JUST YOU WAIT, HENRY HIGGINS
Tal día como hoy hace 24 años falleció el actor inglés Rex Harrison. Intérprete extremadamente culto e ingenioso, poseía un raro encanto personal,
que le hacía resultar muy atrayente tanto en el escenario o las
pantallas grande y pequeña, como en su trato personal. Alto y delgado, la ironía de su
mirada y sonrisa, así como su discreción en el vestir, le convirtieron
en uno de los actores de más natural encanto, sin necesidad de recargar
en nada su compostura. Respondía a la imagen típica del caballero
británico. Sabía mantener las distancias, sin dejar por ello de ser
amable en su corrección. Fue ganador de dos premios Tony de teatro, un Globo de Oro y un Oscar por su inolvidable Profesor Henry Higgins en My fair Lady. En 1989 la Reina Elizabeth II le nombró Caballero con el título de Sir.
Volcado desde muy joven en el mundo del teatro, Reginald Carey Harrison
interpretó sus primeras obras con el Liverpool Repertory Theatre, tras
lo cual, probó fortuna en algunas de las primeras películas sonoras que
se hicieron en su país, como Los hombres no son dioses (1936) de Walter Reisch, drama protagonizado por Miriam Hopkins. Desde la comedia romántica Tormenta a la vista
(1937) de Victor
Saville, como compañero de Vivien Leigh, el actor demostró su dominio de los escenarios y su naturalidad
en los decorados más diversos; asimismo, Harrison demostró también su
capacidad para interpretar distintos tipos de papeles, aunque se
distinguió especialmente en lo que se ha dado en denominar alta comedia,
con textos de autores como Oscar Wilde, Bernard Shaw y otros. Lo mismo
sucedió en el cine.
Tras destacar en películas británicas como Escuela para maridos (1937) de Andrew Marton, comedia con Diana Churchill, Callejón sin salida (1938) de
Tim Whelan, comedia dramática con
Charles Laughton y
Vivien Leigh, La ciudadela (1938), drama con
Robert Donat y
Rosalind Russell, En la luna (1939) de Thornton Freeland, comedia con Merle Oberon, Tren nocturno a Munich (1940) de Carol Reed, thriller bélico con
Margaret Lockwood, Diez días en París (1940) de Tim Whelan, drama de espionaje con
Karen Verne, o Mayor Barbara (1941) de Gabriel Pascal, comedia satírica que adaptaba la obra homónima de George Bernard Shaw, su carrera se vio interrumpida por la Segunda Guerra Mundial, durante la cual sirvió en la Royal Air Force con el grado de teniente primero. Ausente de la pantalla durante cuatro años, reanuda su actividad ante las cámaras con títulos como Un espíritú burlón (1945) de David Lean, comedia sobrenatural con
Constance Cummings,
Kay Hammond y
Margaret Rutherford, hoy considerado un clásico, o Seducción (1945) de Herbert Wilcox, comedia dramática con
Anna Neagle.
Su gran oportunidad le llega cuando es reclamado en Hollywood para rodar con el estudio 20th Century Fox. Su interpretación de rey asiático junto a Irene Dunne en Anna y el rey de Siam
(1946) de John Cromwell, -cuya segunda versión, convertida en musical, sería protagonizada por Yul Brynner y
Deborah Kerr- hizo
que un sector mucho más amplio de público reparara en Rex y se diera cuenta de que comenzaba la
escalada hacia la cima.
En el recuerdo queda su actuación en El fantasma y la señora Muir
(1947), comedia sobrenatural en la que
compartía protagonismo con la bella Gene Tierney, de la mano del también
refinado Joseph L. Mankiewicz. Siguieron otros títulos Fox como Débil es la carne (1947) de John M. Stahl, drama de época con
Maureen O'Hara, Escape (1948) de Joseph L.Mankiewicz, thriller psicológico con Peggy Cummins, o Infielmente tuyo (1948) de Preston Sturges, comedia con Linda Darnell, Rudy Vallée y Barbara Lawrence. No obstante, su carrera cinematográfica se estanca y vuelve al teatro para interpretar a Enrique VIII en Ana de los mil días, obra por la que logra su primer Tony en 1949, y otras. En esa época actúa en pocos films, tales como El salón oscuro (1951) de Reginald Beck, thriller con Lilli Palmer (su esposa, a la sazón), Alcoba nupcial (1952) de Irving Reis, comedia con Lilli Palmer, El talismán (1954) de David Butler, drama de aventuras medievales con Virginia Mayo, George Sanders y Laurence Harvey, o Siete esposas para un marido (1955) de Sidney Gilliat, comedia con
Margaret Leighton y
Kay Kendall. A fines de los años 50 vuelve a resurgir en la pantalla con películas como Mamá nos complica la vida (1958) de Vincente Minnelli, comedia junto a Kay Kendall (su esposa en ese momento), John Saxon y Sandra Dee, Un grito en la niebla (1960) de David Miller, thriller con Doris Day y John Gavin, o Último chantaje (1961) de George Marshall, comedia dramática con Rita Hayworth.
