PRECURSOR DEL REALISMO POÉTICO FRANCÉS
Tal día como hace 70 años falleció el cineasta belga (nacionalizado francés en 1928) Jacques Feyder. Su carrera, mayormente vinculada a la cinematografía francesa -aunque también trabajó en Hollywood, Inglaterra u otros lugares- comenzó en el cine silente, periodo en que se muestra como un continuador de cierta tradición francesa hecha de rigor clásico y de interés por las búsquedas formales. Mediados los años 30 dirigió sus obras más aclamadas, que le hacen ser considerado como precursor del llamado 'realismo poético', movimiento después seguido por realizadores como Julien Duvivier, Marcel Carné, Marc Allégret o Jacques Becker. Haciendo hincapié en su independencia creativa, sus películas se caracterizan por el equilibrio y la moderación en la puesta en escena y el uso de muy elaborados decorados.
Nacido Jacques Léon Louis Frédérix, a la muerte de su madre y siendo joven, mostró su deseo de iniciar la
carrera de actor, lo que le supuso enfrentarse con su padre, quien quería que fuese militar. Este le
llegó a prohibir utilizar el apellido paterno y él entonces lo cambió
por el de Feyder, con el que habría de hacerse famoso. A la edad de veinticinco años se trasladó a París e hizo sus primeras apariciones escénicas. Poco antes de la Primera Guerra Mundial actuó en Lyon, donde conoció a
la que habría de ser su esposa, la actriz parisina Françoise Rosay, con la que permanecería casado el resto de su vida desde 1917, naciendo tres hijos del matrimonio.
Su carrera en el cine comenzó como figurante o en pequeños papeles; en 1914 como ayudante de dirección en la Gaumont Film Company y, entre 1916 y 1917, realizó una buena cantidad de cortometrajes, que, aunque se han perdido u
olvidado, constituyeron un buen banco de pruebas donde mostrar su
talento y forjar su personalidad. Llamado a filas, participó en
actividades del ejército belga hasta 1919. Finalizada la contienda retomó su profesión como realizador de títulos que pronto establecieron su reputación como uno de los directores más innovadores en Francia: La Atlántida (1921), produción de aventuras rodada en el desierto de Sahara que se basaba en una novela de Pierre Benoît, con
Jean Angelo,
Stacia Napierkowska y
Georges Melchior, y Crainquebille (1922), drama
protagonizado por Maurice de Féraudy que adaptaba una novela de Anatole France. Después filmó una de sus obras más importantes, a pesar de que tardó dos años en estrenarse, La otra madre (1925), drama sobre la Legión Extranjera, con Jean Forest,
Victor Vina y
Pierrette Houyez, a la que siguieron Gribiche, el niño que no tuvo infancia (1926), drama con
Jean Forest,
Rolla Norman,
Françoise Rosay,
Cécile Guyon y
Alice Tissot, Carmen (1926), adaptación de la novela de Prosper Mérimée, con el protagonismo de la entonces popular cantante española Raquel Meller, Thérèse Raquin (1928), adaptación de la novela homónima de Émile Zola, con
Gina Manès, un film hoy perdido, y Les nouveaux messieurs (1929), sátira política con
Gaby Morlay,
Henry Roussel y
Albert Préjean. Aunque casi todas estas películas eran adaptaciones literarias, Feyder sabía dotarlas del suficiente ritmo cinematográfico como para que la traslación del texto no fuese un mero calco.
En 1928, en Hollywood, siempre atentos a las figuras que surgían
en Europa, le ofrecieron un contrato para trabajar al otro lado del
Atlántico. La oferta le vino de la mano de M.G.M. y el director
se instaló en California. No obstante, la maquinaria de los
grandes estudios imponía unas condiciones de trabajo a las que los
europeos se adaptaban con ciertas dificultades. Con todo, allí dirigió a Greta Garbo en su última película silente, El beso (1929), en la que también actuaron
Conrad Nagel y
Holmes Herbert, y luego volvió a trabajar con Garbo en la versión alemana de Anna Christie (1931), filmada después de la original en inglés (primer film sonoro de la diva sueca) a cargo de Clarence Brown (en esa época todavía no se había comercializado el doblaje). También dirigió a Ramón Novarro en los dramas Al despertar (1931) y El hijo del destino (1931).
Desilusionado con el sistema hollywoodense, Feyder regresó a Francia en 1933 y en los tres años siguientes realizó sus películas más famosas: El gran juego (1934), drama con
Marie Bell y
Pierre Richard-Willm,
Pensión Mimosas (1935), drama con
Françoise Rosay y
Paul Bernard, y La kermesse heroica (1935), comedia satírica ambientada en el siglo XVI durante la dominación española en Flandes, con
Françoise Rosay,
Jean Murat, André Alerme y
Louis Jouvet. Este último film, brillantísimo ejercicio de puesta en escena, interpretación y descripción de personajes, obtuvo reconocimientos internacionales y respaldó la personalidad de Feyder como uno de los directores con mayor talento de la época. Menor repercusión lograron La condesa Alexandra (1937), drama británico producido por Alexander Korda y ambientado en la Revolución Rusa, con
Marlene Dietrich y
Robert Donat, o La ley del norte (1939), drama aventurero con
Michèle Morgan,
Pierre-Richard Willm y
Charles Vanel.
Tras la ocupación nazi de Francia, Feyder se refugió en Suiza, donde vivió un período depresivo, con el trabajo escaseando para él. El drama Una mujer desaparece (1942), en el que Françoise Rosay interpretaba a cuatro mujeres diferentes, tardó años en ser estrenado. El matrimonio tuvo que valerse entonces de la actividad de la esposa,
que realizó giras teatrales por Francia y el norte de África, con textos
escritos por su marido. Mientras, Feyder se dedicó a la enseñanza de
cine en Ginebra y a escribir un libro sobre sus memorias profesionales. Cuando falleció contaba 62 años. Con su muerte desaparecía el más importante de los directores belgas. Fue siempre un hombre sobrio, elegante e inteligente. La comedia y el drama, en
sus manos, resultaban siempre creíbles y bellos.
No lo conocía. Bien por la semblanza.
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