SÍMBOLO DEL ENCICLOPEDISMO Y LA LIBERTAD DE PENSAMIENTO
Hoy es aniversario natal del pensador, filósofo, historiador y escritor francés François-Marie Arouet, conocido como Voltaire, figura capital de la Ilustración, movimiento cultural europeo desarrollado hasta el inicio de la Revolución francesa, merced al cual el siglo XVIII es denominado el Siglo de las Luces. Muy crítico con la sociedad de su tiempo y de credo laico y anticlerical, Voltaire destacó por su activa defensa de la libertad de pensamiento, sobre todo religioso. Desde una postura deísta, repudió el excesivo poder eclesiástico y preconizó una religión basada en la razón y el respeto, alejada del fanatismo y la intolerancia. Intelectual perseguido, fue partidario de un sistema parlamentario que limitase el poder del monarca, así como de un profundo cambio en los valores de la sociedad de sus días. Sus escritos se caracterizan por la llaneza del lenguaje huyendo de cualquier tipo de grandilocuencia. Maestro de la ironía, la utilizó siempre para defenderse de sus enemigos, de los que en ocasiones hacía burla demostrando en todo momento un finísimo sentido del humor.
Su padrino, el abate de Châteauneuf, le introdujo en la sociedad libertina del Temple, donde pronto destacó por su ingenio. En 1713 el joven François obtiene el cargo de secretario de la embajada francesa en La
Haya, trabajo del que es expulsado debido a ciertas relaciones amorosas con la hija de un hugonote refugiado.
Apasionado ya desde entonces por la literatura, frecuenta los lugares
donde se reúnen los intelectuales y artistas más destacados
y, cuando en 1715 muere Luis XIV y toma la regencia el Duque de Orleáns, escribirá una sátira contra él que le
llevará preso a la Bastilla durante casi un año, tiempo que
dedica a estudiar literatura. Una vez liberado, fue desterrado a Châtenay, donde adoptó el seudónimo de Voltaire. En 1718 conoce su primer éxito con la tragedia Edipo, basada en la de Sófocles,
y años después con una epopeya, La Henriade, dedicada al tolerante rey Enrique
IV (fundador de la monarquía de los Borbones en Francia y quien puso fin a las guerras religiosas), que se publica en 1723. Más tarde, en un altercado con el noble De Rohan
termina nuevamente en la Bastilla y finalmente en el destierro,
por lo cual decide exilarse en Londres. Allí conecta con la élite literaria,
científica e intelectual y cuando en 1728 regresa a Francia, difunde las ideas políticas, científicas y filosóficas progresistas de pensadores ingleses como
Isaac Newton y
John Locke.
En 1731 escribe Historia de Carlos XII (obra sobre el rey de Suecia entre 1697 y 1718), en la que esboza
los temas que, más tarde, aparecerán
plenamente madurados en su famosa obra Cartas filosóficas,
publicada en 1734 y en la que lleva a cabo una radical defensa de la
tolerancia religiosa y la libertad ideológica, tomando como modelo
la permisividad inglesa y acusando al cristianismo de generar fanatismo dogmático. Por este motivo, se ordena su detención y Voltaire se refugia en el castillo de
la culta Madame Châtelet, marquesa con la que establecerá
una larga relación personal y con la que trabajará concienzudamente
en una obra sobre el pensamiento newtoniano, que lleva por título
La filosofía de Newton (1738).
En ese periodo escribe obras de teatro, novelas, cuentos, sátiras y
poemas breves. Viajó frecuentemente a París y Versalles, donde, gracias a
la influencia de la marquesa de Pompadour, se convirtió en uno de los favoritos de la Corte. En 1742 publica Mahoma o el fanatismo, obra que será
prohibida y un año después la tragedia Mérope.
Por esta época, en la que había estallado la guerra de
sucesión austríaca, Voltaire marcha en misión secreta
a Berlín, después de lo cual recupera su prestigio, siendo
nombrado académico, historiógrafo y Caballero de la Cámara Real. Zadig o el destino (1748) inaugura su serie de cuentos filosóficos. Cuando muere Madame de Châtelet en 1749, caído en desgracia nuevamente, Voltaire vuelve
a Berlín invitado por Federico II, rey de Prusia. En Postdam escribe El siglo de Luis XIV (1751), donde plantea el tema del progreso, y el cuento filosófico Micromegas (1752), pero pronto acaba mal con
el monarca y, huyendo de Prusia, se le detiene en Frankfurt, para después
ser expulsado nuevamente de Alemania. Como Francia le negó la
residencia, Voltaire se refugia en Suiza. En 1759 publica su obra más conocida, Cándido o el optimismo, relato filosófico que
será inmediatamente condenado en Ginebra por sus irónicas
críticas al ideario filosófico derivado de Leibniz y por su chistosa sátira
contra clérigos, nobles, reyes y militares. Las inocentes reflexiones
del joven Cándido no dejan títere con cabeza. Cuatro años
después compone Tratado sobre la tolerancia y en
1764 su Diccionario filosófico. Desde entonces,
siendo ya Voltaire un personaje famoso e influyente en la vida pública,
interviene en distintos casos judiciales, defendiendo la tolerancia
y la libertad frente a todo dogmatismo y fanatismo. En 1778, acogido con entusiasmo, Voltaire vuelve a París, donde muere
el 30 de mayo de ese mismo año a los 83 años. Trece años después, sus restos fueron trasladados con gran ceremonia al Panteón de Hombres Ilustres.
Aunque fue un pensador polifacético y poco o nada sistemático,
Voltaire se convirtió en un símbolo del enciclopedismo
y de las modernas ideas ilustradas que defendían la libertad
de pensamiento, la tolerancia y la justicia como instrumentos superadores
de la ignorancia, el dogmatismo y las supersticiones de toda índole.
Frente al oscurantismo no solo ideológico, sino académico,
esgrimirá Voltaire el buen hacer de su pluma, la cual gozaba
de una enorme claridad crítica y de una demoledora y mordaz franqueza
que le hicieron granjearse numerosos problemas y enemistades. Su escritura
se mofa de la utilizada por los abstrusos escolásticos o, como
sarcásticamente escribe en el Cándido, de los que
se dedicaban a enseñar la metafísica teologocosmolonigológica, tal que el profesor Pangloss, personaje de su cuento.
Pese a compartir muchos de los postulados básicos aceptados por
la mayoría de los ilustrados ingleses y franceses, a Voltaire
le separa de ellos la carencia de un optimismo metafísico y la
fe en un progreso humano capaz de arrebatarnos de la mezquindad y de
la ruindad en la que estamos inmersos. En contra de la tesis del "buen
salvaje" mantenida por Rousseau, Voltaire no cree en ninguna
inocencia y bondad naturales del hombre. No es la sociedad, el Estado
o la cultura la que pervierte y denigra esa inocencia primigenia del
hombre; antes bien, es el propio hombre el que genera las propias condiciones
de su miseria moral. La ética no se halla subordinada a la política,
porque se trata de un ámbito inmanente a nuestra propia naturaleza.
La absoluta confianza de la razón que postularon un siglo antes
los racionalistas no es aceptada por Voltaire, para el cual la inteligencia
humana por sí misma puede denunciar, criticar y corregir algunos
prejuicios, errores o disparates, pero por sí sola es impotente
para erradicar estos males.
Lograr reseñar a Voltaire es una proeza. Sólo Javi!
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