RENOVADOR DEL WESTERN
Hoy es aniversario natal del cineasta estadounidense Anthony Mann, conocido fundamentalmente como director de westerns, aunque también rodó películas de otros géneros. Su filmografía se compone de casi cuarenta títulos. Su interes por las pasiones humanas más primitivas y las acciones violentas, su gusto por el color, el paisaje y la leyenda, le decantaron hacia el western, género en el que más y mejor se prodigó. Muchos de sus films denunciaban el racismo, la intolerancia, la injusticia, la marginación y los abusos de poder. Una constante en su obra es su interés por la psicología de los personajes. Sus héroes, entre ambiguos y atormentados, se debaten entre respetar la ley o infringirla, viéndose abocados a un destino trágico que les pone a prueba y les lleva a aniquilar a sus enemigos, para luego descubrir que conseguir su objetivo les deja un poso de amargura y una total soledad. Con movimientos de cámara calculados siempre para acompañar la acción y un estilo sobrio, sereno y comedido, observó gestos y objetos, emociones y lugares, estrategias y enfrentamientos, elementos visualmente potenciados con sensible dramatismo en medio de la inmensidad de una poderosa naturaleza circundante.
Reseña biográfica procedente (con algún retoque) de la página decine21:
Paisajes, montañas, itinerarios...
por Juan Luis SánchezEs uno de los grandes del western, destacó en el cine negro, y tiene algún título notable en el terreno del cine histórico y bélico. Se le considera uno de los más importantes artesanos del Hollywood clásico, pero Anthony Mann es mucho más que eso, es uno de los grandes autores de la segunda generación de realizadores americanos, aquellos que no trabajaron en el cine mudo, a la altura de Robert Aldrich o Nicholas Ray.
Nacido el 30 de junio de 1906, en San Diego (California, EE.UU.),
Emil Anton Bundsmann –nombre real del cineasta–, era hijo de un
emigrante austríaco y una georgiana de familia judía, ambos profesores
de filosofía. En un primer momento, el joven tenía la intención de
convertirse en actor. Cuando su familia se fue a vivir a Nueva York,
aprovechó para presentarse a pruebas para intervenir como secundario en
montajes del circuito off-Broadway.
En una obra, llamó la atención del poderoso productor David O. Selznick,
que decidió contratarle como director de casting y buscador de
talentos. Cuando éste se embarcó en la épica búsqueda del reparto de Lo que el viento se llevó, Mann se encargó de dirigir la filmación de numerosas pruebas de aspirantes.
Posteriormente ascendió a ayudante de dirección, al servicio del especialista en comedias Preston Sturges, con el que colaboró en varias, entre ellas la irrepetible Los viajes de Sullivan.
Encantado con su labor, Sturges le animó a emprender su propia carrera
como realizador. Paramount le dio la oportunidad de debutar con la
comedia criminal Dr. Broadway (1942), con la condición de que la terminara en 18 días. Su primer título importante es sin duda El gran Flamarion (1945), una historia criminal con Erich Von Stroheim interpretando a un tirador que actúa en espectáculos.
Por aquella época se especializó en el film noir de serie B y en
concreto está considerado uno de los representantes más ilustres del
docu-noir, que trataba el género con un estilo realista muy próximo al
documental. En este terreno destacan La brigada suicida (1947) y El ejecutor (1948). Otro de sus primeros trabajos es El reinado del terror (1949),
que aunque en esencia es un film de aventuras históricas en la época de
la Revolución Francesa, también tiene tono de cine negro.
Demostró su valía para el western con la inolvidable Winchester 73 (1950) con James Stewart,
originalísima cinta que sigue los pasos de un rifle que pasa de mano en
mano. Los resultados fueron tan satisfactorios, tanto para el
realizador como para el actor, que formaron 'matrimonio' profesional en
otros cuatro impecables títulos del oeste. En Horizontes lejanos (1952), Stewart encarna a Glyn McLyntock, pistolero que conduce una caravana para redimirse de su carrera como pistolero. Colorado Jim
(1953) está protagonizada por el violento Howard Kemp, en busca de un forajido
por el que pagan una sustanciosa recompensa que usará para comprar
nueva tierras y olvidar que su ex novia se fue con otro y se quedó con
las suyas. En Tierras lejanas (1954)
Stewart se mete en la piel del antipático Jeff Webster, que en la
nevada Alaska intenta vender ganado, vengar a su mejor amigo y olvidarse
de una mujer de antaño. Por último, en El hombre de Laramie (1955),
el actor interpreta a Will Lokhart, un antiguo militar que investiga
quién vendió las armas a los indios que mataron a varios soldados, entre
ellos su hermano. En todas se repiten temáticas, la huida del pasado,
la búsqueda de venganza, etc. y adquieren especial relevancia los
escenarios abiertos en los que transcurre la acción, lo que entusiasmaba
al maestro de críticos André Bazin: "Dadle a Mann un paisaje, una
montaña y un itinerario. Y ya tendremos una obra maestra".
También colaboraron en otras tres películas que no pertenecían al género: Bahía negra (1953), sobre dos buscadores de petróleo, Música y lágrimas (1954), biografía de la figura de la música Glenn Miller, y Acorazados del aire (1955), en torno a un oficial de la Aviación. Sin Stewart, Mann rodó varios westerns de primera, como La última frontera (1955), con Victor Mature, Cazador de forajidos (1957), con Henry Fonda, El hombre del oeste (1958), con Gary Cooper, y Cimarron (1960), con Glenn Ford. Destaca especialmente La puerta del diablo (1950), con Robert Taylor
como indio navajo que, a pesar de haberse convertido en héroe luchando
en la Guerra de Secesión, sufre el acoso racista de un abogado que pone a
todo el pueblo en contra suya. Fue uno de los primeros westerns que
defendía la perspectiva de los indios.
Durante el rodaje del drama sobre un aspirante a tenor Dos pasiones y un amor (1956), adaptación de una obra de James M. Cain, se enamoró de la actriz española Sara Montiel, que actuaba en la película.
Tras abandonar a su esposa Mildred (1936-1956), con la que tenía una hija, se
acabaría casando en 1957 con Sara Montiel 'in articulo mortis', porque el
realizador había sufrido un infarto y los médicos temían por su vida.
Cuando estaba con la actriz, Mann rodó en España El Cid (1961), uno de sus títulos más conocidos, con Charlton Heston
como el heroico caballero de Vivar. Según Sara Montiel, el productor
Samuel Bronston le ofreció a ella el papel de Doña Jimena, pero
prefirió recomendar a Sophia Loren. El realizador se divorció de la manchega en 1963 y al año siguiente se casó con la bailarina Sadlers Wells.
De nuevo junto a Bronston y Loren, Mann se encarga de la notable La caída del imperio romano (1964). Le siguió un buen film de aventuras bélicas, Los héroes de Telemark (1965), con Kirk Douglas y Richard Harris como miembros de la resistencia noruega que deben impedir que los nazis desarrollen la bomba atómica.
Otro infarto acabó con la vida del gran Anthony Mann en plena faena, mientras rodaba Sentencia para un dandy (1968), el 29 de abril de 1967 en Berlín. El actor Laurence Harvey se encargó de terminar la cinta.
Buenísima esta semblanza, la descripción del estilo fílmico de Mann es formidable. Winchester73 fue una de mis primeras películas que vi del oeste.
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