UN DIRECTOR ATÍPICO
Hoy se cumplen dieciséis años del fallecimiento del director y guionista de cine español José Antonio Nieves Conde. Su militancia falangista le llevó a realizar a partir de los años 40 un cine social inspirado por los ideales joseantonianos,
muy alejado de lo que se venía rodando: películas históricas de cartón-piedra, folclóricas o comedias de teléfonos blancos. Encuadrado junto a la generación de los renovadores del nuevo cine español de posguerra, su falangismo, muy crítico con el régimen franquista, fue calificado simplistamente como 'de izquierdas'. Poseedor de una depurada técnica, sus mejores cualidades se manifiestan en el encuadre, el montaje, la profundidad de campo, el uso del fuera de campo, los ambientes oscuros o siniestros y la cuidadosa dirección de actores. Sus películas más destacadas corresponden a la década de los años 50: así Balarrasa (1951), su mayor éxito comercial, convertida en auténtico fenómeno sociológico, Surcos (1951), considerada por la crítica una de las mejores películas de la historia del cine español, Los peces rojos (1955) y El inquilino (1958). Los problemas con la rígida censura (vigente en España hasta 1977) le ocasionaron amargas experiencias y determinaron que acabase haciendo un cine mucho menos comprometido.
Hijo de padre militar en una familia numerosa, José Antonio Nieves Conde fue aficionado al cine desde niño. Muchos años después contaría la fuerte impresión que le produjo la contemplación del film silente "El último" (1924) de F. W. Murnau. Terminado el bachiller superior en Segovia, comenzó la carrera de Derecho en Madrid en 1933, año en que como otros jóvenes idealistas de su tiempo se afilió a la Falange, movimiento conservador y paramilitar dirigido por Jose Antonio Primo de Rivera cuya ideología nacionalsindicalista se inspiraba en el fascismo italiano. Al estallar la Guerra Civil, marchó al frente como voluntario falangista en el bando sublevado contra la República, alcanzando el grado de alférez provisional de infantería, de modo que no llegó a terminar los estudios universitarios.
Finalizada la contienda volvió a Segovia, donde trabajó en prensa y radio hasta que regresó a Madrid para convertirse en crítico de cine del diario Pueblo. Entre 1939 y 1942 fue redactor de la revista de cine Primer Plano. En adelante decidió dedicarse profesionalmente al cine, primero como guionista y después como ayudante de dirección de Rafael Gil. Su primera película como director fue Senda ignorada (1946), policiaco ambientado en Estados Unidos, con Enrique Guitart, Alicia Palacios y Fernando Nogueras, un film hoy perdido.
Después realizó Angustia (1947), otro policiaco, con Amparo Rivelles y Adriano Rimoldi, Llegada de noche (1949), drama criminal con Adriana Benetti, Manolo Fábregas y Antoñita Moreno, y Balarrasa (1951), impactante drama sobre un misionero católico establecido en Alaska que rememora, cuando está a
punto de morir, los años de su juventud disipada y su relación con su familia y amigos, con Fernando Fernán Gómez, María Rosa Salgado, Luis Prendes y Eduardo Fajardo. Este film obtuvo un éxito inusitado, llegando a incorporar al vocabulario popular de la época el término balarrasa como sinónimo de juerguista y disoluto.
A continuación, y con abundante preparación previa, rodó la que se considera su obra maestra, Surcos (1951), durísimo melodrama social y costumbrista con Luis Peña, María Asquerino, Francisco Arenzana, Marisa de Leza, Ricardo Lucía, José Prada, Félix Dafauce y María Francés. En el guión de esta película fue decisiva la intervención del entonces también falangista Gonzalo Torrente Ballester. La decepción por la manipulación del ideario joseantoniano a cargo del régimen de Franco, les llevó a pergeñar un pesimista alegato contra el éxodo rural y el urbanismo desaforado y en defensa de las clases más desfavorecidas. El film cuenta la terrible y triste historia de una humilde familia de cinco miembros que, tras abandonar su ámbito rural para establecerse en Madrid buscando una vida mejor, fracasa por completo, llegando a descomponerse y a verse obligada a regresar humillada al pueblo tras el asesinato del hijo mayor. A lo largo de su metraje se muestran temas insólitos en el cine de la época: la xenofobia, la miseria, el hambre, el desempleo, el hacinamiento, el estraperlo, la corrupción, la delincuencia organizada, la explotación laboral y sexual... Madrid es presentada como una urbe implacable, inhumana e insolidaria, donde la mayoría de los personajes recurren continuamente al sálvese quien pueda. Era una película adelantada a su tiempo y su estética deudora tanto del cine de gangsters de la Warner en los años 30 como del neorrealismo italiano (aunque sin el atisbo de esperanza con el que solían finalizar los films de Rossellini o De Sica). Aunque la censura suprimió la prevista secuencia final, que no llegó a rodarse, Surcos contó con el apoyo de José María García Escudero, responsable de la Dirección General de Cinematografía, fue declarada de Interés Nacional y recibió diversos premios y reconocimientos. Tras su polémico estreno, la Iglesia puso el grito en el cielo y la tachó de inmoral y 'gravemente peligrosa', con lo que muchos espectadores se abstuvieron de verla. El escándalo fue tremendo, costó el puesto a García Escudero e influyó decisivamente en la carrera posterior del director.
Posteriormente Nieves Conde fue uno de los cinco directores de El cerco del diablo (1952), fantasía sobrenatural en episodios, uno de los cuales, "El pescador", fue filmado por él. Dos años después estrenó Rebeldía (1954), drama religioso adaptador de una obra de José María Pemán, con Delia Garcés, Fernando Fernán Gómez y Fernando Rey, al que siguió Los peces rojos (1955), notable drama criminal con elementos surrealistas protagonizado por Emma Penella y Arturo de Córdova, La legión del silencio (1956), drama codirigido por José María Forqué, con Jorge Mistral, Nani Fernández y Rubén Rojo, Todos somos necesarios (1956), drama de coproducción hispano-italiana sobre tres ex presidiarios que acaban de cumplir condena, film premiado en el Festival de San Sebastián, con Alberto Closas, Folco Lulli, Lida Baarova y Ferdinand Anton, y El inquilino (1958), otra de sus películas más destacadas, un tremendo drama social con destellos de comicidad, protagonizado por Fernando Fernán Gómez, un practicante, y María Rosa Salgado, su esposa, encarnando a un matrimonio con cuatro hijos pequeños que, tras recibir una orden de desahucio de la vivienda donde residen, se ven obligados a buscar a la desesperada y a contrarreloj otro sitio donde vivir, mientras el bloque se va derrumbando a su alrededor. El film fue pionero en poner el dedo en la llaga de la especulación urbanística, gravísimo problema que persiste y se ha acrecentado desde entonces hasta nuestros días. Asímismo critica la hipocresía y la burocracia del régimen y a las clases burguesas que lo apoyaban, mientras que los personajes más humildes son los únicos que muestran alguna solidaridad. Pese a la inclusión de humor (negro) e incluso recurrir a lo grotesco para eludir la censura, El inquilino fue prohibido hasta 1963, año en que al fin pudo ser visto, pero con importantes cortes y un final distinto.
En las dos décadas siguientes, el cine de Nieves Conde va perdiendo interés, así en los 60: Don Lucio y el hermano Pío (1960), comedia con Tony Leblanc y José Isbert, Prohibido enamorarse (1961), comedia con Isabel Garcés y Angel Garasa, El diablo también llora (1965), drama de coproducción hispano-italiana, con Eleonora Rossi Drago, Francisco Rabal y Alberto Closas, Cotolay (1965), drama inspirado en una leyenda medieval gallega según la cual Francisco de Asís fundó la Orden Franciscana en Santiago de Compostela, con Vicente Parra, Didier Haudepin, José Bódalo y Conrado San Martín, y El sonido de la muerte (1966), fantasía de terror con Arturo Fernández, Soledad Miranda, James Philbrook, Antonio Casas y José Bódalo
Su filmografía desciende al nivel meramente alimenticio con las producciones de José Frade: Historia de una traición (1971), drama criminal con Marisa Mell, Sylva Koscina, Stephen Boyd y Fernando Rey, Marta (1971), drama criminal con Marisa Mell y Stephen Boyd, Las señoritas de mala compañía (1973), comedia ambientada en un burdel de pueblo, con Conchita Velasco, Isabel Garcés, Esperanza Roy, José Luis López Vázquez y Manolo Gómez Bur, y La revolución matrimonial (1974), comedia satírica con Analía Gadé, José Luis López Vázquez, Ismael Merlo y Pedro Alonso. Sus últimos títulos fueron Volvoreta (1976), drama adaptador de una novela de Wenceslao Fernández Flórez, con Amparo Muñoz, Antonio Mayans, Mónica Randall y Luis Varela, Más allá del deseo (1976), drama con María Luisa San José, Ramiro Oliveros, Mónica Randall, Ricardo Merino y Francisco Valladares, y Casa manchada (1977), drama que no pudo estrenarse hasta 1980, con Stephen Boyd, Sara Lezana, Paola Senatore y Carmen de la Maza.
La Seminci de Valladolid dedicó en octubre de 1995 un ciclo monográfico a su trayectoria profesional con la proyección de toda su filmografía y le entregó una Espiga de Oro especial. En 1996 recibió en Zaragoza una de las medallas de oro del Centenario del cine en España, que le concedió la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas.
José Antonio Nieves Conde estuvo casado con María Luisa Mascuñán y tuvo siete hijos. Falleció en su domicilio madrileño por causas naturales a los 94 años.
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