CONTROVERTIDO, PESIMISTA, LÚCIDO... Y AUTOR
Hoy es aniversario natal del cineasta francés Henri-Georges Clouzot. Director, guionista de todos sus films y productor de algunos, dejó una obra no muy numerosa pero de gran calidad e interés, aún no revaluada como merece. En ella se rastrea una personalidad extraordinariamente fuerte y original. Siempre controvertido, Clouzot era un espíritu libre, que no aceptaba ninguna forma de censura. Dotado de talento perfeccionista, se le acusó de dilapidar presupuestos y de tiranizar a los actores de sus films. Pese a las críticas de sus contemporáneos, fue un auteur, en toda la extensión de la palabra: Tuvo un estilo propio tanto temático como formal. Su cine se caracteriza por el frío análisis del mundo y sus criaturas, heredero de la tradición realista francesa, y su gusto por la más depurada y rigurosa de las dramaturgias, sin concesiones al sentimentalismo fácil. Su pesimismo sombrío se manifiesta siempre suavizado por el amor, último refugio de sus personajes y único valor que puede salvar al ser humano de la desesperación o la infamia. Los caracteres de sus films son casi siempre corrompidos, pusilánimes o miserables, pero no hay maniqueismo en su universo, ya que el bien y el mal, la verdad y la mentira coexisten en cada individuo y esa lucidez desesperanzada es, sin duda, la clave moral de Clouzot. Infravalorado como autor de suspenses policiacos o por el impacto que produce en el espectador la descripción de ambientes opresivos que acorralan a sus personajes, su estilo pasa por llevar al límite los contrastes, a fin de indagar en la angustia existencial y desvelar las contradicciones humanas. Su obra, mezcla de clasicismo y vanguardia, influída tanto por el cine negro estadounidense o el expresionismo alemán, como por lecturas de novelas de misterio o de Kafka, se erige finalmente en una de las más sugererentes del cine europeo de cualquier época.
El mayor de tres hijos del propietario de una librería, Henri-Georges Clouzot se trasladó con su familia a Brest tras la quiebra del negocio de su padre. A los 18 años marchó a París a estudiar ciencias políticas y mientras vivió allí desarrolló su talento para la escritura, trabajando como letrista de canciones, adaptador de guiones y director de diálogos de las dobles versiones
idiomáticas en francés que se hacían de precedentes éxitos
cinematográficos en alemán o inglés. Enviado a Berlín, quedó impresionado por las películas expresionistas de F. W. Murnau y Fritz Lang y, bajo su influencia, debutó como director con el cortometraje Le terreur des batignolles (1931). También vió varios desfiles nazis y quedó impactado por lo ajena que se mostraba Francia a lo que estaba ocurriendo en Alemania. En 1934, Clouzot fue expulsado de los Estudios UFA por su amistad con productores judíos. Diagnosticado de tuberculosis, se desplazó a los Alpes y luego a Suiza, donde permaneció casi cinco años ingresado en un sanatorio. Durante ese tiempo leyó constantemente y aprendió técnicas para mejorar sus guiones, al tiempo que observó la frágil naturaleza de sus compañeros hospitalizados. Cuando regresó a París, la Segunda Guerra Mundial había estallado, pero sus problemas de salud le libraron del servicio militar. El cine francés había cambiado como consecuencia de la huida de numerosos directores al extranjero y Clouzot encontró dificultades para subsistir. Entre 1940 y 1943 escribió cuatro obras teatrales. Ya con Francia ocupada por los alemanes se vió obligado a trabajar para ellos como guionista en la productora Continental Films. La primera película que dirigió fue El asesino vive en el 21 (1942), comedia de intriga con Pierre Fresnay y Suzy Delair, cuyo éxito propició la realización de El cuervo (1943), drama rural con Pierre Fresnay, que para bien y para mal, marcó de forma indeleble la parte inicial de su
carrera. Partiendo de un hecho verídico (el envío de cartas anónimas a
los habitantes de un pequeño pueblo y la agitación social que este hecho
provoca), Clouzot desplegaba toda su capacidad para adentrarse en la
psicología de los personajes, creando un perfecto mecanismo de intriga.
Magnífica muestra del cine de suspense, este film (prohibido tras la guerra hasta 1947 y hoy un clásico) le supuso en cambio
que el director se viera apartado de la profesión varios años por las
acusaciones de colaboracionista con el régimen de Vichy y criticado por la prensa izquierdista por presentar al pueblo francés 'envilecido'.
