NARRADOR GENIAL Y ESTILIZADO DE LA MEMORIA SUBJETIVA
Hoy es aniversario natal del escritor francés Marcel Proust, autor de la novela en siete partes En busca del tiempo perdido, publicada entre 1913 y 1927, cuyo eje central es la recuperación del pasado por medio del hilo conductor de la memoria. Considerada una de las cumbres de la literatura universal, esta magna obra describe minuciosamente la vida de un hombre ocioso que se mueve entre la alta sociedad. Toda la novela conforma un largo monólogo interior en primera persona y en muchos aspectos es autobiográfica. Su importancia reside, no tanto en sus descripciones de la cambiante sociedad francesa, como en el desarrollo psicológico de los personajes (más de doscientos) y en la preocupación filosófica de su autor por el paso del tiempo. Un poso de melancolía recorre sus páginas, impregnadas por un sentimiento de fracaso y vacío de la existencia. Cuando Proust trazó la trayectoria de su protagonista desde la infancia hasta el compromiso romántico de su propia conciencia como escritor, buscaba además verdades eternas, capaces de revelar la relación de los sentidos y la experiencia, la memoria oculta que de pronto se libera ante un acontecimiento cotidiano, y la belleza de la vida, oscurecida por el hábito y la rutina, pero accesible a través del arte. Trató el tiempo como un elemento a la vez destructor y positivo, solo aprenhensible gracias a la memoria intuitiva y percibido como un fluir constante en el que los momentos del pasado y el presente poseen una realidad igual. Asímismo exploró con audacia los abismos de la psique humana, las motivaciones inconscientes y la conducta irracional, sobre todo en relación con el amor. Esta obra, traducida a numerosos idiomas, hizo famoso a su autor en el mundo entero y su método de escritura ha ejercido una importantísima influencia en toda la literatura del siglo XX.
El mayor de los dos hijos de Adrien Proust, un prestigioso y adinerado médico epidemiólogo de familia tradicional y 
católica, y de Jeanne Weil, alsaciana de origen judío, Valentin Louis Georges Eugène Marcel Proust dio muestras 
tempranas de inteligencia y sensibilidad. A los nueve años sufrió el primer ataque grave de asma, afección que ya no le 
abandonaría, por lo que creció entre los continuos cuidados y atenciones
 de su madre. En el liceo Condorcet, donde cursó la enseñanza 
secundaria, afianzó su vocación por las letras, destacando en Lengua y Literatura. A los diecisiete años  comenzó a frecuentar salones parisinos en los que entablaría relación 
con damas de la alta burguesía, artistas y literatos de la época. Su fina sensibilidad, aguda inteligencia y exquisita elegancia propiciaron su ascenso social. Tras cumplir como voluntario el servicio militar en 1889 en Orleans, 
asistió a clases en la Universidad de La Sorbona y en la École Livre de 
Sciences Politiques. Durante los años de su primera juventud llevó una vida mundana y 
aparentemente despreocupada, que ocultaba las terribles dudas que 
albergaba sobre su vocación literaria. Tras descartar la posibilidad de 
emprender la carrera diplomática, para complacer a su padre, estudió Derecho, carrera que nunca ejerció, y después obtuvo Licenciatura en Letras, si bien en esos años continuó viviendo de la fortuna familiar y frecuentando salones mientras escribía pequeños textos que nunca tuvieron mucha repercusión. En esos tiempos tuvo amores con jóvenes compañeros de su misma clase social como Lucien Daudet, uno de los hijos del célebre escritor Alphonse Daudet, o el músico francovenezolano Reynaldo Hahn. También visitó saunas y prostíbulos masculinos clandestinos y pagó con generosidad a jóvenes efebos para satisfacer sus deseos sexuales.
