NOVELISTA CAPITAL DEL NOVECENTISMO
Hoy es aniversario natal del escritor, poeta y periodista español Ramón Pérez de Ayala, considerado uno de los grandes novelistas en lengua castellana del primer tercio del siglo XX. Discípulo de Leopoldo Alas 'Clarín' y algo posterior a los escritores de la generación del 98, algunos de los miembros de ésta como Azorín o Valle-Inclán fueron sus mejores amigos. Del espíritu noventayochista heredó la preocupación crítica por los problemas de España; sin embargo la actitud de Ayala, liberal laicista, coincide más con los novecentistas Ortega y Gasset o el doctor Gregorio Marañón. En su obra, de gran originalidad en sus planteamientos, siempre hizo gala de un fino humor y una actitud de desafío ante el lector, bien por el hondo calado de sus referencias culturales y filosóficas o bien por su recurrente sarcasmo, que engañaba sobre sus verdaderas intenciones satíricas. Toda ella constituye un experimento literario de primer orden que, bajo su capa de humor burlón, en el fondo manifiesta un gran pesimismo y nihilismo. Su visión tragicómica alterna los momentos emotivos con la ironía, y la nota amarga con la aproximación comprensiva hacia sus personajes, escogiendo siempre cuidadosamente los vocablos.
Hoy es aniversario natal del escritor, poeta y periodista español Ramón Pérez de Ayala, considerado uno de los grandes novelistas en lengua castellana del primer tercio del siglo XX. Discípulo de Leopoldo Alas 'Clarín' y algo posterior a los escritores de la generación del 98, algunos de los miembros de ésta como Azorín o Valle-Inclán fueron sus mejores amigos. Del espíritu noventayochista heredó la preocupación crítica por los problemas de España; sin embargo la actitud de Ayala, liberal laicista, coincide más con los novecentistas Ortega y Gasset o el doctor Gregorio Marañón. En su obra, de gran originalidad en sus planteamientos, siempre hizo gala de un fino humor y una actitud de desafío ante el lector, bien por el hondo calado de sus referencias culturales y filosóficas o bien por su recurrente sarcasmo, que engañaba sobre sus verdaderas intenciones satíricas. Toda ella constituye un experimento literario de primer orden que, bajo su capa de humor burlón, en el fondo manifiesta un gran pesimismo y nihilismo. Su visión tragicómica alterna los momentos emotivos con la ironía, y la nota amarga con la aproximación comprensiva hacia sus personajes, escogiendo siempre cuidadosamente los vocablos.
Segundo de tres hermanos, Ramón Pérez de Ayala y Fernández del Portal era hijo de un comerciante textil medianamente acomodado. A temprana edad perdió a su madre y quedó al cuidado de un ama. Con tan sólo ocho años ingresó interno en el colegio jesuita de San
Zoilo, en Carrión de los Condes, provincia de Palencia. Tras su cierre,
pasó al de la Inmaculada de Gijón, de la misma orden. Sin embargo, los
dos últimos años del bachillerato los cursó en el
instituto de Logroño, y de allí marchó al
de Oviedo. El anticlericalismo que le inspiró la educación jesuítica quedaría plasmado en su novela autobiográfica A.M.D.G. (1910), cuyo título hace alusión al lema Ad maiorem Dei gloriam, propio de la Compañía de Jesús. No obstante, como alumno obtuvo unas calificaciones excelentes durante sus años de formación jesuítica. Desde niño fue autor de poemas y todavía adolescente comenzó su andadura literaria en la prensa local. Aun sin vocación estudió Derecho en la facultad de Oviedo, donde tuvo profesores de convicciones liberales y krausistas, muy especialmente, Leopoldo Alas 'Clarín', extraordinario novelista de
enorme ascendente moral y literario sobre Ramón que en
su vida y en sus escritos fue un singular exponente del liberalismo
laicista. En este período universitario el incipiente escritor adoptó porte y hábitos bohemios y comenzó a relacionarse con los literatos modernistas de Madrid.
