DEL GIMNASIO AL ESTRELLATO
Hoy se cumplen dieciséis años del fallecimiento del actor estadounidense Steve Reeves. De singular apostura, fue la primera movie star salida de un gimnasio,
creando un precedente que muchos otros (como Schwarzenegger o Stallone)
seguirían después. Especializado en el género del peplum y el cine de aventuras, su popularidad internacional se debió a los catorce títulos de estos géneros que rodó en Italia entre finales de los años 50 y principios de los 60.
Cuando tenía diez años Stephen L. Reeves se trasladó con su madre a California tras la muerte de su padre en un accidente. Mientras estudiaba en la Castlemont High School se interesó por el culturismo y se entrenó en un gimnasio de Oakland, California. Tras combatir en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial,
consiguió, entre otros, los títulos de Mr. America 1947, Mr. Mundo 1948 y
Mr. Universo 1950.
Su debut en el cine en 1954 con papeles menores (Jail bait, noir de serie B dirigido
por Ed Wood; Athena, musical de Richard Thorpe, con Jane Powell, Edmund Purdom, Debbie Reynolds, Vic Damone y Louis Calhern) no lo llevó muy lejos en su
país. Años más tarde, el director italiano Pietro Francisci le descubrió
en el musical que Reeves había rodado con M-G-M y le requirió como
protagonista para Hércules (1958), rodada en Italia y un gran boom
comercial en su día que puso de moda el género llamado 'peplum' y
cimentó toda la carrera del forzudo heroico en coproducciones italianas.
Reeves llegó a convertirse en el actor mejor pagado en Europa rodando una tras otra películas históricas o de aventuras que le brindaron la oportunidad de lucir su físico espectacular, como la secuela Hércules y la reina de Lidia (1959) de Pietro Francisci, El diablo blanco (1959) de Riccardo Freda, El terror de los bárbaros (1959) de Carlo Campogalliani, Los últimos días de Pompeya (1959) de Mario Bonnard, La batalla de Marathon (1959) de Jacques Tourneur, Morgan el pirata (1960) de André De Toth y Primo Zeglio, El ladrón de Bagdad (1961) de Arthur Lubin, La guerra de Troya (1961) de Giorgio Ferroni, Rómulo y Remo (1961) de Sergio Corbucci, El hijo de Espartaco (1962) de Sergio Corbucci, La leyenda de Eneas (1962) de Giorgio Venturini, Sandokán (1963) de Umberto Lenzi, o Los piratas de Malasia (1964) de Umberto Lenzi.
La saturación del mercado de productos (y subproductos) de estos géneros (a cargo, sobre todo, de muchos otros atletas americanos o italianos que trataron de seguir sus pasos en la gran pantalla) y el auge del spaghetti-western supusieron un parón en la carrera de la mayor estrella del peplum. Su regreso a la pantalla con Vivo para matarte (1968) de Camillo Bazzoni, un spaghetti-western que el mismo actor coescribió y produjo, se vió saldado con un fracaso y Reeves decidió retirarse del cine y volver a su país. Allí se compró un rancho en California y se dedicó a la cría de caballos. También escribió libros de fisioculturismo para enseñar sus métodos, promover el deporte sano y criticar el uso de esteroides o anabolizantes por los atletas.
Steve Reeves tuvo tres esposas: Sandra Smith, con quien se casó en 1955 para divorciarse al año siguiente; Aline Czartjarwicz, con la que convivió desde 1963 hasta la muerte de ella en 1989; y Deborah Ann Engelhorn, con quien contrajo matrimonio en 1994 y que sería su viuda. El actor falleció a causa de un linfoma a la edad de 74 años. Se le considera el mejor culturista de todos los tiempos.
Reeves llegó a convertirse en el actor mejor pagado en Europa rodando una tras otra películas históricas o de aventuras que le brindaron la oportunidad de lucir su físico espectacular, como la secuela Hércules y la reina de Lidia (1959) de Pietro Francisci, El diablo blanco (1959) de Riccardo Freda, El terror de los bárbaros (1959) de Carlo Campogalliani, Los últimos días de Pompeya (1959) de Mario Bonnard, La batalla de Marathon (1959) de Jacques Tourneur, Morgan el pirata (1960) de André De Toth y Primo Zeglio, El ladrón de Bagdad (1961) de Arthur Lubin, La guerra de Troya (1961) de Giorgio Ferroni, Rómulo y Remo (1961) de Sergio Corbucci, El hijo de Espartaco (1962) de Sergio Corbucci, La leyenda de Eneas (1962) de Giorgio Venturini, Sandokán (1963) de Umberto Lenzi, o Los piratas de Malasia (1964) de Umberto Lenzi.
La saturación del mercado de productos (y subproductos) de estos géneros (a cargo, sobre todo, de muchos otros atletas americanos o italianos que trataron de seguir sus pasos en la gran pantalla) y el auge del spaghetti-western supusieron un parón en la carrera de la mayor estrella del peplum. Su regreso a la pantalla con Vivo para matarte (1968) de Camillo Bazzoni, un spaghetti-western que el mismo actor coescribió y produjo, se vió saldado con un fracaso y Reeves decidió retirarse del cine y volver a su país. Allí se compró un rancho en California y se dedicó a la cría de caballos. También escribió libros de fisioculturismo para enseñar sus métodos, promover el deporte sano y criticar el uso de esteroides o anabolizantes por los atletas.
Steve Reeves tuvo tres esposas: Sandra Smith, con quien se casó en 1955 para divorciarse al año siguiente; Aline Czartjarwicz, con la que convivió desde 1963 hasta la muerte de ella en 1989; y Deborah Ann Engelhorn, con quien contrajo matrimonio en 1994 y que sería su viuda. El actor falleció a causa de un linfoma a la edad de 74 años. Se le considera el mejor culturista de todos los tiempos.
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