IMPREVISIBLE, PROVOCADOR Y POLÉMICO
El director y guionista cinematográfico estadounidense Darren Aronofsky cumple hoy 50 años. Sus imprevisibles, provocadoras y controvertidas películas suelen mostrar con énfasis a personajes con fuertes obsesiones y conflictos internos que les conducen a la autodestrucción. Su ideario puede resumirse en la noción de que, mirando la oscuridad se encuentra la luz. Autor hasta el momento de siete largometrajes, su película El luchador (2008) ganó el León de Oro en el Festival de Venecia y, dos años después, Aronofsky fue candidato al Oscar al mejor director por Cisne negro (2010). Es también un reconocido activista por la conservación medioambiental y la lucha contra el cambio climático.
Hijo de profesores judíos, Darren Aronofsky se aficionó al mundo del espectáculo cuando sus padres le llevaban con frecuencia a ver representaciones teatrales en Broadway. También se interesó por la biología y, entre 1985 y 1987, anduvo por Kenya, Alaska o Europa estudiando la naturaleza. Los cuatro años siguientes los dedicó a a estudiar antropología social y cinematografía en la Universidad de Harvard, graduándose en 1991. Ya decidido a dirigir películas realizó varios cortometrajes en los años posteriores.
El largometraje debut de Aronofsky fue Pi, fé en el caos (1998), un thriller psicológico con trazos surrealistas filmado en blanco y negro. En su trama, un brillante matemático (Sean Gullette) está a punto de dar con el descubrimiento más importante de su vida: la decodificación del sistema numérico que rige el aparente caos del mercado bursátil, pero en su camino encuenta a personajes que quieren apropiarse de su hallazgo. Rodada con un presupuesto modesto fue presentada en el Festival de Sundance, donde Aronofsky ganó el premio al mejor director. Sorprendente, arriesgada e inquietante, la película recibió amplia aclamación crítica.
Con medios más holgados rodó después Réquiem por un sueño (2000), perturbador drama sobre personajes que hacen lo inimaginable para conseguir la vida que anhelan, con
Ellen Burstyn,
Jared Leto,
Jennifer Connelly y
Marlon Wayans, un film que volvió a sorprender por su estilizada dirección y sus efectistas artificios técnicos.
Crítica y público dieron la espalda a La fuente de la vida (2006), drama de ciencia-ficción con Hugh Jackman y
Rachel Weisz sobre un hombre que realiza dos viajes: uno al pasado, a la España del siglo XVI, y otro al
futuro, al siglo XXVI, con el objetivo de salvar la vida de su esposa
enferma de cáncer, pero para ello tendrá que encontrar el legendario
árbol de la vida cuya savia proporciona la inmortalidad.
Mucho mejor le fue con El luchador (2008), conmovedor drama sobre la dignidad de los perdedores (un antiguo campeón de lucha libre en horas bajas, una stripper pasada de edad, una joven abandonada de niña por su padre) con unos excelentes Mickey Rourke,
Marisa Tomei y
Evan Rachel Wood, film ganador del León de Oro en el Festival de Venecia y que dio buenos dividendos en taquilla.
Cisne negro (2010) resultó ser su película más rentable. Se trata de un drama sobre la severa confusión mental de una brillante bailarina, por un lado obsesionada por la danza y por otro presionada por las personas de su entorno, con Natalie Portman, Vincent Cassel, Mila Kunis, Barbara Hershey y Winona Ryder. Obtuvo cinco nominaciones al Oscar (incluyendo mejor película y director), ganando su protagonista el concedido a la mejor actriz.
Aun más discutida por la crítica, fue Noé (2014), desmesurada, grandilocuente y pretenciosa adaptación bíblica del primer apocalipsis, con Russell Crowe, Jennifer Connelly, Ray Winstone, Emma Watson, Logan Lerman y Anthony Hopkins que, no obstante, acaso por el predominio de efectos especiales, resultó muy taquillera en todo el mundo.
Mucho más discreta fue la acogida a Madre! (2017), thriller psicológico formulado como ejercicio formalista provocador, visceral, irracional y ausente de lógica, con Jennifer Lawrence y
Javier Bardem.
Aronofsky, que permanece soltero, tuvo un hijo en 2006 de su pasada relación con la actriz Rachel Weisz.
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