LA ANGUSTIOSA PREOCUPACIÓN POR ESPAÑA
Hoy se conmemoran 80 años del fallecimiento del escritor y filósofo español Miguel de Unamuno, cuya obra se compone de relatos cortos, novelas, ensayo, teatro y poesía. De una sagacidad, agudeza e independencia de pensamiento poco frecuentes en la literatura hispánica, es el mejor prototipo del pensamiento filosófico y moral que alienta el trabajo crítico de los escritores de la Generación del 98. Además de la escritura y la docencia, fue conferenciante en el Ateneo madrileño y diversos centros de cultura, colaborando también en gran número de revistas y periódicos de su tiempo. Una de sus frases más célebres era "Sólo el que sabe es libre y más libre el que más sabe. No proclaméis la libertad de volar, sino dad alas".
Miguel de Unamuno y Jugo era hijo de un confitero que falleció de tuberculosis cuando él tenía cinco años. En 1873 se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid y un año después se doctoró con una tesis sobre la lengua vasca. Trabaja después dando clases, colabora en diversos periódicos nacionales
y prepara oposiciones a cátedras de Instituto y Universidad
convocadas para cubrir vacantes en
diferentes
ciudades españolas. A comienzos de 1891 desposó a Concha Lizárraga, de la que estaba enamorado desde niño, y con quien tendría nueve hijos. Tras varios intentos fallidos, en 1891 accedió a la cátedra de lengua y literatura griega en la
universidad de Salamanca, en la que desde 1900 hasta su primera destitución en 1914 fue Rector y catedrático
de historia de la lengua castellana.
Durante
la Primera Guerra Mundial apoyó a los aliados frente a los
germanófilos, visitando el frente italiano con Azaña
y Américo Castro. Fue candidato a diputado por el partido republicano
de Vizcaya y mantuvo un enfrentamiento abierto contra el rey Alfonso
XIII, llegando a ser procesado en 1920 por injurias hacia su persona, siendo condenado
a prisión y posteriormente indultado.
Inicialmente sus preocupaciones intelectuales se centraron en las
cuestiones éticas y los móviles de su fe. Desde el principio trató de
articular su pensamiento sobre la base de la dialéctica hegeliana y más
tarde acabó buscando en las dispares intuiciones filosóficas de Herbert Spencer,
Sören Kierkegaard, William James y Henri Bergson, entre otros, vías de salida a
su crisis religiosa. Sin embargo, las contradicciones personales y las paradojas que
afloraban en su pensamiento actuaron impidiendo el desarrollo de un
sistema coherente, de modo que hubo de recurrir a la literatura, en
tanto que expresión de la intimidad, para resolver algunos aspectos de
la realidad de su yo. Esa angustia personal y su idea básica de entender
al hombre como "ente de carne y hueso", y la vida como un fin en sí
mismo se proyectaron en obras como En torno al casticismo (1895), Mi religión y otros ensayos (1910), Soliloquios y conversaciones (1911), Del sentimiento trágico de la vida (1913) o La agonía del cristianismo (1925). Sin embargo, estas obras no parecían abarcar, desde su punto de vista,
aspectos íntimos que formaban parte de la realidad vivencial. De aquí
que literaturizase su pensamiento primero a través de un importante
ensayo sobre dos personajes clave de la literatura universal en la Vida de don Quijote y Sancho
(1905), obra en la que, por otra parte y en flagrante contradicción con
la tesis europeísta defendida en libros anteriores, proponía
"españolizar Europa". Al mismo tiempo, apuntó que la relación entre
ambos personajes cervantinos simbolizaba la tensión existente entre
ficción y realidad, locura y razón, que constituye la unidad de la vida y
la común aspiración a la inmortalidad. El siguiente paso fue la literaturización de su experiencia personal a
fin de dilucidar la oposición entre la afirmación individual y la
necesidad de una ética social. El dilema planteado entre lo individual y
lo colectivo, entre lo mutable y lo inmutable, el espíritu y el
intelecto, fue interpretado por él como punto de partida de una
regeneración moral y cívica de la sociedad española. Él mismo se tomó
como referencia de sus obsesiones del hombre como individuo: "Hablo de
mí porque es el hombre que tengo más cerca."
Su narrativa progresó desde sus novelas primerizas Paz en la guerra (1895) y Amor y pedagogía (1902) hasta las maduras La tía Tula (1921) y San Manuel Bueno, mártir (1930). Entre ellas escribió Niebla (1914), Abel Sánchez (1917) y Tres novelas ejemplares y un prólogo
(1920), libro que ha sido considerado por algunos críticos como
autobiográfico, si bien no tiene que ver con hechos de su vida, sino con
su biografía espiritual y su visión esencial de la realidad, es decir, con la
afirmación de su identidad individual y la búsqueda de los elementos
vinculantes que fundamentan las relaciones humanas. En ese sentido, sus personajes son problemáticos y víctimas del
conflicto surgido de las fuertes tensiones entre sus pasiones y los
hábitos y costumbres sociales que regulan sus comportamientos, marcando
las distancias entre la libertad y el destino, la imaginación y la
conciencia.
Su producción poética comprende títulos como Poesía (1907), Rosario de sonetos líricos (1912), El Cristo de Velázquez (1920), Andanzas y visiones españolas (1922), Rimas de dentro (1923) o Romancero del destierro
(1927), éste último fruto de su experiencia en la isla de
Fuerteventura, adonde fue deportado a comienzos de 1924 por su oposición a la dictadura de
Primo de Rivera y críticas al Rey (aun indultado se exilió en París y Hendaya, no volviendo a Salamanca hasta la caída del dictador en 1930).
También cultivó el teatro: La esfinge (1898), La venda (1899), El pasado que vuelve (1910), Fedra (1918), Soledad (1921), Sombras de sueño (1926), El otro (1932) o su traducción de la Medea (1933) de Séneca. Sus poemas y sus obras teatrales abordaron los mismos temas de su
narrativa: los dramas íntimos, amorosos, religiosos y políticos a través
de personajes conflictivos y sensibles ante las formas evidentes de la
realidad. Su obra y su vida estuvieron estrechamente relacionadas, de
ahí sus contradicciones y paradojas.
Considerado como el escritor más culto de su generación, fue sobre todo
un intelectual inconformista que hizo de la polémica una forma de
búsqueda. En 1931 la República le repone en el cargo de Rector de la Universidad de Salamanca y entre 1931 y 1933 fue diputado electo por esa ciudad. Tras la muerte de su esposa, jubilado desde 1934, es nombrado Rector vitalicio, a título honorífico, de la Universidad salmantina, pero sus manifiestas críticas a la
política de la República española y posterior apoyo a la sublevación militar (que él creía regeneraría España) llevaron dos años más tarde a una nueva destitución por el Presidente Azaña y al gobierno rebelde de
Burgos a nombrarlo nuevamente Rector de la Universidad de Salamanca, cargo del que finalmente fue destituido por Franco a raíz de su público arrepentimiento por sustentar a los sublevados y al enfrentamiento el 12 de octubre de 1936 con el general Millán-Astray, fundador de la Legión, en el que improvisó el discurso que incluyó la famosa frase "Venceréis, pero no convenceréis". Solo y desolado, sus últimos días transcurrieron bajo arresto domiciliario en su casa hasta su repentina muerte a los 72 años el último día de 1936.
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