CREADOR DE LA NOVELA MODERNA
Hoy se cumplen 175 años del fallecimiento del escritor francés Henri Beyle, más conocido como Stendhal. De vida tan pasional y aventurera como sus escritos (si no, más), figura entre los grandes maestros de la novela. Jacobino, anticlerical, positivista, diletante y mujeriego, su obra destaca por su defensa del individuo, la espontaneidad, la independencia y la capacidad por encontrar el propio camino. Este sensible apego al individualismo es la causa por la que generalmente se incluye a Stendhal entre los escritores románticos. Sin embargo, el extremado rigor crítico y concisión con que analiza la psicología humana, inserta en un determinado contexto histórico, político y social, lo hace destacar asímismo como uno de los primeros escritores realistas del siglo XIX. Deseoso por mantener una gran complicidad con el lector, desentendiéndose de formulismos, no fue apreciado en su tiempo y hoy se le considera creador de la novela moderna.
Proveniente de una rica familia burguesa, Henri Beyle era hijo de un abogado en la Audiencia Provincial. Su madre, a quien adoraba, falleció cuando él contaba siete años. Con su padre nunca se entendió y su educación primaria fue compartida por una tía, de fuerte creencias religiosas, y un sacerdote jesuita. Su abuelo materno, médico, le iniciaría en la literatura despertando su amor por los clásicos, mientras que su hermana menor sería su mejor confidente. Henri estudió en la Escuela Central laica de Grenoble, donde se apasionó por la matemáticas, y después fue enviado a la Escuela Politécnica de París, pero enfermó y no se pudo presentar a la prueba de acceso. El joven Henri rechazaba las ideas monárquicas y religiosas que le habían inculcado de niño y a los diecisiete años se alistó en el ejército de Napoleón. Enviado a Italia, primero fue subteniente de caballería y luego ayudante de campo de un general. Antes de dos años enfermó (al parecer, de sífilis, contraída por sus frecuentes contactos con prostitutas) y abandonó la vida militar, volviendo convaleciente a Francia. Tras su licencia disfrutó de una vida cercana a la bohemia en París. Entre los salones y teatros parisienses, siempre enamorado de una mujer diferente, empezó a cultivar ambiciones literarias. En 1806 se quedó sin dinero y gracias a Pierre Daru, un pariente que se convertiría en su protector, entró a trabajar en el Ministerio de Guerra con un puesto como intendente militar en Brunswick, en la baja Sajonia, destino en que permaneció hasta 1808. A finales de ese año un médico le confirmó el diagnóstico de sífilis y le prescribió un riguroso tratamiento. A partir de 1910 Beyle ascendió socialmente: ejerció diversos cargos oficiales, desempeñó misiones diplomáticas y tomó parte en la fracasada campaña rusa de 1812. Tras la caída de Napoleón en 1814, se exilió en Italia, fijó su residencia en Milán, una ciudad que adoraba, y efectuó varios viajes por la península italiana.
Proveniente de una rica familia burguesa, Henri Beyle era hijo de un abogado en la Audiencia Provincial. Su madre, a quien adoraba, falleció cuando él contaba siete años. Con su padre nunca se entendió y su educación primaria fue compartida por una tía, de fuerte creencias religiosas, y un sacerdote jesuita. Su abuelo materno, médico, le iniciaría en la literatura despertando su amor por los clásicos, mientras que su hermana menor sería su mejor confidente. Henri estudió en la Escuela Central laica de Grenoble, donde se apasionó por la matemáticas, y después fue enviado a la Escuela Politécnica de París, pero enfermó y no se pudo presentar a la prueba de acceso. El joven Henri rechazaba las ideas monárquicas y religiosas que le habían inculcado de niño y a los diecisiete años se alistó en el ejército de Napoleón. Enviado a Italia, primero fue subteniente de caballería y luego ayudante de campo de un general. Antes de dos años enfermó (al parecer, de sífilis, contraída por sus frecuentes contactos con prostitutas) y abandonó la vida militar, volviendo convaleciente a Francia. Tras su licencia disfrutó de una vida cercana a la bohemia en París. Entre los salones y teatros parisienses, siempre enamorado de una mujer diferente, empezó a cultivar ambiciones literarias. En 1806 se quedó sin dinero y gracias a Pierre Daru, un pariente que se convertiría en su protector, entró a trabajar en el Ministerio de Guerra con un puesto como intendente militar en Brunswick, en la baja Sajonia, destino en que permaneció hasta 1808. A finales de ese año un médico le confirmó el diagnóstico de sífilis y le prescribió un riguroso tratamiento. A partir de 1910 Beyle ascendió socialmente: ejerció diversos cargos oficiales, desempeñó misiones diplomáticas y tomó parte en la fracasada campaña rusa de 1812. Tras la caída de Napoleón en 1814, se exilió en Italia, fijó su residencia en Milán, una ciudad que adoraba, y efectuó varios viajes por la península italiana.
