SOFISTICADA, DIVERTIDA... Y MALOGRADA
Hoy se cumplen cincuenta y siete años del fallecimiento a los 32 de la actriz inglesa Kay Kendall. Bonita, delgada, vivaracha, de una extraña elegancia, mezcla de la sofisticación más elaborada con un extraordinario humor, dejó el recuerdo de una carrera tan deslumbrante como breve.
Nacida
Justine Kay Kendall McCarthy en el seno de una familia de artistas de vaudeville, era la menor de tres hermanos. Mientras se formaba como cantante y bailarina, ya desde adolescente fue corista de music-hall junto a su hermana y debutó sin acreditar en el cine británico en 1943, apareciendo en los siguientes diez años en papeles secundarios en más de una docena de films.
Su revelación se produjo al coprotagonizar Genoveva (1953) de Henry Cornelius, comedia itinerante que presentaba a dos parejas en un rally automovilístico de coches antiguos, con
Dinah Sheridan,
John Gregson y
Kenneth More, a la que siguió su participación en otros títulos donde mostró su habilidad para la comedia: Un médico en la familia (1954) de Ralph Thomas, con Dirk Bogarde, Abdulla el Grande (1955) de Gregory Ratoff, con Ratoff, Sydney Chaplin y Marina Berti, Siete esposas para un marido (1955) de Sidney Gilliat, con
Rex Harrison y
Margaret Leighton, o Simon y Laura (1955) de Muriel Box, con Peter Finch. Después, ya con producción americana, rodó en su país Las aventuras de Quentin Durward (1955) de Richard Thorpe, adaptación de la novela medieval de Sir Walter Scott, en la que compartió créditos con Robert Taylor y Robert Morley.
Entre el público americano se hizo popular a raiz de varias apariciones televisivas y, sobre todo, al formar parte del reparto de Les girls (1957) de George Cukor, espectacular musical MGM con
Gene Kelly,
Mitzi Gaynor y
Taina Elg, donde interpretó con irresistible vis cómica a una altanera señorita con pasado de bailarina de cabaret y predisposición culpable al alcohol. Tanto la película como Kendall y sus compañeras Gaynor y Elg fueron premiadas con sendos Globos de Oro. A continuación Vincente Minnelli la eligió para protagonizar Mamá nos complica la vida (1958), comedia con Rex Harrison (a la sazón su marido), John Saxon, Sandra Dee y Angela Lansbury, donde de nuevo entusiasmó al público como mujer sofisticada y superficial. Su última película fue Volverás a mí (1960) de Stanley Donen, comedia romántica con Yul Brynner, estrenada después de su muerte.
Desde 1955 Kay sostuvo un romance con Rex Harrison, por entonces casado con Lilli Palmer. Cuandó Harrison supo por el médico que Kendall padecía de leucemia, enfermedad entonces incurable, acordó el divorcio con su esposa para casarse con su amada en 1957 y cuidarla hasta su muerte, sobrevenida dos años después. Kendall nunca conoció el diagnóstico de su dolencia y falleció creyendo que sufría deficiencia de hierro.
La prematura muerte de Kay Kendall dejó el sentimiento generalizado de haber perdido la gran estrella que ella habría podido ser, una gran comediante, bella, divertida, nunca vulgar, en la estirpe de Carole Lombard o Claudette Colbert.
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