A partir de 1963 realizaría algunas de las interpretaciones más populares en su trayectoria artística. Encarnó el Julio César del drama histórico Cleopatra (1963) de Joseph L.Mankiewicz,
uno de los rodajes más largos, difíciles y costosos de toda la historia del
cine, que estuvo a punto de llevar al desastre a la Fox. Aunque fue Elizabeth Taylor quien contó,
lógicamente, con el papel más importante del film, Harrison dio una
auténtica lección de interpretación, ajustada a su personalidad como
anillo al dedo. Pocas veces el político romano fue mejor representado,
con un punto de vista que estaba más cerca de la visión de Bernard Shaw
que de la Shakespeare. Por este film el actor obtuvo su primera candidatura a un Oscar.
Pero fue al año siguiente, cuando Rex Harrison habría de alcanzar uno de
los momento culminantes de su carrera. George Cukor le llamó para que encarnase al profesor Higgins de la comedia musical My fair Lady
(1964), producida con todo lujo por Warner Brothers, que el actor había estrenado con gran éxito en 1956 en Broadway (ganando por ella su segundo premio Tony) y en 1958 en el West End londinense junto a Julie Andrews. La película triunfó clamorosamente a escala internacional y obtuvo ocho premios de la Academia, entre ellos el Oscar al mejor actor protagonista para el actor británico (quién también fue galardonado con un Globo de Oro y un David di Donatello). Harrison tenía entonces casi 55 años y se encontraba en la cúspide de su
talento interpretativo. Su representación de un lingüista de fama
mundial que se empeña en hacer una señorita refinada de una humilde
florista queda para las antologías. Su oponente femenina fue Audrey
Hepburn y lo que comenzaba casi como una relación pedagógica, terminaba
en una vinculación sentimental, a la que la diferencia de edad y el
sutil manejo de las situaciones que hacía Cukor dotaba de un subliminal
erotismo. Basada en la obra Pygmalion, de Bernard Shaw, My Fair Lady ha quedado como una de las películas más emblemáticas de los años sesenta.
En 1965, después de participar en El Rolls-Royce amarillo de Anthony Asquith, largometraje con reparto multiestelar del que lo más recordado es su canción Forget domani, que se hizo muy popular, nuevamente Harrison asume otro papel importante, no tanto por
su extensión, como por su inteligencia para potenciar una actuaciónde carácter . Esta vez será el Papa Julio II, patrocinador de Miguel Angel, en El tormento y el éxtasis (1965)
de Carol Reed, recomponiendo el ambiente del Renacimiento: sus
intrigas, traiciones, pero a la vez su arte y filosofía de la vida, eran
más que aceptablemente representadas. Aunque el protagonista principal
era Charlton Heston, Rex Harrison mantenía un gran duelo
interpretativo con el estadounidense. Su Papa era refinado, cruel e
irónico al mismo tiempo, en una actuación que sólo un actor dotado de su
capacidad podía mostrar con todo un conjunto de delicados matices. Más adelante, Joseph L. Mankiewicz le vuelve a llamar para encabezar el reparto de Mujeres en Venecia (1967), comedia negra con Susan Hayward,
Cliff Robertson,
Capucine,
Edie Adams y
Maggie Smith, y Richard Fleischer cuenta con él para protagonizar El extravagante Doctor Dolittle (1967), musical con Samantha Eggar, Anthony Newley y Richard Attenborough cuyo alto coste de producción y adversa acogida crítica lo hizo poco rentable. Aún menos exitosa en taquilla fue La escalera (1969) de Stanley Donen, adaptación de una obra teatral de Charles Dyer sobre los problemas sentimentales de una madura pareja de homosexuales propietarios de una barbería en el East End de Londres, que coprotagonizó con Richard Burton; una tragicomedia amarga que se adelantó a su época y tras la que Harrison pasó ocho años sin pisar un plató de cine. Regresó con El príncipe y el mendigo (1977) de Richard Fleischer, drama adaptador de la novela de Mark Twain, con reparto multiestelar, Ébano (1978), también de Fleischer, drama de aventuras con
Michael Caine,
Peter Ustinov y
Kabir Bedi, y El quinto mosquetero (1979) de Ken Annakin, aventuras de capa y espada con Beau Bridges,
Sylvia Kristel y Ursula Andress. Con el paso del tiempo, Rex Harrison fue trabajando menos; su carrera concluyó con El vengador (1983) de Matt Cimber, drama bélico con Edward Albert, Rod Taylor y Raf Vallone, en la gran pantalla y Anastasia: el misterio de Anna (1986) en la pequeña, así como diversos roles en escenarios teatrales.
Rex Harrison estuvo casado seis veces y se divorció cuatro, siendo padre de dos hijos y tres hijastros. Su primera esposa, entre 1934 y 1942, fue Colette Thomas, madre de su hijo Noel Harrison (también actor y cantante). La segunda, tercera y cuarta esposas fueron respectivamente las conocidas actrices Lilli Palmer (1943-1957), con quien tuvo a su hijo Carey; Kay Kendall (1957-1959), de la que enviudó, y Rachel Roberts (1962-1971). La quinta fue Elizabeth Harris (1971-1975), que aportó al matrimonio tres hijos de una unión anterior con el actor Richard Harris, y la sexta, y a la postre, su viuda, Mercia Tinker. En 1990, cuando actuaba en la obra El círculo de William Somerset Maugham, se le diagnosticó un cáncer de páncreas del que murió apenas tres semanas más tarde a la edad de 82 años.
Sus trabajos me encantan.
ResponderEliminarCon My Fair Lady fue grandioso!!!
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