EL TALENTO MÁS BIZARRO
Hoy se cumplen cincuenta y cuatro años del fallecimiento del director cinematográfico estadounidense Tod Browning. Su legado fílmico en el recuerdo popular se limita a dos películas de terror: Drácula (1931) y La parada de los monstruos (1932), pero hay un Browning desconocido, muy activo durante el cine mudo, miembro del equipo de D.W. Griffith, realizador de melodramas y policiacos y el responsable de algunas de las mejores películas (diez en total) de Lon Chaney, en las que desplegó su gran talento estilístico. Su muy coherente obra abunda en la fascinación por lo raro y extraño e ironiza sobre la relatividad de la moral, de la normalidad o de la sensatez. En ella sorprende su creación de atmósferas insólitas y la economía de medios frente a la magnitud de los resultados obtenidos. Su elogio de lo diferente sigue vigente en cineastas herederos de su espíritu como David Lynch o Tim Burton. En cuanto a su vida, puede decirse que es tan interesante como la de los personajes que retrató en sus películas.
Hoy se cumplen cincuenta y cuatro años del fallecimiento del director cinematográfico estadounidense Tod Browning. Su legado fílmico en el recuerdo popular se limita a dos películas de terror: Drácula (1931) y La parada de los monstruos (1932), pero hay un Browning desconocido, muy activo durante el cine mudo, miembro del equipo de D.W. Griffith, realizador de melodramas y policiacos y el responsable de algunas de las mejores películas (diez en total) de Lon Chaney, en las que desplegó su gran talento estilístico. Su muy coherente obra abunda en la fascinación por lo raro y extraño e ironiza sobre la relatividad de la moral, de la normalidad o de la sensatez. En ella sorprende su creación de atmósferas insólitas y la economía de medios frente a la magnitud de los resultados obtenidos. Su elogio de lo diferente sigue vigente en cineastas herederos de su espíritu como David Lynch o Tim Burton. En cuanto a su vida, puede decirse que es tan interesante como la de los personajes que retrató en sus películas.
Nacido Charles Albert Browning, Jr., desde niño
se sintió fascinado por la vida del circo. A los dieciséis años se enamoró de una bailarina de un espectáculo ambulante de paso por su ciudad, dejó a su acomodada familia y sus estudios y se marchó con ella. Así comenzó una larga trayectoria en la que pasó mucho tiempo ligado a
los espectáculos de variedades, ferias callejeras, carnavales, etc. Fue contorsionista, clown, jockey y director de varietés entre otros oficios, los cuales,
con el correr de los años, reformularía como temas recurrentes a lo
largo de su filmografía. Entre 1906 y 1910 estuvo casado con Amy Louise Stevens, de la que se divorció para contraer nuevo matrimonio con la actriz Alice Wilson, su esposa desde 1911 hasta 1944, año en que ella fallecería.
En 1913 se convirtió en actor cinematográfico
en cortos de Charlie Murray, un ex artista circense (más tarde
popularizado en la troupe de Mack Sennett) y otras comedias para la Biograph.
Poco después ya estaba trabajando como actor de D. W. Griffith, pero a fines
de este año se alejó de la compañía para viajar
hacia California a fin de tomar la dirección del estudio Reliance-Majestic.
Para una de sus subsidiarias, la Komic Pictures, filmó medio centenar
de cortometrajes. Al mismo tiempo mantuvo
sus lazos con Griffith (de quien seguramente aprendió mucho).
En 1915 sufrió un trágico accidente que costó la vida a
su acompañante, William Elmer Booth, y Browning se salvó pero
pasó un año en el hospital. Durante este tiempo escribió
numerosos guiones, uno de los cuales sirvió para un film de Douglas
Fairbanks en el que había elementos
como
la cocaína y el opio. Luego de su recuperación Browning trabajó
en los estudios Triangle, un consorcio que administraba films de Griffith,
Mack Sennett y Thomas Ince. En 1916 actuó como extra en "Intolerancia" (1916) de Griffith, la película más notable de su época
y por varios años el mayor espectáculo de Hollywood.