Sensible al éxito social y a los placeres de la vida mundana, el joven 
Proust tenía, sin embargo, una idea muy diferente de la vida de un 
artista, cuyo trabajo sólo podía ser fruto de "la oscuridad y el 
silencio". En 1896 publicó Los placeres y los días, colección autofinanciada de relatos y ensayos que, prologada por Anatole France, muestra sus dotes de observador para reproducir las impresiones recogidas en los salones  parisinos, material que emplearía con más eficacia en obras posteriores. Entre 1896 y 1904 trabajó en la obra autobiográfica Jean Santeuil (publicada postumamente en 1952), en la que se proponía relatar su itinerario espiritual, y en las traducciones al francés de La biblia de Amiens y Sésamo y los lirios, de John Ruskin. Después de la muerte de su padre en 1903 y, sobre todo de su madre en 1905, el escritor se sintió solo y deprimido  y se convirtió en un enfermo crónico, con la salud progresivamente deteriorada, estado proclive a la tarea que en esos 
años decidió emprender, la redacción de su ciclo novelesco En busca del tiempo perdido,
 que concibió como la historia de su vocación, tanto tiempo postergada y
 que ahora se le imponía con la fuerza de una obligación personal. Se dice que Proust regresó un día a su pueblo natal y, como cuando era 
pequeño, pidió magdalenas para desayunar. Cuando iba a comer la primera 
magdalena, el olor y el sabor de ésta le evocaron rápidamente recuerdos 
de su infancia que parecían olvidados. Según se cuenta, éste fue el motivo 
que lo impulsó a escribir su ingente y voluminosa obra maestra. A tal fin, pasó el resto de su vida (quince años) recluído, sin abandonar casi nunca la habitación del Boulevard Haussmann en París, donde ordenó cubrir de corcho las paredes para aislarse de ruidos y dedicarse sin ser molestado a crear En busca del tiempo perdido. Vivía exclusivamente de noche, tomando café en grandes cantidades y casi sin comer, no cesando nunca de escribir, y durmiendo de día. Tenía a su servicio un joven matrimonio de criados.
Consumado su aislamiento social, se dedicó en cuerpo y alma a ese proyecto desde 1907. El primer fruto de ese trabajo sería Por el camino de Swann (1913), cuya publicación tuvo que costearse él mismo ante el desinterés de los editores, pasando desapercibida. El segundo tomo, A la sombra de las muchachas en flor (1919), en cambio, le valió el Premio Goncourt. Las partes tercera y cuarta, El mundo de Guermantes (2 volúmenes, 1921-1922) y Sodoma y Gomorra
 (2 volúmenes, 1922-1923), también recibieron una excelente acogida. Las
 tres últimas partes, que dejó manuscritas, las publicó, después de su 
muerte, su hermano Robert: La prisionera (1925), La desaparición de Albertina (2 volúmenes, 1925) y El tiempo recobrado (2 volúmenes, 1927).
La totalidad de la novela, que el mismo Proust comparó con la compleja 
estructura de una catedral gótica, es la reconstrucción de una vida, a 
través de lo que llamó "memoria involuntaria", única capaz de 
devolvernos el pasado a la vez en su presencia física y sensible, y con 
la integridad y la plenitud de sentido del recuerdo, proceso simbolizado
 por la famosa anécdota de la magdalena, cuyo sabor hace renacer ante el
 protagonista una época pasada de su vida. El tiempo
 al que alude Proust es el tiempo vivido, con todas las disgresiones y 
saltos del recuerdo, por lo que la novela alcanza una estructura 
laberíntica. El más mínimo detalle merece el mismo trato que un 
acontecimiento clave en la vida del protagonista, Marcel, réplica 
literaria del autor. Aunque se han realizado estudios para contrastar 
los acontecimientos de la novela con la vida real de Proust, lo cierto 
es que nunca podrían llegar a confundirse, porque, como afirma el propio
 autor, la literatura comienza donde termina la opacidad de la 
existencia. El estilo de Proust se adapta 
perfectamente a la intención de la obra: también la prosa es subjetiva, morosa, 
indirecta, prolija en detalles y de períodos larguísimos, entrecruzados, como si no 
quisiera perder nada del instante.
Genial para algunos, demasiado extensa y compleja para otros, En busca del tiempo perdido es reconocida hoy como uno de los trabajos literarios más valiosos del siglo XX, al tiempo que se considera a su autor un pionero de la novela moderna. La obra de Proust, junto a la de novelistas como Joyce o Faulkner, constituye un hito fundamental en la 
literatura contemporánea.
Marcel Proust falleció a los 51 años de una neumonía subsiguiente a una bronquitis mal curada. Se dice que su última palabra fue "madre".
(Refundición de textos procedentes de páginas como Biografías y Vidas, Buscabiografías, El poder de la palabra y otras)

Imprescindible esta lectura!!!
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