 en Viena) hasta convertirlo
en el ballet más célebre de cuantos se han representado en el mundo.
En
el video que aquí se ofrece podemos contemplar la escena final del
ballet en una producción de 2004 del Teatro alla Scala (a la sazón en
fase de restauración) para el también milanés Teatro degli Arcimboldi,
inaugurado en 2002. La orquesta fue dirigida por James Tuggle, se utilizó la
coreografía de Vladimir Burmeister y
Lev Ivanov, y la puesta en escena corrió a cargo de Florence Clerc y
Frédéric Olivieri. Los bailarines principales son Roberto Bolle como el
príncipe Sigfried, Svetlana Zakharova como Odette, la princesa
transformada en cisne durante el día por un hechizo maléfico, y Gianni
Ghisleni como Rothbart, el malvado brujo antagonista en forma de buho.
Muy diversos han sido los finales (generalmente trágicos) de las
sucesivas puestas en escena del ballet a lo largo de décadas de
representaciones (1). En ésta, por contra, se da a entender con una sugestiva plasticidad que, tras una
lucha a vida o muerte entre Siegfried y Rothbart en la que el primero
casi perece ahogado en el lago, finalmente el príncipe acaba con el brujo,
rompiendo con ello el maleficio y logrando así que Odette recupere su forma humana. Un
happy ending para la pareja de enamorados a los majestuosos acordes de
una partitura inolvidable.
(1) En el ballet original de 1877 Siegfried luchaba con Rothbart y le arrancaba una de sus alas, destruyendo así sus poderes. Roto el embrujo de las doncellas cisne, el píncipe se unía a Odette en una apoteosis final, lo que suponía el triunfo del amor sobre el mal. A partir de la versión de 1895, más comunes han sido los distintamente impactantes desenlaces trágicos, con la muerte de uno o los dos amantes, fundamentalmente en las representaciones en Occidente; en cambio, en las compañías de la URSS y China optaron por finales felices. Un tema siempre objeto de discusión, pues hay preferencias para todos los gustos.
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