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domingo, 18 de abril de 2021

Gabriel Celaya (Hernani, Guipúzcoa, España, 18-3-1911 / Madrid, España, 18-4-1991): In memoriam

LA POESÍA COMO INSTRUMENTO PARA CAMBIAR EL MUNDO
 
Hoy se cumplen treinta años del fallecimiento del poeta español Gabriel Celaya. Uno de los más representativos de la poesía social de los años 50, defendió la idea de una poesía no elitista, al servicio de las mayorías, como instrumento para cambiar el mundo. Su poesía es llana y directa, a veces hasta coloquial, para que pueda ser entendida por todos. En sus poemas se preocupó más por expresar con claridad y firmeza sus demandas de cultura y libertad para el pueblo que por la belleza formal; no obstante, sus versos destilan hondura y sinceridad capaces de emocionar al lector. En todo caso, a lo largo de su prolífica producción, su obra evolucionó hacia otras fórmulas, como el realismo mágico, la poesía experimental o el misticismo órfico, y abarca también géneros como ensayo, narrativa y teatro. En definitiva, la obra de Celaya constituye una gran síntesis de casi todas las preocupaciones y estilos de la poesía española del siglo XX.
Nacido Rafael Gabriel Juan Múgica Celaya Leceta en el seno de una familia de la burguesía industrial vasca, cursó el bachillerato en un colegio religioso en San Sebastián y la carrera de ingeniero industrial en Madrid. En esta ciudad vivió en la Residencia de Estudiantes, donde, entre otros artistas e intelectuales, conoció a Federico García Lorca y José Moreno Villa, experiencia que dejó en él un recuerdo imborrable y despertó su vocación poética. En 1934 conoció a Pablo Neruda y leyó, lo que supuso un gran hallazgo para él, "Residencia en la tierra". Con el nombre de Rafael Múgica publicó su primer libro de poemas: Marea del silencio (1935), que refleja influencias surrealistas y de la Generación del 27. Sus primeras tentativas como poeta no fueron aceptadas en modo alguno por su familia, razón por la cual en adelante decidió firmar sus obras como Juan de Leceta o Gabriel Celaya. En 1935 se estableció en San Sebastián para trabajar en la empresa familiar y al año siguiente, con la eclosión de la Guerra Civil se alistó voluntario en el ejército republicano, donde alcanzó el grado de capitán. En 1937, al caer Bilbao en poder de las tropas rebeldes, fue hecho prisionero (se entregó como soldado raso, lo que le salvó la vida) y estuvo en un campo de concentración en Palencia. Ese año, tras ser liberado, se casó con Julia Cañedo, con quien tendría dos hijos: Pilar y Luis Gabriel. Finalizada la contienda trabajó como gerente de la empresa familiar. Siguieron años de silencio, aunque siguió escribiendo en una especie de exilio interior. Entre 1945 y 1946 sufrió una enfermedad de origen psíquico que le obligó a mantener reposo y le llevó al borde del suicidio. 
A partir de 1946, año en que aparece su ensayo erótico-simbólico Tentativas, desplegó una actividad incesante tras conocer a la poetisa Amparo Gastón, principal impulsora de su dedicación a la poesía y con la que compartiría su vida, además de militancia comunista, durante décadas hasta su final. Con ella fundó en San Sebastián la colección de poesía «Norte», en la que se llegó a difundir la obra de un importante conjunto de poetas españoles y europeos. En 1947 comenzó a firmar artículos en la prensa local y publicó La soledad cerrada (escrito en 1936), Movimientos elementales y Tranquilamente hablando. También traduce a Rilke, Blake y Rimbaud. En esta etapa, de caracter existencialista, se va aproximando a posturas sociales y políticamente comprometidas y su lenguaje se va haciendo más directo. Sucesivamente publica Objetos poéticos (1948), Las cosas como son (1949), Deriva (1950), Las cartas boca arriba (1951), Lo demás es silencio (1952) o Ciento volando (1953), con Amparo Gastón. En 1954 se separa de su familia y dos años después deja su trabajo de ingeniero para dedicarse exclusivamente a la literatura, trasladándose a Madrid con su inseparable Amparo. De esa época datan otros importantes libros suyos como Cantos iberos (1955), De claro en claro (1956), Entreacto (1957), Las resistencias del diamante (1957), El corazón en su sitio (1959) o Poesía urgente (1960). Celaya se ha convertido, con Blas de Otero, en uno de los principales impulsores de la poesía social, realista y crítica. En ella se recupera el noventayochismo, el antiformalismo y una visión hedonista y vitalista de la existencia.
Los años que siguieron hasta la década de los 70 fueron los de mayor reconocimiento de su obra, que abarcando varios géneros literarios, no paró de crecer y comenzó a reeditarse en forma de antologías. Además de poemarios como Los poemas de Juan de Leceta (1961), Rapsodia euskara (1961), Episodios nacionales (1962), Mazorcas (1962), Versos de otoño (1963), Baladas y decires vascos (1965), o Lo que faltaba (1967), varios de los cuales suponen un retorno a sus raices personales y culturales, publicó también textos narrativos -Penúltimas tentativas (1960), Lo uno y lo otro (1962) y Los buenos negocios (1965)-, teatrales -El relevo (1963)-, o ensayísticos -Exploración de la poesía (1964)- que manifiestan su versatilidad literaria. Fueron asímismo años de multas gubernativas por su participación en actos prohibidos, como una asamblea de estudiantes de la Facultad de Ciencias Políticas de Madrid; también de viajes: a Colliure (Francia), para recordar a Antonio Machado, a Cuba, a Brasil o a Italia.
Celaya arrastraba la conciencia de una crisis tanto en su militancia política como en la de la poesía social, que con gran protagonismo e influencia había cultivado hasta entonces. Esto explica que su obra poética se desarrolle desde finales de la década de los 60 por diferentes caminos estéticos: Los espejos transparentes (1968) resulta un poemario de resonancias surrealistas aproximado al 'realismo mágico' en boga, o Campos semánticos (1971), experimentación con la poesía concreto-visual.
Varios de sus antiguos poemas fueron musicados con éxito por el cantautor Paco Ibáñez, siendo muy escuchados en los años del tardo-franquismo y la transición hacia la democracia. En 1977 Celaya se presentó como candidato por Guipúzcoa del  Partido Comunista de España en las primeras elecciones democráticas tras la Guerra Civil, no logrando el acta de diputado. 
En su nueva etapa, a partir de Poemas órficos (1981) se centra en el inconsciente colectivo, los mitos y las fábulas de la antigüedad. Lo que le interesa en esos momentos es trasladar su concepción de la vida como algo cíclico; el poeta explica la fragilidad de lo humano frente al Cosmos, sólo gobernado por sus propias leyes. En 1982 contrajo matrimonio con Amparo Gastón tras la obtención del divorcio de su primera mujer y ese año publicó Penúltimos poemas, un nuevo libro de la recién inaugurada última fase, que el propio poeta denominaba órfica -síntesis final de la conciencia de identificación con la naturaleza, con la percepción colectiva de ser en los otros y la noción comunal del ritmo universal- a la que pertenecen sus siguientes libros: Cantos y mitos (1984) y El mundo abierto (1986).
Los últimos años de su vida transcurrieron entre homenajes (principalmente en el País Vasco) y penurias económicas, que en 1984 le llevaron a vender su biblioteca personal de 1.200 volúmenes a la Diputación Provincial de Guipúzcoa por diez millones de pesetas. Dicha entidad editó ese año su libro Trilogía vasca. En 1986 el Ministerio de Cultura le concedió el Premio Nacional de las Letras Españolas como reconocimiento a toda su obra. Su último libro publicado en vida fue Orígenes (1990).
Gabriel Celaya falleció, tras unos meses de enfermedad, a los 80 años y, conforme a su deseo, sus cenizas fueron aventadas en su Hernani natal.
 
 


La poesía es un arma cargada de futuro  (de 'Cantos iberos')
 
Cuando ya nada se espera personalmente exaltante, 
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmando,
como un pulso que golpea las tinieblas,

cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.

Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.


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