ERNESTO LECUONA (Guanabacoa, Cuba, 6-8-1895 / Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias, España, 29-11-1963): IN MEMORIAM
Hoy es aniversario natal del mundialmente famoso compositor y pianista cubano Ernesto Lecuona. Prolífico y genial, conjugando armónicamente lo clásico y lo popular, la diversidad de su música refleja las tres tendencias básicas de su talento, así como las raíces de las mismas: Cuba, España y Africa. Autor imprescindible de la música cubana, iberoamericana y universal, fue uno de los músicos más prominentes de la primera mitad del siglo XX. Por su impacto e influencia, Lecuona es a la música de América Latina lo que Gershwin a la estadounidense. Su obra abarca los más diversos géneros y es de una gran magnitud: 406 canciones, 176 piezas para piano, 53 obras para
teatro (zarzuelas, operetas, revistas y una ópera), 31 partituras
orquestales, 6 composiciones para piano y orquesta, 3 obras para
violín, un trío, 5 ballets y 13 bandas sonoras para películas.
En todo el planeta son popularmente conocidas melodías suyas como Siboney, La Malagueña o Siempre en mi corazón. Ningún músico como él estrechó los lazos afectivos entre Cuba y España y grandes tenores españoles como Alfredo Kraus o Plácido Domingo han interpretado piezas suyas.
De padre español y madre cubana, Ernesto Lecuona Casado era el menor de los siete hijos que sobrevivieron hasta el siglo XX de los doce que habían nacido del matrimonio de sus progenitores. Su padre, un periodista oriundo de Canarias que llegó a dirigir el periódico habanero El Comercio, falleció en 1902. Desde muy pequeño aficionado a la música, Ernesto fue un niño prodigio. Su hermana Ernestina, trece años mayor que él, fue su primera
maestra de piano. Ella le impulsaría y acompañaría a través de toda
su vida.
A los ocho años Lecuona se matriculó en el conservatorio
Peyrellade, donde aprendió ejecución, armonía y composición.
Demostrando su habilidad al piano a tan temprana edad, consigue que le dejen acompañar las películas silentes en el Cine Fedora de La Habana. Su misión consiste en mirar la
pantalla y apoyar a través de su música las emociones que se
proyectan en ella.
Así desarrolla esa gran capacidad expresiva y emotiva que será una
de las cualidades que distinguirán su obra aún por venir.
También se atreve a componer efímeras melodías evocadas por la
trama y los personajes de cada película, aprendiendo a utilizar el
drama narrativo como punto de partida para la composición, talento
que le será imprescindible para las zarzuelas, operetas y sainetes
que creará en el futuro. El prodigioso aprendiz, en pleno desarrollo de sus facultades
musicales compositivas, fue autor a los doce años de edad de su primera obra,
una marcha militar titulada Cuba y América. Mas adelante, influído por el ambiente de santería que le había rodeado en su villa natal, compondría Danzas cubanas (1911) o El vals del Rhin (1912), cuya partitura, a pesar del título, reitera su tendencia folclórica.
Al graduarse con sólo dieciséis años del conservatorio Hubert de Blanck con el Primer Premio y Medalla de
Oro, su maestro organiza un recital en la
sala Espadero de La Habana, donde Lecuona causa sensación,
interpretando con excelencia a grandes autores clásicos junto a composiciones suyas
recientes como La comparsa (1912).
A partir de ese momento, Lecuona pasa a ser una atracción del
mundo musical y teatral cubano.
Se instala en el Teatro del Politeama frecuentado por turistas norteamericanos, quienes
regresan a su país contando maravillas del incomparable pianista y compositor
que habían escuchado en La Habana. En 1916 Lecuona firma un contrato por un mes en el teatro
Capitol de Broadway. El contrato se extiende a diez semanas y
Lecuona aprovecha su estancia en Nueva York para perforar rollos de
pianola para el sello Ampico y dar un recital en el Aeolian Hall, donde
interpreta sus propias composiciones.
A partir de entonces el talento de Lecuona no encuentra fronteras y se exhibe como concertista en diversos países latinoamericanos. En 1923 presenta en el Teatro Nacional de La Habana su primer Concierto
Típico Cubano, una tradición que mantendrá por más de treinta años.