Licenciado en 1901, al año siguiente El Progreso de Asturias imprimió por entregas su primera novela, Trece dioses. Fragmentos de las memorias de Florencio Flórez (1902) y en 1903 Ayala formó parte de la revista Helios de tendencia modernista. La primera entrega de su poemario fue La paz del sendero (1904), elogiado por Rubén Darío. En Madrid empezó a colaborar en El Imparcial y ABC a partir de 1904 y se vinculó a la Institución Libre de Enseñanza. Tres años después publicó bajo seudónimo la novela Tinieblas en las cumbres (1907), ambientada como otras suyas en una ciudad provinciana llamada Pilares (trasunto de Oviedo) y en la que ya están presentes las principales características de su estilo narrativo, marcado por su tendencia al realismo, su enfoque satírico y su descarnado pesimismo, en parte atenuado por el lirismo ante la naturaleza y un suave sentido del humor. Ese mismo año se fue a vivir a Londres, ciudad donde fue recibido y acogido a su llegada por el escritor Ramiro de Maeztu. Mantenido allí con la ayuda de su padre y una corresponsalía periodística del rotativo El Imparcial, el joven Pérez de Ayala gustaba de recorrer los itinerarios de Dickens o acudir al British Museum
y enfrascarse largo tiempo en la biblioteca o recorrer las salas donde
se custodian las antigüedades egipcias y, sobre todo, griegas. En Londres coincidió, asimismo, con el ideólogo Fernando de los Ríos y el músico y compositor Enrique Fernández Arbós. En la primavera de 1908, mientras Ramón disfrutaba de la vida londinense, le llegó una noticia trágica: el suicidio de su padre, debido a la quiebra del banco donde tenía sus depósitos. Fue este para él un trance amargo, proyectado luego en términos literarios en más de una ocasión. Volvió entonces a Madrid donde colaboró con diversos medios: El Heraldo, El Imparcial, Alma Española o El Liberal.
En los años siguientes publicó la mencionada novela A.M.D.G., que causó gran controversia al rememorar con enfoque cáustico su estancia en los jesuitas y le dió enorme notoriedad. Su protagonista, Alberto Díaz de Guzmán (alter ego del escritor), volvió a aparecer en otras dos, La pata de la raposa (1912) y Troteras y danzaderas (1913), ésta última, brillante descripción de la bohemia literaria del Madrid de comienzos de siglo. En 1911, viajando por Alemania e Italia, conoció a una norteamericana estudiante de bel canto, Mabel Rick, con la
que se casó en 1913, matrimonio del que nacerían sus hijos Juan y Eduardo. Durante el viaje de novios, visitaron a Julio Romero de Torres quien pintó un retrato de Mabel fechado en ese mismo año. Establecidos ambos en Madrid, el escritor consiguió un empleo en el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Durante la I Guerra Mundial fue corresponsal del diario La prensa de Buenos Aires en varios puntos de Europa y militó decididamente en favor de los aliados, como la mayor parte de los intelectuales liberales españoles. El sendero innumerable (1916) fue su segundo libro de poemas, en el que el furor modernista había cedido paso a una poesía mucho más sobria e intelectual, dotada a veces de una profunda carga ideológica. Con el título Novelas poemáticas de la vida española (1916), reunió
tres excelentes historias cortas: Luz de domingo, La caída de los limones y Prometeo. Sus siguientes obras fueron ensayos: Hermann encadenado. Libro del espíritu y el arte italiano (1917), contra el régimen alemán, Las máscaras (1917-1919), que reúne sus críticas teatrales y Política y toros (1918), agudo análisis crítico de las realidades españolas. En 1919 vivió diez meses en Estados Unidos con una beca que le fue concedida por la Junta de Ampliación de Estudios.
A su retorno a España, reanudó sus tareas de funcionario y continuó
escribiendo con tenacidad e inspiración, para publicar a
comienzos de la nueva década la que habría de ser considerada
unánimemente, por parte de la crítica y los lectores, como su obra
maestra. Se trata de la novela titulada Belarmino y Apolonio
(1921), un texto de complejo entramado argumental en el que sobresale,
por encima de su riqueza de contenidos de simbolismo caricaturesco, el esfuerzo de Pérez de Ayala
por renovar formalmente la narrativa tradicional española, marcando el comienzo de su etapa de plenitud estilística con el uso de una lente crítica y a la vez humorística. En ella abandona en gran medida lo autobiográfico y plantea temas humanos de alcance universal con una visión serena, comprensiva, tolerante y liberal. También apareció su tercer poemario El sendero andante (1921), como los dos anteriores hondamente intelectual y culto, asímismo concebido en torno a un centro de irradiación: la metáfora del sendero. Posteriormente aparecen Luna de miel, luna de hiel (1923) y su segunda parte, Los trabajos de Urbano y Simona (1923) recogidos luego en una sola obra con el título de Las novelas de Urbano y Simona (1923) y cuyo tema es la falta de educación erótica.
Ya consagrado entre las grandes figuras de la cultura española de su
tiempo, en 1923 se distinguió por ser uno de los intelectuales
-junto con Miguel de Unamuno y Manuel Azaña- que protestaron airadamente contra el golpe de estado llevado a cabo, el día 13 de septiembre, por el general Miguel Primo de Rivera, con lo que volvió a dejar patente su ideología progresista
y su firme rechazo de las fuerzas reaccionarias: el conservadurismo
político, la Iglesia católica, los partidarios de la monarquía títere de
Alfonso XIII, etc. Sus siguientes obras fueron las recopilaciones de relatos cortos Bajo el signo de Artemisa (1924) y El ombligo del mundo (1924) y la novela Tigre Juan (1926), continuada por El curandero de su honra (1926), en las que abordó con su acostumbrado humor pesimista, el espinoso asunto del honor conyugal. La posterior implicación del escritor en la política resultaría funesta para el novelista: ninguna otra novela salió de su pluma
La obtención del Premio Nacional de Literatura en 1927 y su nombramiento al año siguiente como miembro de
la Real Academia Española (a pesar de que se negó a ingresar en ella) fueron dos pruebas
fehacientes de la importancia que había cobrado la obra del escritor
ovetense en el panorama cultural español del primer tercio del siglo XX.
Fruto de este relieve adquirido en la vida pública fue su progresivo
abandono de la ficción literaria y su implicación directa en la política
española del momento, que alcanzó su máxima expresión en 1931, cuando, a
raíz del advenimiento de la Segunda República, Ramón Pérez de Ayala
firmó, junto al filósofo José Ortega y Gasset y el médico y humanista Gregorio Marañón, el manifiesto "Al servicio de la República", en el que los
tres aventajados intelectuales hacían constar su deseo de trabajar
firmemente en pro de la consolidación del nuevo régimen político. Así
las cosas, las primeras autoridades republicanas nombraron a Pérez de
Ayala director del Museo del Prado, lo que compaginó con las
obligaciones derivadas de su nueva condición de diputado en Cortes. En todo caso, ambos cargos suscitaron poco interés en él, al contrario que su nombramiento en 1932 como Embajador en Londres. Era muy amigo del príncipe de Gales y cumplió su misión a la perfección hasta 1936, cuando dimitió de su puesto diplomático descontento con la política radical adoptada por el Frente Popular, regresando a España poco antes del estallido de la Guerra Civil. Al iniciarse ésta, criticó duramente a Azaña y se exilió a Francia, residiendo primero en París y después en la localidad costera de Biarritz. Sus dos hijos se alistaron como voluntarios en el Ejército Nacional y Pérez de Ayala
explicó y defendió su toma de posición en una carta abierta publicada
el 10 de junio de 1938 en el diario londinense The Times. El exilio le condujo posteriormente en 1943 a Buenos Aires, ciudad en la que vivió cómodamente merced al sueldo de funcionario
que, mantenido por las nuevas autoridades franquistas, le llegaba
puntualmente a través de la Embajada. El viraje ideológico que había
hecho público a comienzos de la contienda fratricida propició que nunca
fuera perseguido por el nuevo régimen, que permitió incluso que
realizara varias visitas a España. La amputación de la pierna del menor de sus hijos, primero, y la muerte por cáncer, después, del mayor, acentuaron su pesimismo, indolencia y melancolía, así como su abulia y apatía para escribir. Finalmente, retornó a su país natal junto a su esposa a finales de 1954, vivió en Madrid discretamente retirado de cualquier actividad pública y reanudó su actividad literaria, aunque ahora volcada hacia el
campo genérico del ensayo (escribiendo para ABC unas colaboraciones), al que aportó algunos libros notables como los titulados Divagaciones literarias (1958), El país del futuro (1959) y Fábulas y ciudades
(1961). Un año antes de su muerte, acaecida cuatro días antes de alcanzar los ochenta y dos años de
edad, dio a la imprenta un libro de memorias titulado Apuntes y recuerdos (1961). Su cuarto poemario, El sendero ardiente, se editó postumamente en 1964.
Sumamente interesante y enriquecedora esta síntesis biográfica. Para mí un vacío que se llena en mi conocimiento de la literatura hispana.
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