Un año después Browning consiguió estrenar su primer
largometraje, Jim Bludso (1917), sobre la vida de un marino que sacrifica su
propia vida por salvar a los pasajeros de su barco que se incendia, pero no
fue bien recibida por la crítica (que ya desde entonces manejaba la opinión
del cine) y Browning realizó un par de títulos más antes de abandonar
la Triangle. Marchó nuevamente a Nueva York junto a
su esposa para trabajar en la Metro, donde dirigió
a la actriz Mabel Taliaferro en dos películas que contaron con grandes avances técnicos.
Al finalizar en 1918 la Gran Guerra Europea, Browning regresa nuevamente
a California, donde dirige un par de películas más hasta que es contratado
por un pequeño estudio llamado Bluebird Productions, dependiente de Universal
Pictures. Allí Browning conoce a dos personas que serían muy importantes
en el resto de su carrera, Irving Thalberg y Lon Chaney. El primero, un joven
y sagaz productor, se impresionó por el trabajo de Browning, especialmente
luego de ver La rosa del arroyo (1919), el primer film en el que dirigió a Lon Chaney.
Esta buena impresión sirvió para que Thalberg proporcionase un presupuesto
alto para la realización
de La virgen de Estambul (1920), un exitoso drama que otorgó buena reputación
al anterior extra de Griffith. Después Browning dirigió títulos como Fuera de la ley (1920), thriller criminal con Priscilla Dean y Lon Chaney, El hombre encubierto (1922), drama criminal con Herbert Rawlinson, Bajo dos banderas (1922) o El tigre blanco (1923), dramas ambos con Priscilla Dean. El fallecimiento de su padre, la separación
de su esposa Alice y otros factores sumieron a Browning en una crisis de dependencia del
acohol, de la cual sólo se pudo recuperar cuando se reconcilió con su mujer.
Los tiempos habían cambiado y ahora Irving Thalberg era uno de los ejecutivos de Metro-Goldwyn-Mayer, compañía que estaba buscando un director para rodar El trío fantástico (1925), thriller criminal protagonizado por Lon Chaney. La extravagante trama, ambientada en una barraca de feria, se centraba en las andanzas de un trío de estafadores compuesto por un enano, un forzudo de circo y un ventrílocuo travestido, cuya identidad se mezclaba con la de su muñeco. Luego de su estreno, la buena acogida acarreó una serie de películas producidas por M.G.M. en las que, por mor de un estilo cada vez más depurado, la colaboración entre Chaney y Browning era sinónimo de más éxito, así Maldad encubierta (1926), La sangre manda (1926) y Garras humanas (1927), donde también actuaban Norman Kerry y Joan Crawford. La más exitosa (hoy lamentablemente perdida casi en su totalidad) de sus películas juntos fue La casa del horror (1927), donde Chaney interpretaba un doble papel como inspector de Scotland Yard y como un terrorífico vampiro. Las últimas fueron Los antros del crimen (1928), Los pantanos de Zanzibar (1928) y Oriente (1929), un melodrama coprotagonizado por Lupe Vélez con elementos bastantes bizarros. Sin Chaney dirigió El palacio de las maravillas (1927), drama circense con John Gilbert, Renée Adorée y Lionel Barrymore.