En esos conciertos dará a conocer nuevos talentos y demostrará ante
los intelectuales elitistas habaneros, que tendían a menospreciar lo
cubano, la alta calidad de las composiciones e intérpretes del país.
Dos años más tarde inicia una gira por España como concertista,
pero atraído por las candilejas del teatro popular español, monta una
revista musical, Levántate y anda (1925), que tendría un éxito sin
precedentes en el Teatro Martín de Madrid, llegando a más de mil
representaciones. Recibido con los brazos abiertos por los españoles, estrenó otras producciones en Madrid y Valencia.
Si compositores españoles como Albéniz, Granados, Turina, Falla o Halffter,
entre otros, dedicaron hermosas páginas musicales a Cuba, no es extraño que Lecuona, un músico enamorado de España como no dejaba de repetir, hiciese lo mismo y con mucha
frecuencia. Hay que señalar que existe una verdadera vertiente española en su abundante inspiración: a ella pertenece la bellísima suite Andalucía (1928), que consta de seis piezas: Córdoba, Andalucía, La Alhambra, Gitanerías, Guadalquivir y la mundialmente famosa Malagueña. Tampoco hay que olvidar que fue Lecuona el primer músico en dedicar un obra al monumento de El Escorial, la fantasía para piano Ante El Escorial. Otras obras de inspiración española fueron San Francisco El Grande, Zambra gitana, Granada, Aragonesa o Valencia mora.
Asímismo, en París dio recitales en las salas Gaveau y Pleyel en 1928, presenciados por Ravel, Iturbi, Bemberg y otras luminarias del mundo
vanguardista musical europeo que quedaron admirados por el
talento del pianista y compositor cubano. Sin embargo, Lecuona siempre encuentra el tiempo para regresar a Cuba con el
propósito de componer junto a su gran amigo y colaborador, Gustavo
Sánchez Galarraga, una serie de sainetes y zarzuelas que pasarían a
formar parte del folclore cubano, entre ellas, La tierra de Venus (1927), El batey (1928), El cafetal (1928), El amor del guarachero (1929), La flor del sitio (1929), María La O (1929), luego llevada al cine en una producción de 1948, El calesero (1930), El maizal (1930), Rosa la China (1932), Julián el Gallo (1934) o Lola Cruz (1935). También escribiría la Rapsodia negra (1943) para piano y orquesta, estrenada en el Carnegie Hall de Nueva York, y la ópera El sombrero de Yarey, comenzada en 1946, nunca representada y hoy en paradero desconocido. Entre las muchas canciones suyas que se harían más famosas figuran Siboney, La habanera, Damisela encantadora, Noche azul o Para Vigo me voy.
En 1931 recala en México, donde alcanzó
un rotundo éxito llegando a dirigir, tras el fallecimiento de su madre,
un espectáculo de música cubana integrado por notables músicos y
artistas criollos.
Entre octubre de 1933 y diciembre de 1934, Lecuona actuó en numerosos conciertos, muchos de ellos transmitidos por radio, y representaciones
teatrales en unión de otros artistas cubanos. Si en la década anterior había fundado la Orquesta sinfónica de Cuba, en esa época dio nombre e impulso a la lengendaria orquesta Lecuona Cuban Boys, dirigida por Armando Oréfiche, que recorrería el mundo entero durante más de cuarenta años, si bien Lecuona no formaba parte de ella.
A principios de los años cuarenta, un eco de su juventud le vuelve a llamar.
Es el cine, pero esta vez no son los cines de barrio, sino los
grandes estudios de Hollywood, que le invitan para musicalizar una
serie de películas con temas latinoamericanos entonces de moda (de hecho en 1931 Lecuona ya había colaborado en varios títulos de MGM, como "El manisero", "Alma libre" o "Susan Lenox" y en 1934 en la mexicana "La cruz y la espada" y después lo haría en películas argentinas o de otras nacionalidades).
Warner Brothers utilizó su célebre composición Siempre en mi corazón en la
película "Always in my heart" (1942). La pieza causó sensación y
Lecuona, junto a su letrista Kim Gannon, fue nominado al Oscar a la mejor canción (la ganadora fue "White Chrismas" de Irving Berlin). Más tarde, Lecuona escribe para la 20th Century Fox canciones y
toda la música de fondo para "Carnaval en Costa Rica" (1947), donde
también aparece en pantalla como el director de la orquesta.
