ÍNTIMA, ICONOCLASTA E INCORFORMISTA
Hoy es aniversario natal de la escritora británica Virginia Woolf, una de las principales novelistas y ensayistas del siglo XX. Su nombre figura, junto con los de James Joyce, Thomas Mann o Franz Kafka,
entre los grandes renovadores de la novela moderna. Experimentando con
la estructura temporal y espacial de la narración, perfeccionó en sus
novelas el monólogo interior, procedimiento por el que se intenta
representar los pensamientos de un personaje en su forma primigenia, en
su fluir inconsciente, tal y como surgen en la mente. Llevó a cabo este recurso mediante un poderoso lenguaje narrativo en el que se equilibran el mundo racional y el irracional. Entre sus fuentes de inspiración figuran escritores como Marcel Proust, James Joyce o Henry James. Fue, además, pionera en la reflexión sobre la condición de la mujer, la
identidad femenina y las relaciones de la mujer con el arte y la
literatura, que desarrolló en algunos de sus ensayos. Virginia, quien padeció durante toda su existencia desequilibrios nerviosos y tendencia a la depresión, aunque nunca dejó de escribir, se suicidó a los 59 años.
Nacida Adeline Virginia Stephen, era hija de un distinguido crítico, filósofo e historiador, por lo que el ambiente que le rodeó desde niña estuvo siempre marcado por la intelectualidad. Sus padres, Leslie y Julia, eran viudos que habían contraído nuevas nupcias y aportaron sus respectivos cuatro hijos (una él, tres ella) al matrimonio y tuvieron juntos otros cuatro (dos varones y dos hembras). Debido a sus problemas de salud e inestabilidad mental, Virginia no fue a la escuela y recibió su educación dentro de su propio hogar en Kensington, un lugar frecuentado por los más importantes literatos de su época, como Alfred Tennyson, Thomas Hardy, Henry James o William Thackeray, entre otros autores, intelectuales, pintores, músicos y fotógrafos.
La madre de Virginia murió en 1895, y dos años después una hermanastra, lo que provocó las primeras depresiones en la futura escritora. Un cáncer acabó con la vida de su padre en 1904 y Virginia sufrió una crisis nerviosa que requirió su provisional internamiento. Las etapas depresivas se sucederían a partir de entonces con creciente intensidad. A ello contribuyeron los abusos sexuales que Virginia y una de sus hermanas sufrieron por parte de sus dos hermanastros. En 1905, Virginia, que justo acababa de comenzar a escribir profesionalmente para una revista literaria semanal, y sus tres hermanos vendieron la casa y abandonaron el
elegante barrio en el que vivían, trasladándose al bohemio barrio de Bloomsbury,
que dio nombre a un extravagante grupo de poetas, novelistas y pintores
que se formó a su alrededor y que estaba integrado, entre otros, por los escritores T.S. Eliot, Edward Morgan Forster, los filósofos Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein, el historiador Robert Fry, el crítico Robert Bell o el economista John Maynard Keynes. Elementos comunes de esta heterogénea elite intelectual fueron la
búsqueda del conocimiento y del placer estético entendidos como la tarea
más elevada a que debe tender el individuo, así como un anticonformismo
político y moral. El escritor Leonard Woolf, también miembro del grupo de Bloomsbury, se convertiría en su marido en 1912, cuando Virginia contaba treinta años. Juntos crearon la editorial Hogarth en 1917, que en adelante editaría la obra de la propia Virginia y la de otros relevantes escritores, como Katherine Mansfield, T. S. Eliot o Sigmund Freud.
Antes, Virginia había publicado su primera novela, Fin de viaje (1915) y, después, Noche y día (1919), poniendo ambas ya de manifiesto la intención de la escritora de romper los moldes
narrativos heredados de la novelística inglesa anterior, en especial la
subordinación de personajes y acciones al argumento general de la
novela, así como las descripciones de ambientes y personajes
tradicionales. Sin embargo, estos primeros títulos apenas merecieron
consideración por parte de la crítica, así como la áun más experimental El cuarto de Jacob (1922). Sólo con la publicación de La señora Dalloway (1925) y Al faro
(1927) comenzaron a elogiar los críticos su originalidad literaria. En estas
obras llaman ya la atención la maestría técnica estilística y el afán experimental
de la autora, quien, para expresar los sentimientos interiores de los personajes, introducía además en la prosa novelística imágenes, metáforas y símbolos hasta entonces más propios de la poesía. Desaparecidas la
acción y la intriga, sus narraciones se esfuerzan por captar la vida
cambiante e inasible de la conciencia.
Influida por la filosofía de Henri Bergson,
experimentó con especial interés con el tiempo narrativo, tanto en su
aspecto individual, en el flujo de variaciones en la conciencia del
personaje, como en su relación con el tiempo histórico y colectivo. Así,
Orlando (1928) constituye una fantasía libre, basada en algunos pasajes
de la vida de su amiga (amante desde 1922) y también escritora Vita Sackville-West, en que
la protagonista vive cinco siglos de la historia inglesa. En esta inquietante y misteriosa obra se difuminan las diferencias entre la condición masculina y la femenina
encarnadas en el protagonista, un aristócrata dotado de la facultad de
transformarse en mujer. En Las olas (1931) presenta el "flujo de conciencia" de seis personajes
distintos, es decir, la corriente preconsciente de ideas tal como
aparece en la mente, a diferencia del lógico y bien trabado monólogo
tradicional. La última novela que Woolf publicó en vida, Los años (1937), fue en su momento la más popular, quizá debido a su factura clásica, decididamente más convencional que su obra anterior. Entre actos
(1941), publicada postumamente, resume y magnifica sus principales preocupaciones: la
transformación de la vida a través del arte, la ambivalencia sexual y la
reflexión sobre temas del flujo del tiempo y de la vida. Es el más
lírico de sus libros, escrito principalmente en verso.
Virginia Woolf escribió también una serie de ensayos que giraban en
torno de la condición de la mujer, en los que destacó la construcción
social de la identidad femenina y reivindicó el papel de la mujer
escritora, como en Una habitación propia (1929), donde critica la escasa valoración de los derechos de las mujeres y pone de manifiesto su preocupación feminista por la sumisión social de sus congéneres. Destacó a su vez como
crítica literaria, y fue autora de dos biografías: una divertida
recreación de la vida de los Browning a través de los ojos de su perro (Flush, 1933) y otra sobre el crítico Robert Fry (Fry, 1940).
En uno de los accesos de su enfermedad mental, que había obligado a
ingresarla en varias ocasiones a lo largo de su vida, el 28 de marzo de
1941 desapareció de su casa de campo, hasta que veintiún días después su cuerpo
fue hallado en el río Ouse. Se había zambullido hasta ahogarse tras rellenar los bolsillos de su abrigo con piedras.
"Estoy segura de que, de nuevo, me vuelvo loca. Creo que no puedo superar otra de aquellas terribles temporadas. No voy a curarme en esta ocasión. He empezado a oir voces y no me puedo concentrar (...) Te das cuenta, ni siquiera puedo escribir esto correctamente. No puedo leer (...) No puedo seguir destrozando tu vida por más tiempo", le escribió a su marido en su carta de despedida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario