COMPROMISO Y DERROTA
Hoy es aniversario natal del director, productor y guionista estadounidense Robert Rossen. Su obra destaca por su marcado contenido social y su introspección psicológica. Dos veces candidato al Oscar al mejor director, a comienzos de los años 50 problemas con el maccarthysmo perjudicaron tremendamente su carrera. Aunque su filmografía como director se reduce a diez títulos, dejó a la posteridad varios clásicos.
Hijo de un rabino judío inmigrado de Rusia, Robert Rossen asistió a la Universidad de Nueva York, abandonando sus estudios para dedicarse al boxeo antes de ingresar en el mundo artístico como
escritor y director teatral en los años 30, en donde se preocupó
principalmente en representar obras de contenido social y político. Esta preocupación de Rossen, afiliado en esa época
en el partido comunista, y la hendidura psicológica de sus personajes serían usuales en su carrera cinematográfica. En 1936 se casó con Susan Siegal, con quien tendría tres hijos. A partir de ese año trabajó en Hollywood como guionista en títulos como La mujer marcada (1937) de Lloyd Bacon, Ellos no olvidarán (1937) de Mervyn LeRoy, Los violentos años 20 (1939) de Raoul Walsh, Lobo de mar (1941) de Michael Curtiz, El extraño amor de Martha Ivers (1946) de Lewis Milestone, o La hija del pecado (1947) de
Lewis Allen. Tras el ataque japonés a Pear Harbor presidió hasta 1944 una asociación de guionistas en favor del esfuerzo de guerra, abogando por abrir un segundo frente para ayudar a la resistencia europea contra los nazis.
Rossen debutó como director filmando dos películas, Johnny O’Clock (1947), noir protagonizado por Dick Powell y Evelyn Kayes, y Cuerpo y alma (1947), magnífico drama que le retrotraía a sus
tiempos de boxeador con John Garfield y Lilli Palmer como protagonistas. Esta última cinta estaba escrita por Abraham Polonsky, un
simpatizante, al igual que Garfield y Rossen, del ideario izquierdista,
hecho que les llevó a ser perseguidos por el Comité de Actividades
Antiamericanas a pesar de que Rossen ya había abandonado la afiliación
comunista en el año 1945. Rossen consiguió con su tercer largometraje, El político (1949),
sátira que analiza la filosofía populista que degenera en fascismo, el Oscar al mejor film
del año y -de un total de siete- dos nominaciones, una como mejor director y otra como mejor
guión adaptado. Los actores Broderick Crawford y Mercedes McCambridge lograron
también sendas estatuillas. El film también consiguió cinco Globos de Oro, entre ellos a la mejor película y director.
Incluido en la lista negra, Rossen fue llamado por el Comité de Actividades Antiamericanas para testificar en 1951, año en el que estrenó Toros bravos (1951), drama con Mel Ferrer y Miroslava. En su primera comparecencia rechazó dar ningún tipo de nombre. La
consecuencia de su decisión fue la retirada de su pasaporte y su ausencia de los platós
cinematográficos durante varios años. La presión a la que estaba sometido y la necesidad de seguir
trabajando le llevó a volver a presentarse ante el comité en 1953. En esta
ocasión dio el nombre de varias decenas de personajes de la industria
cinematográfica que habían sido miembros del partido comunista.
Después de esto volvió al cine pero se negó a rodar en Hollywood. En Italia filmó Mambo (1955), drama con Silvana Mangano, Michael Rennie,Vittorio Gassman y Shelley Winters, en España el biopic épico Alejandro Magno (1956), con Richard Burton como protagonista, en Barbados Una isla al sol (1957), drama sobre racismo con James Mason, Joan Fontaine, Harry Belafonte, Dorothy Dandridge, Joan Collins y y Michael Rennie, y en México y Utah Llegaron a Cordura (1959), western con el protagonismo de Gary Cooper, Rita Hayworth, Van Heflin y Tab Hunter.
En los años 60, junto a sus títulos en los 40, Robert Rossen dirigió
dos de sus mejores películas, entre ellas El buscavidas (1961), drama
psicológico sobre un perdedor apasionado del billar, con Paul Newman,
Piper Laurie, George C. Scott y Jackie Gleason. El film, adaptación de una novela de
Walter Tevis, obtuvo un gran éxito de público y crítica, recibió nueve nominaciones al Oscar, entre ellas a la mejor película, director y guón para Rossen. Hoy se le considera un gran clásico moderno. La otra fue su última obra como director, Lilith (1964), versión de
un libro de J. R. Salamanca en la que Rossen volvía a reincidir en el
drama psicológico, acercamiento a los abismos de la locura, con el protagonismo de Warren
Beatty y Jean Seberg, un film incomprendido en su época y revalorizado después.
Dos años después del estreno de su última película, Robert Rossen falleció a la edad de 57 años.
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