Hoy es aniversario natal del cineasta estadounidense Alexander Mackendrick. Aunque nació en América, se educó en Escocia y sus primeras películas, rodadas en la mejor época de los Estudios Ealing están impregnadas del llamado humor inglés. Ironía, sátira y pesimismo formaban parte de su ideario, meticulosamente plasmado en sus mejoras obras, con atinada dirección de actores. Autor de tan sólo nueve largometrajes, varios de ellos clásicos, ha pasado a la posteridad como uno de los más destacados directores emergidos en la industria británica, que produjo siete de sus obras.
Alexander Mackendrick era el hijo único de una pareja de emigrantes escoceses que llegaron a los Estados Unidos un año antes de su nacimiento. Su padre, ingeniero naval, murió cuando él tenía seis años, lo que dejó a su madre en difícil situación económica. La señora Mackendrick se vio obligada a trabajar como modista y enviar a su hijo, con siete años, de vuelta a Glasgow con el abuelo. Alexander nunca volvió a ver a su madre. Su infancia fue triste y solitaria. Después de graduarse, estudió tres años en la Escuela de Arte de su ciudad, guiado por su habilidad para dibujar. A comienzos de los años 30 se trasladó a Londres, donde trabajó como director artístico en una agencia publicitaria. Su primer contacto con la industria cinematográfica data de 1937, año en que escribió su primer guión. Luego estalló la Segunda Guerra Mundial y Mackendrick fue empleado por el Ministerio de Información para realizar films de propaganda bélica. En 1942 estuvo destinado en Argel y luego en Italia, trabajando para la División psicológica del frente. Allí realizaría reportajes, documentales y noticieros radiofónicos. En 1943 colaboró como director de segunda unidad en "Roma, ciudad abierta" (1945) de Roberto Rossellini.
Finalizada la contienda, trabajó para los estudios Ealing, primero como guionista y luego como diseñador de producción. En ellos se produjo su debut como director con Whisky a gogó (1949), divertida comedia con Basil Radford y
Joan Greenwood sobre determinadas aficiones tradicionales escocesas, en la que aprovechó su experiencia como documentalista. La siguieron El hombre del traje blanco (1951), comedia satírica que refleja con cierta amargura la endeble base sobre la que se sustentaba la sociedad obrera británica, con
Alec Guinness,
Joan Greenwood y
Cecil Parker, Mandy (1952), melodrama sobre la compleja reeducación de una niña sordomuda, con
Phyllis Calvert,
Jack Hawkins,
Terence Morgan,
Godfrey Tearle y Mandy Miller, que ganó el Premio Especial del Jurado en el festival de Venecia, La bella Maggie (1954), comedia protagonizada por
Paul Douglas que enfrenta a un millonario americano con un marinero escocés, y El quinteto de la muerte (1955), obra fundamental de la comedia negra británica en torno a un extraño grupo de músicos que perpetran un robo 'perfecto', con
Alec Guinness,
Kate Johnson,
Herbert Lom,
Peter Sellers y
Danny Green. En esta última Mackendrick construye un relato que combina de forma magistral las situaciones cómicas y el suspense. Gran éxito comercial en su día, es hoy un clásico muy imitado.
Después marchó a los Estados Unidos donde rodó otra obra maestra muy diferente, Chantaje en Broadway (1957), oscuro y lúgubre drama sobre la corrupción de la prensa y su relación con los bajos fondos, con magníficos diálogos en boca de unos excelentes Burt Lancaster y Tony Curtis, un film incomprendido en su momento y hoy objeto de culto. Desilusionado, Mackendrick regresó a Gran Bretaña y tardó seis años en volver a dirigir, lo que llevó a efecto con Sammy, huida hacia el Sur (1963), relato de aventuras de un niño en Africa protagonizado por
Edward G. Robinson, seguido por Viento en las velas (1965), dramático film de aventuras marinas que gira en torno al enfrentamiento psicológico entre un pirata y dos niños, con
Anthony Quinn,
James Coburn y Lila Kedrova, uno de sus títulos más valorados por la crítica actual, y No hagan olas (1967), alocada comedia erótico-satírica de menor envergadura con
Tony Curtis,
Claudia Cardinale,
Sharon Tate y
Robert Webber, que puso fin a su carrera como director.
Cansado de sus desacuerdos con la industria, aceptó en 1969 un puesto como decano del departamento de cine en el California Institute of the Arts, al que renunció en 1978 para ejercer como profesor.
Alexander Mackendrick se casó en dos ocasiones, siendo sus esposas: Eileen Ashcroft, entre 1934 y 1943, con la que tuvo un hijo y de la que se divorció; y Hilary Lloyd, con quien contrajo matrimonio en 1948, tuvo dos hijos y permaneció hasta su muerte por neumonía a los 81 años.
Excelentemente documentada esta semblanza. No conocía al director y sí a algunos de sus filmes.
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