JUAN QUINTERO MUÑOZ (Ceuta, España, 19-6-1903 / Madrid, España, 26-1-1980); IN MEMORIAM
Hoy es aniversario natal del compositor español Juan Quintero Muñoz, uno de los principales autores de bandas sonoras de las películas que se produjeron en las décadas siguientes a la posguerra española. En las mismas, además, se encargó de la orquestación, la dirección, la contratación de los músicos y la grabación de la música.
También fue autor de partituras para revistas de Celia Gámez, componiendo canciones tan populares como Mírame. Anteriormente, en los años 30 creó otros éxitos como el pasodoble En er mundo o Morucha.
Juan Quintero Muñoz fue hijo de un funcionario de Correos y Telégrafos y de una ama de casa, ambos nacidos en la localidad gaditana de San Roque. Su nacimiento en la ciudad africana fue un hecho circunstancial, pues la familia se encontraba allí por motivos laborales. A los tres meses volvieron a San Roque y allí transcurrió la infancia de un niño que desde muy tempano mostró su inclinación hacia la música. A los seis años, por decisión de su padre, comenzó a tomar lecciones de solfeo y piano con una profesora particular. Nuevamente por motivos de trabajo se trasladó con su familia a Madrid cuando tan sólo contaba con nueve años. En esta ciudad continuó su formación musical y posteriormente desarrollaría su actividad artística y profesional.
Su padre, guitarrista aficionado, supo reconducir el interés lúdico que el niño demostraba por la música hacia el estudio, a pesar de que quisiera para su hijo un puesto de funcionario. Su hermano mayor le regaló un magnífico piano que fue pagando a plazos con enorme sacrificio. Con tan sólo nueve años Juan ya interpretaba pequeñas piezas clásicas. Por estas fechas ingresó como niño de coro en la Capilla Gregoriana de Madrid. A los once años compuso un cuplé titulado "El monoplano", con letra de un amigo de su hermano, que fue incluso editado y estrenado en un cabaret. En 1915 ingresó en el Real Conservatorio de Música de Madrid. Estudió armonía con Abelardo Bretón y composición con Amadeo Vives. También estudió piano y violín. Finalizó la carrera en 1925 y obtuvo el premio extraordinario de piano.
Desde entonces hasta el fin de la Guerra Civil se dedicó preferentemente a la interpretación; como era habitual en esta época, no existía entre los intérpretes una delimitación estricta en los repertorios, de tal manera que un pianista podía ofrecer recitales de obras clásicas y en otras ocasiones música ligera. Quintero comenzó realizando suplencias en las orquestas de varios teatros madrileños como violinista. Como concertista de piano ofreció recitales en Madrid y en giras por España. También acompañó a artistas como el tenor argentino Spaventa, y a la futura vedette Celia Gámez en una de sus primeras visitas a España.
A principios de los años treinta compuso, junto al violinista Jesús Fernández Lorenzo, una de sus obras más conocidas, el pasodoble torero En er mundo, creado para un saxofonista cubano conocido como Aquilino, que triunfaba entonces en Madrid. En 1932 compuso Morucha, otra de sus canciones más populares. Durante esta etapa compuso otras canciones, tangos y pasodobles como Desencanto, Ojitos de luto, A mi madre, Talento, Frenazo, Abisinia, etc.
Al estallar la guerra tuvo que compaginar su trabajo como pianista acompañante y violinista en la orquesta del cine Capitol y en el teatro Alcalá con las obligaciones militares. Aunque no enviado al frente, fue movilizado y estuvo desempeñando labores administrativas para el ejército republicano en un cuartel de Madrid. En 1938 contrajo matrimonio con Francisca Martos. Cuando terminó la guerra comenzó lo que podríamos denominar su etapa de madurez, caracterizada en primer lugar por sus exitosas incursiones en la comedia musical y por su incorporación al campo de la música cinematográfica.