Durante uno de sus viajes a la meca del cine, Lecuona siempre
consciente de oscilar su carrera entre lo popular y lo clásico, se
presenta con la Orquesta Sinfónica de Los Ángeles en el Hollywood
Bowl como pianista invitado interpretando "Rhapsody in blue" de
George Gershwin, que ya había estrenado en Cuba.
Al finalizar el concierto, entre estruendosos aplausos y para sorpresa
de Lecuona, el mismo Gershwin salió del público, subió al escenario y
lo felicitó como uno de sus mejores intérpretes.
Lecuona demostró siempre haber sido un artista sumamente culto y receptivo a las corrientes más diversas. Su gran virtuosismo como pianista le atraería invitaciones para
que interpretase las composiciones más exigentes, estrenando versiones
de algunas de ellas. Riguroso en sus actuaciones, ello explica
que Lecuona supiese conjugar el vigor compositivo en múltiples facetas con una aclamada
reinterpretación musical de autores como Franz Liszt, Antonin Dvorak,
Frédéric Chopin, Camile Saint Saëns, Maurice Ravel y muchos otros. Con un pie en los ritmos autóctonos
cubanos, de raíces africanas y españolas, y otro en la tradición
clásica, uno de sus más grandes méritos es, sin duda, haber acabado por
completo con los formulismos que limitan la creación y el gusto popular
de la música clásica, llegando a conmover a todo tipo de públicos por su
sincera y rica expresividad. Así lo corroboraron sus giras por toda América Latina, Estados Unidos y Europa, dejando constancia de su gran calidad como compositor e intérprete a la vez que enaltecía el patrimonio musical cubano.
En los años 50, ya con la estatura de una leyenda, se convierte en un gran empresario y monta los espectáculos
más vistosos y lujosos de esa época.
Al llegar el nuevo medio de la televisión, produce el programa "Album de Cuba" que se mantuvo en
el aire por muchos años. El cosmopolita Lecuona era apolítico y no se encontraba en Cuba cuando estalló la revolución castrista a comienzos de 1959. Sin embargo, ante la trascendencia de los hechos, regresa a su patria, donde continúa trabajando, organiza tres
festivales en el teatro Auditorium y ofrece conciertos en el Aula Magna de la Universidad de la Habana durante la celebración de las Semanas Sinfónicas Universitarias, sus últimas actuaciones en
escenarios cubanos. Por contra, el recién instaurado régimen revolucionario vería en el gran músico que dió fama mundial a Cuba a un prototipo burgués de la etapa anterior y le trató de forma desconsiderada.
En enero de 1960, sintiendo que su país ha tomado un rumbo que él prefiere no
seguir,
Lecuona se exila y parte hacia los Estados Unidos con su familiar, la cantante Esperanza Chediak, instalándose en Tampa (Florida) y no regresando más a su tierra natal. Después pasó por Nueva York, Barcelona, Málaga y finalmente Santa Cruz de Tenerife, la tierra de su padre, donde falleció a los 68 años a consecuencia de una crisis asmática. La última nota que escribió, producto de su voluntad póstuma, fue que sus
restos no fueran trasladados a Cuba hasta el día que ésta no volviera a
ser libre y soberana. Provisionalmente reposa en el cementerio del
Condado Westcherter, cerca de la ciudad de Nueva York. Durante el sepelio familiares y amigos entonaron en tenue susurro su inmortal canción Siboney. En 1995, con ocasión del centenario de su nacimiento, en el tinerfeño Hotel Mencey donde acabó sus días, se dedicó una placa en homenaje a su memoria que lo define así: "Ernesto Lecuona, cubano universal. Pianista y compositor que con su música estrechó los lazos de cariño entre Cuba y España".
Siempre en mi corazón, una de las más populares canciones de Lecuona, fue escrita para la película del mismo título que en 1942 dirigió Jo Graham y protagonizaron
Kay Francis,
Walter Huston y
Gloria Warren, convirtiéndose rapidamente en un hit internacional, con multitud de versiones posteriores instrumentales o cantadas. En el clip se puede escuchar la de su propio autor.
Todo aquí es de altísimos quilates!!! Javi ha elaborado una publicación excepcional y trascendente!!
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