CUESTIONADOR DEL STABLISHMENT
Hoy es aniversario natal del director estadounidense Hal Ashby. Surgió en los años 70, cuando el antiguo sistema de los estudios andaba de capa caída y los conflictos sociales que
atravesaba el país en aquellos momentos (Guerra del Vietnam, derechos civiles, crisis políticas…) habían modificado los gustos del público. Los jóvenes cineastas de aquella generación se introdujeron en el sistema
realizando películas personales y diferentes que hablaban de la
Norteamérica real, aquella que estaba muy alejada de las producciones que
en décadas anteriores habían ofrecido una imagen más o menos idealizada de la sociedad
norteamericana. En su reducida pero original filmografía, uno de los rasgos distintivos es que no trabajaba con arquetipos, él creaba personajes, los modelaba a su antojo y
elaboraba en ellos dualidades curiosas que definen perfectamente una
ambigüedad que se mueve al borde del precipicio. No
hay buenos ni malos en sus películas, hay personajes con circunstancias y necesidades
dramáticas interesantes y profundas. Sin embargo, el relieve de su cine se limitó a esa década (incluso fue candidato al Oscar al mejor director en una ocasión) y en la siguiente, no sabiendo manejar el éxito, se precipitó su declive.
William Hal Ashby fue el cuarto y menor de los hijos de una disfuncional familia de granjeros mormones. Su conflictiva infancia y adolescencia incluyeron el divorcio de sus progenitores (contando él cinco o seis años), el suicidio de su padre (cuando él tenía doce años), su renuncia a graduarse y un primer casamiento y divorcio a los diecinueve años. Ya de adulto se trasladó en autostop a California, donde llevó un estilo de vida bohemio y ejerció multitud de oficios hasta que consiguió un empleo como impresor en las oficinas de los estudios Universal. Establecido en Hollywood, trabajó como ayudante de montaje para diversas productoras. De ahí pasó a montador, figurando entre sus trabajos películas ajenas como "Los seres queridos" de Tony Richardson, "¡Que vienen los rusos!" (1966) y "En el calor de la noche" (1967), ambas de Norman Jewison. Por el montaje de esta última, Ashby fue galardonado con un Oscar.
Hal quería ser director y la repercusión del premio entre los ejecutivos de la Mirisch Corporation -que buscaban nuevos talentos para rodar películas que interesasen a un público nuevo y selectivo, cansado ya de lo mismo de siempre-, además de la recomendación de Jewison, posibilitaron que Ashby debutase tras la cámara con El casero (1970), una comedia dramática con
Beau Bridges,
Lee Grant,
Diana Sands y
Pearl Bailey. En ella un joven rico y aburrido hereda un edificio de apartamentos en un
barrio humilde; planea desalojar a los inquilinos y renovar la propiedad
pero, sorprendentemente, abandona la casa donde vive y decide mudarse al
edificio que acaba de adquirir. En este primer film, Ashby -habitual fumador de marihuana desde 1950, que había abrazado el estilo de vida hippie y se había dejado crecer una larga melena- ya sentó las bases de su cine en el futuro: personajes que viven fuera de lo común y, retratados con humor, ironía, ternura y precisión, se mueven al margen de una sociedad que oficialmente se aparenta feliz e imparable en el modo de
vida norteamericano, crecientemente cuestionado por las jóvenes generaciones. Aun bien recibida por la crítica, la película alcanzó escaso eco comercial.
Las siguientes fueron incrementando la reputación como director de Ashby entre crítica y público. Harold y Maude (1971), atípica comedia con
Ruth Gordon y
Bud Cort, con no pocas dosis de humor negro, presenta a un extraño y siniestro adolescente que no tiene ganas de vivir y muestra el más absoluto desinterés por todo e incluso intenta suicidarse varias veces ante la mirada de una madre indiferente y fría. Todo cambia para él cuando conoce a una anciana de 79 años, divertida y peculiar, que le enseñará a disfrutar de la belleza
de las cosas, llegando a nacer entre ellos una relación amorosa que definirá los
destinos de ambos. Excéntrica, atrevida y sin complejos, el tiempo la ha convertido en película de culto y clásico de los 70. En El último deber (1973), comedia dramática con
Jack Nicholson, dos soldados de la Marina tienen que escoltar a un tercero hasta la prisión naval de New
Hampshire, donde tendrá que cumplir una condena de ocho años por una
falta trivial. Durante el viaje los tres tendrán la oportunidad de
conocerse y de compartir experiencias y situaciones que les llevarán a
cuestionarse su visión de la vida. Un relato oscuro y demoledor que afianzó su estatus en Hollywood. Shampoo (1975), comedia satírica, ácida y mordaz con Warren Beatty, Julie Christie y
Goldie Hawn, cuenta las andanzas de un peluquero de Beverly Hills que vuelve locas a todas sus clientas y se hace pasar por homosexual para que sus maridos no sospechen que se acuesta con cada una de ellas. Más académica y contenida resultó Esta tierra es mi tierra (1976), drama biográfico con David Carradine sobre el cantante y compositor de country Woody Guthrie, que, ambientado en la época de la Gran Depresión, muestra al personaje recorriendo América en ferrocarril, gracias a lo cual llega a conocer a muchísima gente afectada por la miseria más extrema.
Su mayor éxito comercial se produjo con El regreso (1978), drama sobre las secuelas de la guerra de Vietnam, con Jane Fonda, Jon Voight y Bruce Dern, que relata una historia íntima y dura desde la perspectiva de una mujer que
decide ayudar a un soldado gravemente herido en combate mientras su marido está en la
guerra. Ambos se enamoran y cuando el marido, un capitán, regresa del frente, ella se ve forzada a elegir entre él y su amante con dramáticas consecuencias. La película es interesante porque en ella se cuestionan el honor, el patriotismo y el amor marital. De entre ocho candidaturas al Oscar (incluyendo las de mejor película y director), logró tres estatuillas (para sus dos protagonistas y el guión original). También exitosa resultó Bienvenido, Mr. Chance (1979), comedia dramática con
Peter Sellers,
Shirley MacLaine,
Jack Warden y Melvyn Douglas, que refiere una original historia sobre un jardinero analfabeto que nunca ha salido de la mansión donde trabaja y, al morir su adinerado empleador, es despedido, teniendo que enfrentarse al mundo exterior por
primera vez en su vida. La película muestra también los entresijos de la política y las altas
esferas, y encierra una punzante crítica al mundo de los poderosos.
Siguió rodando en la década siguiente pero, aquejado de una seria dependencia de las drogas (la cocaína en especial y también alucinógenos), que derivó en problemas de salud más graves, la industria del cine le dio la espalda. Sus películas no igualaron la calidad de las anteriores y tuvieron una difusión muy limitada. Entre ellas figura el documental
Let's spend the night together (1983) con The Rolling Stones y Ocho millones de maneras de morir (1986), un thriller de intriga con
Jeff Bridges,
Rosanna Arquette y
Andy García que fracasó considerablemente en taquilla. Su carrera concluyó con un par de olvidadas producciones televisivas.
Ashby se casó y divorció en cinco ocasiones, siendo sus esposas: Lavon Compton (1947-1948), con la que tuvo un hijo, Maxine Armstrong (1949-1950), Maloy Bartron (1956-1963), Shirley Stockman (1963-1968), con quien tuvo otro hijo, y Joan Marshall (1969-1970). Diagnosticado de cáncer de páncreas, que pronto se extendió a pulmones, hígado y colon, falleció a los 59 años de edad.
No lo tenía presente. No recuerdo haber visto alguna de sus películas. La publicación, muy enriquecedora.
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