Publicó sus primeros libros de crítica de arte bajo el seudónimo de Bombet y en 1817 apareció Roma, Nápoles y Florencia,
un ensayo original donde mezcla la crítica con recuerdos
personales, en el que utilizó por primera vez el seudónimo de Stendhal.
El gobierno austriaco, que regía el norte de Italia, le acusó de apoyar el movimiento independentista
italiano, por lo que en 1821 se vio obligado a abandonar Milán, pasó por Londres y se
instaló de nuevo en París cuando terminó la persecución de los
partidarios de Napoleón. Dandy afamado, frecuentaba de manera asidua salones en los que destacó por su habilidad en el arte de la conversación, mientras
sobrevivía con los ingresos que le procuraban sus colaboraciones en
algunas revistas literarias inglesas. En 1822 publicó Sobre el amor,
ensayo basado en buena parte en sus propias experiencias y en el que
expresaba ideas bastante avanzadas; destaca su teoría de la "cristalización", proceso por el que el espíritu, adaptando la realidad a
sus deseos, cubre de perfecciones el objeto de su anhelo. Asentó su posición de escritor gracias a la Vida de Rossini (1823) y las dos partes de su Racine y Shakespeare (1923-1925), auténtico manifiesto del romanticismo, que cultivó no sólo en sentido literario sino también estilístico y político. De esa época es su primera novela, Armancia (1927), subsiguiente a su relación con una actriz. En 1828, sin dinero ni éxito literario, solicitó un puesto en la
Biblioteca Real, que no le fue concedido; hundido en una pésima
situación económica, la muerte del conde Daru, al año siguiente, le
afectó particularmente.
En 1830, con el ascenso al poder de Luis Felipe (el último rey de Francia), Stendhal ocupó puestos
diplomáticos en Italia, ejerciendo de cónsul francés en Trieste ese
año y desde el siguiente en Civitavecchia, cerca de Roma. Antes de partir había publicado su segunda novela, El rojo y el negro, que habría de convertirse en su obra más célebre. En ella, a través del personaje principal, Julien Sorel, un ambicioso joven de provincias, hace un análisis de la sociedad de la Restauración, reflejando las contradicciones de la emergente sociedad de clases. Destaca sobre todo el análisis psicológico de los personajes y el estilo directo y objetivo de la narración. Sucediéronse después otras obras inacabadas: Recuerdos de egotismo (1832), publicada postumamente en 1893, donde Stendhal hace un repaso del tramo de su vida comprendido entre 1821 y 1830, y las novelas Lucien Leuwen (1834) y Vida de Henry Brulard (1836), también de marcado contenido autobiográfico, que no verían la luz hasta 1894 y 1890 respectivamente. Memorias de un turista (1938) es un libro de viajes por Bretaña y Normandía y Crónicas italianas (1939) un libro de relatos cortos. En 1839 publicó su segunda obra maestra, La cartuja de Parma, mucho más novelesca que la primera y que, por su pasión y espontaneidad, constituye una confesión poética extraordinariamente sincera. Su trama narra las vicisitudes de Fabrizio del Dongo, un joven que se ve envuelto en las intrigas políticas del ducado de Parma. Tanto El rojo y el negro como La cartuja de Parma participan de rasgos románticos y realistas; en ellas aparece un nuevo
tipo de héroe, típicamente moderno, caracterizado por su aislamiento de
la sociedad y su enfrentamiento con sus convenciones e ideales, en el
que muy posiblemente se refleja en parte la personalidad del propio
Stendhal. Tanto Julien como Fabrizio se descubren a sí mismos a medida que avanzan por la vida en pos de sus ambiciones.
Aunque tuvo decenas de amantes y una vida sentimental llena de altibajos, el escritor nunca se casó. Durante sus últimos años, aun prosiguiendo su actividad literaria, sufrió gran cantidad de trastornos físicos con su salud minada por la sífilis contraída en su juventud (y hoy se cree que aún más por los tratamientos a la misma). Stendhal falleció a los 59 años en su casa parisina tras un ataque de apoplejía en la calle. Dejó inconclusa su última obra, Lamiel (1841), que fue publicada en 1889. Enterrado en el Cementerio de Montmartre, como último acto de provocación él mismo había dejado escrito su epitafio: "Henri Beyle, milanés, escribió, amó, vivió". Tal y como predijo, su éxito fue póstumo: "Seré conocido en 1880. Seré comprendido en 1930".
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