Tras la llegada del cine sonoro, rueda para Universal el thriller Fuera de la ley (1930), remake del film silente del mismo título diez años anterior, con el protagonismo de Edward G. Robinson y Mary Nolan, y Drácula (1931), adaptación de la novela de Bram Stoker, con Béla Lugosi, David Manners, Helen Chandler y Dwight Frye, exitoso film de terror que Browning emprendió después del fallecimiento de Lon Chaney, suceso que lo sumió en una gran tristeza. El resto de su filmografía fue producido por M.G.M., empezando por La parada de los monstruos (1932), su más conocida obra maestra, un muy osado y macabro drama circense (en el que incluyó elementos autobiográficos) con Wallace Ford, Leila Hyams, Olga Baclanova y Roscoe Ates. El film, habitado de seres deformes, retrasados, tullidos o amputados (entre los que existe un ominoso código solidario para defenderse), se centra en un triángulo amoroso entre un enano, una trapecista y un forzudo, mostrando un auténtico teatro de la crueldad y tratando de sobrecoger al espectador mediante la exhibición de atrocidades. Browning consigue que sus monstruos (freaks, palabra que se acuñó gracias a esta película) despierten simpatía o ternura en el espectador, mientras otorga el papel de villanos a los humanos físicamente normales. En su día la cinta, que se estrenó con muchos cortes de la productora, fue extremadamente controvertida, además de un fracaso comercial, y en muchos países tuvo problemas con la censura. Hoy es un título de culto y un gran clásico irrepetible que no ha perdido su poderosa capacidad de impacto. Después rodó Perdone, señorita (1933), drama sobre amistad y celos con John Gilbert, Robert Armstrong y Mae Clarke, La marca del vampiro (1935), bizarra sátira de las convenciones del cine de terror con Lionel Barrymore, Elizabeth Allan, Béla Lugosi, Lionel Atwill y Jean Hersholt, Muñecos infernales (1936), su última gran obra maestra, un melodrama que mezclaba el terror y la ciencia-ficción, sutil narración de una venganza con excelentes efectos especiales y Lionel Barrymore, Maureen O'Sullivan y Frank Lawton como protagonistas, y Milagros en venta (1939), thriller policiaco con Robert Young y Florence Rice que pasó inadvertido.
Tras realizar trabajos menores para M.G.M., pasó a una situación de retiro, mudándose en 1942 con su esposa a su casa de Malibú, una mansión llena de obras sobre magia y ocultismo. Olvidado por la industria, sus últimos veinte años de vida fueron muy oscuros. En 1944 falleció su esposa y se publicó erróneamente su propio obituario. El error fue subsanado, pero nadie de la profesión lo volvió a ver; de hecho Browning no concedió ninguna entrevista ni nada parecido. A finales de los años 50 superó un cáncer de garganta después de someterse a una operación quirúrgica. Sin embargo, en 1959, cuando su hermano Avery falleció en Louisville, Tod asistió al velatorio desde una cabina privada, impidiendo así que cualquier otro miembro de su familia lo viera luego de su cirugía. Tres años después, el cadáver de Browning fue encontrado en el baño por unos amigos. Murió a los 82 años. Irónicamente, mientras Dracula se emitía en las televisiones y la crítica redescubría La parada de los monstruos, el director no alcanzó a presenciar la reivindicación de su figura y revalorización de su obra, admirada por nuevas generaciones de cinéfilos.
(Parte de esta semblanza está extraída de la página Cinefania)
Los tiempos habían cambiado y ahora Irving Thalberg era uno de los ejecutivos de Metro-Goldwyn-Mayer, compañía que estaba buscando un director para rodar El trío fantástico (1925), thriller criminal protagonizado por Lon Chaney. La extravagante trama, ambientada en una barraca de feria, se centraba en las andanzas de un trío de estafadores compuesto por un enano, un forzudo de circo y un ventrílocuo travestido, cuya identidad se mezclaba con la de su muñeco. Luego de su estreno, la buena acogida acarreó una serie de películas producidas por M.G.M. en las que, por mor de un estilo cada vez más depurado, la colaboración entre Chaney y Browning era sinónimo de más éxito, así Maldad encubierta (1926), La sangre manda (1926) y Garras humanas (1927), donde también actuaban Norman Kerry y Joan Crawford. La más exitosa (hoy lamentablemente perdida casi en su totalidad) de sus películas juntos fue La casa del horror (1927), donde Chaney interpretaba un doble papel como inspector de Scotland Yard y como un terrorífico vampiro. Las últimas fueron Los antros del crimen (1928), Los pantanos de Zanzibar (1928) y Oriente (1929), un melodrama coprotagonizado por Lupe Vélez con elementos bastantes bizarros. Sin Chaney dirigió El palacio de las maravillas (1927), drama circense con John Gilbert, Renée Adorée y Lionel Barrymore.