Teatro musical
El 14 de marzo de 1941 se estrenó en el Teatro Eslava la 'zarzuela cómica moderna en dos actos' titulada "Yola", que fue compuesta para Celia Gámez. Fueron sus libretistas, José Luis Sáenz de Heredia y Federico Vázquez Ochando, los que ofrecieron al joven maestro la composición de los números musicales, en colaboración con José María Irueste. De esta obra se hicieron muy populares la canción Mírame y la Marcha de la cacería. En septiembre de 1942, se habían alcanzado las 500 representaciones con lleno absoluto. El éxito fue tal que Juan Quintero también fue llamado a componer otra de las comedias musicales de Celia Gámez, "Si Fausto fuera Faustina", con libreto de Sáenz de Heredia y Vázquez Ochando y la participacion del maestro Fernando Moraleda. También estrenada en el Eslava, en noviembre de 1942, de la misma destacaron la marchiña ¿Qué le vas a hacer?, el fox-trot Un millón o el fox lento Contigo iré. En 1946 compuso dos comedias musicales, "Ayer estrené vergüenza" y "Matrimonio a plazos", respectivamente estrenadas en Valencia y en Madrid.
Música para el cine
A pesar del éxito obtenido con estas, Juan Quintero dejó de lado la composición para el teatro lírico y se decantó por la cinematográfica, al considerar que el cine ofrecía nuevas posibilidades para su talento. Su inicio en el cine fue bastante casual. Juan Quintero vivía en el mismo edificio que la actriz Guadalupe Muñoz Sampedro, en la calle Lope de Rueda. En casa de esta actriz coincidió con el actor Juan de Orduña, que luego sería uno de los más importantes directores de posguerra. Juan de Orduña escuchó al maestro Quintero interpretar su Suite granadina, y le propuso realizar un documental sobre Granada basándose en la música. Quintero orquestó la obra y el documental se estructuró a partir de la partitura.
La primera partitura que compuso expresamente para el cine fue la que acompañaba al cortometraje de Carlos Arévalo titulado Ya viene el cortejo, basado en el poema de Rubén Darío. Fue Juan de Orduña, que recitaba el poema, quien le proporcionó el trabajo. Ya en su primera intervención en la música cinematográfica demostró sus dotes para la descripción visual, que Méndez-Leite calificaría como "maravillosa partitura que subrayaba el simbolismo heroico de las imágenes". En el año 1940 participó, junto al maestro Ruiz de Azagra, en la música de la película La gitanilla, dirigida por Fernando Delgado. Meses más tarde compuso en solitario la música de La florista de la reina (1940), película dirigida por Eusebio Fernández Ardavín. Para este director también compondría la música de Unos pasos de mujer (1941).
La trayectoria cinematográfica del maestro Quintero aparece desde sus comienzos unida al director Juan de Orduña. Para éste compuso las bandas sonoras musicales de películas como Porque te vi llorar (1941), ¡A mí la Legión! (1942), El frente de los suspiros (1943), Deliciosamente tontos (1943), Rosas de otoño (1943), Tuvo la culpa Adán (1944), La vida empieza a medianoche (1944), Ella, él y sus millones (1944), Misión blanca (1946), Un drama nuevo (1946), Locura de amor (1948), Pequeñeces (1950), Tempestad en el alma (1950), Agustina de Aragón (1950), La leona de Castilla (1951), Alba de América (1951), Cañas y barro (1954), Zalacaín el aventurero (1954) y El padre Pitillo (1954).
Asímismo fueron numerosas sus partituras para películas de Rafael Gil: Viaje sin destino (1942), Huella de luz (1943), Eloísa está debajo de un almendro (1943), Lecciones de buen amor (1944), El clavo (1944), El fantasma y Doña Juanita (1944), Tierra sedienta (1945), La pródiga (1946), Mare Nostrum (1948), Aventuras de Juan Lucas (1949), Teatro Apolo (1950), La Señora de Fátima (1951), De Madrid al cielo (1952), Sor Intrépida (1952), La otra vida del capitán Contreras (1954), El canto del gallo (1955) y Rogelia (1962). También para películas de Luis Lucia: Currito de la Cruz (1948), La Duquesa de Benamejí (1949), De mujer a mujer (1950), Lola la Piconera (1951), Cerca de la ciudad (1952), La hermana San Sulpicio (1952), Gloria Mairena (1952), Aeropuerto (1953), Jeromín (1953), Un caballero andaluz (1954), La lupa (1955), La vida en un bloc (1956) y Un marido de ida y vuelta (1957).
