INTÉRPRETE DE ESTIRPE
Hoy es aniversario natal de la actriz española de cine y teatro Amparo Rivelles. Intérprete de estirpe, llevó la actuación en sus venas. Hermosa, tremendamente natural,
adecuada para el drama y la comedia, brilló en teatro y cine, en
España y México. De su presencia en las pantallas destaca sin duda su
etapa en Cifesa.
María Amparo Rivelles y Ladrón de Guevara, hija de los actores Rafael Rivelles y María Fernanda Ladrón de Guevara, se inició en la tradición familiar participando, desde los catorce años
de edad, en algunas de las obras teatrales representadas por sus padres
en su propia compañía. A comienzos de los años 40 tuvo la oportunidad de actuar en la
película Mari Juana (1941) de Armando Vidal, gracias a la cual se ganó un
puesto en el panorama del cine español de la década. Pronto
demostró sus amplios registros dramáticos en largometrajes como Alma de Dios (1941) de Ignacio F. Iquino y Malvaloca (1942) de Luis Marquina.
Con la productora Cifesa acabó de afianzar su figura entre las más
reconocidas por la crítica y el público español. Actuó en películas tan
célebres como El clavo (1944) de Rafael Gil, pero también en las comedias Los ladrones somos gente honrada (1942) de Ignacio F. Iquino, Deliciosamente tontos (1943) de Juan de Orduña y Eloísa está debajo de un almendro (1943) de Rafael Gil, así como en dramas históricos del tipo Eugenia de Montijo (1944) de José López Rubio, La duquesa de Benamejí (1949) de Luis Lucia, Alba de América (1951) y La leona de Castilla (1951), ambas de Juan de Orduña, y El batallón en las sombras
(1957) de Manuel Mur Oti. En tales dramas Amparo Rivelles llegó a
simbolizar un tipo de mujer con carácter, tierna y dura al mismo tiempo y
moralmente íntegra, figura que se potenciaba desde instancias oficiales
como idealización del temperamento femenino español; no obstante, la
actriz supo impregnar a sus personajes de algo más creativo y complejo
que trascendía el diseño dado por los guionistas.
En 1947 recibió un premio del Círculo de Escritores Cinematográficos por
sus interpretaciones en las adaptaciones al cine de Palacio Valdés y
Lope de Vega en La fé (1947) de Rafael Gil y Fuenteovejuna (1947) de Antonio Román. Compaginó entretanto su actividad cinematográfica
con los escenarios teatrales, especialmente desde que en 1948 contó con
una compañía propia. A lo largo de la década de los 50 participó también
en producciones de autor, como Mister Arkadin (1954) de Orson Welles y La herida luminosa (1956) de Tulio Demicheli, adaptación del drama de Josep Maria de Sagarra.
En 1957 pasó a México para realizar una gira teatral de varias semanas
que después se convirtió en una residencia de casi dos décadas. En el
país americano fue inmediatamente acogida como una gran dama de la
escena y de la pantalla. Recorrió todos los teatros importantes del país
e intervino en cerca de veinte largometrajes, casi todos melodramas,
entre los que se cuentan Los hijos del divorcio (1957) de Mauricio de la Serna, El esqueleto de la señora Morales (1959) de Rogelio A. González, Historia de un canalla (1964) de Juan Bracho, Cuando los hijos se van (1968) de Julián Soler, Remolino de pasiones (1970) de Alejandro Galindo, El juicio de los hijos (1970) de Alfredo B. Crevena, La madrastra (1974) de Roberto Gavaldón y Presagio (1974) de Luis Alcoriza. Durante su etapa mexicana también participó en telenovelas y fue llamada por algunos realizadores hispanoamericanos para rodar en sus respectivos países.
En 1979 retornó definitivamente a España y ejerció un espléndido
magisterio sobre los escenarios y frente a las cámaras. En el teatro
alcanzó el favor del público con obras como "Salvad a los delfines" de Santiago Moncada (1979), "La voz humana" de Jean Cocteau (1981), "El hombre del atardecer" de Santiago Moncada (1981), "El caso de la mujer asesinadita" de Miguel Mihura y Alvaro de Laiglesia (1983), "Hay que deshacer la casa" de Sebastián Junyent (1985), "La Celestina" de Fernando de Rojas (1988),
con la Compañía Nacional de Teatro Clásico, "La loca de Chaillot" de Jean Giraudoux (1989), "Rosas de otoño" de Jacinto Benavente (1990), "Los padres terribles" de Jean Cocteau (1995-1997), "Los árboles mueren de pie" de Alejandro Casona (1999), "Paseando a Miss Daisy" de Alfred Uhry (2001) o "La brisa de la vida" de David Hare. Para entonces, Amparo
Rivelles era considerada ya como una de las más señaladas actrices de
toda la historia moderna del teatro en España.
Aunque en esta etapa no prodigó demasiado su imagen en el cine, compuso magníficos personajes en Soldados de plomo (1983) de José Sacristán, la adaptación de Hay que deshacer la casa (1986) de José Luis García Sánchez, por la que recibió el primer premio Goya a la mejor interpretación femenina, Esquilache (1989) de Josefina Molina, que le supuso una candidatura al Goya a la mejor actriz secundaria, Una mujer bajo la lluvia (1992) de Gerardo Vera, Mar de luna (1995) de Manolo Matji, y El olor de las manzanas
(1999) de Juan Cruz. A pesar de su fructífera trayectoria tanto en el
teatro como en el cine, parte de su popularidad en España se debe,
principalmente, a su soberbia intervención en la adaptación televisiva
de la novela de Torrente Ballester Los gozos y las sombras (1980-1982), serie dirigida por Rafael Moreno Alba. En 1996 recibió el Premio Nacional de Teatro. Representó "La duda" en teatro en 2006, versión de "El abuelo" de Benito Pérez Galdós,
ocasión que aprovechó para decir adiós a la actividad profesional, y
tras recibir la Medalla de Honor del Círculo de Escritores
Cinematográficos ese mismo año, se retiró.
Amparo Rivelles tuvo una hija con veintiseis años, sin estar casada, a la que llamó como a
la abuela, María Fernanda. Cuando le preguntaban por el progenitor,
decía: "¿El padre, dice? No. La tuve yo, no el padre." Declaraba por
entonces que prefería amor sin matrimonio, que matrimonio sin amor, y
aunque confesó haber estado enamorada varias veces, nunca pronunció
el "sí quiero". Gravemente enferma de osteoporosis, falleció a los 88 años.
(Texto a partir de la página Biografías y Vidas)
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