Tras la llegada del cine sonoro, rueda para Universal el thriller Fuera de la ley (1930), remake del film silente del mismo título diez años anterior, con el protagonismo de Edward G. Robinson y Mary Nolan, y Drácula (1931), adaptación de la novela de Bram Stoker, con Béla Lugosi, David Manners, Helen Chandler y Dwight Frye, exitoso film de terror que Browning emprendió después del fallecimiento de Lon Chaney, suceso que lo sumió en una gran tristeza. El resto de su filmografía fue producido por M.G.M., empezando por La parada de los monstruos (1932), su más conocida obra maestra, un muy osado y macabro drama circense (en el que incluyó elementos autobiográficos) con Wallace Ford, Leila Hyams, Olga Baclanova y Roscoe Ates. El film, habitado de seres deformes, retrasados, tullidos o amputados (entre los que existe un ominoso código solidario para defenderse), se centra en un triángulo amoroso entre un enano, una trapecista y un forzudo, mostrando un auténtico teatro de la crueldad y tratando de sobrecoger al espectador mediante la exhibición de atrocidades. Browning consigue que sus monstruos (freaks, palabra que se acuñó gracias a esta película) despierten simpatía o ternura en el espectador, mientras otorga el papel de villanos a los humanos físicamente normales. En su día la cinta, que se estrenó con muchos cortes de la productora, fue extremadamente controvertida, además de un fracaso comercial, y en muchos países tuvo problemas con la censura. Hoy es un título de culto y un gran clásico irrepetible que no ha perdido su poderosa capacidad de impacto. Después rodó Perdone, señorita (1933), drama sobre amistad y celos con John Gilbert, Robert Armstrong y Mae Clarke, La marca del vampiro (1935), bizarra sátira de las convenciones del cine de terror con Lionel Barrymore, Elizabeth Allan, Béla Lugosi, Lionel Atwill y Jean Hersholt, Muñecos infernales (1936), su última gran obra maestra, un melodrama que mezclaba el terror y la ciencia-ficción, sutil narración de una venganza con excelentes efectos especiales y Lionel Barrymore, Maureen O'Sullivan y Frank Lawton como protagonistas, y Milagros en venta (1939), thriller policiaco con Robert Young y Florence Rice que pasó inadvertido.
Tras realizar trabajos menores para M.G.M., pasó a una situación de retiro, mudándose en 1942 con su esposa a su casa de Malibú, una mansión llena de obras sobre magia y ocultismo. Olvidado por la industria, sus últimos veinte años de vida fueron muy oscuros. En 1944 falleció su esposa y se publicó erróneamente su propio obituario. El error fue subsanado, pero nadie de la profesión lo volvió a ver; de hecho Browning no concedió ninguna entrevista ni nada parecido. A finales de los años 50 superó un cáncer de garganta después de someterse a una operación quirúrgica. Sin embargo, en 1959, cuando su hermano Avery falleció en Louisville, Tod asistió al velatorio desde una cabina privada, impidiendo así que cualquier otro miembro de su familia lo viera luego de su cirugía. Tres años después, el cadáver de Browning fue encontrado en el baño por unos amigos. Murió a los 82 años. Irónicamente, mientras Dracula se emitía en las televisiones y la crítica redescubría La parada de los monstruos, el director no alcanzó a presenciar la reivindicación de su figura y revalorización de su obra, admirada por nuevas generaciones de cinéfilos.
(Parte de esta semblanza está extraída de la página Cinefania)
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