EL ROMÁNTICO TRADICIONAL
Hoy es aniversario natal del dramaturgo y poeta español José Zorrilla, una de las figuras más importantes del romanticismo. Escritor muy prolífico, imaginativo y de temperamento sensual, abordó todos los géneros, destacando como autor de poemas épicos, leyendas y dramas en verso. Su obra más popular, Don Juan Tenorio, quizá la única pieza dramática conocida por la mayoría de los españoles, suele reponerse tradicionalmente todos los años el 1º de noviembre.
José Zorrilla y Moral era hijo de un magistrado de la corte del rey Fernando VII. Estudió con los jesuitas en el seminario de Nobles de Madrid. Allí
inició su tarea literaria escribiendo sus primeros textos con influencia
de la literatura de Chateubriand y Víctor Hugo. Entre 1833 y 1836 estudió leyes en las universidades de Toledo y Valladolid con nulo aprovechamiento. Sus preferencias iban por la literatura, el dibujo y las mujeres (se enamoró de una prima durante unas vacaciones). Huyendo del castigo de su despótico e intransigente padre, marchó a Madrid donde llevó una vida bohemia, oscura y llena de privaciones. Un año después se reveló como poeta al pie del sepulcro de Mariano José de Larra, leyendo emocionadamente una composición en honor del suicida, cuando toda la capital se hallaba reunida en el cementerio para rendirle el último tributo. Ocupó el cargo de éste en la redacción de El Español, donde publicó la serie de poemas titulada Poesías (1837), primero de una serie de ocho volúmenes que acabaría en 1840. El segundo volumen incluía las leyendas en verso A buen juez mejor testigo y Para verdades el tiempo y para justicias Dios. En Cantos del trovador (1840-1841) aparecen otras leyendas como Margarita la tornera o El capitán Montoya, en las que evoca la España medieval y renacentista.
Simultáneamente Zorrilla inició su producción teatral con Vivir loco y morir más (1937), y alcanzó su primer éxito con El zapatero y el rey (1840), a la que siguieron El eco del torrente (1842), Sancho García (1842), El molino de Guadalajara (1843), El puñal del godo (1843), Don Juan Tenorio (1844) y Traidor, inconfeso y mártir (1849). En estas obras trata temas tradicionales o del Siglo de Oro.
Con la desprobación paterna, en 1838 se casó con Florentina O'Reilly, una viuda irlandesa arruinada
mucho mayor que él y con un hijo, pero el matrimonio fue infeliz; una hija que tuvieron murió, y él tuvo varias amantes. En 1845 abandonó a su esposa y marchó a París, donde conoció a Alexandre Dumas, George Sand, Théophile Gautier y Alfred de Musset, que dejarían en él una gran huella.
Regresó a Madrid en 1846 al morir su madre. En 1849 recibió varios honores: fue hecho miembro de la junta del recién fundado Teatro Español; el Liceo organizó una sesión para exaltarle públicamente y la Real Academia lo admitió en su seno, si bien no tomaría posesión de su sillón hasta 1885. La muerte de su padre ese mismo año le supuso un duro golpe: su progenitor se negó a perdonarle la boda y la huída, dejando un enorme peso en la conciencia de su hijo, además de considerables deudas económicas. Volvió a París en 1851, donde endulzó sus penas su amante Leila, a la que se entregó apasionadamente, y viajó a Londres en 1853, donde le acompañaron sus inseparables apuros económicos. El próspero relojero Losada le ayudó y Zorrilla embarcó, por fin, rumbo a México, donde permaneció entre 1854 y 1866, salvo un año en Cuba (1858). Aislado y empobrecido, al margen de la guerra civil, su suerte cambió con el ascenso al poder del Emperador Maximiliano I (1864), quien le nombró director del Teatro Nacional. Poco le duró el cargo, pues a la muerte de su esposa, regresó en 1866 a España, donde comprobó que pese a la extraordinaria fama de su obra no podía cobrar derechos de autor. También se enteró del fusilamiento de Maximiliano, abandonado a su suerte por el Papa y Napoleón III, lo que le produjo una profunda crisis religiosa. Se recuperó casándose con la actriz Juana Pacheco en 1869. Vivió en la pobreza hasta que recibió una modesta pensión del Gobierno. En 1873 formó parte de una comisión gubernamental en Roma. En años posteriores publicó Recuerdos del tiempo viejo (1880-1883), La leyenda del Cid (1882), El cantar del romero (1883) y Mi última brega (1888). En olor de multitudes, fue coronado como poeta nacional en el Alcázar de Granada (1889) por el duque de Rivas, en representación de la reina regente Isabel II. Cuatro años después falleció en Madrid a consecuencia de una operación efectuada para extraerle un tumor cerebral. Contaba 75 años de edad.
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