Otros directores para cuyos films también escribió la música fueron Jerónimo Mihura: Castillo de naipes (1943), Maldición gitana (1953), La copla andaluza (1959); Benito Perojo: Yo no soy la Mata-Hari (1948), Antonio Román: Último día (1952), Congreso en Sevilla (1955); Ramón Torrado: ¡Che, qué loco! (1952), La alegre caravana (1953), Nadie lo sabrá (1953), María de la O (1958); Rafael J. Salvia: El pórtico de la gloria (1953); Luis García Berlanga: Novio a la vista (1954); Ladislao Vajda: Aventuras del barbero de Sevilla (1954); José Luis Sáenz de Heredia: Faustina (1956), El grano de mostaza (1962); Luis César Amadori: La violetera (1958); Luis Marquina: Ventolera (1961), Valiente (1964). La última película a la que aportó su música fue la coproducción hispano-italiana Escándalo en el internado (1965) de Marino Girolami.
A finales de los cincuenta redujo sus intervenciones en el cine y se dedicó a labores administrativas. El cine había tomado otros derroteros y se abandonó la estética de las superproducciones de la posguerra; la música sinfónica desapareció prácticamente de las pantallas y se sustituyó por los ritmos modernos del pop y el jazz. La salud de Quintero había empeorado y la sordera dificultaba su trabajo compositivo. El compositor murió en Madrid a los 76 años, dejando tras de sí alrededor de un centenar de bandas sonoras para películas.
El valor de la música cinematográfica
No es muy arriesgado afirmar que lo mejor del cine español de los años cuarenta es su música. El cine de la posguerra estuvo mediatizado por la situación política derivada de la contienda civil; las posibilidades para crear un cine de calidad fueron mermadas por la debilidad de la industria, las restricciones de la censura para la exhibición de cine extranjero o la elección de temas y guiones, que reflejan los principios y los intereses doctrinarios del régimen franquista. Sin embargo, la música cinematográfica española de aquellos años, inmersa en los dramas históricos de cartón piedra o las comedias de teléfonos blancos que poco tenían que ver con la realidad social española, evidencia la maestría de sus compositores y manifiesta un nivel equiparable al de otros países europeos. |
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En España fueron Juan Quintero, Manuel Parada y Jesús García-Leoz los músicos más representativos del cine de la postguerra. Entre los tres realizaron la mayor parte de las bandas sonoras y, algunas de ellas, sorprenden por su calidad y espectacularidad. La estructura de la producción nacional durante estos años pretendió emular los logros de la industria norteamericana y contribuir al control y propaganda de un régimen con una ideología nacionalista y reaccionaria. Pero si en los contenidos el cine se caracterizó por la elección de unas temáticas pasadas por el tamiz ideológico del franquismo -como fueron los dramas históricos-, la música adoptó el lenguaje internacional iniciado por los compositores de la industria norteamericana. Los músicos españoles de la postguerra no aportaron soluciones novedosas o sorprendentes, ni crearon un lenguaje específico para el cine español; siguieron las pautas iniciadas por los maestros de Hollywood con gran habilidad y consiguieron una música efectiva que enriquece las imágenes y aporta nuevos significados. |
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Juan Quintero compuso libremente a pesar de las limitaciones de la industria y la técnica. Y es posible que si las condiciones políticas y económicas hubieran dado lugar a otro cine, el valor de su música seguiría siendo el mismo. Quintero utiliza lo que podemos llamar un esquema clásico de organización del material musical. Todas sus películas se abren con un bloque musical para acompañar los títulos de crédito, con un propósito muy parecido al que tenían las oberturas del teatro lírico o las sinfonías en el comienzo de las funciones teatrales. Pero aunque aparezca al principio de la película, era el último bloque que se componía, pues se realizaba a partir de los fragmentos más característicos de los bloques insertos en el desarrollo dramático. La 'obertura' de la película, que anuncia y predispone a la comprensión del film, no está escrita en la partitura sino que se ensambla en el momento mismo de la grabación a partir de bloques o fragmentos destinados a escenas concretas. La música está presente en secuencias completas y, en muchas ocasiones, éstas se encadenan y se yuxtaponen bloques musicales diversos en su carácter y significación. En este proceso de encadenamiento se producen cortes bruscos, en el caso que así lo requiera el desarrollo dramático, o enlaces a través de la unión mediante un elemento musical. Uno de los recursos de transición más utilizados por Juan Quintero es el glisando del arpa. |
