GERÓNIMO GIMÉNEZ (Sevilla, España, 10-10-1854 / Madrid, España, 19-2-1923): IN MEMORIAM
Hoy es aniversario natal del compositor y director de orquesta español Gerónimo Giménez. Músico de formación completa, además de brillar en
el violín y el violonchelo, fue un importante director de
orquesta y un excelente orquestador, como puede apreciarse en sus
preludios e intermedios de zarzuela y poemas sinfónicos, llegando a ser conocido en su día como el maestro de guante blanco por su elegancia y claridad gestual. Compuso algunas obras sinfónicas y de cámara, pero la especialidad en la que más destacó fue la zarzuela, género al que aportó más de un centenar de títulos. Algunos de los intermedios instrumentales de estas obras se han incorporado al repertorio habital de orquestas clásicas.
Hijo de un modesto violinista, Gerónimo Giménez Bellido recibió las primeras lecciones de solfeo,
violín y piano de su padre, con el cual siendo todavía muy niño se
trasladó a Cádiz, en donde estudió armonía y composición. Precoz virtuoso del violín, a los doce años ya fue admitido como primer
violinista del Teatro Principal de Cádiz. A los diecisiete dirigió por
primera vez diversas óperas y obtuvo con ello resonantes triunfos, pese
a su poca edad. A los veinte ganó una beca concedida por la Diputación
de la provincia, con la que se trasladó a París para ampliar estudios en
el Conservatorio.
En la capital de Francia fue condiscípulo de Debussy, al que venció en
los exámenes de final de curso al quedar el español primero y segundo el
genial compositor francés. Terminados sus estudios, Giménez
recorrió Italia y volvió luego a España trayendo consigo unas obras
sinfónicas que le fueron estrenadas en Madrid. Fue director del Teatro Apolo de Madrid, y condujo
repetidas veces la orquesta del Teatro Real. Al dejarla el maestro Bretón, tomó la dirección de la Sinfónica de
Madrid al frente de la cual cosechó grandes éxitos.
Atraído por el
teatro, Gerónimo Giménez dejó la música grande para dedicarse a componer
zarzuelas, género más fácil y mejor remunerado, en el que dejó la
impronta de su genio en partituras de auténtica calidad, tales como Trafalgar (1890), El baile de Luis Alonso (1896), La boda de Luis Alonso (1897) o La tempranica (1900),
que han quedado como páginas de concierto. Requerido por el éxito,
compuso numerosas obras del mismo género, algunas en colaboración con
Amadeo Vives.
Además de las citadas, de entre su abundantísima producción, se han grabado las partituras de El barbero de Sevilla (1901), El húsar de la guardia (1904) o La gatita blanca (1906). También han pasado al disco algunos fragmentos sinfónicos de Los voluntarios
(1893) -¿quien no ha escuchado en algún desfile militar español la célebre marcha
entonada por el coro en el primer cuadro de esta pequeña opereta?-, Las mujeres (1896), Los borrachos (1899), Enseñanza libre (1901), La Torre del Oro (1902), Cinematógrafo nacional (1907), El patinillo (1909) o Soleares (1919). Asímismo muchas divas del canto lírico han interpretado una y otra vez la polonesa de El barbero de Sevilla o la popular pieza La tarántula de La tempranica.
El cambio de siglo trajo consigo la decadencia del compositor hasta el extremo de conducirle, en sus últimos años, a la más penosa miseria. Cuando falleció en 1923 a los 68 años, pesaba sobre Giménez
un raro olvido si tenemos en cuenta que fue uno de los mejores
directores de orquesta de su tiempo. Por otra parte, la crítica le
reconoció sus muchos méritos de compositor, a la altura de los más
valiosos de su generación, la de Caballero, Chueca, Chapí, Bretón...
Triunfador como ellos en el teatro lírico con sainetes y operetas,
Giménez degradó poco a poco su talento en el llamado género
ínfimo. Pero aún en él se abría paso la gracia, el duende andaluz y el
gran oficio de su arte. ¿Acaso se debió a dificultades económicas, a su
mala salud, o fueron secuelas de una vida desordenada y bohemia a la que
agregó un trabajo agobiante? Arcanos indescifrables del artista.
Sin Giménez no
habría sido tan brillante la eclosión del sinfonismo español en el siglo
pasado, ni la escuela nacionalista hubiera tenido tan claro su
objetivo. Albéniz y Falla le respetaron y admiraron. Moreno Torroba
convirtió en ópera La tempranica y Joaquín Rodrigo le rindió
homenaje a esta magna zarzuela en una de sus obras orquestales. Amadeo
Vives dijo con razón que Giménez era "el músico del garbo". Sin duda lo
fue, pero además poseía un sentido dramático certero y el día en que su
obra sea publicada y mejor conocida se le volverá a aplaudir cual merece
uno de los más auténticos maestros de la lírica española.
(Reseña a partir de la página Biografías y Vidas y el periódico El Cultural)
La boda de Luis Alonso, o La noche del encierro es una zarzuela en un acto con libreto de Francisco Javier de Burgos y Manuel López-Quiroga. Se estrenó en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, el 27 de enero de 1897, obteniendo un éxito señaladísimo. El preludio se repitió y así casi todos los demás números, pero donde el entusiasmo del público llegó al máximo con atronadores aplausos y gritos de ¡bravo! premiando al compositor fue en el posteriormente famosísimo Intermedio. En el video se puede apreciar en coreografía del Ballet Alhambra en una producción de José Luis Moreno.
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