DOLORES JIMÉNEZ ALCÁNTARA "NIÑA DE LA PUEBLA" (La Puebla de Cazalla, Sevilla, España, 28-7-1908 / Málaga, España, 14-6-1999): IN MEMORIAM
Dolores Jiménez Alcántara, conocida como La Niña de la Puebla, fue una de las más grandes cantaoras de flamenco y de copla andaluza. Hija de un barbero aficionado al cante, quedó ciega al poco de nacer a consecuencia de una infección ocular mal tratada. A los
ocho años dio comienzó su educación especial y musical y, a los veinte,
acompañada de su guitarra, actuó en un festival en Morón de la Frontera
(Sevilla). Su carrera sólo sería ascendente. Descubierta por Pepe
Marchena, debutó en Sevilla, en 1931. Al año siguiente lo hizo en
Madrid. El éxito le llegó pronto, con una versión de Los
Campanilleros más ligera y popular que la del jerezano Manuel Torre, el primer cantaor en adaptarla a su repertorio flamenco. La Niña de la Puebla destacó en diversos palos del flamenco, especialmente fandangos y malagueñas. Terminada la guerra civil, y hasta bien entrados los
años 70, su vida fue una gira constante. Casada con otro grande del
flamenco, Luquitas de Marchena, del matrimonio nacieron otros dos
artistas del folclore andaluz: Adelfa y Pepe Soto. Murió a los 90 años a consecuencia de una hemorragia cerebral en plena actuación, unos días antes de poder recibir, como estaba previsto, la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes de manos del Rey Juan Carlos I. La Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía declaró
su voz "Bien de Interés Cultural".
Esta canción y su intérprete ocupan un lugar de privilegio en la memoria colectiva de millones de españoles. Creo que es una de las más antiguas que recuerdo. Tantas y tantas tardes de mi primera infancia, sentado en el mirador de casa a la vera de mi adorada madre (una belleza cordobesa a quien yo consideraba una diosa y de quien no me quería separar, tal era su hechizo sobre mí), escuchando ambos la radio, mientras sonaban una y otra vez "Los campanilleros", "El emigrante", "Campanera".... Coplas que mi mamá, mientras cosía, repetía complaciente a instancias de aquel niño fascinado que era yo, descubriendo, entre el asombro y el embeleso, el delicioso encanto de la música popular andaluza en su voz tan profundamente amada. Aquel íntimo, iniciático e inolvidable reducto sonoro conformó el punto de partida de mi educación sentimental. Si la infancia es la patria del hombre, la mía asienta sus raíces en la hermosa amalgama de emociones melódicas inculcadas por la autora de mis días. Espero que su alma descanse al arrullo intemporal, perfumado y dulcísimo de las armonias de nuestras más dulces horas.
ResponderEliminarHe quedado encantado escuchándola y me he deleitado con esta publicación y la anécdota de Javi acerca de su mamá!
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