Su vuelta sería por la puerta grande con En legítima defensa (1947),
relato de un sórdido crimen, obra maestra del cine de intriga
psicológica protagonizada por Louis Jouvet, en donde las conductas humanas son analizadas con lupa.
Este largometraje devolvió a Clouzot a la primera línea como director. Sincero admirador del surrealismo, sobre el que tuvo ocasión de escribir
durante su etapa como periodista, los elogios le serían devueltos por
personalidades de la talla de Luis Buñuel tras el estreno de Manon (1949), historia de
un amor que va más allá de la propia realidad hasta negar incluso la
muerte. El film, que adaptaba a tiempos contemporáneos la novela "Manon Lescaut" del Abbé Prévost, con Serge Reggiani, Cécile Aubry y Michel Auclair, ganó el León de Oro en el Festival de Venecia. El encadenamiento de títulos importantes tendrá continuación con dos obras maestras: El salario del miedo (1953),
soberbio thriller de aventuras con Charles Vanel, Yves Montand, Folco Lulli, Peter van Eyck y Véra Clouzot, donde se describía con amargos tonos la peripecia vital de cuatro hombres
unidos por el transporte de un peligroso explosivo que amenaza sus
vidas, a cambio de un sueldo miserable, film ganador del Oso de Oro en Berlín, la Palma de Oro en Cannes y el BAFTA a la mejor pelicula, y Las diabólicas (1955), intenso thriller de intriga y terror con Simone Signoret, Véra Clouzot, Paul Meurisse y Charles Vanel, que apuntalaría su fama de cineasta magníficamente dotado para adentrarse en
las profundidades de la psicología humana, con el añadido de una batería
de golpes de efecto que crearían escuela y que se encuentran en la base
del más moderno thriller contemporáneo. De hecho, muchos de sus hallazgos no han logrado todavía ser superados. Estas películas lanzaron su nombre a escala internacional, incluyendo Estados Unidos, donde
pasó a ser considerado como el Alfred Hitchcock francés.
El misterio Picasso (1956), documental sobre el pintor malagueño,
suponía un respiro en la carrera de Clouzot, al tiempo que una
profundización en su línea de trabajo consistente en explorar los más
recónditos pliegues de la personalidad humana. En una nueva vuelta de tuerca sobre atmósferas turbias, crímenes sin
esclarecer y comportamientos irracionales del individuo que tienen su
explicación en lo más profundo de nuestra psicología, Los espías (1957), thriller kafkiano con Curd Jürgens y Peter Ustinov, acababa desembocando en un universo del absurdo donde la realidad se integra con perfecta naturalidad. La verdad (1960), drama judicial cuyo reparto estaba encabezado por Brigitte Bardot,
marcó el punto de inflexión en su carrera: los tiempos estaban
cambiando, la juventud demandaba historias cercanas a sus intereses y
Clouzot era un realizador demasiado próximo a lo que se consideraba, sin
mucho criterio ni conocimiento, como clasicismo frente a la emergente nouvelle vague. En todo caso, el film fue candidato al Oscar a la mejor película en lengua extranjera y resultó el más taquillero en toda la carrera de la Bardot.
Cada vez más apartado de la profesión, molesto por las opiniones contra él y su cine vertidas en Cahiers du cinéma, sufrió un golpe definitivo con "L'enfer",
proyecto inacabado por la enfermedad de su protagonista Serge Reggiani, que treinta años más tarde retomaría Claude Chabrol con el
mismo título, y donde pretendía reflejar hasta qué extremos pueden
llevarnos enfermedades patológicas como los celos. Entre 1965 y 1967 Clouzot filmó cinco documentales para la televisión francesa con Herbert von Karajan dirigiendo piezas musicales clásicas. El rodaje de La prisionera (1968), compleja historia de amor con Laurent Terzieff y Elisabeth Wiener, también debió interrumpirse, en este caso por enfermedad del director, aunque el rodaje se pudo concluir, si bien su salud empeoró y diversos guiones escritos por él nunca se filmaron. En noviembre de 1976 hubo de ser intervenido a corazón abierto y en enero de 1977 falleció en su apartamento parisino mientras escuchaba "La condenación de Fausto" de Berlioz.
Henri-Georges Clouzot fue durante años pareja de la actriz Suzy Delair, a quien conoció en un cabaret parisino a finales de los años 30. Su primera esposa fue la actriz Véra Clouzot, con la que se casó en 1950, a quien hizo estrella de varias de sus mejores películas y de la que enviudó en 1960, al morir ella de un ataque cardiaco. Tras atravesar una profunda depresión, el cineasta encontró una segunda esposa en 1963, Inès de Gonzalez, con la que permaneció hasta su final.
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