OBSERVADOR VERAZ Y CERTERO
Hoy es aniversario natal del cineasta francés Jacques Becker. Junto a Jean Renoir y Marcel Carné está considerado como uno de los más importantes directores clásicos de la cinematografía gala. Su obra se reduce a trece largometrajes realizados entre 1942 y 1960, pero (salvo en un par de excepciones) tiene una gran homogeneidad y coherencia interna dentro de un estilo muy personal. Ya en sus comedias de posguerra o en sus recreaciones de época, su certera aproximación a la realidad, mezcla de rigor y sensibilidad, dio vida a toda una galería de memorables personajes contemplados con gran precisión psicológica y calor humano. Su puesta en escena, fluida, reflexiva y sosegada, siempre adaptada al ritmo de las emociones descritas, le destaca como un gran observador de la condición humana y, de historias a veces desarrolladas en sórdidos ambientes marginales, supo extraer auténtica poesia visual. En su cine prevalece la idea de que como individuos vivimos en una sociedad malsana y falsa que sólo podrá ser redimida por la belleza de nuestras acciones.
Hijo de un francés administrador de empresa y una escocesa propietaria de un taller de costura, Jacques Becker fue educado en el ambiente de la gran burguesía intelectual parisina. Su rebeldía juvenil le llevó a abandonar sus estudios musicales en la prestigiosa Schola Cantorum para dedicarse a la pintura y
fundar una orquesta de aficionados que tocó en cabarets y salas de
espectáculos populares. Durante un viaje transatlántico a Nueva York en 1928 conoció a King
Vidor, quien le ofreció participar en sus películas como actor, aunque a
Becker le interesaba más la puesta en escena. En 1932 decidió adentrarse en el inestable mundo del cine como ayudante de dirección de Jean Renoir, con quien había trabado amistad ocho años antes en casa del pintor Cézanne, tarea que asumió hasta 1938. Los conocimientos técnicos y la sensibilidad poética
adquiridos al lado de Renoir fueron fundamentales en la vida futura de Becker y, como
es lógico, también encontraron reflejo en sus posteriores películas como
director. En este periodo rodó dos mediometrajes en 1935 y dirigió un episodio de La vida es nuestra (1936), documental colectivo producido para la campaña electoral del Frente Popular francés.
Conseguirá, por fin, que le encomienden la realización de su primer
largometraje, que se titulaba "L'or du Cristobal" (1939), pero los problemas de
financiación de los productores hicieron que el rodaje se paralizara, ya
que Becker se negaba a rebajar la calidad de la película filmando de forma
más apresurada o barata. A causa de la Segunda Guerra Mundial, Becker fue
movilizado, circunstancia que los productores aprovecharon para
encargar a Jean Stelli la finalización de la película. Tras caer
prisionero y ser repatriado gracias a la mediación de la Cruz Roja, regresó a París. Durante la Ocupación, Becker rodó tres películas muy distintas entre sí,
pero donde se aprecia ya su estilo preciosista y el empleo libre y vivaz
de la cámara que caracterizarán su cine. Estas películas fueron el drama policiaco Dernier atout (1942), su primer largometraje, con
Mireille Balin,
Raymond Rouleau y
Pierre Renoir,
Goupi mains rouges (1943, drama rural basado
en la novela homónima de Pierre Véry, con
Fernand Ledoux, y Falbalas (1945), drama romántico con
Raymond Rouleau y
Micheline Presle. Precisamente
durante el rodaje de la última se produjo la victoria de los tropas
aliadas. Gracias a las cámaras y la película devueltas por aquellas, Becker
pudo participar en el documental colectivo La Libération de Paris (1944).
Después de la guerra rodó una serie de comedias de gran éxito que le convirtieron en los años
40 y 50 en uno de los cineastas franceses más conocidos: Se escapó la suerte (1947), con
Roger Pigaut y
Claire Mafféi, premiada en el Festival de Cannes, Cita en julio (1949), con
Daniel Gélin y
Brigitte Auber, y Edouard y Caroline (1951), con
Daniel Gélin y
Anne Vernon. Su gusto por la observación
de la sociedad tras la Liberación, su mirada sobre los personajes, su
talento para la dirección de actores y el equilibrio entre la agudeza
psicológica de los diálogos y la perfección de la puesta en escena
caracterizan estas películas en las que se reflejan todas las clases
sociales y que servirán de inspiración a François Truffaut y sus
películas sobre el personaje de Antoine Doinel. Con París, bajos fondos (1952), tragedia ambientada a comienzos del siglo XX, basada en hechos reales e interpretada con gran densidad dramática por
Simone Signoret,
Serge Reggiani y
Claude Dauphin, el director parisino consiguió la primera de sus obras maestras y uno de los grandes clásicos del cine francés de todos los tiempos. Después estrenó Calle
de la Estrapada (1953), comedia dramática con
Daniel Gélin,
Louis Jourdan y Anne Vernon, y No toquéis la pasta (1954), thriller basado en una novela de
Albert Simonin que se convirtió en el prototipo del cine policiaco francés
y sirvió para relanzar la carrera de Jean Gabin. Su siguiente película, Ali Babá y los cuarenta ladrones (1954), era una
farsa de encargo puesta al servicio del lucimiento del cómico Fernandel. Tres años más tarde
rodó Las aventuras de Arsenio Lupin (1957), agradable comedia de época protagonizada por Robert Lamoureux y basada en el personaje del célebre ladrón francés de guante blanco creado por el
escritor Maurice Leblanc.
Tras estas últimas obras menores, Becker finalizó su carrera rodando dos de sus películas más importantes: Los amantes de Montparnasse (1958), drama sobre la vida del pintor Amedeo Modigliani, que encierra una reflexión sobre la soledad, protagonizado por Gérard Philipe,
Lilli Palmer y
Anouk Aimée, y su gran obra maestra, La evasión (1960), drama carcelario basado en una novela de José Giovanni sobre la minuciosa preparación de una fuga por cinco hombres en la celda de una prisión parisina, con
Michel Constantin,
Jean Kéraudy,
Philippe Leroy,
Raymond Meunier y
Marc Michel, film cuyo rigor y sobriedad le acercaron al estilo depurado de Robert Bresson y otro clásico incontestable. La muerte sorprendió a Becker a los 53 años, antes de finalizar el montaje de su último título, supervisado por su hijo, el también futuro director Jean Becker (nacido en 1933 de un primer matrimonio). Durante sus tres últimos años de vida estuvo casado con la actriz Françoise Fabian.
Minuciosa y certera descripción del estilo cinematográfico de Becker. Lo recuerdo sobretodo por Arsenio Lupin.
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