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Dentro de cada secuencia la música suele articularse mediante una melodía bien definida en sus contornos. Cada bloque musical se identifica generalmente con una secuencia y se articula a través de una melodía que trata de encerrar el contenido expresivo de la imagen. En los momentos requeridos por la narración dramática se producen los típicos efectos de sincronización entre la imagen y la música que constituyen una de las características definitorias de la música cinematográfica. En otro nivel hay que destacar la utilización de la orquesta como 'instrumento' musical o, mejor dicho, como el vehículo expresivo sobre el cual se asienta toda la música de Juan Quintero, al igual que los compositores cinematográficos europeos y americanos de la época. En cierto sentido la orquesta sinfónica pasó directamente del teatro al cine de la misma manera que el cine fue introduciéndose poco a poco en los teatros. La orquesta sirvió de enlace entre la tradición del espectáculo teatral y el nuevo género cinematográfico. De los recursos expresivos del teatro lírico hicieron acopio los compositores cinematográficos para facilitar la comprensión del nuevo lenguaje audiovisual. |
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El valor añadido que la música aporta a la imagen puede realizarse de diferentes maneras. Un ejemplo es la identificación entre un personaje, una idea o cualquier otro elemento dramático-visual y una secuencia musical merced a un proceso de simbolización, o sea, el leitmotiv, usado con propósitos estructurales y expresivos (así el tema central de Locura de amor, vinculado narrativamente al personaje de la reina Juana, expresa el alejamiento de la realidad, la frontera entre la cordura y la locura). En otras ocasiones el tema asignado a un personaje aporta un valor añadido debido a su identificación con un periodo histórico o cultura (es el caso de la secuencia musical que acompaña a la escena de la muerte de Isabel la Católica en dicha película o las apariciones de la princesa árabe Aldara). Los instrumentos también ayudan en la identificación de los elementos dramáticos: las escenas militares se acompañan de trompetas y demás instrumentos de viento; una cacería será ineludiblemente subrayada por el sonido de las trompas. La intensificación dramática se logra también mediante efectos de sincronía entre música e imagen. Unas inesperadas notas en fortísimo en los metales sirven para centrar la atención en un episodio dramático concreto. Juan Quintero utiliza el catalogo de efectos que fueron elaborando desde el comienzo del cine sonoro los compositores más relevantes. |
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La asignación de la música a las imágenes se realiza, en definitiva, siguiendo un código comprensible de signos que busca la identificación rápida del espectador. Juan Quintero es uno de los músicos cinematográficos españoles más importantes, no solamente por el volumen de su producción, sino por la calidad y efectividad de su música. |
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Texto tomado del artículo «Juan Quintero. Hacia una historia sonora del cine español» de Julio Arce), aparecido en el disco Clásicos del Cine Español, vol.1. Juan Quintero. Madrid. Iberautor, 2000. |
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"En er mundo" es un españolísimo y muy popular pasodoble compuesto (sin letra) por Juan Quintero a comienzos de los años 30. La ejecución aquí corresponde al Concierto Voces para la Paz 2018 en el Teatro Monumental de Madrid con orquesta dirigida por Enrique García Asensio.
Cuando se trata de un personaje tan creativo y prolífero la reseña sovre su obra es una labor titánica. Javi sortea todos los obstáculo y nos ebtrega una obra rigurosa, perfecta y completísima con una sekección musical sobresaliente!
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