EL DIRECTOR INFLUYENTE
Hoy es aniversario natal del cineasta estadounidense Robert Aldrich, uno de los grandes del cine americano de los
años 50 y siguientes décadas. A pesar de que dirigió títulos de enorme
influencia en el cine posterior, jamás recibió ni siquiera una
nominación al Oscar. Combina comercialidad con un fondo crítico hacia el
poder y mucha incorrección política.
Nacido en Cranston (Rhode Island, Estados Unidos), el 9 de agosto de
1918, Robert Burgess Aldrich era hijo del editor de un periódico y
nieto de un miembro del Senado de los Estados Unidos. Su progenitor le
convenció para estudiar Economía, pero lo dejó convencido de que podría
hacer fortuna como profesional del cine. Casado en 1941 con Harriet Foster, tuvo con ella cuatro hijos (Adell,
Guillermo, Alicia y Kelly) que también trabajarían en la industria del
cine. Tras divorciarse en 1965, el realizador contrajo matrimonio al año siguiente con la modelo
Sybille Siegfried, que sería su viuda diecisiete años después.
Consiguió un contrato con RKO, donde primero ejerce como cajero del
departamento de producción. Pronto asciende a asistente de dirección y
manager de producción en filmes de William A. Wellman, Mervyn LeRoy y Lewis Milestone, y también de Robert Rossen, Charles Chaplin y Joseph Losey,
con los que estuvo muy relacionado, hasta el punto de que cuando éstos
fueron cuestionados por el Comité de Actividades Antiamericanas, Aldrich
habría sido citado si no hubiera conseguido zafarse gracias a sus
contactos familiares.
A principios de los 50 dirige episodios de series en la televisión,
hasta que MGM le contrata para rodar su primer largometraje de cine, La gran liga (1953), con Edward G. Robinson como un jugador de béisbol real. Su trabajo gustó mucho al actor Burt Lancaster,
que buscaba a un realizador para un film que iba a poner en marcha con
su compañía independiente, Hecht-Lancaster. Así, le contrató para
dirigir el excelente western Apache (1954), con el gran actor interpretando a un nativo americano. Tuvo tanto éxito que la compañía volvió a recurrir a Aldrich para Veracruz (1954), también del mismo género, donde Lancaster formaba equipo con Gary Cooper y la española Sara Montiel.
Aunque volvería alguna vez al western, busca nuevos aires en su siguiente trabajo, El beso mortal (1955),
film noir de serie B de impactante comienzo, con una mujer desesperada
intentando detener un coche en la carretera. Adapta una novela del
especialista en el género Mickey Spillane,
protagonizada por su personaje más carismático, el detective Mike
Hammer (Ralph Meeker), que tras recoger a la mencionada muchacha tratará de ayudarla a
escapar de los matones de los que huye.
Tras fundar su propia productora, The Associates & Aldrich Company, pone en marcha El gran cuchillo (1955),
noir con Jack Palance y Ida Lupino con el que gana el León de Plata al mejor director en Venecia, y que
entusiasma a los críticos europeos, plantilla de Cahiers du Cinéma
incluida. Con el drama Hojas de otoño (1956), protagonizado por Joan Crawford y Cliff Robertson, obtiene el Oso de Plata en Berlín, pero le despiden antes de acabar el noir "Bestias de la ciudad" (1957), finalizado por Vincent Sherman, lo que supone un punto de inflexión en su carrera. Sus siguientes films: A diez segundos del infierno (1959), producción bélica anglo-alemana con Jeff Chandler, Jack Palance y Martine Carol, Traición en Atenas (1959), otra producción bélica británica con Robert Mitchum y Stanley Baker, y el excelente western El último atardecer (1961) con Rock Hudson, Kirk Douglas, Dorothy Malone, Joseph Cotten y Carol Lynley, no tuvieron éxito comercial y, por falta de perspectivas económicas, acaba dirigiendo en Italia Sodoma y Gomorra (1962), un peplum muy por debajo de su talento.
Recuperó enseguida la forma con la extraordinaria ¿Qué fue de Baby Jane? (1962), insólita mezcla de comedia negra y terror psicológico, con dos grandes de la pantalla, Bette Davis y Joan Crawford,
como dos ancianas hermanas ex-estrellas de cine, una alcohólica que fue niña prodigio y otra inválida en silla de ruedas. Tuvo
tanto éxito que Aldrich rodó poco después un film en la misma línea de
nuevo con Bette Davis (además de Olivia de Havilland y Joseph Cotten) y los mismos guionistas, Canción de cuna para un cadáver (1964) en torno a una enajenada mujer que intenta conservar su casa cuando va a ser expropiada.
Después del drama de supervivencia El vuelo del Fénix (1965), protagonizado por James Stewart, que no obtuvo la recaudación esperada, Aldrich destacó en el terreno de los comandos en misión imposible durante la Segunda Guerra Mundial, como se ve en Doce del patíbulo (1967),
emblemático título del cine para el público masculino con reparto encabezado por Lee Marvin, que apenas
disimulaba sus críticas hacia los oficiales militares.
Tras La leyenda de Lylah Clare (1968), drama con Kim Novak, Peter Finch y Ernest Borgnine, la carrera de Aldrich cae en picado, sobre todo tras la clasificación X de su cinta El asesinato de la hermana George (1969),
sobre una actriz (Beryl Reid) en horas bajas, donde mostraba sin tapujos la relación
lésbica de la protagonista con su novia (Susannah York), a la que atormentaba. Tampoco
acabaron de funcionar Comando en el mar de China (1970), La banda de los Grissom (1971), La venganza de Ulzana (1972) o la estupenda El emperador del Norte (1973), con Lee Marvin como vagabundo en la época de la Gran Depresión.
En sus últimos años de trabajo profesional, Aldrich sólo arrasó con Rompehuesos (1974), debido a la gran popularidad de Burt Reynolds,
que interpretaba al cabecilla de un grupo de presos enfrentado en un
partido de fútbol americano a sus guardianes. El resultado en taquilla del neo-noir Destino fatal (1975), con Burt Reynolds y Catherine Deneuve, fue mucho más moderado. Otras de sus cintas
habrían merecido un reconocimiento mejor, como la estupenda Alerta: Misiles (1977) con Burt Lancaster, que criticaba la actuación del gobierno en la Guerra del Vietnam.
Robert Aldrich se despidió del cine con El rabino y el pistolero (1979), western cómico con Gene Wilder y Harrison Ford, y la comedia deportiva Chicas con gancho (1981), con Peter Falk como manager de un equipo de luchadoras de wrestling. Falleció dos años después a los 65, como consecuencia de una afección renal.
(Texto biográfico procedente, con modificaciones, de la página decine21)
Aprecio mucho “Qué fue de Baby Jane” y gracias a esta semblanza es que me documento de la vida y obra de su director.
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