LA MIRADA FEMENINA
Hoy es aniversario natal de la escritora británica Jane Austen, destacada novelista cuya ficción fluída, satírica y elegantemente estructurada, señala la transición en la literatura inglesa del neoclasicismo del siglo XVIII al romanticismo del siglo XIX. Sus obras, muy bien acogidas desde que lograron ser publicadas, muestran versosímilmente acontecimientos costumbristas y cotidianos, presentando a pequeños núcleos de personas en espacios limitados, observados de forma lúcida, aguda y meticulosa, con toda clase de detalles, desde una perspectiva femenina. Sus personajes son de clase media y provincianos, cuya máxima preocupación es lograr el bienestar económico y su mayor ambición el matrimonio. Sensible a los patrones universales de la conducta humana, Austen busca la identificación del lector con sus protagonistas, que por lo común, tras etapas de incertidumbre, alcanzan la madurez a través de la pérdida de sus ilusiones. Su talento, su sentido del humor, su mirada penetrante y su imaginación, patentes en sus obras, hacen de ellas clásicos de la novela psicológica.
Jane Austen nació en la parroquia de Steventon, pequeño pueblo en el norte de Hampshire, de la que su padre, un clérigo protestante, era rector. Séptima hija de una familia de ocho hermanos, su progenitor se encargó
personalmente de su educación. Jane se crió en un ambiente de dedicación a las labores domésticas, la escritura y la ávida lectura. En 1801, los Austen se trasladaron a Bath
y, tras la muerte del cabeza de familia en 1805, primero a Southampton
y luego a Chawton, un pueblo de la misma región, donde la escritora redactó
la mayoría de sus novelas. La suya fue una vida sin grandes
acontecimientos, apenas sin nada que turbara la placidez de una
existencia pequeñoburguesa y provinciana; sólo muy de tarde en tarde
realizaba algún que otro viaje a Londres. Nunca se separó de su familia y tampoco llegó a contraer
matrimonio.
Apacible, sereno y equilibrado es también su modo de
novelar, la minuciosa y sutil ironía con que describe el ambiente que la
rodea, el de la alta clase rural del sur de Inglaterra. La intriga
narrativa suele ser de poca importancia, por lo que el interés de sus
obras reside en los diferentes matices psicológicos de sus personajes,
interpretados con gran agudeza, y en la descripción amable y
comprensiva, pero no carente de malicia y humor, del ambiente social en
que sitúa sus criaturas, que no es otro que el suyo propio, el de la
burguesía acomodada.
Las seis novelas que escribió
conviene agruparlas en dos períodos diferentes. Durante el primero
vieron la luz una serie de títulos, algunos de los cuales tardaron más
de quince años en ser editados. Su primera novela publicada fue Sentido y sensibilidad
(1811), centrada en la historia de dos
hermanas y sus asuntos amorosos, caracterizada por su realismo. Más tarde editó su obra más popular y la primera en ser escrita, Orgullo y prejuicio, considerada la mejor de sus novelas, cuya
redacción emprendió el año 1796, aunque no se publicaría hasta 1813. En
ella, Austen relata la historia de las cinco hermanas Bennet y las
tribulaciones de sus respectivos amoríos. También es de este período La abadía de Northanger (1818), una especie de parodia sobre la novela gótica, tan en boga a finales del siglo XVIII.
Su segunda etapa creativa empezó en 1811, y marcó su recuperación tras doce años de esterilidad creadora. El parque de Mansfield (1814), Emma (1816) y Persuasión
(publicada póstumamente en 1818) son títulos que corresponden a
este momento y todos ellos narran los enredos románticos de sus tres
heroínas, tratados con gracia y profundidad. Tiempo después de su muerte
aparecieron varias novelas incompletas, como Los Watson, Fragmentos de una novela, Plan para una novela y su correspondencia, publicada bajo el título de Cartas.
Jane
Austen falleció a los 41 años a causa de la enfermedad de Addison (hipofunción de las glándulas adrenales). Había contado desde un principio con una acogida excelente para sus
novelas, en un momento en que la temática romántica parecía agotada. Son
relatos en que predominan la observación incisiva y los detalles
meticulosos en una trama que consigue dar fuerza a acontecimientos en
apariencia triviales y cotidianos, y que rescatan, incluso para los
personajes secundarios, un cierto sentido de universalidad que tan
gratos los hizo a los lectores y por los cuales la escritora se
convirtió en uno de los grandes difusores de la novela británica.
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