ESTILISTA EXUBERANTE Y RUPTURISTA
Hoy se cumplen ciento veinte años del nacimiento del escritor estadounidense William Faulkner. Novelista, autor de relatos cortos y poeta, se le considera uno de los más grandes e influyentes autores del siglo XX, así como uno de los padres de la novela contemporánea. Su literatura está marcada por el tránsito de la arcaica sociedad sureña -en la que pasó la mayor parte de su vida y que conocía muy bien- a una
moderna, y por temas como las distinciones de clase y raza, el mundo
rural, el retraso económico y la violencia, que a pesar de su localismo adquieren una proyección universal. La leyenda presenta al autor como un escritor compulsivo, que trabajaba de noche y
en largas sesiones, mito que cultivó él mismo y que encuentra su mejor
reflejo en su personalísimo estilo, construido a partir de frases
extensas y atropelladas, de gran barroquismo y potencia expresiva; criticado en ocasiones por su carácter excesivo, pero a cuya
fascinación es difícil sustraerse y que se impuso finalmente a los
críticos. Antes reconocido en Europa que en su propio país, recibió el Premio Nobel de Literatura en 1949 y el título de Caballero de la Legión de Honor francesa en 1951. Dos de sus novelas ganaron el premio Pulitzer respectivamente en 1955 y 1962, este último concedido postumamente en 1963.
Nacido William Cuthbert Falkner, era el mayor de los cuatro hijos varones de una familia tradicional sureña, marcada por los recuerdos de la guerra de Secesión. Desde 1902 se crió en la cercana población de Oxford, donde la escasa atención que de adolescente prestaba a sus estudios anduvo paralela a su avidez lectora. Intentó combatir en la Primera Guerra Mundial, pue no fue aceptado en el ejército debido a su bajo peso y estatura. En 1918 cambió su nombre de Falkner a Faulkner y entre 1919 y 1920 asistió a la Universidad de Mississippi, donde estudió lengua inglesa. En esa época comenzó su trayectoria literaria escribiendo poesía y relatos cortos.
Después de ejercer varios oficios, se mudó a New Orleans, Louisiana, donde publicó su primer libro de poemas, El fauno de mármol (1924). Dos años después, tras encontrar cierta estabilidad económica trabajando como periodista, vio la luz su primera novela, La paga de los soldados (1926). A pesar de que su vida transcurrió en su mayor parte en el Sur, que le
serviría de inspiración literaria casi inagotable, viajó bastante:
conocía perfectamente ciudades como Los Ángeles, Nueva
York o Toronto y residiría casi cinco años en París.
En novelas posteriores creó Yoknapatawpha, un condado ficticio en donde ambienta buena parte de su obra. La primera de estas fue Sartoris (1929), que, inspirada en la figura de su bisabuelo, retrata la decadencia de la aristocracia de Mississippi tras la guerra civil americana. Le siguió El ruido y la furia (1929), para muchos su mejor novela y un indudable clásico del siglo XX. De marcado tono experimental, en sus páginas la anécdota es narrada por cuatro
voces distintas, entre ellas la de un retrasado mental, siguiendo la
técnica del 'torrente de conciencia', es decir, la presentación directa
de los pensamientos que aparecen en la mente antes de su estructuración
racional. El experimentalismo de Faulkner siguió apareciendo en sus siguientes novelas: Mientras agonizo (1930), obra de gran complejidad en su construcción, narrada en presente por quince personajes distintos en cincuenta y nueve breves monólogos interiores; Santuario (1931), controvertida novela que se ocupa de la violación y secuestro de una universitaria durante la era de la Prohibición, que a la larga resultó su obra más vendida; Luz de agosto (1932), que retrata la violencia desaforada que anida en una sociedad traumatizada por la paranoia racista; ¡Absalón, Absalón! (1936), donde la estructura temporal del relato se convierte en laberíntica, al seguir
el hilo de la conversación o del recuerdo, en lugar de la linealidad de
la narración tradicional; Las palmeras salvajes (1939), novela única
formada por dos historias, con los capítulos intercalados, de modo que se
establece entre ellas un juego de ecos e ironías nunca cerrado por sus
lectores ni por los críticos; o El villorrio (1940), primera de la trilogía sobre la ficticia familia Snopes, que se completaría con La ciudad (1957) y La mansión (1959). De sus Cuentos reunidos (1950) sobresalen al menos dos clásicos absolutos: "El broche" y, sobre todo, "Una rosa para Emily", un relato que es la definición de todo un estilo: el gótico sureño.
De forma más lucrativa, también trabajó como guionista en Hollywood, colaborando en los guiones de varias películas de películas de Howard Hawks, como Vivamos hoy (1933), Camino a la gloria (1936), Tener y no tener (1944), El sueño eterno (1946) y Tierra de faraones (1955), y en Redención (1937) de Tay Garnett. También intervino en otros guiones de films donde no fue acreditado o que no llegaron a producirse.
En 1949 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura. También ganó, entre otros, sendos premios Pulitzer por sus novelas Una fábula (1955) y Los rateros (1962). A pesar de haber conseguido reconocimiento en vida, e incluso
relativamente joven, Faulkner vivió muchos años sumido en un alcoholismo
destructivo. Sus últimos años transcurrieron entre honores, conferencias, viajes y curas de desintoxicación, lo que da la impresión de una angustia creciente y nunca resuelta.
William Faulkner se casó en 1929 con Estelle Oldham, su antigua novia de juventud, después de que ella se divorciase de su primer marido. La pareja se estableció en la población de Oxford y tuvo dos hijas: Alabama, que falleció poco después de su nacimiento en el año 1931, y
Jill, nacida en 1933. También crió a los hijos del
anterior matrimonio de Estelle: Victoria y Malcolm. El escritor también tuvo relaciones extramaritales con Meta Carpenter, secretaria de Howard Hawks; Joan Williams, una joven escritora, y Else Jonsson, viuda de un periodista sueco. En sus últimos años tuvo dos graves caídas accidentales montando a caballo, en 1959 y en 1962. La segunda le provocó una trombosis que desembocó en un fatal fallo cardiaco que acabó con su vida a los 64 años.
Excelente! Concisa, amena y rigurosa, sin dejar nada al azar.
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